Texto y audio completo del discurso del Papa Francisco
¡Queridos amigos!
Estoy contento de recibirlos a ustedes, profesores y alumnos del
Curso de verano organizado por los Padres jesuitas del Observatorio
Vaticano. La cualificada participación de personas provenientes de
diversos países y de diferentes culturas es un signo de cómo la
diversidad puede enriquecer también el trabajo de investigación en
ámbito científico. Agradezco al padre Paul Mueller, Vice Director del
Observatorio, como también a los profesores que están disponibles para
acompañarlos a ustedes, jóvenes astrónomos, en la compleja y maravillosa
actividad de indagar el universo, don incomparable del Creador.
Mi
reconocimiento va también a cuantos, con su generosidad, han contribuido
a hacer posible esta escuela internacional.
El Papa León XIII fundó el Observatorio Vaticano en 1891, exactamente
hace 125 años, también para confirmar cuánto la Iglesia fuera amiga de
la «verdadera y sólida ciencia, sea humana que divina» (Motu propio Ut
mysticam, 14 marzo 1891). En todos estos años, ésta Institución
científica se ha esforzado por realizar las finalidades por las cuales
ha sido querida, avalándose de nuevos instrumentos, como también del
diálogo y de la confrontación con los demás centros de investigación.
El hecho de que se han reunido para ésta escuela de verano muestra
que el deseo de comprender el universo, creado por Dios, y nuestro lugar
en él, es común a hombres y mujeres que viven en contextos culturales y
religiosos diferentes. Todos nosotros vivimos bajo el mismo cielo; y
todos somos movidos por la belleza que se revela en el cosmos y se
refleja también en nuestros estudios sobre los cuerpos y las sustancias
celestes. Estamos así unidos por el deseo de descubrir la verdad de cómo
actúa este maravilloso universo, acercándonos siempre más a su Creador.
Por esto, es verdaderamente bueno y providencial que ésta décimo
quinta escuela de verano se ocupe del estudio del agua en el sistema
solar y más allá. Todos sabemos cuánto sea esencial el agua aquí en la
tierra: para la vida, para nosotros los seres humanos, para el trabajo…
Desde los pequeños copos de nieve a las grandes cascadas, desde los
lagos y los ríos a los inmensos océanos, el agua nos fascina con su
potencia y al mismo tiempo con su humildad. Las grandes civilizaciones
tuvieron inicio a lo largo de los ríos, y también hoy el acceso al agua
pura es un problema de justicia para el género humano, ricos y pobres.
Queridos hermanos y hermanas, el trabajo del científico requiere gran
empeño, que puede ser extenso y fatigoso. Todavía esto puede y debería
ser una fuente de alegría. Les deseo saber cultivar en ustedes esta
alegría, que anima su trabajo científico, y que es la razón por el cual
no pueden dejar de lado el compartirla con sus amigos, sus familias, sus
naciones, como también con la comunidad internacional de los
científicos con los cuales trabajan. Les deseo experimentar siempre la
alegría de la investigación y del compartir los frutos, con humildad y
fraternidad. Con este deseo, invoco sobre ustedes y sobre su actividad
la bendición del Señor. Y les pido por favor de rezar por mí.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
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