domingo, 30 de junio de 2019

“La urgencia de comunicar el Evangelio no admite demoras”

Ángelus 30 junio 2019 © Vatican Media
Ángelus 30 Junio 2019 © Vatican Media

Palabras del Papa antes de la oración mariana

(ZENIT – 30 junio 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, 13º domingo del tiempo ordinario, el Santo Padre Francisco
desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano se dirige a los peregrinos y fieles reunidos en la Plaza San Pedro para recitar el Ángelus.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy (cf. Lc 9, 51-62), san Lucas comienza el relato del último viaje de Jesús a Jerusalén, que concluirá en el capítulo 19. Es una larga marcha no sólo geográfica sino espiritual y teológica una marcha hacia el cumplimiento de la misión del Mesías. La decisión de Jesús fue total, y los que le siguieron fueron llamados a medirse con Él. El evangelista presenta hoy tres personajes -tres casos de vocación, podríamos decir- que ponen de relieve lo que se pide a quien quiere seguir a Jesús hasta el final, totalmente.
El primer personaje le promete: “Te seguiré dondequiera que vayas”. (v. 57). Pero Jesús responde que el Hijo del Hombre, a diferencia de los zorros que tienen madrigueras y los pájaros que tienen nidos, “no tiene donde reclinar la cabeza” (ver 58), la pobreza absoluta de Jesús. Jesús, de hecho, dejó la casa de su padre y renunció a toda seguridad para anunciar el Reino de Dios a las ovejas perdidas de su pueblo. Así Jesús señaló a sus discípulos que nuestra misión en el mundo no puede ser estática, sino itinerante. El cristiano es un itinerante. La Iglesia por su naturaleza está en movimiento, no es sedentaria y no se queda tranquila en su propio recinto. Está abierta a los horizontes más amplios, enviada, la Iglesia es enviada a llevar el Evangelio a las calles y llegar a las periferias humanas y a asistenciales. Este es el primer personaje.
El segundo personaje con el que Jesús se encuentra recibe la llamada directamente de Él, pero responde: “Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre” (v. 59). Es una petición legítima, basada en el mandamiento de honrar al padre y a la madre (cf. Ex 20,12). Sin embargo, Jesús responde: “Deja que los muertos entierren a sus muertos” (v. 60). Con estas palabras, deliberadamente provocadas Él tiene la intención de reafirmar la primacía del seguimiento y la proclamación del Reino de Dios, incluso por encima de las realidades más importantes, como la familia. La urgencia de comunicar el Evangelio, que rompe la cadena de la muerte e inaugura la vida eterna, no admite demoras, pero requiere inmediatez y disponibilidad, es decir, la Iglesia es itinerante, pero también la Iglesia es decidida, va con prontitud, al momento, sin esperar.
El tercer personaje también quiere seguir a Jesús pero con una condición, después de haber ido a despedirse de sus parientes, por eso se escucha decir al Maestro: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios” (v. 62). Seguir a Jesús excluye las nostalgias y las miradas hacia atrás, sino que requiere la virtud de la decisión.
La Iglesia para seguir a Jesús es itinerante, con prontitud, enseguida lo hace y decidida. El valor de estas tres condiciones planteadas por Jesús – itinerancia, prontitud y decisión – no radica en una serie de dichos de “no” a las cosas buenas e importantes de la vida. El acento, más bien, debe ser colocado sobre el objetivo principal: ¡llegar a ser discípulo de Cristo! Una elección libre y consciente, hecha por amor, para corresponder a la gracia inestimable de Dios, y no hecha de una manera de promoverse a sí mismo. Esto es triste, atención a aquellos que piensan que están siguiendo a Jesús para promoverse a sí mismos, es decir, para hacer carrera, para sentirse importantes o adquirir un puesto de prestigio. Jesús quiere que sean apasionados de él y del Evangelio. Una pasión del corazón que se traduce en gestos concretos de proximidad, de cercanía a los hermanos más necesitados de acogida y cuidados. Como él mismo lo vivió.
Que la Virgen María, icono de la Iglesia en camino, nos ayude a seguir con alegría al Señor Jesús y proclamar a nuestros  hermanos y hermanas, con renovado amor, la Buena Nueva de la salvación

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sábado, 29 de junio de 2019

Redescubrir “la alegría de ser hermanos y hermanas en la Iglesia”

Ángelus © Vatican Media

“Amar a nuestra Iglesia”

(ZENIT – 29 junio 2019).- El Papa considera que los apóstoles Pedro y Pablo nos invitan en su fiesta a “redescubrir la alegría de ser hermanos y hermanas en la Iglesia” y a dar gracias por las personas que son diferentes a nosotros, considerándolas “un don” para nuestra Iglesia, según indica Vatican News.
Hoy, 29 de junio, en la solemnidad de san Pedro y san Pablo, el Papa ha rezado el Ángelus junto a los fieles congregados en la plaza de San Pedro y les ha dirigido unas palabras antes y después de esta oración mariana.
En las palabras previas al rezo, de acuerdo al medio vaticano, el Santo Padre ha centrado su reflexión en los santos apóstoles y en cómo se representan en la iconografía.
Jesús ama a su Iglesia
En primer lugar, se ha referido a los iconos de estos dos santos que aparecen sosteniendo el edificio de la Iglesia, que llevaron a Francisco a rememorar las palabras del Evangelio de hoy, en las que Jesús se dirige a Pedro: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18)”.
El Pontífice se centró en el hecho de que Jesús se refiera a la Iglesia con el adjetivo posesivo “mi”: “Jesús no habla de la Iglesia como una realidad externa, sino que expresa el gran amor que siente por ella: mi Iglesia”.
El Obispo de Roma remarcó que Jesús ama a la Iglesia y nos ama a nosotros, pues para Cristo “no somos un grupo de creyentes ni una organización religiosa”, sino “su esposa”. Además, es capaz de amarla “con absoluta fidelidad”, “a pesar de nuestros errores y traiciones”.
Asimismo, el Santo Padre indicó que nosotros también podemos llamar a la Iglesia nuestra, desde la perspectiva de un “amor inclusivo”. “La Iglesia, en efecto, no es ‘mía’ porque responde a mi yo, a mis deseos, sino para que derrame en ella mi afecto. Es mía para que yo la cuide, para que, como los Apóstoles en el icono, yo también la sostenga. ¿Cómo? Con el amor fraterno”, explicó.
Redescubrir la alegría de la fraternidad
Con respecto a los iconos en los que los santos Pedro y Pablo aparecen abrazados, el Papa aludió a las diferencias patentes entre ambos. Aunque eran muy distintos, tanto en carácter como en forma de vida, describió, estaban unidos por algo “infinitamente mayor”, por Jesús.
Por otro lado, recordó que es bueno valorar las cualidades y dones del prójimo, sin envidia, porque esta “hace la vida amarga” y que, como parte del misterio de la Iglesia, “nos pertenecemos los unos a los otros, porque compartimos la misma fe, el mismo amor, la misma esperanza, el mismo Señor”.
Y por ello exhortó a pedir hoy la gracia de “amar a nuestra Iglesia”, de manera que seamos capaces de ver en los demás hermanos y hermanas, de acogerlos en nuestro corazón con el amor que Jesús tiene por nosotros y de obtener fuerza para rezar por los que piensan distinto.
Agradecimientos y saludos
Después de rezar el Ángelus, de acuerdo también a la información ofrecida por Vatican News, el Santo Padre volvió a agradecer la visita de la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla y envió su saludo cordial y fraterno a Su Santidad Bartolomé I.
También saludó a los peregrinos que habían acudido a acompañar a los arzobispos metropolitanos para los que hoy bendijo los Palios y manifestó su agradecimiento a los floricultores que han decorado la via della Conziliazione con una bella alfombra de flores.
También saludó a todos los peregrinos, especialmente a los de Vietnam, Eslovaquia, El Paso (Texas), Kansas City y Alemania, a la Yago School de Sevilla, al Colegio Ahlzahir de Córdoba; al grupo de la Radio Voix de la Charité del Líbano, al Movimiento Eucarístico Juvenil de España, a los sacerdotes Resurreccionistas, a los fieles de Donori, Forlì, Lanciano, Brindisi y Castelfranco Veneto, y al coro Francisco de Asís de Mesagne.
Por último, ha deseado a todos un feliz día de fiesta y ha demandado oraciones por él a través de la intercesión de san Pedro y San Pablo.

About Redacción

“Ser testigos vivos de Jesús” – Homilía en la solemnidad de san Pedro y san Pablo

El perdón nos permite comenzar de nuevo

(ZENIT – 29 junio 2019).- Jesús te pregunta también a ti como hizo con Pedro: “¿Quién soy yo para ti?”, “¿Me amas?”. Dejemos que estas palabras entren en nosotros y enciendan el deseo de no sentirnos nunca satisfechos con lo mínimo, sino de apuntar al máximo, para ser también nosotros testigos vivos de Jesús“, ha subrayado el Papa Francisco
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Homilía del Santo Padre
Los apóstoles Pedro y Pablo están ante nosotros como testigos. No se cansaron nunca de anunciar, de vivir en misión, en camino, desde la tierra de Jesús hasta Roma. Aquí dieron testimonio de Él, hasta el final, entregando su vida como mártires. Si vamos a las raíces de su testimonio, los descubrimos como testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús.
Testigos de vida. Aun cuando sus vidas no fueron cristalinas y lineales, ambos eran de ánimo muy religioso: Pedro, discípulo de la primera hora (cf. Jn 1,41), Pablo incluso «defensor muy celoso de las tradiciones de los antepasados»(Ga 1,14). Pero cometieron grandes equivocaciones: Pedro llegó a negar al Señor, Pablo persiguió a la Iglesia de Dios. Ambos fueron puestos al descubierto por las preguntas de Jesús: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» (Jn 21,15); «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» (Hch 9,4). Pedro se entristeció por las preguntas de Jesús, Pablo quedó ciego por sus palabras. Jesús los llamó por su nombre y cambió sus vidas. Y después de todos estos sucesos confió en ellos, en dos pecadores arrepentidos. Podríamos preguntarnos: ¿Por qué el Señor no nos dio como testigos a dos personas irreprochables, con un pasado limpio y una vida inmaculada? ¿Por qué Pedro, si estaba en cambio Juan? ¿Por qué Pablo y no Bernabé?
Hay una gran enseñanza en todo esto: el punto de partida de la vida cristiana no está en el ser dignos; con aquellos que se creían buenos, el Señor no pudo hacer mucho. Cuando nos consideramos mejores que los demás, es el principio del fin. Porque el Señor no hace milagros con quien se cree justo, sino con quien se reconoce necesitado. Él no se siente atraído por nuestra capacidad, no es por esto que nos ama. Él nos ama como somos y busca personas que no sean autosuficientes, sino que estén dispuestas a abrirle sus corazones. Pedro y Pablo eran así, transparentes ante Dios. Pedro se lo dijo a Jesús de inmediato: «Soy un pecador» (Lc5,8). Pablo escribió que él era «el menor de los apóstoles, no digno de ser llamado apóstol» (1 Co 15,9). Mantuvieron durante su vida esta humildad, hasta el final: Pedro crucificado boca abajo, porque no se consideraba digno de imitar a su Señor; Pablo, encariñado con su nombre, que significa “pequeño”, y desapegado del que recibió cuando nació, Saúl, nombre del primer rey de su pueblo. Comprendieron que la santidad no consiste en enaltecerse, sino en abajarse, no se trata de un ascenso en la clasificación, sino de confiar cada día la propia pobreza al Señor, que hace grandes cosas con los humildes. ¿Cuál fue el secreto que los sostuvo en sus debilidades? El perdón del Señor.
Redescubrámoslos, por tanto, como testigos de perdón. En sus caídas descubrieron el poder de la misericordia del Señor, que los regeneró. En su perdón encontraron una paz y una alegría irreprimibles. Con todo el desastre que habían realizado, habrían podido vivir con sentimientos de culpa: ¡Cuántas veces habrá pensado Pedro en su negación! ¡Cuántos escrúpulos tendría Pablo, por el daño que había hecho a tantas personas inocentes! Humanamente habían fallado; pero sin embargo se encontraron con un amor más grande que sus fracasos, con un perdón tan fuerte como para curar sus sentimientos de culpa. Sólo cuando experimentamos el perdón de Dios renacemos de verdad. Es el perdón el que nos permite comenzar de nuevo; allí nos encontramos con nosotros mismos: en la confesión de nuestros pecados.
Testigos de vida, testigos de perdón, Pedro y Pablo son ante todo testigos de Jesús. En el Evangelio de hoy Él hace esta pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Las respuestas evocan personajes del pasado: «Juan el Bautista, Elías, Jeremías o algunos de los profetas». Personas extraordinarias, pero todas muertas. Pedro, en cambio, responde: «Tú eres el Cristo» (cf. Mt16,13.14.16). Cristo, es decir el Mesías. Es una palabra que no se refiere al pasado, sino al futuro: El Mesías es el esperado, la novedad, el que trae al mundo la unción de Dios. Jesús no es el pasado, sino el presente y el futuro. No es un personaje lejano para recordar, sino Aquel a quien Pedro tutea: Tú eres el Cristo. Para el testigo, Jesús es más que un personaje histórico, es la persona de la vida: es lo nuevo, no lo ya visto; es la novedad del futuro, no un recuerdo del pasado. Por consiguiente, un testigo no es quien conoce la historia de Jesús, sino el que vive una historia de amor con Jesús. Porque el testigo, después de todo, lo único que anuncia es que Jesús está vivo y es el secreto de la vida. En efecto, vemos que Pedro, después de haber dicho Tú eres el Cristo, agrega: «el Hijo de Dios vivo» (v. 16). El testimonio nace del encuentro con Jesús vivo. También en el centro de la vida de Pablo encontramos la misma palabra que rebosa del corazón de Pedro: Cristo. Pablo repite este nombre una y otra vez, casi cuatrocientas veces en sus cartas. Para él, Cristo no es sólo el modelo, el ejemplo, el punto de referencia, sino la vida. Escribe: «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21). Jesús es su presente y su futuro, hasta el punto de que juzga el pasado como basura ante la sublimidad del conocimiento de Cristo (cf. Flp 3,7-8).
Hermanos y hermanas, ante estos testigos, preguntémonos: “¿Renuevo mi encuentro con Jesús todos los días?”. Es posible que seamos personas que tienen curiosidad por Jesús, que nos interesemos por las cosas de la Iglesia o por las noticias religiosas; que abramos páginas de internet y periódicos, y hablemos de cuestiones sagradas. Pero de esta forma, nos quedamos sólo al nivel de lo que la gente dice, de las encuestas, del pasado, de las estadísticas. A Jesús esto le interesa poco. Él no quiere “reporteros” del espíritu, mucho menos cristianos de fachada o de estadística. Él busca testigos, que le digan cada día: “Señor, tú eres mi vida”.
Encontrando a Jesús, experimentando su perdón, los apóstoles fueron testigos de una nueva vida. No pensaron más en sí mismos, sino que se entregaron completamente. No se quedaron satisfechos con medias tintas, sino que se decidieron por la única medida posible para aquellos que siguen a Jesús: la de un amor sin límites. Se «derramaron en libación» (cf. 2 Tm 4,6). Pidamos la gracia de no ser cristianos tibios, que viven a medias, que dejan enfriar el amor. Encontremos nuestras raíces en la relación diaria con Jesús y en la fuerza de su perdón. Jesús nos pregunta también a nosotros como hizo con Pedro: “¿Quién soy yo para ti?”, “¿Me amas?”. Dejemos que estas palabras entren en nosotros y enciendan el deseo de no sentirnos nunca satisfechos con lo mínimo, sino de apuntar al máximo, para ser también nosotros testigos vivos de Jesús.
Hoy se bendicen los palios para los arzobispos metropolitanos nombrados durante el último año. El palio recuerda a la oveja que el pastor está llamado a llevar sobre sus hombros; es signo de que los pastores no viven para sí mismos, sino para las ovejas; es signo de que, para poseer la vida, es necesario perderla, entregarla. Según una hermosa tradición, comparte también con nosotros la alegría de hoy una Delegación del Patriarcado Ecuménico, a la que saludo con afecto. Vuestra presencia, queridos hermanos, nos recuerda que tampoco podemos ahorrar esfuerzos en el camino hacia la unidad plena entre los creyentes, en una comunión a todos los niveles. Porque juntos, reconciliados por Dios y perdonados mutuamente, estamos llamados a ser testigos de Jesús con nuestra vida.
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viernes, 28 de junio de 2019

La oración, “corazón de la misión de la iglesia” – Red Mundial de Oración del Papa

Encuentro Internacional De La Red Mundial De Oración Del Papa, 28 Junio 2019 © Vatican Media

Discurso en el Encuentro Internacional

(ZENIT- 28 junio 2019).- “Prestad atención: el corazón de la misión de la Iglesia es la oración. Podemos hacer muchas cosas, pero sin oración no funciona… El corazón es la oración”, dijo el Santo Padre para animar en su labor a los participantes en el encuentro de la Red Mundial de Oración del Papa.

Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas,
Aprovecho esta oportunidad para renovaros mi gratitud por vuestro compromiso de oración y apostolado en favor de la misión de la Iglesia. Os agradezco también los testimonios , que ya había leído, si no, el chino no lo habría entendido. Y por eso contestaré, más o menos, o continuaré la reflexión de todos vosotros. El vuestro es un servicio muy necesario que subraya la primacía de Dios en las vidas de las personas, favoreciendo la comunión en la Iglesia.
  1. El padre Matthew, que trabaja en Taiwán, nos ha brindado  informaciones interesantes sobre la versión de Click to prayen chino. Es hermoso saber que los chinos, más allá de las dificultades de diferente tipo, pueden sentirse realmente unidos en la oración, encontrando en ella un apoyo válido para el conocimiento y el testimonio del Evangelio. La oración siempre despierta sentimientos de fraternidad, rompe barreras, supera fronteras, crea puentes invisibles pero reales y efectivos, abre horizontes de esperanza.
  2. Marie Dominique nos ha contado  la misión del Apostolado de la Oración en Francia, donde esta realidad surgió hace 175 años. Con su testimonio, hemos entendido que las intenciones de oración hacen concreta la misión de Jesús en el mundo. La Iglesia, a través de su red de oración y las intenciones que ella confía cada mes, habla a los corazones de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Todos nosotros, pastores, consagrados y fieles laicos, estamos llamados a calarnos en la historia concreta de las personas que están a nuestro lado, sobre todo rezando por ellos, asumiendo en la oración sus alegrías y sufrimientos. Así responderemos a la llamada de Jesús que nos pide que abramos nuestros corazones a nuestros hermanos, especialmente a los probados en el cuerpo y en el espíritu. Es importante hablar de los hermanos, pero hay dos maneras de hablar de los hermanos: o bendecir a los hermanos que es hablar bien de los hermanos o chismorrear, hablar mal de ellos. Chismorrear, en este sentido, es malo, no es algo de Jesús. Jesús nunca chismorreaba. En cambio, hablar, sí. Y la oración es hablar a Jesús sobre los hermanos, diciendo: “Señor, por este problema, por esta dificultad, por esta situación …”. Y este es un camino de unión, de comunidad. En cambio, hablar mal de los demás es un camino de destrucción.
  3. Es bueno, en este día de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, recordar el fundamento de nuestra misión, como ha hecho Bettina (Argentina). Se trata de una misión de compasión por el mundo, podríamos decir un “camino del corazón”, es decir, un itinerario de oración que transforma las vidas de las personas. El Corazón de Cristo es tan grande que desea acogernos a todos en la revolución de la ternura. La cercanía al Corazón del Señor anima a nuestros corazones a acercarse con amor al hermano y ayuda a entrar en esta compasión por el mundo. Estamos llamados a ser testigos y mensajeros de la misericordia de Dios, a ofrecer al mundo una perspectiva de la luz donde haya tinieblas,  de  esperanza donde reina la desesperación, de salvación donde abunda el pecado. Entrar en oración es entrar con mi corazón en el corazón de Jesús, abrir un camino dentro del corazón de Jesús, lo que Jesús siente, los sentimientos de compasión de Jesús y también hacer un viaje dentro de mi corazón para cambiarlo en esta relación con el corazón de Jesús.
  4. El testimonio de Sor Selam (Etiopía) con los jóvenes del Movimiento Eucarístico Juvenil ayuda a contemplar la acción del Espíritu Santo en esa tierra. Es importante ayudar a las nuevas generaciones a crecer en amistad con Jesús a través de un encuentro íntimo con él en la oración, en la escucha de su Palabra, acercándonos a la Eucaristía para ser don de amor al prójimo. La oración personal o comunitaria nos anima a dedicarnos a la evangelización y nos empuja a buscar el bien de los demás. Debemos ofrecer a los jóvenes oportunidades de interioridad, momentos de espiritualidad, escuelas de la Palabra, para que puedan ser misioneros entusiastas en los diferentes entornos. Así descubrirán que rezar no los separa de la vida real, sino que les ayuda a interpretar los eventos existenciales a la luz de Dios. Enseñar a los niños a rezar. Me duele mucho cuando veo a tantos niños que no saben ni siquiera persignarse. Digo :”Hazte la señal de la cruz” y hacen así (un gesto confuso)… No saben. Enseñar a los niños a rezar. Porque ellos llegan enseguida al corazón de Jesús, enseguida. Jesús los quiere. Y a los jóvenes, enseñar que la oración es un gran camino para ir adelante en la vida. Gracias, hermana, por lo que hace. Gracias.
  1. Me ha gustado escuchar el entusiasmo de Diego (Guatemala) por favorecer el encuentro entre abuelos y nietos en oración por la paz en el mundo  y por los grandes desafíos de la humanidad de hoy. Varias generaciones se encuentran en la Red de oración del Papa; es bueno pensar que los abuelos pueden dar ejemplo a los jóvenes, diciéndoles que caminen por la senda de la oración. La sabiduría de los ancianos, su experiencia y su capacidad de “razonar” con el corazón. Alguno podría decir: “Pero, padre, se razona con la cabeza. No, no es verdad: se razona con la cabeza y con el corazón, es una capacidad que tenemos que desarrollar. Capacidad de razonar con el corazón. Y estas experiencias de los ancianos constituyen una enseñanza preciosa para aprender una metodología fecunda en la oración de intercesión.  Y la de intercesión es una gran oración: “Señor te pido por este, por ese, por aquel..” E interceder es lo que hace Jesús en el cielo, porque la Biblia nos dice que  Jesús está ante el Padre e intercede por nosotros, es nuestro intercesor, y nosotros tenemos que imitar a Jesús, ser intercesores. A lo largo de la historia, los más grandes hombres y mujeres de Dios han sido intercesores como Jesús. Interceder.
  2. Finalmente, gracias al testimonio del Padre Antonio (Portugal). Nos ha contado cómo el Apostolado de la oración, entrando en el mundo digital, acerca a ancianos y  jóvenes, ayudándoles a dar nueva vitalidad al apostolado tradicional de la oración. Es necesario que la misión de la Iglesia se adapte a los tiempos y utilice las herramientas modernas que la técnica pone a disposición. Se trata de entrar en el areópago moderno para anunciar la misericordia y la bondad de Dios. Sin embargo, hay que prestar atención cuando se  utilizan estos medios, especialmente Internet, para no convertirse en siervos suyos. Debemos evitar convertirnos en rehenes de una red que nos atrapa, en lugar de “pescar peces”, es decir, de atraer almas para llevarlas al Señor.
Renuevo mi sincero agradecimiento a cada uno de vosotros por su preciosa actividad, que brota de un corazón verdaderamente atento a los demás. El Apostolado de la Oración, con su Red mundial de oración por el Papa y en comunión con él, recuerda que el corazón de la misión de la Iglesia es la oración. Prestad atención: el corazón de la misión de la Iglesia es la oración. Podemos hacer muchas cosas, pero sin oración no funciona.. El corazón es la oración. Os animo a continuar con alegría en la conciencia de la importancia y de la necesidad de vuestro trabajo. Ayudáis  a las personas a tener una mirada espiritual, una mirada de fe sobre la realidad que las rodea, para reconocer lo que Dios mismo obra en ellas; ¡Es una gran mirada de esperanza! Gracias.
También me gustaría dar las gracias  a la Compañía de Jesús. Se piensa que los jesuitas son los intelectuales, los que piensan … Pero fueron los jesuitas quienes crearon esta red de oración. Los jesuitas son hombres que rezan, y esto es grande. Y luego, de una manera especial, me gustaría agradecer la dedicación y creatividad del Padre Fornos: ¡gracias, hermano!
Ahora tendremos un momento de oración todos juntos, para indicar su importancia y para interceder todos juntos dirigidos a Jesús. En primer lugar, lo haremos en silencio, todos,  cada uno reza con su corazón.
[oración silenciosa] [oración de la Red mundial de oración]
Y ahora recemos por las intenciones que he propuesto a toda la Iglesia para el mes de julio:
Oremos por los sacerdotes, para que con la sobriedad y humildad de sus vidas se comprometan en una solidaridad activa, especialmente hacia los pobres. Todos juntos decimos: “Oremos”. Y en silencio rezamos …
Oremos para que todos los que administran la justicia trabajen con integridad, y para que  la injusticia, que corre por el mundo, no tenga la última palabra. Oremos.
[Padrenuestro y bendición]
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jueves, 27 de junio de 2019

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN EL 41 PERÍODO DE SESIONES DE LA CONFERENCIA DE LA FAO


Jueves, 27 de junio de 2019


Saludo al Presidente, el señor Enzo Benech, a los honorables delegados de las diversas naciones y entidades, y a todos los presentes en esta cuadragésima primera sesión de la Conferencia de la FAO. De manera particular, quisiera dirigir mi saludo y mi reconocimiento al Director General, profesor José Graziano da Silva, que dentro de pocas semanas terminará su servicio al frente de esta Organización. Gracias de corazón por su trabajo. Y expreso mi felicitación por la elección del Director General de la FAO, Su Excelencia el señor Qu Dongyu. Espero que con la ayuda de todos podamos seguir trabajando conjuntamente para profundizar e incrementar, con responsabilidad y determinación, los esfuerzos dirigidos a alcanzar los objetivos 1 y 2 de la Agenda 2030 y así erradicar con mayor rapidez y con fuerza los complejos, graves e inaceptables flagelos del hambre y de la inseguridad alimentaria.
El objetivo “Hambre Cero” en el mundo es todavía un gran desafío, aun cuando se debe reconocer que en los últimos decenios se ha visto un gran avance. Para combatir la falta de alimento y de acceso al agua potable, es necesario actuar sobre las causas que las provocan. En el origen de este drama se halla sobre todo la falta de compasión, el desinterés de muchos y una escasa voluntad social y política a la hora de responder a las obligaciones internacionales.
La falta de alimento y de agua no es un asunto interno y exclusivo de los países más pobres y frágiles, sino que concierne a cada uno de nosotros, porque todos con nuestra actitud participamos de una u otra forma favoreciendo o frenando el sufrimiento de muchos hermanos nuestros (cf. Discurso a los miembros de la Federación Europea de Bancos de Alimentos, 18 mayo 2019). Todos estamos llamados a escuchar el grito desesperado de nuestros hermanos y a poner los medios para que puedan vivir, viendo respetados sus derechos más básicos. 
Uno de los medios que está a nuestro alcance es la reducción del derroche de alimentos y de agua; para ello la educación y la sensibilización social es una inversión tanto a corto como a largo plazo; pues las nuevas generaciones pasarán este testigo a las futuras, sabiendo que este drama social no puede ser tolerado por más tiempo (cf. Carta enc. Laudato si’, 50).
Es evidente la conexión entre fragilidad ambiental, la inseguridad alimentaria y los movimientos migratorios. El aumento del número de refugiados en el mundo durante los últimos años ―es impresionante la última estadística de las Naciones Unidas― nos ha demostrado que el problema de un país es el problema de toda la familia humana. Para ello se necesita promover un desarrollo agrícola en las regiones más vulnerables, fortaleciendo la resiliencia y la sostenibilidad del territorio. Y esto solo se logrará, por una parte, invirtiendo y desarrollando tecnologías, y por otra, ideando políticas innovadoras y solidarias para el desarrollo.
La FAO, como también otras organizaciones internacionales, son actores idóneos para coordinar medidas perentorias e incisivas que aseguren a todos, particularmente a los más pobres, el acceso a los bienes básicos. Estas entidades multilaterales deben estar acompañadas por el compromiso de los gobiernos, las empresas, el mundo académico, las instituciones de la sociedad civil y las personas individuales. El esfuerzo conjunto de todos logrará hacer realidad las metas y compromisos asumidos a través de programas y políticas que ayuden a la población local a adquirir responsabilidades con su propio país, con sus comunidades y, por último, con sus propias vidas.
Quiero concluir reafirmando el compromiso de la Santa Sede a cooperar con la FAO, apoyando el esfuerzo internacional hacia la eliminación del hambre en el mundo y garantizando un futuro mejor para nuestro planeta y para la humanidad entera. Que Dios los bendiga en sus trabajos, en sus desvelos en favor de un auténtico progreso de nuestra gran familia humana. Muchas gracias.



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miércoles, 26 de junio de 2019

Audiencia General, 26 De Junio 2019 © Vatican Media

“Las cuatro huellas de un buen cristiano” – Catequesis completa

La vida de los primeros cristianos
(ZENIT – 26 junio 2019).- Para el Papa Francisco, las cuatro actitudes, “las cuatro huellas de un buen cristiano”, son las prácticas que realizaban las primeras comunidades de creyentes: escuchar asiduamente la enseñanza apostólica; establecer unas relaciones interpersonales de gran calidad, también por medio de la “comunión de bienes espirituales y materiales”; rememorar al Señor a través de la Eucaristía; y dialogar con Dios en la oración.
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Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El fruto de Pentecostés, la poderosa efusión del Espíritu de Dios sobre la primera comunidad cristiana, fue que muchas personas sintieron sus corazones traspasados ​​por el feliz anuncio – el kerigma- de la salvación en Cristo y se adhirieron a Él libremente, convirtiéndose, recibiendo el bautismo en su nombre y recibiendo a su vez el don del Espíritu Santo. Cerca de tres mil personas entran a formar parte de esa fraternidad que es el hábitat de los creyentes y el fermento eclesial de la obra de evangelización. El calor de la fe de estos hermanos y hermanas en Cristo hace de sus vidas el escenario de la obra de Dios que se manifiesta con prodigios y  señales por medio de los apóstoles. Lo extraordinario se vuelve ordinario y la vida cotidiana se convierte en el espacio de la manifestación del Cristo viviente.
El evangelista Lucas nos lo cuenta mostrándonos a la iglesia de Jerusalén como el paradigma de cada comunidad cristiana, como el ícono de una fraternidad que fascina y que no debe  convertirse en mito pero tampoco hay que  minimizar. El relato de los Hechos deja que miremos entre las paredes de la domus donde los primeros cristianos se reúnen como familia de Dios, espacio de koinonia, es decir, de la comunión de amor entre hermanos y hermanas en Cristo.  Vemos que viven de una manera precisa: “acudiendo a la enseñanza de los apóstoles y a la comunión, a la fracción del pan y al as oraciones” (Hechos 2:42). Los cristianos escuchan asiduamente el didaché o la enseñanza apostólica; practican unas relaciones interpersonales de gran calidad  también a través de la comunión de bienes espirituales y materiales; recuerdan al Señor a través de la “fracción del pan“, es decir, de la Eucaristía, y dialogan con Dios en la oración. Estas son las actitudes del cristiano, las cuatro huellas de un buen cristiano.
A diferencia de la sociedad humana, donde se tiende a hacer los propios intereses,  independientemente o incluso a expensas de los otros, la comunidad de creyentes ahuyenta el individualismo para fomentar el compartir y la solidaridad.  No hay lugar para el egoísmo en el alma de un cristiano: si tu corazón es egoísta, no eres cristiano, eres mundano, que busca solo tu favor, tu beneficio. Y Lucas nos dice que los creyentes están juntos (ver Hechos 2:44), La cercanía y la unidad son el estilo de los creyentes: cercanos, preocupados unos de otros, no para chismorrear del otro, no, para ayudar, para acercarse.
La gracia del bautismo revela,  por lo tanto, el vínculo íntimo entre los hermanos en Cristo que están llamados a compartir, a identificarse con los demás y a dar “según la necesidad de cada uno” (Hechos 2:45), es decir, la generosidad, la limosna, el preocuparse por el otro, visitar a los enfermos, ir a ver a quienes pasan necesidades, a los que necesitan consuelo.
Y precisamente esta fraternidad porque elige el camino de la comunión y  de la atención a los necesitados, esta fraternidad que es la Iglesia puede vivir una vida litúrgica verdadera y auténtica: “Acudían al Templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón.  Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo”. Hechos 2,46-47).
Por último, el relato de los Hechos nos recuerda que el Señor garantiza el crecimiento de la comunidad (vea 2:47): la perseverancia de los creyentes en la alianza genuina con Dios y con los hermanos se convierte en una fuerza atractiva que fascina y conquista a muchos (ver Evangelii gaudium, 14), un principio gracias al cual vive la comunidad creyente de cada época.
Pidamos al Espíritu Santo que haga de nuestras comunidades lugares donde recibir  y practicar la nueva vida, las obras de solidaridad y de comunión, lugares donde las liturgias sean un encuentro con Dios, que se convierte en comunión con los hermanos y las hermanas, lugares que sean puertas abiertas a la Jerusalén celestial.
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domingo, 23 de junio de 2019

La Eucaristía, Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, donados para la salvación del mundo

Misa en la solemnidad del Corpus Christi © Vatican Media
Misa En La Solemnidad Del Corpus Christi © Vatican Media

Palabras del Papa antes del Ángelus

(ZENIT – 23 junio 2019).- A las 12 del mediodía de hoy, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, el Santo Padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en Italia y en otros países, celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el Corpus Christi. El Evangelio nos presenta el episodio del milagro de los panes (cf. Lc 9,11-17) que tiene lugar a orillas del lago de Galilea. Jesús tiene la intención de hablar a miles de personas, llevando a cabo sanaciones. Al anochecer los discípulos se acercan al Señor y le dicen: “Despide a la gente para que vayan a descansar y buscar comida por las aldeas y los campos cercanos porque en este lugar no hay comida” (ver 12). También los discípulos estaban cansados. De hecho, estaban en un lugar aislado y la gente para comprar comida tenían que caminar ir a las aldeas.
Pero Jesús responde: “Ustedes mismos denles de comer” (v. 13). Estas palabras causan asombro a los discípulos, quizás se enojaron y le responden: “Sólo tenemos cinco panes y dos peces a menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente” (ibíd.). En cambio Jesús invita a sus discípulos a hacer una verdadera conversión desde la lógica de “cada uno para sí mismo” a la del compartir, comenzando por lo poco que la Providencia nos pone a nuestra disposición. Y de inmediato muestra que tiene muy claro lo que quiere hacer.
Les dice: “Háganlos sentarse en grupos como de cincuenta, luego toma en sus manos los cinco panes y los dos peces, se dirige al Padre Celestial y pronuncia la oración de bendición. Entonces, comienza a partir los panes, a dividir los peces, y a dárselos a los discípulos, quienes los distribuyeron a la multitud. Y esa comida no termina, hasta que todos están satisfechos.
Este milagro –muy importante, hasta el punto de que lo cuentan todos los evangelistas– manifiesta el poder del Mesías y, al mismo tiempo, su compasión por la gente. Ese gesto prodigioso no sólo permanece como uno de los grandes signos de la vida pública de Jesús, sino que anticipa lo que será después, al final, el memorial de su sacrificio, es decir, la Eucaristía, sacramento de su Cuerpo, y de su Sangre donados para la salvación del mundo.
La Eucaristía es la síntesis de toda la existencia de Jesús, que fue un solo acto de amor al Padre y a sus hermanos. Allí también, como en el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús tomó el pan en sus manos, elevó al Padre la oración de bendición, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; y lo mismo hizo con el cáliz de vino. Pero en ese momento, en la víspera de su Pasión, quiso dejar en ese gesto del Testamento de la nueva y eterna Alianza, memorial perpetuo de su Pascua de la muerte, y
resurrección.
La fiesta del Corpus Christi nos invita cada año a renovar nuestro asombro y la alegría ante este maravilloso don del Señor, que es la Eucaristía. Recibámoslo con gratitud, no de la manera. pasiva, habitual, no tenemos que acostumbrarnos a la Eucaristía y comunicarnos con costumbres, tenemos que renovar verdaderamente nuestro “amén” al Cuerpo de Cristo, cuando el sacerdote nos dice, el Cuerpo de Cristo, nosotros decimos “amén”, nos tiene que venir del corazón, es Jesús que nos ha salvado, es Jesús que viene a darme la fuerza, es Jesús vivo, pero no nos acostumbremos, cada vez como si fuera la Primera Comunión.
Una expresión de la fe eucarística del pueblo santo de Dios, son las procesiones con el Santísimo Sacramento, que en esta solemnidad tiene lugar en todas partes en la Iglesia Católica.
Esta noche, en el barrio romano de Casal Bertone, yo también celebraré la Misa, a la que seguirá la procesión. Invito a todos a participar, incluso espiritualmente, por radio y televisión.
Que la Virgen nos ayude a seguir con fe y amor a Jesús, a quien adoramos en la Eucaristía.

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sábado, 22 de junio de 2019

PARA MÉDICOS CATÓLICOS: CUREN A LAS PERSONAS COMO LO HACÍA JESÚS

Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
El sábado 22 de junio a las 12 del mediodía, el Papa Francisco recibió en la sala Regia del Vaticano a la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos, cuyos miembros han venido a Roma para consagrarse al Sagrado Corazón de Jesús: una ceremonia que tuvo lugar el viernes 21.

Cuidado de los enfermos: misión de Cristo

Tras agradecer las palabras introductorias del cardenal Peter Turkson, Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, el Santo Padre les dirigió un discurso en el que destacó cómo las primeras comunidades cristianas presentaban a menudo al Señor Jesús como un "médico", subrayando la atención constante y compasiva que Él prestaba a los que sufrían todo tipo de enfermedades.
"Su misión era, en primer lugar, estar cerca de las personas enfermas o discapacitadas, especialmente de aquellas que por ello eran despreciadas y marginadas. De esta manera Jesús rompe el juicio de condenación que a menudo tildaba al enfermo de pecador; con esta cercanía compasiva, manifiesta el amor infinito de Dios Padre por sus hijos más necesitados", dijo Francisco argumentando que el cuidado de los enfermos, es una de las dimensiones constitutivas de la misión de Cristo; y por eso también lo es en la de la Iglesia.
Otro de los puntos fundamentales que indicó el Papa es la importancia del modo en el que se cura a las personas y para ello es importante "seguir la escuela de Jesús".

Sanar significa iniciar un viaje

Para Jesús, sanar significa acercarse a la persona, aunque a veces haya quien quiera impedirlo, como en el caso del ciego Bartimeo, en Jericó.
"Jesús lo llamó y le dijo: ¿Qué quieres que haga por ti? (Mc 10,51). Para Él, curar significa entrar en diálogo para hacer surgir el deseo del ser humano y el dulce poder del Amor de Dios, trabajando en su Hijo, porque sanar- afirmó el Pontífice- significa iniciar un viaje: un viaje de alivio, de consuelo, de reconciliación y de sanación".
Y en relación a este modo especial de Jesús de "curar a las personas" a través del amor sincero sin olvidar que el ser humano es unidad de espíritu, de alma y de cuerpo; Francisco hizo hincapié en que el cuidado del Hijo de Dios coincide con la "elevación de la persona" y el envío de aquel que se ha acercado y se ha curado, ya que -aseveró el Santo Padre- "hay muchos enfermos que, después de haber sido sanados por Cristo, se convierten en sus discípulos y seguidores".

Escuela de Jesús: médico y hermano de los que sufren

En este contexto, el Papa señala que Jesús se acerca, cuida, sana, reconcilia, llama y envía: "como podemos ver, acercarse a las personas oprimidas por la enfermedad y la dolencia es para Él una relación personal y rica, no mecánica y distante".
Y es en esta escuela de Jesús, "el médico y hermano de los que sufren", donde son llamados los médicos que creen en Él, miembros de su Iglesia.
"Ustedes son llamados a estar cerca de los que pasan por momentos de prueba a causa de su enfermedad", dijo Francisco recordando que no se puede curar ni ser curado sin esperanza: "en este sentido todos estamos necesitados y damos gracias a Dios que nos da esperanza, pero también estamos agradecidos a quienes trabajan en la investigación médica, la cual ha logrado grandísimos avances en los últimos cien años".

La importancia de la cercanía ante el dolor

Finalmente, el Santo Padre destacó la importancia de que el médico sea cercano con sus pacientes:
"Vuestra misión es al mismo tiempo un testimonio de humanidad, una forma privilegiada de hacer ver, de hacer sentir que Dios, nuestro Padre, cuida de cada persona, sin distinción. Por esta razón Él también quiere usar nuestro conocimiento, nuestras manos y nuestro corazón para sanar y sanar a cada ser humano, porque quiere dar vida y amor a cada uno de nosotros", concluyó Francisco alentándolos a continuar con su vocación confiando en que el Espíritu les dará el don del discernimiento para tratar las situaciones delicadas y complejas, "y para expresar las palabras correctas de la manera correcta y el silencio justo en el momento justo"