domingo, 27 de agosto de 2023

(cf. Mt 16,13-20) Jesús pregunta a los discípulos – una hermosa pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (v. 13).

 

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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 27 de agosto de 2023

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy en el Evangelio (cf. Mt 16,13-20) Jesús pregunta a los discípulos – una hermosa pregunta: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» (v. 13).

Es una pregunta que podemos hacernos también nosotros: ¿Qué dice la gente de Jesús? En general, cosas hermosas: muchos lo ven como un gran maestro, como una persona especial: buena, justa, coherente, valiente… Pero, ¿esto es suficiente para entender quién es, y, sobre todo, es suficiente para Jesús? Parece que no. Si Él fuera solamente un personaje del pasado – como lo eran para la gente de aquel tiempo las figuras citadas en el mismo Evangelio, Juan Bautista, Moisés, Elías y los grandes profetas – sería solo un hermoso recuerdo de un tiempo pasado. Y esto para Jesús no está bien. Por eso, inmediatamente después, el Señor plantea a los discípulos la pregunta decisiva: «Y vosotros – ¡vosotros! – ¿quién decís que soy yo?» (v. 15). ¿Quién soy yo para vosotros, ahora? Jesús no quiere ser un protagonista de la historia, sino que quiere ser protagonista de tu presente, de mi presente; no un profeta lejano: Jesús quiere ser el Dios cercano.

Cristo, hermanos y hermanas, no es un recuerdo del pasado, sino el Dios del presente. Si fuera solo un personaje histórico, imitarlo hoy sería imposible: nos encontraríamos frente al gran foso del tiempo y, sobre todo, ante su modelo, que es como una montaña altísima e inalcanzable; deseosos de escalarla, pero sin las capacidades ni los medios necesarios. En cambio, Jesús está vivo: recordemos esto, Jesús está vivo, Jesús vive en la Iglesia, vive en el mundo, Jesús nos acompaña, Jesús está a nuestro lado, nos ofrece su Palabra, nos ofrece su gracia, que iluminan y reconfortan en el camino: Él, guía experto y sabio, está feliz de acompañarnos en los senderos más difíciles y en las ascensiones más impracticables.

Queridos hermanos y hermanas, en el camino de la vida no estamos solos, porque Cristo está con nosotros, Cristo nos ayuda a caminar, como hizo con Pedro y con los demás discípulos. Precisamente Pedro, en el Evangelio de hoy, lo comprende y por gracia reconoce en Jesús «el Hijo del Dios vivo» (v. 16): “Tú eres el Cristo, Tú eres el Hijo de Dios vivo”, dice Pedro; no es un personaje del pasado, sino el Cristo, es decir, el Mesías, el esperado; no es un héroe difunto, sino el Hijo de Dios vivo, hecho hombre y venido para compartir las alegrías y las fatigas de nuestro camino. No nos desanimemos si a veces la cima de la vida cristiana parece demasiado alta y el camino demasiado empinado. Miremos a Jesús, siempre; miremos a Jesús que camina junto a nosotros, que acoge nuestras fragilidades, comparte nuestros esfuerzos y apoya sobre nuestros hombros débiles su brazo firme y suave. Con Él cerca, también nosotros tendámonos la mano los unos a los otros y renovemos la confianza: ¡Con Jesús lo que parece imposible en solitario ya no lo es, con Jesús se puede avanzar!

Hoy nos hará bien repetirnos la pregunta decisiva, que sale de su boca: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (cf. v. 15). Tú – Jesús te dice – tú, ¿quién dices que soy yo? Escuchemos la voz de Jesús que nos pregunta esto.  En otras palabras: Para mí, ¿quién es Jesús? ¿Un gran personaje, un punto de referencia, un modelo inalcanzable? ¿O es el Hijo de Dios, que camina a mi lado, que puede llevarme hasta la cima de la santidad, allí donde en solitario no soy capaz de llegar? ¿Jesús está realmente vivo en mi vida, Jesús vive conmigo? ¿Es mi Señor? ¿Yo me encomiendo a él en los momentos de dificultad? ¿Cultivo su presencia a través de la Palabra, a través de los Sacramentos? ¿Me dejo guiar por Él, junto a mis hermanos y hermanas, en la comunidad?

Que María, Madre del Camino, nos ayude a sentir a su Hijo vivo y presente junto a nosotros.

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Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

El jueves partiré por un viaje de algunos días hacia el corazón de Asia, a Mongolia. Se trata de una visita muy deseada, que será la ocasión para abrazar una Iglesia pequeña en los números, pero vivaz en la fe y grande en la caridad; y también para encontrar de cerca a un pueblo noble, sabio, con una gran tradición religiosa que tendré el honor de conocer, especialmente en el contexto de un evento interreligioso. Deseo ahora dirigirme precisamente a vosotros, hermanos y hermanas de Mongolia, diciéndoos que estoy feliz de viajar para estar entre vosotros como hermano de todos. Agradezco a vuestras autoridades por la cortés invitación e a todos lo que, con gran compromiso, están preparando mi llegada. Pido a todos que acompañen esta visita con la oración.

Aseguro el recuerdo en la oración por las víctimas de los incendios que se han declarado en estos días en el noreste de Grecia, y expreso cercanía solidaria al pueblo griego. Y permanezcamos siempre cerca también del pueblo ucraniano, que sufre por la guerra, y sufre tanto: ¡No olvidemos a Ucrania!

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de Italia y de muchos países.

En particular, saludo al grupo parroquial llegado de Madrid; a los sacerdotes de la diócesis de Molfetta-Ruvo-Giovinazzo-Terlizzi, con su obispo; a los fieles de San Gaetano da Thiene en Melìa; a las familias del barrio Pizzo Carano de San Cataldo y a los ciclistas de la Ciociaria. Saludo a los monaguillos de la unidad pastoral de Codevigo, en la diócesis de Padua, en peregrinaje a Roma con su párroco.

Hoy se recuerda a Santa Mónica, madre de San Agustín: con sus oraciones y sus lágrimas pedía al Señor la conversión del hijo; ¡mujer fuerte, gran mujer! Recemos por las muchas madres que sufren cuando los hijos se han perdido un poco o están en caminos difíciles de la vida.

Deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

 



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El anuncio en la lengua materna: San Juan Diego, mensajero de la Virgen de Guadalupe

 

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PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 23 de agosto de 2023

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Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente. 18. El anuncio en la lengua materna: San Juan Diego, mensajero de la Virgen de Guadalupe

¡Señora, señores!

En nuestro camino para redescubrir la pasión por el anuncio del Evangelio, para ver cómo el celo apostólico, esta pasión por anunciar el Evangelio se ha desarrollado en la historia de la Iglesia, en este camino miramos hoy a las Américas. Aquí la evangelización tiene un manantial siempre vivo: Guadalupe. Es una fuente viva. ¡Los mexicanos están contentos! Por supuesto, el Evangelio ya había llegado allí antes de esas apariciones, pero desafortunadamente también había sido acompañado por intereses mundanos. En lugar de la vía de la inculturación, se había recorrido con demasiada frecuencia el apresuramiento de trasplantar e imponer modelos preestablecidos —europeos, por ejemplo—, faltando al respeto a los pueblos indígenas. La Virgen de Guadalupe, en cambio, aparece vestida con las ropas de los autóctonos, habla su idioma, acoge y ama la cultura del lugar: María es Madre y bajo su manto encuentra lugar cada hijo. En Ella, Dios se hizo carne y, a través de María, sigue encarnándose en la vida de los pueblos. La Virgen, de hecho, anuncia a Dios en la lengua más adecuada, es decir, la lengua materna. Y también a nosotros la Virgen nos habla en lengua materna, la que nosotros entendemos bien. El Evangelio se transmite en la lengua materna. Y me gustaría dar las gracias a las muchas madres y abuelas que lo transmiten a sus hijos y nietos: la fe pasa con la vida, por eso las madres y abuelas son las primeras anunciadoras. ¡Un aplauso para las madres y abuelas! Y el Evangelio se comunica, como muestra María, en la sencillez: siempre la Virgen elige a los sencillos, en la colina del Tepeyac en México como en Lourdes y Fátima: hablándoles, les habla a cada uno, con un lenguaje adecuado para todos, con un lenguaje comprensible, como el de Jesús.

Detengámonos entonces en el testimonio de San Juan Diego, que es el mensajero, es el muchacho, es el indígena que recibió la revelación de María: el mensajero de la Virgen de Guadalupe. Él era una persona humilde, un indio del pueblo: sobre él se posa la mirada de Dios, que ama realizar prodigios a través de los pequeños. Juan Diego había llegado a la fe ya adulto y casado. En diciembre de 1531 tiene unos 55 años. Mientras está de camino, ¿ve en un alto a la Madre de Dios, que lo llama tiernamente, y cómo lo llama la Virgen? «hijo mío el menor, Juanito» (Nican Mopohua, 23). Luego lo envía al obispo a pedirle que construya un templo allí mismo, donde se había aparecido. Juan Diego, sencillo y servicial, va con la generosidad de su corazón puro, pero tiene que hacer una larga espera. Finalmente habla con el obispo, pero no se le cree. A veces nosotros, los obispos... Se encuentra de nuevo con la Virgen, que lo consuela y le pide que vuelva a intentarlo. El indio vuelve al obispo y con gran esfuerzo lo encuentra, pero éste, después de escucharlo, lo despide y envía hombres a seguirlo. He aquí la fatiga, la prueba del anuncio: a pesar del celo, llegan los imprevistos, a veces de la propia Iglesia. De hecho, para anunciar no basta con dar testimonio del bien, hay que saber soportar el mal. No olvidemos esto: es muy importante para anunciar el Evangelio no basta con dar testimonio del bien, sino que hay que saber soportar el mal. Un cristiano hace el bien, pero soporta el mal. Ambos van juntos, la vida es así. También hoy, en muchos lugares, para inculturar el Evangelio y evangelizar las culturas se necesita constancia y paciencia, no hay que temer a los conflictos, no hay que desanimarse. Estoy pensando en un país donde los cristianos son perseguidos, porque son cristianos y no pueden practicar su religión bien y en paz. Juan Diego, desanimado, porque el obispo lo devolvía, pide a la Virgen que lo dispense y encargue a alguien más estimado y capaz que él, pero es invitado a perseverar. Siempre existe el riesgo de una cierta docilidad en el anuncio: una cosa no funciona y uno retrocede, desanimándose y refugiándose tal vez en las propias certezas, en pequeños grupos y en algunas devociones íntimas. La Virgen, en cambio, mientras nos consuela, nos hace seguir adelante y así nos hace crecer, como una buena madre que, mientras sigue los pasos de su hijo, lo lanza a los desafíos del mundo.

Juan Diego, tan animado, vuelve al obispo que le pide una señal. La Virgen se lo promete, y lo consuela con estas palabras: «No se turbe tu rostro, tu corazón: […] ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? (ibíd., 118-119). Esto es bello, la Virgen tantas veces cuando estamos en desolación, en la tristeza, en la dificultad, nos lo dice también a nosotros, en el corazón: «¿No estoy aquí yo que soy tu madre?» Siempre cerca para consolarnos y darnos fuerzas para seguir adelante. Luego le pide que vaya a la árida cima de la colina a recoger flores. Es invierno pero, a pesar de ello, Juan Diego encuentra unos preciosos, los pone en su manto y los ofrece a la Madre de Dios, quien lo invita a llevarlos al obispo como prueba. Él va, espera su turno con paciencia y finalmente, en presencia del Obispo, abre su tilma; —que es lo que usaban los indígenas para cubrirse— abre su tilma mostrando las flores y he aquí: en el tejido del manto aparece la imagen de la Virgen, aquella extraordinaria y viva que conocemos nosotros, en cuyos ojos todavía están impresos los protagonistas de entonces. He aquí la sorpresa de Dios: cuando hay disponibilidad, cuando hay obediencia, Él puede hacer algo inesperado, en los tiempos y en las formas que no podemos prever. Y así se construye el santuario pedido por la Virgen y hoy se puede visitar.

Juan Diego deja todo y, con el permiso del obispo, dedica su vida al santuario. Acoge a los peregrinos y los evangeliza. Es lo que sucede en los santuarios marianos, meta de peregrinaciones y lugares de anuncio, donde cada uno se siente en casa —porque es la casa de la madre, es la casa de la madre— y siente la nostalgia del hogar, es decir, la nostalgia del lugar donde está la Madre, el Cielo. Allí la fe se acoge de modo sencillo, la fe se acoge de modo genuino, de modo popular, y la Virgen, como le dijo a Juan Diego, escucha nuestros llantos y cuida nuestras penas (cf. ibíd., 32). Aprendamos esto: cuando hay dificultades en la vida, vamos a la Madre; y cuando la vida es feliz, vamos a la Madre a compartir también esto. Necesitamos ir a estos oasis de consuelo y de misericordia, donde la fe se expresa en lengua materna; donde se depositan las fatigas de la vida en los brazos de la Virgen y se vuelve a vivir con la paz en el corazón, quizás con la paz de los niños.

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Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Por intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe, pidamos al Señor que auxilie y que fortalezca especialmente a las madres y a las abuelas, que son las primeras mensajeras del Evangelio para sus hijos y sus nietos. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

Retomamos el ciclo de catequesis dedicadas al tema del celo apostólico. Hoy reflexionamos sobre la evangelización en el continente americano, y ahí tenemos un modelo excepcional: la Virgen de Guadalupe. En México —como en Lourdes y en Fátima— María se apareció a una persona humilde, sencilla, a un indio que se llamaba Juan Diego, y de ese modo hizo llegar su mensaje a todo el Pueblo fiel de Dios. Ella anuncia a Jesús siguiendo el camino de la inculturación, es decir, por medio de la lengua y la cultura autóctonas, y con su cercanía materna manifiesta a todos sus hijos el amor y el consuelo de su Inmaculado Corazón.

A Juan Diego no le fue fácil ser mensajero de la Virgen, tuvo que afrontar incomprensiones, dificultades e imprevistos. Esto nos enseña que para anunciar el Evangelio no es suficiente dar testimonio del bien, sino a veces saber sufrir los males, con paciencia y constancia, sin miedo a los conflictos. En esos momentos difíciles de conflictos, invoquemos a María, nuestra Madre, que siempre nos ayuda, nos alienta y nos guía hacia Dios.

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L'Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española, Año LX, número 34, viernes, 25 de agosto de 2023, p. 4.

sábado, 19 de agosto de 2023

 

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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 13 de agosto de 2023

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy el Evangelio narra un prodigio particular de Jesús: Él, de noche, camina sobre las aguas del lago de Galilea para encontrarse con los discípulos que estaban realizando la travesía en barca (cfr Mt 14,22-33). Nos preguntamos, ¿por qué Jesús ha hecho esto? ¿Como si fuera un espectáculo? ¡No! Pero, ¿por qué? ¿Quizá por una necesidad urgente e imprevisible, para socorrer a los suyos que se encontraban bloqueados por el viento en contra? No, porque fue Él quien programó todo, les hizo salir por la noche, incluso – dice el texto – “obligándoles” (cfr v. 22). ¿Quizá para hacerles una demostración de grandeza y de poder? Pero esto no es propio de Él, que es tan sencillo. Entonces, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué quiso caminar sobre las aguas?

Detrás del caminar sobre las aguas hay un mensaje no inmediato, un mensaje para que acojamos nosotros. De hecho, en aquella época las grandes extensiones de agua eran consideradas sedes de fuerzas malignas no dominables por el hombre; especialmente si eran agitadas por la tempestad, los abismos eran símbolo del caos y hacían referencia a las oscuridades de los infiernos. Entonces, los discípulos se encontraban en el medio del lago en la oscuridad: en ellos está el miedo de ahogarse, de ser absorbidos por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir por encima de las fuerzas del mal, Él camina por encima de las fuerza del mal y dice a los suyos: «¡Ánimo!, que soy yo; no temáis» (v. 27). Es todo un mensaje que Jesús nos da. Este es el sentido del signo: los poderes malignos, que nos asustan y no logramos dominar, con Jesús se redimensionan inmediatamente. Él, caminando sobre las aguas, quiere decirnos: “no temas, yo pongo bajo los pies a tus enemigos” - bonito mensaje: “yo pongo bajo los pies a tus enemigos” -: ¡no las personas!, no son esos los enemigos, sino la muerte, el pecado, el diablo: estos son los enemigos de la gente, nuestros enemigos. Y Jesús estos enemigos los pisa por nosotros.

Cristo hoy repite a cada uno de nosotros: “¡Animo, soy yo, no temas!”. Ánimo, es decir, porque estoy yo, porque ya no estás solo en las aguas agitadas de la vida. Y entonces, ¿qué hacer cuando nos encontramos en mar abierto y a merced de vientos contrarios? ¿Qué hacer en el miedo, que es un mar abierto, cuando se ve solo oscuridad y nos sentimos perdidos? Debemos hacer dos cosas, que en el Evangelio hacen los discípulos. ¿Qué hacen los discípulos? Invocan y acogen a Jesús. En los momentos peores, más oscuros, de tempestad, invocar a Jesús y acoger a Jesús.

Los discípulos invocan a Jesús: Pedro camina un poco sobre las aguas hacia Jesús, pero después se asusta, se hunde y entonces grita: «¡Señor, sálvame!» (v. 30). Invoca a Jesús, llama a Jesús. Es bonita esta oración, con la cual se expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, que Él vence nuestro mal y nuestros miedos. Os invito a repetirla ahora todos juntos: ¡Señor, sálvame! Juntos, tres veces: ¡Señor sálvame, Señor sálvame, Señor sálvame!

Y después los discípulos acogen. Primero invocan, después acogen a Jesús en la barca. El texto dice que, apenas subió a bordo, «amainó el viento» (v. 32). El Señor sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar sobre el que navegamos a menudo está agitado. Él no nos salva de la fatiga de la navegación, es más – el Evangelio lo subraya – impulsa a los suyos a partir: es decir, nos invita a afrontar las dificultades, para que también estas se conviertan en lugares de salvación, ya que Jesús las vence, se conviertan en ocasiones para encontrarle a Él. El, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad viene a nuestro encuentro, pidiendo ser acogido, como esa noche en el lago.

Por tanto, preguntémonos: en los miedos, en las dificultades, ¿cómo me comporto? ¿Voy adelante solo, con mis fuerzas, o invoco al Señor con confianza? ¿Y cómo va mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y que los vientos adversos? Pero, sobre todo: ¿navego con Él? ¿Lo acojo, le hago sitio en la barca de mi vida – nunca solo, siempre con Jesús - le confío el timón?

María, Madre de Jesús, Estrella del mar, nos ayude a buscar, en las travesías oscuras, la luz de Jesús.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

otro trágico naufragio ha sucedido hace algunos días en el Mediterráneo: cuarenta y una personas han perdido la vida. He rezado por ellas. Y con dolor y vergüenza debemos decir que desde el inicio del año ya casi dos mil hombres, mujeres y niños han muerto en este mar tratando de llegar a Europa. Es una llaga abierta de nuestra humanidad. Animo los esfuerzos políticos y diplomáticos que tratan de sanarla en un espíritu de solidaridad y de fraternidad, como también el compromiso de todos aquellos que trabajan para prevenir los naufragios y socorrer a los migrantes.

Mañana, vigilia de la fiesta de María Santísima Asunta al Cielo, tendrá lugar en Bafoussam, Camerún, la peregrinación para pedir la paz en el país, todavía afligido por la violencia y la guerra. Unámonos en oración a nuestros hermanos de Camerún para que, por intercesión de la Virgen, Dios sostenga la esperanza del pueblo, que sufre desde hace años, y abra caminos de diálogo para llegar a la concordia y a la paz.

Y rezamos también por la martirizada Ucrania, que sufre tanto por esta guerra.

Deseo también asegurar mi oración por las víctimas de los incendios que han devastado la isla de Maui, en Hawái.

Dirijo ahora mi saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países. Saludo en particular algunos grupos que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa… ¡Son muchos! Veo banderas… Polonia, México, Argentina, Italia, Salvador, ¡muchos! Los sacerdotes y los jóvenes de El Salvador que son tan fuertes; los estudiantes de la Universidad Iberoamericana de Puebla, México; y los jóvenes de Taiwán. ¡Buen camino!

Y a todos os deseo un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!



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SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Martes, 15 de agosto de 2023

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, solemnidad de la Asunción de la Virgen María, contemplamos su ascensión en cuerpo y alma a la gloria del Cielo. También el Evangelio de hoy nos la presenta ascendiendo, esta vez a una "región montañosa" (Lc 1, 39). ¿Y por qué sube? Para ayudar a su prima Isabel, y allí proclama el cántico gozoso del Magnificat. María sube y la Palabra de Dios nos revela lo que la caracteriza mientras sube: El servicio al prójimo y la alabanza a Dios. Ambas cosas: María es la mujer del servicio al prójimo y María es la mujer que alaba a Dios. Por otra parte, el evangelista Lucas narra la propia vida de Cristo como una ascensión, hacia Jerusalén, el lugar de la entrega de sí mismo en la cruz, y del mismo modo describe el camino de María. Jesús y María, en definitiva, recorren el mismo camino: dos vidas que suben hacia lo alto, glorificando a Dios y sirviendo a los hermanos. Jesús como el Redentor, que da su vida por nosotros, por nuestra justificación; María como la sierva que sale a servir: dos vidas que vencen a la muerte y resucitan; dos vidas cuyos secretos son el servicio y la alabanza. Detengámonos en estos dos aspectos: servicio y alabanza.

El servicio. Es cuando nos agachamos para servir a nuestros hermanos y hermanas es cuando subimos: es el amor lo que eleva la vida. Nosotros vamos a servir a nuestros hermanos y hermanas y por este servicio vamos "subiendo". Pero servir no es fácil: la Virgen, que acaba de concebir, recorre casi 150 kilómetros para llegar a casa de Isabel desde Nazaret. Ayudar tiene su precio, a todos nosotros. Lo experimentamos siempre, en el cansancio, la paciencia y las preocupaciones que conlleva el cuidado de los demás. Pensemos, por ejemplo, en los kilómetros que muchas personas recorren cada día para ir y volver del trabajo y realizar muchas tareas en favor del prójimo; pensemos en los sacrificios de tiempo y de sueño para cuidar a un niño o a un anciano; y en el compromiso de servir a los que no tienen nada que devolver, tanto en la Iglesia como en el voluntariado. Yo admiro el voluntariado. Es fatigoso, pero es subir hacia lo alto, ¡es ganar el Cielo! Esto es verdadero servicio.

Pero el servicio corre el riesgo de ser estéril sin la alabanza a Dios. En efecto, cuando María entra en casa de su prima, alaba al Señor. No habla de su cansancio por el viaje, sino que de su corazón brota un cántico de júbilo. Porque quien ama a Dios sabe alabar. Y el Evangelio de hoy nos muestra "una cascada de alabanzas": el niño salta de alegría en el seno de Isabel (cf. Lc 1,44), que pronuncia palabras de bendición y "la primera bienaventuranza": "Feliz de ti por haber creído" (Lc 1,45); y todo culmina en María, que proclama el Magnificat (cf. Lc 1,46-55). La alabanza aumenta la alegría. La alabanza es como una escalera: eleva los corazones. La alabanza levanta el ánimo y vence la tentación de caer. ¿Han visto que las personas aburridas, las que viven de la charlatanería, son incapaces de alabar? Pregúntense: ¿soy capaz de alabar? ¡Qué bueno es alabar a Dios cada día, y también a los demás! ¡Qué bueno es vivir de gratitud y bendición en lugar de lamentaciones y quejas, mirar hacia lo alto en lugar de enfadarse! Las quejas: hay gente que se queja todos los días. Pero mira que Dios está cerca de ti, mira que te ha creado, mira las cosas que te ha dado. ¡Alaba, alaba! Y eso es salud espiritual.

Servicio y alabanza. Tratemos de preguntarnos: ¿Yo vivo mi trabajo y mis ocupaciones cotidianas con espíritu de servicio o con egoísmo? ¿Me dedico a alguien gratuitamente, sin buscar beneficios inmediatos? En definitiva, ¿hago del servicio el "trampolín" de mi vida? Y pensando en la alabanza: ¿sé, como María, exultar en Dios (cf. Lc 1,47)? ¿Rezo bendiciendo al Señor? Y, después de alabarlo, ¿contagio su alegría entre las personas que encuentro? Cada uno intente responder a estas preguntas.

Que nuestra Madre, Asunta al Cielo, nos ayude a subir cada día más hacia lo alto mediante el servicio y la alabanza.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

Saludo cordialmente a todos los presentes, romanos y peregrinos de diversos países. Saludo en particular a los jóvenes de la Diócesis de Verona, con los mejores deseos para su experiencia de verano en Roma.

Hoy confiamos a María Asunta al Cielo nuestra súplica por la paz, en Ucrania y en todas las regiones devastadas por la guerra: ¡son tantas, por desgracia! El estruendo de las armas cubre los intentos de diálogo; el derecho de la fuerza prevalece sobre la fuerza del derecho. Pero no nos desanimemos, sigamos esperando y rezando, porque es Dios, es Él quien guía la historia. ¡Que Él nos escuche!

Y hoy, día de la Virgen, ¡saludo a los chicos de la Inmaculada! ¡Feliz fiesta a todos! Por favor, no olvidéis rezar por mí. Buen almuerzo y ¡adiós!

 

 



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sábado, 12 de agosto de 2023

 

El Papa a los jóvenes: ¡No pierdan nunca la valentía de soñar y de vivir en grande!

Este sábado, 12 de agosto, se conmemorar el Día Internacional de la Juventud, celebración establecida por las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1999. Con esta ocasión el Santo Padre recuerda a los jóvenes en un tuit publicado en @Pontifex que, “sean campeones de fraternidad; afronten los desafíos de la vida dejándose orientar por la creatividad fiel de Dios y por buenos consejeros”.

Vatican News

“¡No pierdan nunca la valentía de soñar y de vivir en grande! Aprópiense de la cultura del cuidado y difúndanla; sean campeones de fraternidad; afronten los desafíos de la vida dejándose orientar por la creatividad fiel de Dios y por buenos consejeros”, este es el tuit que el Papa Francisco ha lanzado, este sábado, 12 de agosto, desde su cuenta @Pontifex para conmemorar el Día Internacional de la Juventud, celebración establecida por las Naciones Unidas el 17 de diciembre de 1999, con el fin de llamar la atención de la Comunidad Internacional sobre los problemas de la juventud y para ayudar a desarrollar el potencial de los jóvenes como socios de la sociedad actual.

Escucha y descarga el servicio del tuit del Papa

A los Jóvenes de Barein: La Iglesia los necesita para rejuvenecer

El tuit de este sábado, se inspira en las palabras que el Santo Padre pronunció durante el Encuentro con los Jóvenes, en el Colegio del Sagrado Corazón de Awali, el 5 de noviembre de 2022, en el marco de su Viaje Apostólico al Reino de Barein. A los más de 800 jóvenes que se congregaron en las instalaciones del Colegio que dirigen las Hermanas del Carmelo Apostólico, el Papa Francisco les reiteró que la Iglesia y la sociedad los necesitan, sobre todo, para abrazar la cultura del cuidado, sembrar fraternidad y tomar decisiones en la vida.

“Queridos jóvenes, los necesitamos, necesitamos su creatividad, sus sueños y su valentía, su simpatía y sus sonrisas, su alegría contagiosa y también esa pizca de locura que ustedes saben llevar a cada situación, y que ayuda a salir del sopor de la rutina y de los esquemas repetitivos en los que a veces encasillamos la vida. Como Papa quiero decirles: la Iglesia está con ustedes y los necesita, a cada uno de ustedes, para rejuvenecer, explorar nuevos senderos, experimentar nuevos lenguajes, volverse más alegre y acogedora”. 

Encuentro con los jóvenes en Awali, Bahrein
Encuentro con los jóvenes en Awali, Bahrein

En su Visita a este pequeño país del Golfo Pérsico, con ocasión de la clausura del “Foro de Diálogo Oriente-Occidente para la convivencia humana”, el Obispo de Roma invitó a los jóvenes a ser constructores de fraternidad.

“Es verdad, ¡sean campeones de fraternidad, fuera del campo! Este es el desafío de hoy para el triunfo de mañana, el desafío de nuestras sociedades cada vez más globalizadas y multiculturales. Miren, todos los instrumentos y la tecnología que la modernidad nos da no bastan para que el mundo sea pacífico y fraterno. Lo estamos viendo, en efecto, los vientos de guerra no se aplacan con el progreso técnico… A ustedes jóvenes, que son más directos y capaces de establecer contactos y amistades, superando los prejuicios y las barreras ideológicas, quiero decirles: sean sembradores de fraternidad y serán cosechadores de futuro, porque el mundo sólo tendrá futuro en la fraternidad”.

A los jóvenes de la JMJ Lisboa 2023: No tengan miedo

Y recientemente, en otro encuentro con los jóvenes, el pasado 6 de agosto, en la Santa Misa de envío misionero de la JMJ de Lisboa 2023, el Papa Francisco les reiteró desde el altar instalado en el Parque Tejo de Lisboa, que la Iglesia y el mundo los necesitan, y que Jesús hoy llama a los jóvenes y les dice: “No tengan miedo”.

“A ustedes que cultivan sueños grandes pero a veces ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, que a veces piensan que no serán capaces, un poco de pesimismo se nos mete a veces; a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse quizás fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo —y está bien que quieran cambiar el mundo— y que quieren luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan [como] la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, [Jesús] hoy les dice: No tengan miedo”.

Dia Internacional de la Juventud 2023: #JuventudLidera

Recordamos que, en diciembre de 1999, la Asamblea General de la ONU proclamó el 12 de agosto como el Día Internacional de la Juventud, siguiendo las recomendaciones de la Conferencia Mundial de Ministros de la Juventud que se había celebrado en Lisboa en mayo de 1998. Una fecha promovida por Naciones Unidas que busca conseguir la participación de los jóvenes en todos los ámbitos de la sociedad, para solucionar los desafíos a los que la juventud se enfrenta cada día.

Según datos de la ONU, en el mundo hay unos 1.800 millones de jóvenes con edades comprendidas entre 10 y 24 años. Y se trata de un colectivo frágil que hay que proteger, pero a su vez, con un gran potencial. Muchos de ellos viven en zonas de conflicto. Otros se encuentran en dificultades para el acceso al mercado laboral o a la vivienda. No es fácil para ellos participar en política ni en grupos de influencia social, lo cual les dificulta poder luchar por una sociedad más justa para desarrollarse como personas plenas.

Además, cada año se decide un lema o tema para celebrar el Día Internacional de la Juventud. Para este año, el lema es: "Celebrando las maneras en que los jóvenes lideran como agentes de cambio para los objetivos mundiales". La campaña se centra en destacar la creatividad, el ingenio y la resiliencia de los jóvenes cuando se trata de hacer del mundo un lugar mejor.

El Viaje apostólico a Portugal con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud

 

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PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 9 de agosto de 2023

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Catequesis. El Viaje apostólico a Portugal con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En los días pasados fui a Portugal para la 37ª Jornada Mundial de la Juventud.

Esta JMJ de Lisboa, celebrada después de la pandemia, ha sido sentida por todos como don de Dios, que ha vuelto a poner en movimiento los corazones y los pasos de los jóvenes, tantos jóvenes de todas las partes del mundo - ¡tantos! – para ir a encontrarse y encontrar a Jesús.

Como bien sabemos, la pandemia ha tenido un fuerte impacto en los comportamientos sociales: el aislamiento a menudo ha degenerado en encierro, y los jóvenes se han visto particularmente afectados por él. Con esta Jornada Mundial de la Juventud, Dios ha dado un "empujón" en sentido contrario: esta ha marcado un nuevo inicio de la gran peregrinación de los jóvenes a través de los continentes, en nombre de Jesucristo. Y no es casualidad que haya sucedido en Lisboa, una ciudad que se asoma al océano, ciudad símbolo de las grandes exploraciones por mar.

Y entonces en la Jornada Mundial de la Juventud el Evangelio propuso a los jóvenes el modelo de la Virgen María. En su momento más crítico, [María] va a visitar a su prima Isabel. Dice el Evangelio: «Se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39). A mí me gusta mucho invocar a la Virgen bajo este aspecto: la Virgen "apresurada", que siempre hace las cosas apresurada, nunca nos hace esperar, porque Ella es la madre de todos. Así María hoy, en el tercer milenio, guía la peregrinación de los jóvenes tras las huellas de Jesús. Como hizo hace un siglo en Portugal, en Fátima, cuando se dirigió a tres niños encomendándoles un mensaje de fe y de esperanza para la Iglesia y el mundo. Por esto, en la JMJ, volví a Fátima, al lugar de las apariciones, y junto a algunos jóvenes enfermos recé a Dios para que sane al mundo de las enfermedades del alma: la soberbia, la mentira, la enemistad, la violencia – son enfermedades del alma y el mundo está enfermo de estas enfermedades. Y hemos renovado nuestra consagración, de Europa, del mundo al Corazón de María, al Corazón Inmaculado de María. He rezado por la paz, porque hay muchas guerras en todas las partes del mundo, muchas.

Los jóvenes del mundo acudieron a Lisboa numerosos y con gran entusiasmo. Les encontré también en pequeños grupos, y algunos con muchos problemas; el grupo de jóvenes ucranianos llevaban historias que eran dolorosas. No eran unas vacaciones, un viaje turístico, y tampoco un evento espiritual fin en sí mismo; la Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo vivo a través de la Iglesia. Los jóvenes van a encontrar a Cristo. Es verdad, donde hay jóvenes hay alegría y hay un poco de todas estas cosas.

Mi visita a Portugal, con motivo de la JMJ, se benefició de su ambiente festivo, de esta ola de jóvenes. Doy gracias a Dios por ello, pensando especialmente en la Iglesia de Lisboa que, a cambio del gran esfuerzo realizado por la organización y la acogida, recibirá nuevas energías para continuar el nuevo camino, para echar de nuevo las redes con pasión apostólica. Los jóvenes en Portugal son ya hoy una presencia vital, y ahora, después de esta "transfusión" recibida por las Iglesias de todo el mundo, lo serán todavía más. Y muchos jóvenes, al regresar, han pasado por Roma, les estamos viendo también aquí, hay algunos que han participado en esta Jornada. ¡Ahí están! Donde están los jóvenes hay ruido, ¡saben hacerlo bien!

Mientras que en Ucrania y en otros lugares del mundo se combate, y mientras en ciertas salas escondidas se planifica la guerra – es feo esto, ¡se planifica la guerra! - la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas! El mensaje de los jóvenes ha sido claro: ¿lo escucharán los "grandes de la tierra"? Me pregunto, ¿escucharán este entusiasmo juvenil que quiere paz? Es una parábola para nuestro tiempo, y todavía hoy Jesús dice: "¡El que tenga oídos, que oiga! ¡El que tenga ojos, que vea!". Esperemos que todo el mundo escuche esta Jornada de la Juventud y mire esta belleza de los jóvenes yendo adelante.

Expreso nuevamente mi gratitud a Portugal, a Lisboa, al presidente de la República, que estuvo presente en todas las celebraciones, y a las otras autoridades civiles; al patriarca de Lisboa -¡que lo ha hecho bien! -, al presidente de la Conferencia Episcopal y al obispo coordinador de la Jornada Mundial de la Juventud, a todos los colaboradores y voluntarios. Pensad que los voluntarios – fui a encontrarles el último día, antes de volver – eran 25 mil: ¡esta Jornada ha tenido 25 mil voluntarios! ¡Gracias a todos! Por intercesión de la Virgen María, el Señor bendiga a los jóvenes del mundo entero y bendiga al pueblo portugués. Rezamos juntos a la Virgen, todos juntos, para que Ella bendiga al pueblo portugués.

[recita el Ave María]


 

Saludos:

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Veo banderas mexicanas, colombianas, panameñas, argentinas, salvadoreñas. Un saludo a todos. Pidamos al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de Fátima, que bendiga y fortalezca a todos los que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud, para que lleven la alegría del Evangelio hasta los confines de la tierra. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Gracias.


 

Resumen leído por el Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

El domingo pasado volví del viaje a Portugal, donde participé, junto a miles de jóvenes de distintos países, en la Jornada Mundial de la Juventud. Les agradezco a todos, tanto a las autoridades civiles y religiosas de ese país, como a los numerosos colaboradores y voluntarios. No quiero olvidar a los jóvenes peregrinos que llegaron a Lisboa de todas partes del mundo, así como a sus familias y sus comunidades que los han alentado y acogido, y a tantas personas que nos han acompañado con sus oraciones. Juntos han hecho posible la gran fiesta de la fe. ¡Gracias!

La Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo que vive en la Iglesia, un encuentro que toca el corazón, y donde muchos descubren la llamada de Dios para toda su vida: al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio. En esta ocasión nos guio especialmente la figura de la Virgen María. Ella nos transmite la alegría de saber que Dios nos llama por nuestro nombre, nos llama por nuestro nombre a todos; Dios nos convoca para formar parte de su Pueblo y nos envía para salir "sin demora" a anunciar que Él es nuestro Padre y ama a todos sus hijos.

 



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domingo, 6 de agosto de 2023

Parque Tejo, Lisboa Fiesta de la Transfiguración del Señor

 

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO
A PORTUGAL
CON MOTIVO DE LA XXXVII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

(2-6 DE AGOSTO DE 2023)

SANTA MISA PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

HOMILÍA DEL SANTO PADRE

Parque Tejo, Lisboa
Fiesta de la Transfiguración del Señor
Domingo, 6 de agosto de 2023

[Multimedia]

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«Señor, ¡qué bien estamos aquí!» (Mt 17,4). Estas palabras, le dijo el apóstol Pedro a Jesús en el monte de la Transfiguración, y también las queremos hacer nuestras después de estos días intensos. Es hermoso lo que estamos experimentando con Jesús, lo que hemos vivido juntos y es hermoso cómo hemos rezado, y con tanta alegría de corazón. Y entonces nos podemos preguntar: ¿qué nos llevamos con nosotros volviendo a la vida cotidiana?

Quisiera responder a este interrogante con tres verbos, siguiendo el Evangelio que hemos escuchado. ¿Qué nos llevamos? Resplandecerescuchar no tener miedo. ¿Qué nos llevamos?, respondo con estas tres palabras: Resplandecer, escuchar y no tener miedo.

Primera, resplandecer. Jesús se transfigura, el Evangelio dice que «su rostro resplandecía como el sol» (Mt 17,2). Hacía poco que había anunciado su pasión y su muerte en la cruz, y con esto rompía la imagen de un Mesías poderoso, mundano, y frustra las expectativas de los discípulos. Ahora, para ayudarlos a acoger el proyecto de amor de Dios sobre cada uno de nosotros, Jesús toma a tres de ellos —Pedro, Santiago y Juan—, los conduce a un monte y se transfigura. Y este "baño de luz" los prepara para la noche de la pasión.

Amigos, queridos jóvenes, también hoy nosotros necesitamos algo de luz, un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas oscuridades que nos asaltan en la vida, tantas derrotas cotidianas para afrontarlas con la luz de la resurrección de Jesús, porque Él es la luz que no se apaga, es la luz que brilla aun en la noche. «Nuestro Dios ha iluminado nuestros ojos» (Esd 9,8), dice el sacerdote Esdras. Nuestro Dios ilumina. Ilumina nuestra mirada, ilumina nuestro corazón, ilumina nuestra mente, ilumina nuestras ganas de hacer algo en la vida, siempre con la luz del Señor.

Pero quisiera decirles que no nos volvemos luminosos cuando nos ponemos debajo de los reflectores, no, eso encandila. No nos volvemos luminosos cuando mostramos una imagen perfecta, bien prolijitos, bien terminaditos; no, no, aunque nos sintamos fuertes y exitosos. Fuertes y exitosos, pero no luminosos. Nos volvemos luminosos, brillamos, cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él. Amar como Jesús, eso nos hace luminosos, eso nos lleva a hacer obras de amor. No te engañes, amiga, amigo, vas a ser luz el día que hagas obras de amor. Pero cuando en vez de hacer obras de amor hacia afuera, mirás a vos mismo, como un egoísta, ahí la luz se apaga.

El segundo verbo es escuchar. En el monte, una nube luminosa cubrió a los discípulos, y esa nube desde la cual habla el Padre, ¿qué dice? «Escúchenlo» (Mt 17,5). Este es mi Hijo amado, escúchenlo. Está todo aquí, y todo eso que hay que hacer en la vida está en esta palabra: : Escúchenlo. Escuchar a Jesús, todo secreto está ahí. Escuchás qué te dice Jesús. "Yo no sé qué me dice". Agarrá el Evangelio y leé lo que dice Jesús y lo que dice en tu corazón. Porque Él tiene palabras de vida eterna para nosotros;Él revela que Dios es Padre, es amor. Él nos enseña el camino del amor, escúchalo a Jesús. Porque, por ahí nosotros con buena voluntad emprendemos caminos que parecen ser del amor, pero en definitiva son egoísmos disfrazados de amor. Tené cuidado con los egoísmos disfrazados de amor. Escúchalo, porque Él te va a decir cuál es el camino del amor. Escúchalo.

Resplandecer, la primera palabra, sean luminosos, escuchar, para no equivocarse el camino, y al final, la tercera palabra, no tener miedo. "No tengan miedo". Una palabra que en la Biblia se repite tanto, en los Evangelios, "no tengan miedo". Estas fueron las últimas palabras que en este momento de la transfiguración Jesús dijo a los discípulos: "No tengan miedo".

A ustedes, jóvenes, que han vivido este gozo, estaba por decir esta gloria —bueno, algo de gloria es—, este encuentro con nosotros; a ustedes que cultivan sueños grandes pero a veces ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, que a veces piensan que no serán capaces, un poco de pesimismo se nos mete a veces; a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse quizás fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo —y está bien que quieran cambiar el mundo— y que quieren luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad a la vida, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan [como] la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, [Jesús] hoy les dice: "No tengan miedo".

En un pequeño silencio, cada uno repita para sí mismo, en su corazón, estas palabras: No tengan miedo.

Queridos jóvenes, quisiera mirar a los ojos a cada uno de ustedes y decirles: no tengan miedo. No tengan miedo. Es más, les digo algo muy hermoso, ya no soy yo, es Jesús mismo quien los está mirando en este momento. Nos está mirando. Él los conoce, conoce el corazón de cada uno de ustedes, conoce la vida de cada uno de ustedes, conoce las alegrías, conoce las tristezas, los éxitos y los fracasos, conoce el corazón de ustedes. Lee vuestros corazones y Él hoy les dice, aquí, en Lisboa, en esta Jornada Mundial de la Juventud: "No tengan miedo". Anímense, "no tengan miedo".



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