domingo, 30 de septiembre de 2018

ESTE ES UN BLOG CON EXPRESIONES DE NUESTRO PAPA FRANCISCO

Ángelus 30 sept. 2018 © Vatican Media
Ángelus 30 Sept. 2018 © Vatican Media

Ángelus: La libertad de Jesús, del Espíritu Santo, de María y del discípulo

Palabras del Papa antes del Ángelus (Traducción completa)
(ZENIT – 
Aquí está nuestra traducción, del italiano, de las palabras pronunciadas por el Papa Francisco este mediodía.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (Marcos 9: 38-43.45.47-48) nos presenta uno de esos detalles muy instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Habían visto que un hombre, que no formaba parte del grupo de seguidores de Jesús, expulsó demonios en el nombre de Jesús, y por lo tanto querían prohibirlo. Juan, con el celo entusiasta típico de los jóvenes, refiere el asunto al Maestro que busca su apoyo; pero Jesús, por el contrario, responde, “no se lo impidan, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y que después pueda hablar mal de mí, quién no está contra mí, está por mi” (vv. 39-40 ).
Juan y los otros discípulos manifiestan una actitud de cerrazón ante un acontecimiento que no encaja en sus esquemas, en este caso la acción, aunque buena, de una persona “externa” al círculo de seguidores. En cambio, Jesús aparece muy libre, totalmente abierto a la libertad del Espíritu de Dios, que en su acción no está limitado por ningún límite ni por ninguna barrera. Y con su actitud, Jesús quiere educar a sus discípulos, incluso a nosotros  hoy, a esta libertad interior.
Es bueno para nosotros reflexionar sobre este episodio y hacer un examen de conciencia. La actitud de los discípulos de Jesús es muy humana, muy común, y podemos encontrarla en las comunidades cristianas de todos los tiempos, probablemente también en nosotros mismos. De buena fe, más con celo, uno quisiera proteger la autenticidad de una cierta experiencia, especialmente carismática, protegiendo al fundador o al líder de falsos imitadores. Pero al mismo tiempo existe el temor a la “competencia”, y esto es bueno, el temor de la competencia de que alguien puede quitar nuevos seguidores, y entonces no se puede apreciar el bien que hacen los demás: no es bueno porque “no es de los nuestros” se dice. Es una forma de autorreferencialidad.
Aquí está la raíz del proselitismo. La Iglesia, decía el Papa Benedicto, no crece por proselitismo, crece por atracción, es decir, crece por el testimonio, de los demás con la fuerza del Espíritu Santo.
La gran libertad de Dios para entregarnos a nosotros es un desafío y una exhortación a cambiar nuestras actitudes y nuestras relaciones. Esta es la invitación que Jesús nos dirige hoy. Nos llama a no pensar según las categorías “amigo / enemigo”, “nosotros / ellos”, “quien está dentro / quien está fuera” “mio/tuyo”, sino ir más allá, a abrir el corazón para poder reconocer su presencia y la acción de Dios incluso en áreas inusuales e impredecibles y en personas que no forman parte de nuestro círculo. Se trata de estar más atentos a la autenticidad del bien, de lo bello y de lo verdadero que se realiza, y no al nombre y a la procedencia de quienes lo realicen. Y, como nos sugiere el resto del Evangelio de hoy, en lugar de juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos y “cortar” sin comprometer todo lo que pueda escandalizar a las personas más débiles en la fe.
Que la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios, nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor entre nosotros, descubriendo en cualquier lugar en que se manifiesta, incluso en las situaciones más impensables e insólitas. Que nos enseñe a amar a nuestra comunidad sin celos ni cerrazones, siempre abiertos al vasto horizonte de la acción del Espíritu Santo
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viernes, 28 de septiembre de 2018

Discurso al Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

Papa Francisco: “El Espíritu Santo es siempre novedad. Siempre”

(ZENIT – 28 sept. 2018).- En muchos casos, las relaciones entre católicos y pentecostales, carismáticos y evangélicos “no son fáciles”, ha advertido el Papa Francisco. “El hecho de que no pocos fieles católicos se sientan atraídos por estas comunidades es motivo de fricción, pero puede convertirse, por nuestra parte, en un motivo de examen personal y renovación pastoral”, ha observado.
El Santo Padre se ha reunido en audiencia con los participantes en la Plenaria del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, acompañados del cardenal Koch, en la mañana de este viernes, 28 de septiembre de 2018, según ha informado la Oficina de Prensa de la Santa Sede, a través de un comunicado.
“La Iglesia crece en fidelidad al Espíritu Santo cuanto más aprende a no domesticarlo, sino a aceptar sin temor y, al mismo tiempo, con un serio discernimiento, su fresca novedad”, han sido algunas palabras de las palabras Papa en esta audiencia.
“El Espíritu Santo es siempre novedad –ha afirmado–. Siempre. Y tenemos que acostumbrarnos. Es una novedad que nos hace entender las cosas más profundamente, con más luz y nos hace cambiar tantos hábitos, incluso hábitos disciplinarios”.
Aprender
Los católicos podemos aprender a apreciar la experiencia de muchas comunidades que, a menudo de manera diferente a las que estamos acostumbrados, “viven su fe, alaban a Dios y dan testimonio del Evangelio de la caridad”, ha explicado el Papa.
Al mismo tiempo, ellos se verán ayudados a superar los prejuicios sobre la Iglesia católica, y a reconocer que “en el tesoro inapreciable de la tradición” (…) el Espíritu Santo no se extingue ni sofoca en absoluto, sino que “continúa su obra eficaz”, ha indicado Francisco.
Madurez ecuménica
Asimismo, el Pontífice ha destacado la “madurez ecuménica” que ha vivido en su reciente viaje apostólico en la “Tierra Mariana”: En la celebración ecuménica en la capital de Letonia, y en el encuentro ecuménico frente a la Puerta de la Virgen en Vilnius.
Del mismo modo, ha enumerado algunos momentos sobresalientes de “ese camino ecuménico que todos los cristianos están llamados a realizar caminando juntos, orando juntos y trabajando juntos, a la espera de que el Señor nos guíe a la recomposición de la unidad plena”: Rezar junto con los Jefes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales en Bari, unirnos a los cristianos de diversas tradiciones en Ginebra, o celebrar junto con muchos hermanos pentecostales el cincuenta aniversario de la Renovación Carismática Católica en Roma.
Sigue el discurso que ha ofrecido el Santo Padre en dicha audiencia:
***
Discurso del Papa Francisco
Señores cardenales, queridos hermanos obispos y sacerdotes, queridos hermanos y hermanas:
Me complace daros la bienvenida y agradezco al cardenal Koch las palabras que me ha dirigido. Os saludo y os doy vivamente las gracias a todos  vosotros, colaboradores, miembros y consultores del Consejo Pontificio, porque con vuestro esfuerzo diario me ayudáis a ofrecer mi ministerio como Obispo de Roma como servicio de unidad y comunión, con diferentes modalidades y formas, para todos los creyentes en Cristo.
Recientemente, han sido de gran importancia y consuelo algunos encuentros con cristianos de diferentes tradiciones. Rezar junto con los Jefes de las Iglesias ortodoxas y ortodoxas orientales en Bari, en comunión con los que sufren en el amado y atormentado Oriente Medio, nos ha recordado que no podemos permanecer indiferentes ante los padecimientos, lamentablemente todavía actuales, de tantos de nuestros hermanos y hermanas. Unirnos a los cristianos de diversas tradiciones en Ginebra, como parte del septuagésimo aniversario del Consejo Ecuménico de Iglesias, fue una oportunidad para agradecer a Dios los abundantes frutos del movimiento ecuménico y renovar nuestro compromiso irreversible de promover una unidad cada vez mayor entre los creyentes. Celebrar junto con muchos hermanos pentecostales el cincuenta aniversario de la Renovación Carismática Católica en Roma, en el Circo Máximo, en uno de los lugares donde los cristianos de los primeros siglos sufrieron más por causa Cristo, permitió a los católicos y pentecostales manifestar los dones y carismas otorgados por el mismo Espíritu en una sinfonía de alabanza al Señor Jesús, renovando el compromiso de cumplir el mandato misionero hasta los  extremos confines de la tierra. Estos han sido algunos momentos sobresalientes de ese camino ecuménico que todos los cristianos están llamados a realizar caminando juntos, orando juntos y trabajando juntos, a la espera de que el Señor nos guíe a la recomposición de la unidad plena. Y también me gustaría agregar la reunión anual,-Su Eminencia estuvo presente en dos de ellas- con el grupo “Juan 17” de los Estados Unidos y los pastores …: hay una gran amistad y familiaridad que ayuda mucho.
El tema elegido para vuestra Plenaria – “Pentecostales, carismáticos y evangélicos: repercusión en el concepto de unidad”- es muy oportuno. El crecimiento constante de estas nuevas expresiones de la vida cristiana es un fenómeno muy significativo, que no puede pasarse por alto. Las formas concretas de las comunidades inspiradas por estos movimientos a menudo están vinculadas al particular contexto geográfico, cultural y social en el que se desarrollan, por lo que mi breve reflexión no tendrá en cuenta las situaciones individuales, sino que se referirá al fenómeno general.
En primer lugar, tenemos el deber de discernir y reconocer la presencia del Espíritu Santo en estas comunidades, tratando de construir con ellos lazos de auténtica fraternidad. Esto será posible multiplicando las ocasiones de encuentro  y superando la desconfianza mutua, motivada muchas veces por la ignorancia o la falta de comprensión. Y me gustaría contaros una experiencia personal y hacer un mea culpa. Cuando era [superior] provincial, prohibí a los jesuitas que entablasen relaciones con estas personas, -con la Renovación Católica-,  ¡y les dije que más que un encuentro de oración parecía una “escuela de samba”! Luego me disculpé, y como obispo tuve una buena relación con ellos, con la misa en la catedral… Pero se necesita un camino para entender. Entre las diversas actividades compartidas están la oración, la escucha de la Palabra de Dios, el servicio a los necesitados, el anuncio del Evangelio, la defensa de la dignidad de la persona y de la vida humana. Frecuentándonos mutua y fraternalmente, los católicos podemos aprender a apreciar la experiencia de muchas comunidades que, a menudo de manera diferente a las que estamos acostumbrados, viven su fe, alaban a Dios y dan testimonio del Evangelio de la caridad. Al mismo tiempo, ellos se verán ayudados a superar los prejuicios sobre la Iglesia católica y a reconocer que en el tesoro inapreciable de la tradición, recibida de los apóstoles y custodiada en el curso de la historia, el Espíritu Santo no se extingue ni sofoca en absoluto, sino que continúa su obra eficaz.
Soy consciente de que, en muchos casos, las relaciones entre católicos y pentecostales, carismáticos y evangélicos no son fáciles. La aparición repentina de nuevas comunidades, vinculada a la personalidad de algunos predicadores, contrasta fuertemente con los principios y la experiencia eclesiológica de las Iglesias históricas y puede ocultar el peligro de ser arrastrados por las ondas emocionales del momento o de encerrar la experiencia de la fe en ambientes protegidos y tranquilizadores. El hecho de que no pocos fieles católicos se sientan atraídos por estas comunidades es motivo de fricción, pero puede convertirse, por nuestra parte, en un motivo de examen personal y renovación pastoral.
De hecho, son muchas las comunidades que se inspiran en estos movimientos y viven experiencias cristianas auténticas en contacto con la Palabra de Dios y en la docilidad a la acción del Espíritu, que lleva a amar, testimoniar y servir. Incluso estas comunidades, como enseñaba el Concilio Vaticano II, no carecen en absoluto de sentido y valor en el misterio de la salvación (cf. Unitatis redintegratio, 3). Los católicos pueden recibir aquellas riquezas que, bajo la guía del Espíritu, contribuyen en gran medida al cumplimiento de la misión de anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En efecto, la Iglesia crece en fidelidad al Espíritu Santo cuanto más aprende a no domesticarlo, sino a aceptar sin temor y, al mismo tiempo, con un serio discernimiento, su fresca novedad. El Espíritu Santo es siempre novedad. Siempre. Y tenemos que acostumbrarnos. Es una novedad que nos hace entender las cosas más profundamente, con más luz y nos hace cambiar tantos hábitos, incluso hábitos disciplinarios. Pero Él es el Señor de las novedades. Jesús nos dijo que Él nos enseñaría; nos recordaría lo que Él nos ha enseñado, y luego nos enseñará. Debemos estar abiertos a esto.Por lo tanto, es necesario evitar acomodarse en posiciones estáticas e inmutables, para asumir el riesgo de aventurarse en la promoción de la unidad: con obediencia eclesial fiel y sin extinguir el Espíritu (cf. 1 Tes. 5:19). Es el Espíritu quien crea y recrea la novedad de la vida cristiana, y es el mismo Espíritu el que reconduce todo a la verdadera unidad, que no es uniformidad. Para esta apertura de corazón, las actitudes que deben caracterizar, según el Espíritu, nuestras relaciones son la búsqueda de la comunión y el discernimiento cuidadoso.
En este sentido, los diálogos que ha llevado a cabo vuestro Consejo Pontificio con los pentecostales, con los carismáticos y con los evangélicos a nivel internacional, también a través de iniciativas como el Foro Cristiano Mundial, representan una contribución significativa y un estímulo para desarrollar mejores relaciones a nivel local.
Esta semana tuve la alegría de tener experiencias ecuménicas maduras en la “Tierra Mariana”: la celebración ecuménica en la capital de Letonia, luego el encuentro ecuménico frente a la Puerta de la Virgen en Vilnius… Han sido momentos de madurez ecuménica. Nunca había pensado que el movimiento ecuménico fuera, en esos lugares, tan maduro. Con la certeza de poder contar con vuestra dedicación, así como con vuestra oración por mí, renuevo mi gratitud y os doy mi bendición.
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miércoles, 26 de septiembre de 2018

"UNA NUEVA PÁGINA DE LA HISTORIA""

aica.org  |  Nacional  |  Francisco
Mensaje del Papa a los católicos chinos: 
Miercoles 26 Sep 2018 | 08:34 am


“En el sexto año de mi pontificado, que ya desde los primeros pasos puse bajo el amor misericordioso de Dios, invito por lo tanto a todos los católicos chinos a que se hagan artífices de reconciliación", es el llamado que hace el papa Francisco en el mensaje “a los católicos chinos y a la Iglesia universal”, difundido hoy por la Oficina de Prensa de la Santa Sede. El mensaje del Santo Padre explica las razones que llevaron a la firma del Acuerdo Provisorio con la República Popular China.

Según afirmó el Papa al finalizar la audiencia general de hoy, celebrada en la Plaza de San Pedro, con este mensaje quiere llevar un “respaldo fraternal “a los católicos chinos tras el revuelo producido por la noticia de la firma del Acuerdo.

De hecho Francisco explica al inicio de su mensaje el asunto: “En los últimos tiempos, han circulado tantas voces contrastantes sobre el presente y, sobre todo, sobre el futuro de las comunidades católicas en China. Soy consciente que tal remolino de opiniones y consideraciones pueda haber creado tanta confusión, suscitando en muchos corazones, sentimientos opuestos. Para algunos, surgen dudas y perplejidad; otros tienen la sensación de sentirse como abandonados por la Santa Sede y, al mismo tiempo, se hacen la pregunta conmovedora sobre el valor de los sufrimientos que se enfrentan para vivir en fidelidad al Sucesor de Pedro. En muchos otros, por el contrario, prevalecen expectativas y reflexiones positivas, animadas por la esperanza de un futuro más sereno por un fructífero testimonio de fe en suelo chino. Una situación -destacó- que se acentuó con el Acuerdo Provisorio entre la Santa Sede y la República Popular China sobre el nombramiento de los obispos, firmado días atrás en Pekín.

Francisco expresa su “sincera admiración”, que “es la admiración de toda la Iglesia Católica”, por el don de la fidelidad de los católicos chinos, “de constancia en la prueba, de la confianza profundamente arraigada en la Providencia de Dios, incluso cuando ciertos acontecimientos demostraron ser particularmente adversos y difíciles. Tales experiencias dolorosas pertenecen al tesoro espiritual de la Iglesia en China y de todo el Pueblo de Dios peregrino en la tierra”.

El Papa señala más adelante que el Acuerdo Provisorio es “el fruto del largo y complejo diálogo institucional de la Santa Sede con las autoridades del gobierno chino, inaugurado por San Juan Pablo II y continuado por el papa Benedicto XVI”. A través de este proceso, la Santa Sede no tuvo -y no tiene- en mente, más que realizar los objetivos espirituales y pastorales de la Iglesia, es decir, apoyar y promover el anuncio del Evangelio, y alcanzar y preservar la unidad plena y visible de la comunidad católica en China “.

El pontífice señala a continuación que “para el viaje que, en esta nueva fase, estamos llamados a recorrer” fue fundamental abordar, en primer lugar, “la cuestión de los nombramientos episcopales. Es bien sabido por todos, que, por desgracia, la historia reciente de la Iglesia católica en China ha sido dolorosamente marcada por profundas tensiones, heridas y divisiones, que se han polarizado sobre todo alrededor de la figura del Obispo como el custodio de la autenticidad de la fe y garante de la comunión eclesial. Cuando, en el pasado, se pretendió determinar también la vida interna de las comunidades católicas, imponiendo un control directo más allá de los poderes legítimos del Estado, en la Iglesia en China, apareció el fenómeno de la clandestinidad”.

El Papa pide un gesto público de fidelidad de los “obispos reconciliados” Francisco revela haber sentido un “gran consuelo al constatar el sincero deseo de los católicos chinos de vivir la propia fe en plena comunión con la Iglesia universal y el sucesor de Pedro”, incluyendo a los obispos “que han herido la comunión en la Iglesia, por debilidad y errores, pero también, no pocas veces, por una fuerte e indebida presión externa”. “Por lo tanto - añade - después de haber examinado atentamente cada situación individual, personal, y escuchado diferentes opiniones, he reflexionado y rezado mucho buscando el verdadero bien de la Iglesia en China” y “ante el Señor y con serenidad de juicio, en continuidad con la orientación de mis inmediatos predecesores, he decidido conceder la reconciliación a los restantes obispos 'oficiales' ordenados sin el mandato pontificio y, tras eliminar las sanciones canónicas relacionadas, los he readmitido en la plena comunión eclesial. Al mismo tiempo, les pido expresar, a través de gestos concretos y visibles, la unidad reencontrada con la sede apostólica y con las Iglesias esparcidas por el mundo, y mantenerse fieles a pesar de las dificultades”.

“El Acuerdo Provisorio - explicó el Papa – no obstante, se limita en algunos aspectos de la vida de la Iglesia y siendo necesariamente perfectible, puede ayudar - por su parte - a escribir esta nueva página de la Iglesia católica en China. Esto, por primera vez, introduce elementos estables de colaboración entre las autoridades del Estado y la Sede Apostólica, con la esperanza de garantizar a la comunidad católica, buenos pastores. En este contexto, la Santa Sede tiene la intención de hacer plenamente lo que le compete, pero también a ustedes, obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, les espera un papel importante: buscar juntos buenos candidatos que tengan las condiciones de asumir en la Iglesia el delicado e importante servicio episcopal. No se trata, de hecho, de nombrar funcionarios para la administración de los asuntos religiosos, sino tener verdaderos Pastores según el corazón de Jesús, comprometidos en obrar generosamente al servicio del Pueblo de Dios, especialmente de los más pobres y los más débiles”.

Diálogo y respeto Asimismo, el pontífice hace un llamado al diálogo, al encuentro y al respeto entre la Santa Sede y el gobierno chino “para construir un futuro común de mayor armonía”.

“En este camino se coloca el Acuerdo Provisional, que es fruto de un largo y complejo diálogo institucional entre la Santa Sede y las autoridades chinas, iniciado ya por san Juan Pablo II y seguido por el papa Benedicto XVI”.

Ese recorrido, según afirmó el Papa, “no tiene otro objetivo, que el de llevar a cabo los fines espirituales y pastorales que le son propios; es decir, sostener y promover el anuncio del Evangelio, así como el de alcanzar y mantener la plena y visible unidad de la comunidad católica en China”.

El Papa invita también a los católicos chinos “a que se hagan artífices de reconciliación” en el país, pues, “la comunidad católica en China está llamada a permanecer unida, para superar las divisiones del pasado que tantos sufrimientos han provocado y lo siguen haciendo en el corazón de muchos pastores y fieles”.

Por ese motivo, pidió “que todos los cristianos, sin distinción, hagan ahora gestos de reconciliación y de comunión”. “Que, en el ámbito civil y político, los católicos chinos sean buenos ciudadanos, amen totalmente a su patria y sirvan a su país con esfuerzo y honestidad, según sus propias capacidades. Que, en el plano ético, sean conscientes de que muchos compatriotas esperan de ellos un grado más en el servicio del bien común y del desarrollo armonioso de la sociedad entera”.

Dirigiéndose a los obispos, sacerdotes y personas consagradas, el Papa les pide que superen “las contraposiciones del pasado, la búsqueda de la afirmación de los intereses personales” para cuidar en cambio, a los fieles, comprometiéndose “humildemente por la reconciliación y la unidad”.

A los católicos de todo el mundo, el Papa les pide “que acompañen con una ferviente oración y con una fraterna amistad a nuestros hermanos y hermanas en China. De hecho, ellos deben sentir que en este camino, que se abre frente a ellos, no están solos “.

El Papa, por último, implora al Señor por el don de la paz e invita a todos a invocar la protección maternal de la Virgen María. 

martes, 25 de septiembre de 2018

SEAN UN PUEBLO SANTO

 En la homilía en la misa votiva del Espíritu Santo celebrada en Tallin, el Santo Padre recordó el sufrimiento del pueblo de Estonia, y animó a todos a "salir a promover la relación con Dios", dando testimonio de "un pueblo santo", orgulloso de sus raíces y con el corazón abierto.
Ciudad del Vaticano - Juan Carlos Velarde González
Hoy el Santo Padre en la Plaza de la Libertad, en Tallin – Estonia, ha celebrado la última celebración eucarística antes de su regreso a Roma después de haber visitado desde el pasado sábado los tres países bálticos: Lituania, Letonia y Estonia.
En la homilía en la misa votiva del Espíritu Santo que ha celebrado, el Santo Padre ha querido recordar el sufrimiento del pueblo de Estonia partiendo de la reflexión sobre la “llegada del pueblo hebreo —una vez liberado de la esclavitud en Egipto— al monte Sinaí”. “Vosotros –ha continuado el Papa- sabéis de luchas por la libertad, podéis identificaros con aquel pueblo”.

Un pueblo que conoce el amor de su Dios

El Papa Francisco recordó cómo el pueblo que llega hasta el Sinaí “es un pueblo que ya ha visto el amor de su Dios, es un pueblo que decide hacer un pacto de amor porque Dios ya lo amó primero y le expresó ese amor”.
Haciendo una consideración sobre el don de la fe recordó que: “los cristianos sabemos que la propuesta de Dios lleva a la plenitud”, a la vez que hizo una reflexión más: “Algunos se consideran libres cuando viven sin Dios o al margen de él. No advierten que de ese modo transitan por esta vida como huérfanos, sin un hogar donde volver. Nos toca a nosotros, al igual que al pueblo salido de Egipto, escuchar y buscar”.

Llamados al encuentro con Jesús

Ante esa búsqueda, esa “sed, que habita en todo corazón humano, Jesús, nos anima a resolverla yendo a su encuentro. Él es quien puede llenarnos de la plenitud”.
Ante la tentación de buscar saciar la sed interior que lleva dentro de sí todo hombre, el Papa recordó que: “En el desierto, el pueblo de Israel va a caer en la tentación de buscarse otros dioses… Pero Dios siempre lo atrae nuevamente, y ellos recordarán lo que escucharon y vieron en el monte”.
Ante esta llamada a volver a Dios, el Papa compartió con la pequeña porción del Pueblo de Dios que peregrina en Estonia: “somos la pequeña porción que tiene que fermentar toda la masa, que no se esconde ni se aparta, que no se considera mejor ni más pura”. Y tomando el ejemplo del águila cuando resguarda a sus polluelos y los ayuda a valerse por sí mismos sin dejar de protegerlos, el Papa les recordó que:
“Así es Dios con su pueblo elegido, lo quiere en “salida”, arriesgado en su vuelo y siempre protegido solo por él. Tenemos que perder el miedo y salir de los espacios blindados, porque hoy la mayoría de los estonios no se reconocen como creyentes”.
El Papa además dio pistas en la homilía para estar en actitud de salida, les dijo: “Salir como sacerdotes; lo somos por el bautismo. Salir a promover la relación con Dios… Necesitamos crecer en una mirada cercana para contemplar, conmovernos y detenernos ante el otro, con una mirada respetuosa y llena de compasión que es capaz de sanar, desatar ataduras y hacer crecer en la vida cristiana y dar testimonio de ser un pueblo santo”.

Todos estamos llamados a ser santos

Añadió el Santo Padre: “Hoy elegimos ser santos saneando los márgenes y las periferias de nuestra sociedad, allí donde nuestro hermano yace y sufre el descarte, en él está la imagen de Dios, es un hermano redimido por Jesucristo”.
El Santo Padre finalizó su homilía recordando al pueblo de Estonia: “Qué bueno es sentirse parte de un pueblo. Vayamos a la montaña santa, a la de Moisés, a la de Jesús, y pidámosle que nos despierte el corazón, que nos regale el don del Espíritu para discernir en cada momento de la historia cómo ser libres, cómo abrazar el bien y sentirnos elegidos, cómo dejar que Dios haga crecer, aquí en Estonia y en el mundo entero, su nación santa, su pueblo sacerdotal”.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Misa en Lituania: Ser Iglesia “en salida”, no tener miedo a salir y entregarnos



Misa en Kaunas, Lituania, 23 sept. 2018 © Vatican Media
Misa En Kaunas, Lituania, 23 Sept. 2018 © Vatican Media

Homilía del Papa Francisco


(ZENIT – 
A continuación, ofrecemos la homilía del Papa Francisco en la parque de Santakos, en Kaunas, Lituania.
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Homilía del Papa Francisco
San Marcos dedica toda una parte de su evangelio a la enseñanza de los discípulos. Pareciera que Jesús, a mitad de camino hacia Jerusalén, quiso que los suyos volvieran a elegir sabiendo que ese seguimiento suponía momentos de prueba y de dolor. El evangelista relata ese período de la vida de Jesús recordando que en tres ocasiones él anunció su pasión; ellos expresaron tres veces su desconcierto y resistencia, y el Señor en las tres oportunidades quiso dejarles una enseñanza.
Nosotros acabamos de escuchar la segunda de esas tres secuencias (cf. Mc 9,30-37). La vida cristiana siempre pasa por momentos de cruz, y a veces parecen interminables. Las generaciones pasadas habrán dejado grabado a fuego el tiempo de la ocupación, la angustia de los que eran llevados, la incertidumbre de los que no volvían, la vergüenza de la delación, de la traición. El libro de la Sabiduría nos habla acerca del justo perseguido, aquel que sufre ultrajes y tormentos por el solo hecho de ser bueno (cf. 2,10-20). Cuántos de vosotros podríais relatar en primera persona, o en la historia de algún familiar, este mismo pasaje que hemos leído. Cuántos también habéis visto tambalear vuestra fe porque no apareció Dios para defenderos; porque el hecho de permanecer fieles no bastó para que él interviniera en vuestra historia. Kaunas sabe de esto; Lituania entera lo puede testimoniar con un escalofrío ante la sola mención de Siberia, o los guetos de Vilna y de Kaunas, entre otros; y puede decir al unísono con el apóstol Santiago, en el fragmento de su carta que hemos escuchado: ambicionan, matan, envidian, combaten y hacen la guerra (cf. 4,2).
Pero los discípulos no querían que Jesús les hablase de dolor y cruz, no quieren saber nada de pruebas y angustias. Y san Marcos recuerda que se interesaban por otras cosas, que volvían a casa discutiendo quién era el mayor. Hermanos: el afán de poder y de gloria constituye el modo más común de comportarse de quienes no terminan de sanar la memoria de su historia y, quizás por eso mismo, tampoco aceptan esforzarse en el trabajo del presente. Y entonces se discute sobre quién brilló más, quién fue más puro en el pasado, quién tiene más derecho a tener privilegios que los otros. Y así negamos nuestra historia, «que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 96). Es una actitud estéril y vanidosa, que renuncia a implicarse en la construcción del presente al perder el contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel. No podemos ser como esos “expertos” espirituales, que solo juzgan desde afuera y se entretienen en un continuo hablar sobre “lo que habría que hacer” (cf. ibíd.).
Jesús, sabiendo lo que sentían, les propone un antídoto a estas luchas de poder y al rechazo del sacrificio; y, para darle solemnidad a lo que va a decir, se sienta como un Maestro, los llama, y realiza un gesto: pone a un niño en el centro; un niñito que generalmente se ganaba los mendrugos haciendo los mandados que nadie quería hacer. ¿A quién pondrá en el medio hoy, aquí, en esta mañana de domingo? ¿Quiénes serán los más pequeños, los más pobres entre nosotros, aquellos que tenemos que acoger a cien años de nuestra independencia? ¿Quién no tiene nada para devolvernos, para hacer gratificante nuestro esfuerzo y nuestras renuncias? Quizás son las minorías étnicas de nuestra ciudad, o aquellos desocupados que deben emigrar. Tal vez son los ancianos solos, o los jóvenes que no encuentran sentido a la vida porque perdieron sus raíces.
“En medio” significa equidistante, para que nadie se pueda hacer el distraído, ninguno pueda argumentar que “es responsabilidad de otro”, porque “yo no lo vi” o “estoy más lejos”. Sin protagonismos, sin querer ser los aplaudidos o los primeros. Allá, en la ciudad de Vilna, le tocó al río Vilna aportar su caudal y perder su nombre ante el Neris; acá, es el mismo Neris el que pierde su nombre aportando su caudal al Nemunas. De eso se trata, de ser una Iglesia “en salida”, de no tener miedo a salir y entregarnos aun cuando parezca que nos disolvemos, de perder en pos de los más pequeños, de los olvidados, de aquellos que habitan en las periferias existenciales.
Pero sabiendo que ese salir implicará también en ocasiones un detener el paso, dejar de lado ansiedades y urgencias, para saber mirar a los ojos, escuchar y acompañar al que se quedó al borde del camino. A veces tocará comportarse como el padre del hijo pródigo, que se queda a la puerta esperando su regreso, para abrirle apenas llegue (cf. ibíd., 46); y otras, como los discípulos que tienen que aprender que cuando se recibe a un pequeño es al mismo Jesús a quien se recibe.
Porque por eso estamos hoy acá, ansiosos de recibir a Jesús: en su palabra, en la eucaristía, en los pequeños. Recibirlo para que él reconcilie nuestra memoria y nos acompañe en un presente que nos sigue apasionando por sus desafíos, por los signos que nos deja, para que lo sigamos como discípulos, porque no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en el corazón de los discípulos de Cristo, y así sentimos como nuestros los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y afligidos (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. ap. Gaudium et spes, 1). Por eso, y porque como comunidad nos sentimos verdadera e íntimamente solidarios del género humano —de esta ciudad y de toda Lituania— y de su historia (cf. ibíd.), queremos entregar la vida en el servicio y en la alegría, y así hacer saber a todos que Cristo Jesús es nuestra única esperanza.
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Ángelus: El cristiano debe “estar allí donde nadie quiere ir, sirviendo”

Palabras del Papa antes del Ángelus
(ZENIT – 23 sept 2018).- El Papa ha recordado la destrucción definitiva del Gueto de Vilna, hace 75 años, y el aniquilamiento de los hebreos en Lituania, al rezar el Ángelus en Kaunas, este domingo, 23 de septiembre de 2018.
En este contexto el Santo Padre ha propuesto: “Pidamos al Señor que nos dé el don del discernimiento para detectar a tiempo cualquier rebrote de esa perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no han vivido aquello”.
Jesús en el Evangelio nos recuerda una tentación sobre la que tendremos que vigilar con insistencia: el afán de primacía, de sobresalir por encima de los demás, que puede anidar en todo corazón humano, ha señalado Francisco.
Francisco habla lituano
Así, el Pontífice ha anunciado que el “antídoto” que propone Jesús cuando aparece esa pulsión en nuestro corazón o en el latir de una sociedad o un país: “Hacerse el último de todos y el servidor de todos; estar allí donde nadie quiere ir, donde nada llega, en lo más distante de las periferias; y sirviendo, generando encuentro con los últimos, con los descartados”.
Los fieles lituanos, polacos y procedentes de los países vecinos a Lituania han aplaudido y celebrado con entusiasmo las palabras del Papa Francisco en lituano al terminar la oración del Ángelus: “Gražaus sekmadienio! Skaniu pietu!”, que significa: “¡Feliz domingo. Buen almuerzo!”.
***
Palabras antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
El libro de la Sabiduría que hemos escuchado en la primera lectura nos habla del justo perseguido, de aquel cuya “sola presencia” molesta a los impíos. El impío es descrito como el que oprime al pobre, no tiene compasión de la viuda ni respeta al anciano (cf. 2,17-20). El impío tiene la pretensión de creer que su “fuerza es la norma de la justicia”. Someter a los más frágiles, usar la fuerza en cualquiera de sus formas: imponer un modo de pensar, una ideología, un discurso dominante, usar la violencia o represión para doblegar a quienes simplemente, con su hacer cotidiano honesto, sencillo, trabajador y solidario, expresan que es posible otro mundo, otra sociedad. Al impío no le alcanza con hacer lo que quiere, dejarse llevar por sus caprichos; no quiere que los otros, haciendo el bien, dejen en evidencia su modo de actuar. En el impío, el mal siempre intenta aniquilar el bien.
Hace 75 años, esta nación presenciaba la destrucción definitiva del Gueto de Vilna; así culminaba el aniquilamiento de miles de hebreos que ya había comenzado dos años antes. Al igual que se lee en el libro de la Sabiduría, el pueblo judío pasó por ultrajes y tormentos. Hagamos memoria de aquellos tiempos, y pidamos al Señor que nos dé el don del discernimiento para detectar a tiempo cualquier rebrote de esa perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no han vivido aquello y que a veces pueden correr tras esos cantos de sirena.
Fieles reciben al Papa en Kaunas con banderas de Lituania e Israel © Vatican MediaJesús en el Evangelio nos recuerda una tentación sobre la que tendremos que vigilar con insistencia: el afán de primacía, de sobresalir por encima de los demás, que puede anidar en todo corazón humano. Cuántas veces ha sucedido que un pueblo se crea superior, con más derechos adquiridos, con más privilegios por preservar o conquistar. ¿Cuál es el antídoto que propone Jesús cuando aparece esa pulsión en nuestro corazón o en el latir de una sociedad o un país? Hacerse el último de todos y el servidor de todos; estar allí donde nadie quiere ir, donde nada llega, en lo más distante de las periferias; y sirviendo, generando encuentro con los últimos, con los descartados. Si el poder se decidiera por eso, si permitiéramos que el Evangelio de Jesucristo llegara a lo hondo de nuestras vidas, entonces sí sería una realidad la “globalización de la solidaridad”. «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos insistimos en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas” (Ga 6,2)» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67).
Aquí en Lituania está la colina de las cruces, donde millares de personas, a lo largo de los siglos, han plantado el signo de la cruz. Los invito a que, al rezar el Ángelus, le pidamos a María que nos ayude a plantar la cruz de nuestro servicio, de nuestra entrega allí donde nos necesitan, en la colina donde habitan los últimos, donde es preciso la atención delicada a los excluidos, a las minorías, para que alejemos de nuestros ambientes y de nuestras culturas la posibilidad de aniquilar al otro, de marginar, de seguir descartando a quien nos molesta y amenaza nuestras comodidades.
Jesús pone en medio a un pequeño, lo pone a la misma distancia de todos, para que todos nos sintamos desafiados a dar una respuesta. Al recordar el “sí” de María, pidámosle que haga nuestro “sí” generoso y fecundo como el suyo.
[Angelus Domini…]
Feliz domingo. Buen almuerzo. — Gražaus sekmadienio! Skaniu pietu!
© Librería Editorial Vaticano

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viernes, 21 de septiembre de 2018

“Si quieres alcanzar el corazón de Dios, toma el camino de la misericordia”


Santa Marta 1 junio 2018 © Vatican New
Santa Marta 1 Junio 2018 © Vatican New

Y déjate tratar con misericordia


(ZENIT – 21 septiembre 2018).- “Si quiere alcanzar el corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”, invitó el Papa Francisco mientras celebraba la Misa matutina en la Casa Santa Marta este 21 de septiembre de 2018: ” La Misericordia Dios busca a todos, perdona a todos”.
En su homilía reportada por Vatican News, el Papa evocó a los cristianos, a los santos “que fueron escogidos desde lo más bajo” e invitó a cultivar “esta conciencia de la cual fuimos elegidos”, manteniendo “la memoria de que el Señor ha tenido misericordia de mis pecados y me ha elegido para ser cristiano, para ser apóstol”.
“Cuando el apóstol olvida sus orígenes y comienza a hacer carrera, advirtió, se aleja del Señor y se convierte en funcionario; quien hace mucho bien, tal vez, pero él no es un Apóstol. Él no podrá transmitir a Jesús; él será un organizador de planes pastorales … pero al final, un hombre de negocios. Un hombre de negocios del Reino de Dios, porque olvidó de dónde fue elegido”.
El recuerdo de sus orígenes “debe acompañar la vida del Apóstol y de todo cristiano”, insistió el Papa: “Ser cristiano es algo muy bello y muy grande. Somos nosotros quienes nos alejamos y queremos quedarnos a mitad de camino”.
En el Evangelio del día (Mt 9: 9-13), la conversión de San Mateo, cuando Jesús se sentó a la mesa ” con lo peor de la sociedad”, “los doctores de la Ley se escandalizaron”, comentó el Papa: “Llamaron a los discípulos y les dijeron :¿Pero cómo vuestro maestro hace esto con esta gente? ¡Pues se vuelve impuro! “Comer con un impuro te contamina la impureza … Y Jesús toma la palabra y dice …:”Id y aprended lo que significa: quiero misericordia, no sacrificio”.
“La misericordia de Dios busca a todos, perdona a todos. Solo él te pide que digas: “Sí, ayúdame”. Solo eso”, dijo el Papa Francisco. Y para concluir: “Entender la misericordia del Señor es un misterio; el misterio más grande, el más hermoso, es el corazón de Dios. Si quieres llegar al corazón de Dios, toma el camino de la misericordia y déjate tratar con misericordia”.
© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

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jueves, 20 de septiembre de 2018

El Papa llama a “no condenar” a los demás Poniendo a Cristo “en el centro” de nuestra vida




Misa en Santa Marta, 20-09-2018 © Vatican Media
Misa En Santa Marta, 20-09-2018 © Vatican Media

SEPTIEMBRE 20, 2018 18:15PAPA Y SANTA SEDE


(ZENIT – 20 sept. 2018).- El Papa Francisco ha invitado esta mañana en la Eucaristía a pedir a Jesús que proteja siempre “con su misericordia y perdón” a nuestra Iglesia, “que como madre es santa, pero llena de hijos pecadores como nosotros”, reporta ‘Vatican News’ en español.
La reflexión del Santo Padre en la Misa celebrada este jueves, 20 de septiembre de 2018, en la Capilla de Santa Marta ha sido en torno a la Primera Carta de San Pablo Apóstol de los Corintios y sobre el Evangelio de Lucas de hoy, centrado en las palabras de Jesús: “sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”.
En las lecturas de hoy, el Pontífice ha reconocido “tres grupos de personas”, recoge el portal informativo ‘Vatican News’: Jesús y sus discípulos; Pablo y la mujer, una de aquellas cuyo destino era “ser visitada en secreto”, incluso por los “fariseos”, o inclusive de “ser apedreada”; y los doctores de la Ley.
Francisco destaca cómo la mujer se hacía ver “con amor, con tanto amor por Jesús”, sin ocultar “ser una pecadora”. Lo mismo ocurre con Pablo, quien afirma: “A ustedes de hecho les he transmitido, ante todo, lo que yo también he recibido, es decir, que Cristo murió por nuestros pecados”.
Pequeño gesto de amor
Ambos, por lo tanto, buscaban a Dios “con amor, pero amor a medias”. Pablo porque –ha matizado el Papa– “pensaba que el amor era una ley y tenía su corazón cerrado a la revelación de Jesucristo: perseguía a los cristianos, pero por el celo de la ley, por este amor inmaduro”. Y la mujer buscaba el amor, el “pequeño amor”.
Ante los comentarios de los fariseos –relata Francisco– Jesús explica: “A ella se le ha perdonado tanto porque ha amado mucho. ¿Pero cómo amar? Estos no saben amar. Buscan el amor. Y Jesús, hablando de estos, dice –una vez dijo– que estarán ante nosotros, en el Reino de los Cielos. ‘Pero qué escándalo …’ –los fariseos– ‘¡pero esta gente!’ Jesús mira el pequeño gesto de amor, el pequeño gesto de buena voluntad, y lo toma y lo lleva adelante. Esta es la misericordia de Jesús: siempre perdona, siempre recibe”.
La hipocresía de los “justos”
Asimismo, el Pontífice ha señalado que los “doctores de la ley” tienen una actitud que solo los hipócritas utilizan a menudo: “se escandalizan”. Y dicen: “Pero mira, ¡qué escándalo! ¡No se puede vivir así! Hemos perdido los valores … Ahora todos tienen derecho de entrar en la iglesia, incluso los divorciados, todos. ¿Pero dónde estamos?”
Esto es el “escándalo de los hipócritas”, ha advertido el Papa. “Este es el diálogo entre el gran amor que perdona todo, de Jesús, el amor ‘a medias’ de Pablo y de esta señora, y también el nuestro, que es un amor incompleto porque ninguno de nosotros es un santo canonizado. Digamos la verdad. Y la hipocresía: la hipocresía de los ‘justos’, de los ‘puros’, de los que se creen salvados por sus propios méritos externos”.
Misericordia
El Papa Francisco ha exhortado, en conclusión, a “no olvidar que Jesús perdona, recibe, usa misericordia”, una “palabra tan a menudo olvidada cuando cotilleamos de los demás”, ha dicho.
La invitación es entonces “ser misericordiosos, como Jesús, y no condenar a los demás”. Jesús en el centro “. De hecho, Cristo perdona tanto a Pablo, “pecador, perseguidor, pero con un amor a medias”, como a la mujer, “pecadora, también ella con un amor incompleto”. Sólo de esta manera pueden encontrar el “verdadero amor”, que es Jesús, mientras que los hipócritas “son incapaces de encontrar el amor porque tienen el corazón cerrado”.

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