miércoles, 31 de octubre de 2018

“Llamados a amar y ser amados, del yo al nosotros”

«No cometerás adulterio». El Sexto mandamiento del Decálogo tema de la catequesis del Papa Francisco en la Audiencia General del miércoles 31 de octubre de 2018.

Renato Martinez – Ciudad del Vaticano

La dimensión afectiva: una llamada al amor

De hecho, afirma el Pontífice, nuestra dimensión afectiva es una llamada al amor, que se manifiesta en la fidelidad, la acogida y la misericordia. “No hay que olvidar, sin embargo – precisa el Papa – que este mandamiento se refiere explícitamente a la fidelidad matrimonial, por lo que es bueno reflexionar más a fondo sobre su significado nupcial. ¡Este pasaje de la Escritura, este pasaje de la Carta de San Pablo, es revolucionario! Pensar, con la antropología de la época, que el marido debe amar a su mujer como Cristo ama a la Iglesia: ¡pero es una revolución! Tal vez, en ese momento, fue lo más revolucionario que se dijo sobre el matrimonio. Siempre en el camino del amor. Podemos preguntarnos: este mandamiento de fidelidad, ¿a quién va dirigido? ¿Sólo a los esposos? En realidad, este mandamiento es para todos, es una Palabra paterna de Dios dirigida a todo hombre y mujer”.

La madurez humana: es el camino del amor

Por ello, es bueno recordar, señala el Papa Francisco, que el camino de la madurez humana es el camino mismo del amor que va del recibir cuidados a la capacidad de ofrecer cuidados, de recibir vida a la capacidad de dar vida. “Convertirse en hombres y mujeres adultos – subraya el Obispo de Roma – significa llegar a vivir la actitud conyugal y paternal, que se manifiesta en diversas situaciones de la vida como la capacidad de tomar sobre sí el peso de otro y amarlo sin ambigüedades. Es, por tanto, una actitud global de la persona que sabe asumir la realidad y sabe entrar en una relación profunda con los demás”.

El adultero: una persona inmadura

En este sentido, el Sucesor de Pedro se pregunta: ¿Quién es el adúltero, el lujurioso, el infiel? “Es una persona inmadura, que mantiene su vida para sí mismo e interpreta las situaciones de acuerdo a su propio bienestar y satisfacción. Así que, ¡para casarse, no basta con celebrar la boda! – advierte el Santo Padre – es necesario hacer un camino del yo al nosotros, de pensar solo a pensar en ambos, de vivir solo a vivir en dos: es un camino hermoso. Cuando llegamos a descentrarnos, es entonces que cada acto es conyugal: trabajamos, hablamos, decidimos, nos encontramos con los demás con una actitud acogedora y oblativa”.

Toda vocación cristiana, es nupcial

Es por ello que, toda vocación cristiana, en este sentido, es nupcial, porque se vive con esta actitud acogedora y oblativa. “El sacerdocio lo es porque es la llamada, en Cristo y en la Iglesia, a servir a la comunidad con todo el afecto, el cuidado concreto y la sabiduría que el Señor da. La Iglesia no necesita aspirantes al papel de sacerdotes, sino hombres a los que el Espíritu Santo toca el corazón con un amor sin reservas por la Esposa de Cristo. En el sacerdocio se ama al pueblo de Dios con toda la paternidad, la ternura y la fuerza de un esposo y de un padre. De la misma manera, la virginidad consagrada en Cristo se vive con fidelidad y alegría como una relación nupcial y fecunda de maternidad y paternidad”.
“Toda vocación cristiana es nupcial, porque es fruto del vínculo de amor en el que todos somos regenerados, el vínculo de amor con Cristo. A partir de su fidelidad, de su ternura, de su generosidad, miramos con fe al matrimonio y a toda vocación, y comprendemos el sentido pleno de la sexualidad”

La persona humana, destinada a amar y ser amada

Antes de concluir su catequesis, el Papa Francisco dijo que, la creatura humana, en su inseparable unidad de espíritu y cuerpo, y en su polaridad masculina y femenina, es una realidad muy buena, destinada a amar y ser amada. “El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra vocación al amor, y en el amor auténtico – subraya el Pontífice – no hay lugar para la lujuria y para su superficialidad. ¡Los hombres y las mujeres merecen algo mejor! Por eso, la Palabra ‘No cometas adulterio’, aunque sea en forma negativa, nos orienta a nuestra llamada originaria, es decir, al amor nupcial pleno y fiel, que Jesucristo nos ha revelado y donado”.

Vivan su vocación con plenitud y fidelidad

Finalmente, el Santo Padre, saludó cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. “Los animo a que, siguiendo el ejemplo de los santos, cuya solemnidad celebramos mañana – alentó el Papa – sean capaces de vivir su vocación con plenitud y fidelidad, en sintonía con ese amor nupcial que Jesucristo nos ha revelado y entregado como don”.

domingo, 28 de octubre de 2018

Misa de clausura del Sínodo: “Escuchar, hacerse prójimo y testimoniar”


Misa de clausura del Sínodo de los Obipos, 28 oct. 2018. Captura pantalla Vatican Media

Homilía del Papa en la Basílica Vaticana

(ZENIT – 28 oct. 2018).- El Santo Padre Francisco ha expuesto 3 pasos fundamentales para el camino de la fe: “escuchar, hacerse prójimo y testimoniar”, en la homilía de la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos, sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
Homilía del Papa Francisco
El episodio que hemos escuchado es el último que narra el evangelista Marcos sobre el ministerio itinerante de Jesús, quien poco después entrará en Jerusalén para morir y resucitar. Bartimeo es, por lo tanto, el último que sigue a Jesús en el camino: de ser un mendigo al borde de la vía en Jericó, se convierte en un discípulo que va con los demás a Jerusalén. Nosotros también hemos caminado juntos, hemos “hecho sínodo” y ahora este evangelio sella tres pasos fundamentales para el camino de la fe. 
En primer lugar, nos fijamos en Bartimeo: su nombre significa “hijo de Timeo”. Y el texto lo especifica: «El hijo de Timeo, Bartimeo» (Mc 10,46). Pero, mientras el Evangelio lo reafirma, surge una paradoja: el padre está ausente. Bartimeo yace solo junto al camino, lejos de casa y sin un padre: no es alguien amado sino abandonado. Es ciego y no tiene quien lo escuche. Cuando quería hablar, le hacen callar. Jesús escucha su grito. Y cuando lo encuentra le deja hablar. No era difícil adivinar lo que Bartimeo le habría pedido: es evidente que un ciego lo que quiere es tener o recuperar su vista. Pero Jesús no es expeditivo, da tiempo a la escucha. Este es el primer paso para facilitar el camino de la fe: escuchar. Es el apostolado del oído: escuchar, antes de hablar. 
Por el contrario, muchos de los que estaban con Jesús imprecaban a Bartimeo para que se callara (cf. v. 48). Para estos discípulos, el necesitado era una molestia en el camino, un imprevisto en el programa. Preferían sus tiempos a los del Maestro, sus palabras en lugar de escuchar a los demás: seguían a Jesús, pero lo que tenían en mente eran sus propios planes. Es un peligro del que tenemos que prevenirnos siempre. Para Jesús, en cambio, el grito del que pide ayuda no es algo molesto que dificulta el camino, sino una pregunta vital. ¡Qué importante es para nosotros escuchar la vida! Los hijos del Padre celestial escuchan a sus hermanos: no las murmuraciones inútiles, sino las necesidades del prójimo. Escuchar con amor, con paciencia, como hace Dios con nosotros, con nuestras oraciones a menudo repetitivas. Dios nunca se cansa, siempre se alegra cuando lo buscamos. Pidamos también nosotros la gracia de un corazón dócil para escuchar. Me gustaría decirles a los jóvenes, en nombre de todos nosotros, adultos: disculpadnos si a menudo no os hemos escuchado; si, en lugar de abrir vuestro corazón, os hemos llenado los oídos. Como Iglesia de Jesús deseamos escucharos con amor, seguros de dos cosas: que vuestra vida es preciosa ante Dios, porque Dios es joven y ama a los jóvenes; y que vuestra vida también es preciosa para nosotros, más aún, es necesaria para seguir adelante. 
Después de la escucha, un segundo paso para acompañar el camino de fe: hacerse prójimos. Miramos a Jesús, que no delega en alguien de la «multitud» que lo seguía, sino que se encuentra con Bartimeo en persona. Le dice: «¿Qué quieres que haga por ti?» (v. 51). Qué quieres: Jesús se identifica con Bartimeo, no prescinde de sus expectativas; que yo haga: hacer, no solo hablar; por ti: no de acuerdo con ideas preestablecidas para cualquiera, sino para ti, en tu situación. Así lo hace Dios, implicándose en primera persona con un amor de predilección por cada uno. Ya en su modo de actuar transmite su mensaje: así la fe brota en la vida. 
La fe pasa por la vida. Cuando la fe se concentra exclusivamente en las formulaciones doctrinales, se corre el riesgo de hablar solo a la cabeza, sin tocar el corazón. Y cuando se concentra solo en el hacer, corre el riesgo de convertirse en moralismo y de reducirse a lo social. La fe, en cambio, es vida: es vivir el amor de Dios que ha cambiado nuestra existencia. No podemos ser doctrinalistas o activistas; estamos llamados a realizar la obra de Dios al modo de Dios, en la proximidad: unidos a él, en comunión entre nosotros, cercanos a nuestros hermanos. Proximidad: aquí está el secreto para transmitir el corazón de la fe, no un aspecto secundario. 
Hacerse prójimos es llevar la novedad de Dios a la vida del hermano, es el antídoto contra la tentación de las recetas preparadas. Preguntémonos si somos cristianos capaces de ser prójimos, de salir de nuestros círculos para abrazar a los que “no son de los nuestros” y que Dios busca ardientemente. Siempre existe esa tentación que se repite tantas veces en las Escrituras: lavarse las manos. Es lo que hace la multitud en el Evangelio de hoy, es lo que hizo Caín con Abel, es lo que hará Pilato con Jesús: lavarse las manos. Nosotros, en cambio, queremos imitar a Jesús, e igual que él ensuciarnos las manos. Él, el camino (cf. Jn 14,6), por Bartimeo se ha detenido en el camino. Él, la luz del mundo (cf. Jn 9,5), se ha inclinado sobre un ciego. Reconozcamos que el Señor se ha ensuciado las manos por cada uno de nosotros, y miremos la cruz y recomencemos desde allí, del recordarnos que Dios se hizo mi prójimo en el pecado y la muerte. Se hizo mi prójimo: todo viene de allí. Y cuando por amor a él también nosotros nos hacemos prójimos, nos convertimos en portadores de nueva vida: no en maestros de todos, no en expertos de lo sagrado, sino en testigos del amor que salva. 
Testimoniar es el tercer paso. Fijémonos en los discípulos que llaman a Bartimeo: no van a él, que mendigaba, con una moneda tranquilizadora o a dispensar consejos; van en el nombre de Jesús. De hecho, le dirigen solo tres palabras, todas de Jesús: «Ánimo, levántate, que te llama» (v. 49). En el resto del Evangelio, solo Jesús dice ánimo, porque solo él resucita el corazón. Solo Jesús dice en el Evangelio levántate, para sanar el espíritu y el cuerpo. Solo Jesús llama, cambiando la vida del que lo sigue, levantando al que está por el suelo, llevando la luz de Dios en la oscuridad de la vida. Muchos hijos, muchos jóvenes, como Bartimeo, buscan una luz en la vida. Buscan un amor verdadero. Y al igual que Bartimeo que, a pesar de la multitud, invoca solo a Jesús, también ellos invocan la vida, pero a menudo solo encuentran promesas falsas y unos pocos que se interesan de verdad por ellos. 
No es cristiano esperar que los hermanos que están en busca llamen a nuestras puertas; tendremos que ir donde están ellos, no llevándonos a nosotros mismos, sino a Jesús. Él nos envía, como a aquellos discípulos, para animar y levantar en su nombre. Él nos envía a decirles a todos: “Dios te pide que te dejes amar por él”. Cuántas veces, en lugar de este mensaje liberador de salvación, nos hemos llevado a nosotros mismos, nuestras “recetas”, nuestras “etiquetas” en la Iglesia. Cuántas veces, en vez de hacer nuestras las palabras del Señor, hemos hecho pasar nuestras ideas por palabra suya. Cuántas veces la gente siente más el peso de nuestras instituciones que la presencia amiga de Jesús. Entonces pasamos por una ONG, por una organización paraestatal, no por la comunidad de los salvados que viven la alegría del Señor. 
Escuchar, hacerse prójimos, testimoniar. El camino de fe termina en el Evangelio de una manera hermosa y sorprendente, con Jesús que dice: «Anda, tu fe te ha salvado» (v. 52). Y, sin embargo, Bartimeo no hizo profesiones de fe, no hizo ninguna obra; solo pidió compasión. Sentirse necesitados de salvación es el comienzo de la fe. Es el camino más directo para encontrar a Jesús. La fe que salvó a Bartimeo no estaba en la claridad de sus ideas sobre Dios, sino en buscarlo, en querer encontrarlo. La fe es una cuestión de encuentro, no de teoría. En el encuentro Jesús pasa, en el encuentro palpita el corazón de la Iglesia. Entonces, lo que será eficaz es nuestro testimonio de vida, no nuestros sermones. 
Y a todos vosotros que habéis participado en este “caminar juntos”, os agradezco vuestro testimonio. Hemos trabajado en comunión y con franqueza, con el deseo de servir a Dios y a su pueblo. Que el Señor bendiga nuestros pasos, para que podamos escuchar a los jóvenes, hacernos prójimos suyos y testimoniarles la alegría de nuestra vida: Jesús. 
© Librería Editorial Vaticano

sábado, 27 de octubre de 2018

Sínodo: “El Espíritu nos entrega el documento para que trabaje en nuestros corazones”


Palabras del Papa tras la votación del documento final


(ZENIT – 27 oct. 2018).- Antes de clausurar el Sínodo sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, el Papa Francisco ha ofrecido unas palabras de agradecimiento, especialmente a los jóvenes que han participado, al finalizar la 21ª Congregación General –dedicada a votar el documento final– que pone fin a la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo.
El Santo Padre ha expuesto 3 puntos que “tiene en el corazón” y quería expresar al terminar el Sínodo, según ha indicado. En primer lugar, ha reiterado que el Sínodo “no es un parlamento”, sino “un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda actuar”. Así, ha recordado: “No olvidemos que ha sido el Espíritu quien ha trabajado aquí”.
En segundo lugar, el Pontífice ha asegurado que “el resultado del Sínodo no es un documento”. Francisco ha dicho que “ahora el Espíritu nos entrega a nosotros el documento para que trabaje en nuestros corazones, somos nosotros los destinatarios del documento”.
Por último, en tercer lugar, el Papa ha vuelto a pedir la necesaria oración por la Iglesia: “Se trata de un momento difícil porque el acusador, por medio de nosotros, ataca a la Madre, y a la Madre, y a la Madre no se le toca”, ha recordado. “Nuestra madre es santa, pero los hijos son pecadores. Somos todos pecadores”.
Este sábado, 27 de octubre de 2018, los padres sinodales han votado (268 tenían derecho, pero solo estaban presentes 249) el documento final: la primera y segunda parte por la mañana, y la tercera parte por la tarde.
A las 20 horas, el presidente delegado del Sínodo, el Cardenal Louis Raphaël I Sako, Patriarca de Babilonia de los Caldeos, jefe del Sínodo de la Iglesia Caldea (Iraq) ha dirigido unas palabras a todos los participantes en el Sínodo y ha invitado a todos los jóvenes del mundo “a levantar sus voces y poner su carisma para construir una sociedad más fraterna, más justa, con más paz”.
Asimismo, el Patriarca de la Iglesia Caldea ha pedido en la Asamblea: “No olvidéis a los cristianos de Oriente, porque si Oriente se vacía de cristianos, el cristianismo se quedará sin raíces”.
Después, ha intervenido el Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo, quien ha expresado que ha habido una “profunda comunión eclesial y los afectos del corazón de cada uno de nosotros que hemos llegado aquí de todos los lugares de la Tierra”.
A continuación, ofrecemos las palabras del Papa Francisco, en una transcripción rápido de trabajo de la redacción de Zenit.
***
Palabras del Santo Padre
Gracias a todos. Gracias al Cardenal Baldisseri, (…) a los presidentes, a los delegados, al relator, a los subsecretarios, les dije que la verdad que se jugaron la piel y ahora nos dejaron los huesos, porque realmente están consumidos. Y los expertos hemos visto como se pasa de un texto mártir a una comisión mártir. La comisión de redacción, que realmente aplicó mucho esfuerzo y con mucha penitencia hizo esto. Gracias a ustedes, auditores, y en especial, gracias a los jóvenes que nos trajeron su música al aula. La música es la palabra diplomática para decir “ruido”. Gracias.
Algunas cosas que llevo en el corazón.
  1. Reiterar una vez más que el Sínodo no es un parlamento. Es un espacio protegido para que el Espíritu Santo pueda actuar. Y por eso las informaciones que se ofrecen son de carácter general. Y no los detalles, los nombres, la formas de decir las cosas… con las cuales, el Espíritu Santo trabaja en nosotros. Este ha sido un espacio protegido. No olvidemos que ha sido el Espíritu quien ha trabajado aquí.
  2. El resultado del Sínodo no es un documento. Lo dije al comenzar. Estamos llenos de documentos… Y yo no sé si este documento allá fuera hará algo, pero lo que sí sé es que ha de actuar en nosotros. Tiene que trabajar desde nosotros. Nosotros, en la comisión preparamos el documento, lo estudiamos, presentamos los modos, lo aprobamos. Y ahora el Espíritu nos entrega a nosotros el documento para que trabaje en nuestros corazones, somos nosotros los destinatarios del documento. Porque este documento ha de trabajar y para que trabaje hay que orarlo, hay que estudiarlo, hay que pedir luces… Pero el documento es para nosotros principalmente. Claro, va a ayudar a muchos más, pero los primeros destinatarios somos nosotros. El Espíritu ha hecho todo esto, no lo olvidemos por favor.
  3. Y lo tercero, pienso en nuestra Madre, la Santa Madre Iglesia. Los últimos 3 números sobre la santidad nos muestran lo que es la Iglesia. Nuestra madre es santa, pero los hijos son pecadores. Somos todos pecadores. Y no olvidemos aquella expresión de los padres, la casta meretrix, la Iglesia santa, la Madre santa, con hijos pecadores. A causa de nuestros pecados, está siempre el gran acusador que anda merodeando, vagando, buscando a quien acusar, y en este momento nos está acusando con fuerza, y esta acusación se transforma también en una persecución. Lo dice el presidente hoy, su pueblo se encuentra perseguido tal como pasa en Oriente y en otros lugares del mundo también. Hay 2 tipos de persecuciones, constantes de ensuciar a la Iglesia.Pero a la Iglesia no hay que ensuciarla, los hijos somos todos sucios pero la Madre no lo es, y en este momento tenemos que defender a la Madre, y a la Madre la defendemos del gran acusador con la oración y la penitencia. Y por eso les he pedido que durante este mes, que está por terminar, recen el Rosario a San Miguel Arcángel para que proteja a la Santa Madre Iglesia. Se trata de un momento difícil porque el acusador, por medio de nosotros, ataca a la Madre, y a la Madre, y a la Madre no se le toca.
Esto quería decirlo de todo corazón al terminar el Sínodo. Y ahora, el Espíritu Santo hará trabajar este documento, a todos nosotros nos hará reflexionar sobre lo que significa para nosotros.
Gracias a todos

viernes, 26 de octubre de 2018

 Construyendo la paz en el mundo con “tres pequeñas cosas”

Humildad, dulzura, paciencia.
(ZENIT – 26 octubre 2018).- “Podemos construir la paz en todo el mundo con estas pequeñas cosas”: humildad, dulzura y paciencia, aseguró el Papa Francisco en la misa de este viernes 26 de octubre de 2018 en la Casa Santa Marta.
En su homilía informada por Vatican News, el Papa meditó sobre el himno a la unidad “dado por San Pablo en la primera lectura (Ef 4,1-6). Los cristianos de entonces y los de hoy están “demasiado ocupados” con sus “luchas internas”, lamentó el Papa: están “acostumbrados a respirar el aire de conflicto” mientras que “la carrera de armamentos, la preparación de las guerras, de la destrucción, continúa”.
“Incluso las instituciones mundiales, como lo vemos hoy, creadas con la mejor voluntad para ayudar a la unidad de la humanidad, la paz, son incapaces de llegar a un acuerdo”, continuó: “hay veto aquí, un interés allí … Y tienen dificultad para encontrar acuerdos de paz. Y durante este tiempo los niños no tienen nada que comer, no van a la escuela, no tienen educación, no hay hospitales porque la guerra destruye todo. Tenemos una tendencia a la destrucción, a la guerra y a la desunión. Es la tendencia que siembra el enemigo en nuestro corazón, el destructor de la humanidad: el diablo”.
Déjalo, solo abre tu corazón
La paz, la unidad, se construyen con “humildad, dulzura y paciencia”, dijo el Papa Francisco. “Nosotros, que estamos acostumbrados a insultarnos … déjalo … abre tu corazón. ¿Podemos hacer la paz en el mundo con estas tres pequeñas cosas? Sí, es el camino. ¿Podemos llegar a la unidad? Sí, este es el camino: “humildad, dulzura y paciencia”. Y Pablo continúa con un consejo muy práctico: “apoyaos los unos a los otros con amor”. Vamos a apoyarnos unos a otros. No es fácil, el juicio siempre sale, la condenación, que conduce a la separación, a la distancia … ”
Cuando los miembros de una misma familia se alejan, “el diablo es feliz”, es “el comienzo de la guerra”, advirtió el Papa que los instó a soportarse unos a otros “porque todos damos motivos de enojo, porque todos somos pecadores, todos tenemos nuestros defectos”.
Para concluir, el Papa se detuvo en “el consejo de Jesús” en el Evangelio: “cuando vas con tu adversario ante el magistrado, mientras estás en el camino, haz todo lo posible para arreglarlo con él” ( Lc 12,54-59). “Hacer la paz lo primero: es la humildad, es la dulzura, es la paciencia. Podemos construir la paz en todo el mundo con estas pequeñas cosas, porque estas actitudes son la actitud de Jesús: humilde, dulce, perdona todo”.
“El mundo de hoy tiene necesidad de paz, insistió, necesitamos paz, nuestras familias necesitan paz, nuestra sociedad necesita paz. Comencemos en casa a practicar estas cosas simples: paciencia, dulzura, humildad. Avancemos en este camino: siempre hacer la unidad, consolidar la unidad. Que el Señor nos ayude en este camino.
© Traducción ZENIT, Raquel Anilllo

jueves, 25 de octubre de 2018

2018.10.25 Messa Santa Marta

 Reconocerse pecadores es el primer paso para conocer a Jesús

Reconocerse pecadores, concretamente, y conocer el amor de Jesucristo, para no ser “cristianos de palabras”. Es la exhortación que el Santo Padre Francisco dirigió esta mañana en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta
Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
¿Quién es Jesucristo para ti? Esta mañana el Papa planteó esta pregunta en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Si alguien nos pregunta: “¿Quién es Jesucristo?”, nosotros responderemos lo que hemos aprendido: Es el Salvador del mundo, el Hijo del Padre, lo que “rezamos en el Credo”, pero  un poco más difícil – afirmó el Papa – es responder a la pregunta acerca de quién es Jesucristo “para mí”. Es una pregunta que “nos cohíbe un poco”, porque para responder “debo llegar a mi corazón”, es decir, partir de la experiencia.

Como San Pablo partir de la propia experiencia

En efecto, San Pablo tiene precisamente la inquietud de transmitir que él ha conocido a Jesucristo a través de su experiencia, cuando se cayó del caballo, cuando el Señor le habló en su corazón. No ha conocido a Cristo “a partir de los estudios teológicos”, si bien después “fue a ver cómo Jesús era anunciado en la Escritura.
“Lo que Pablo ha sentido, quiere  que nosotros, los cristianos, lo sintamos. A la pregunta que nosotros podemos hacer a Pablo: “Pablo, ¿quién es Cristo para ti?”, él hablará de su propia experiencia, sencillo: ‘Me amó y se entregó por mí’. Pero él está implicado con Cristo que ha pagado por él. Pablo quiere que los cristianos – en este caso los cristianos de Éfeso – tengan esta experiencia, entren en esta experiencia hasta el punto de que cada uno pueda decir: ‘Me amó y se entregó por mí’, pero decirlo con la experiencia propia”.
La Primera Lectura de la Liturgia de hoy está tomada de la Carta de Pablo a los Efesios (Ef 3,14-21), en la que el Apóstol dice: “Sean capaces de comprender enraizados y fundados en la caridad”, “cuál es la amplitud, el largo, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que supera todo conocimiento, porque están henchidos de toda la plenitud de Dios”.

Elegido por amor, pero pecador

Y para llegar a la experiencia que tuvo San Pablo con Jesús, el Papa Francisco subrayó que rezar muchas veces el Credo ayuda, pero el camino mejor pasa por el hecho de reconocerse pecadores, puesto que es el primer paso. En efecto, cuando Pablo dice que Jesús se ha entregado por él, quiere decir que ha pagado por él y lo relata en sus Cartas. La primera definición que da de sí mismo es, por lo tanto, la de “ser un pecador”, contando que ha perseguido a los cristianos, y parte precisamente del ser “elegido por amor, pero siendo pecador”. “El primer paso para el conocimiento de Cristo, para entrar en este misterio – reafirmó el Papa – es el conocimiento del propio pecado, de los propios pecados”.
Después Francisco puso de manifiesto que en el Sacramento de la Reconciliación “nosotros decimos nuestros pecados” pero “una cosa es decir los pecados”, y otra cosa es reconocerse pecadores por naturaleza, “capaces de hacer cualquier cosa”, “reconocerse una inmundicia”. San Pablo – reafirmó el Pontífice – ha hecho esta experiencia de su propia miseria, sabe “que tiene necesidad de ser redimido”, de alguien que “pague el derecho de decirse ‘Hijo de Dios’”: “Todos lo somos, pero hay que decirlo, sentirlo, y había necesidad del sacrificio de Cristo”. Por lo tanto, hay que reconocerse pecadores concretamente, avergonzándose de sí mismos.

Conocer a Jesús, no cristianos de palabras

Hay un segundo paso para conocer a Jesús: el de la contemplación, de la oración para pedir conocer a Jesús. “Hay una bella oración de un Santo que dice: “Señor, que te conozca y que me conozca”. “Conocerse a sí mismos y conocer a Jesús”, recordó nuevamente Francisco. Aquí se da esta relación de salvación, dijo el Papa y exhortó también a “no contentarse con decir tres, cuatro palabras justas sobre Jesús” porque, en cambio, “conocer a Jesús es una aventura, pero una aventura en serio, no una aventura de chicos”, porque el amor de Jesús es ilimitado.
“El mismo Pablo lo dice: ‘Él tiene todo el poder de hacer mucho más de lo que podemos preguntar o pensar. Tiene el poder para hacerlo. Pero debemos pedirle: ‘Señor, que yo te conozca; que cuando yo hable de ti, no diga palabras de papagayo, sino que diga palabras nacidas de mi experiencia. Y que pueda decir como Pablo: ‘Me amó y se entregó por mí’, y decirlo con convicción’. Ésta es nuestra fuerza, éste es nuestro testimonio. Cristianos de palabras, tenemos tantos; también nosotros, muchas veces, lo somos. Ésta no es la santidad; santidad es ser cristianos que obran en la vida lo que Jesús ha enseñado y lo que Jesús ha sembrado en el corazón”.

Rezar para conocer al Señor y a nosotros mismos

En conclusión, el Papa Bergoglio reafirmó los dos pasos para conocer a Jesucristo:
“Primer paso, conocerse a sí mismos: pecadores; pecadores. Sin este conocimiento y también sin esta confesión interior, que soy un pecador, no podemos ir adelante. Segundo paso, la oración al Señor, que con su poder nos haga conocer este misterio de Jesús que es el fuego que Él ha traído a la Tierra. Será un buen hábito si todos los días, en algún momento, pudiéramos decir: ‘Señor, que te conozca y me conozca’. Y así ir adelante”.

miércoles, 24 de octubre de 2018

Diálogo del Papa Francisco con miles de jóvenes italianos © Vatican Media
Diálogo Del Papa Francisco Con Miles De Jóvenes Italianos © Vatican Media

Audiencia general: “Cristo no nos pide que hagamos cosas extraordinarias”

A los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados
(ZENIT – 24 oct. 2018).- “Queridos amigos, el mensaje del evangelio de Cristo no nos pide que hagamos cosas extraordinarias, sino que dejemos que Dios actúe en nuestras vidas. Él nos dijo: ‘Sin mí no podéis hacer nada’ (Jn 15, 5)”.
El Papa ha dirigido un pensamiento especial a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados, en la audiencia general de hoy, 24 de octubre de 2018.
“La vida cristiana –ha explicado Francisco– es el encuentro de nuestra debilidad con la fortaleza de la gracia de Dios, que nos permite vivir una vida plena y feliz cada día, donde la caridad significa hacer todo con alegría y humildad, para gloria de Dios y para el bien de los hombres”.
Audiencia general, 24 octubre 2018 © Vatican Media
Dimensión emocional y sexual del amor
Queridos hermanos y hermanas ¡,buenos días!
En nuesttequesis sobre los Mandamientos, llegamos hoy a la Sexta Palabra, que concierne a la dimensión emocional y sexual, y dice: “No cometerás adulterio”. La llamada inmediata es a la fidelidad, y de hecho, ninguna relación humana es auténtica sin fidelidad y lealtad.
Uno no puede amar solo mientras “conviene”. El amor se manifiesta más allá del umbral del propio interés, cuando se da todo sin reservas. Como dice el Catecismo: “El amor quiere ser definitivo. No puede ser “hasta nuevo aviso” (No. 1646). La fidelidad es la característica de una relación humana libre, madura y responsable. También un amigo demuestra que es auténtico cuando sigue siéndolo en todas las circunstancias; de lo contrario no es un amigo. Cristo revela el amor verdadero, Él, que vive del amor ilimitado del Padre, y en virtud de esto, es el Amigo fiel que nos acoge incluso cuando cometemos errores y siempre quiere nuestro bien, incluso cuando no lo merecemos.
El ser humano necesita ser amado sin condiciones, y quien no recibe esta acogida a menudo se siente incompleto, incluso sin saberlo. El corazón humano trata de llenar este vacío con sucedáneos, aceptando componendas y mediocridades  que del amor tienen solo un vago sabor. El riesgo es llamar “amor” a las relaciones acerbas e inmaduras, con la ilusión de encontrar luz de vida en algo que, en el mejor de los casos, es solo un reflejo de ello.
Sucede entonces que se sobrestima, por ejemplo,  la atracción física, que en sí misma es un don de Dios, pero que está orientada a allanar el camino para una relación auténtica y fiel con la persona. Como decía San Juan Pablo II, el ser humano “está llamado a la plena y madura espontaneidad de las relaciones”, que “es el fruto gradual del discernimiento de los impulsos del corazón”. Es algo que se conquista, ya que todo ser humano “debe aprender con perseverancia y coherencia cual es el significado del cuerpo” (cf. Catequesis, 12 de noviembre de 1980).
La llamada a la vida conyugal requiere, por lo tanto, un discernimiento cuidadoso sobre la calidad de la relación y un tiempo de noviazgo para verificarla. Para acceder al sacramento del matrimonio, los novios deben madurar la certeza de que en su vínculo está la mano de Dios, que los precede y los acompaña, y les permitirá decir: “Con la gracia de Cristo, prometo serte fiel siempre ” . No pueden prometerse fidelidad  “en la alegría y en las penas, en la salud y en la enfermedad”, y amarse y honrarse todos los días de sus vidas, solo sobre la base de la buena voluntad o la esperanza de que “la cosa funcione”. Necesitan construir sobre el terreno sólido del amor fiel de Dios. Y por eso, antes de recibir el sacramento del matrimonio, hace falta una preparación cuidadosa, diría un catecumenado, porque se juega toda la vida en el amor, y con el amor no se bromea. No se puede definir como “preparación al matrimonio”, tres o cuatro conferencias dadas en la parroquia; no, eso no es preparación: esa es falsa preparación. Y la responsabilidad de quien lo hace recae sobre él: sobre el párroco, sobre el obispo que tolera estas cosas. La preparación debe ser madura y hace falta tiempo. No es un acto formal; es un Sacramento. Pero hay que prepararlo como un auténtico catecumenado.
La fidelidad es, en efecto, una forma de ser, una forma de vida. Se  trabaja con lealtad, se habla con sinceridad, se permanece fiel a la verdad en los propios pensamientos y acciones. Una vida tejida de fidelidad se expresa en todas las dimensiones y conduce a ser hombres y mujeres fieles y confiables en todas las circunstancias.
Pero para llegar a una vida tan hermosa, nuestra naturaleza humana no es suficiente, es necesario que la fidelidad de Dios entre en nuestra existencia, que nos contagie.  Esta Sexta Palabra nos llama a dirigir nuestra mirada a Cristo, quien con su fidelidad puede quitarnos un corazón adúltero y darnos un corazón fiel. En él, y solo en él, hay amor sin reservas ni replanteamientos, entrega completa sin paréntesis y tenacidad de la aceptación hasta el final.
De su muerte y resurrección se deriva nuestra fidelidad, de su amor incondicional se deriva la constancia en las relaciones. De la comunión con Él, con el Padre y con el Espíritu Santo se deriva la comunión entre nosotros y la capacidad de vivir con fidelidad nuestros lazos.
© Librería Editorial Vaticano

About Redacción

martes, 23 de octubre de 2018

2018.10.23 S. Messa Santa Marta

  La esperanza es concreta, es vivir para el encuentro con Jesús

En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, Francisco reflexionó acerca de la esperanza, que no es algo abstracto, sino vivir esperando el encuentro concreto con Jesús. Y es sabio – subrayó el Papa – saber regocijarse por los pequeños encuentros de la vida con el Señor
Debora Donnini – Ciudad del Vaticano
La mujer embarazada que espera gozosa el encuentro con su hijo que está a punto de nacer y al que acaricia todos los días. Es la imagen que el Santo Padre Francisco utilizó esta mañana en su homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta para explicar lo que significa la esperanza que es, precisamente, vivir con vistas al encuentro concreto con Jesús, y no algo abstracto. Y es sabio – subrayó el Papa – saber regocijarse por los pequeños encuentros de la vida con el Señor.

Ciudadanía y herencia

El Pontífice comenzó su reflexión a partir de dos palabras del mensaje que nos transmite hoy la liturgia: “Ciudadanía” y “herencia”. En efecto, se refiere a la ciudadanía la Primera Carta de San Pablo a los Efesios (Ef 2, 12-22). Es un regalo que Dios nos ha dado”, el de habernos hecho “ciudadanos” y consiste en el habernos dado una herencia, “un documento de identidad”.
En efecto, Dios en Jesús, “ha abolido la Ley” para reconciliarnos, eliminando la enemistad, de modo que podemos “presentarnos todos, al Padre en un solo Espíritu”, es decir – subrayó el Papa – “nos ha hecho ‘uno’”. Y así “son conciudadanos de los santos” en Jesús. Y “nuestra identidad – añadió Francisco – es, precisamente, este ser curados por el Señor, ser construidos en comunidades y tener al Espíritu Santo dentro”.  
Por lo tanto, Dios “nos hace caminar” hacia la herencia, con esta seguridad, la de ser “conciudadanos” y que “Dios está con nosotros”. Y la herencia – explicó el Papa Bergoglio – “es lo que nosotros buscamos en nuestro camino, lo que recibiremos al final”. Pero es necesario buscarla cada día y lo que nos lleva hacia adelante en el camino de nuestra identidad hacia la herencia es precisamente la esperanza, “la virtud, quizá, más pequeña, quizá más difícil de comprender”.

Si esperas, jamás serás decepcionado

Fe, esperanza y caridad son un don. La fe es fácil de comprender como también la caridad. “Pero la esperanza, ¿qué cosa es?”, preguntó Francisco y subrayó que sí es esperar el Cielo, “encontrar a los santos”, es “una felicidad eterna”. “Pero ¿qué cosa es el Cielo, para ti?”, preguntó además el Papa:
“Vivir en la esperanza es caminar, sí, hacia un premio, hacia la felicidad que no tenemos aquí, pero que la tendremos allá… es una virtud difícil de comprender. Es una virtud humilde, muy humilde. Es una virtud que jamás decepciona: si tú esperas, jamás serás decepcionado. Jamás, jamás. Es también una virtud concreta. ‘Pero, ¿cómo puede ser concreta, si yo no conozco el Cielo o lo que me espera?’. La esperanza, nuestra herencia que es la esperanza hacia algo, no hay una idea, no es estar en un lugar bello… no. Es un encuentro. Jesús siempre subraya esta parte de la esperanza, este estar en espera, encontrar”.

La mujer embarazada que vive para el encuentro con su hijo

Según el Evangelio del día (Lc 12, 35-38) consiste en el encuentro del patrón cuando regresa de las nupcias. Por lo tanto, es siempre un encuentro con el Señor, algo concreto. Y para hacerlo comprender, el Papa Francisco ofreció un ejemplo concreto:
“A mí me viene a la mente, cuando pienso en la esperanza, una imagen: la mujer embarazada que espera un niño. Va al médico, le hace ver la ecografía – ‘ah, sí, el niño… va bien’… ¡No! ¡Está gozosa! Y todos los días se toca la panza para acariciar a ese niño, está en expectativa del niño, vive esperando a ese hijo. Esta imagen puede hacernos comprender lo que es la esperanza: vivir para aquel encuentro. Esa mujer imagina cómo serán los ojos de su hijo, cómo será su sonrisa, cómo será él, rubio o moreno… pero imagina el encuentro con su hijo. Imagina el encuentro con su hijo”.

Saber regocijarse por los pequeños encuentros con Jesús

El Pontífice reafirmó que esta imagen de la mujer embarazada puede ayudar a comprender lo que es la esperanza y también a plantearnos algunas preguntas:
“¿Yo espero así, concretamente, o espero un poco dudoso, un poco gnósticamente?”. La esperanza es concreta, es de todos los días porque es un encuentro. Y cada vez que encontramos a Jesús en la Eucaristía, en la oración, en el Evangelio, en los pobres, en la vida comunitaria, cada vez que damos un paso más hacia este encuentro definitivo. La sabiduría de saber regocijarnos por los pequeños encuentros de la vida con Jesús, preparando aquel encuentro definitivo”.

domingo, 21 de octubre de 2018

“El antídoto”, cuando el “celo apostólico” está “contaminado por el espíritu del mundo”

Antes del Ángelus (texto completo)
(ZENIT – 21 octubre 2018).- “El camino del amor siempre está” en pérdida “porque amar significa dejar de lado el egoísmo, la auto-referencia, para servir a los demás”, recuerda el Papa Francisco.

Aquí está nuestra traducción, del italiano, del comentario del Papa Francisco.
AB
Palabras del Papa Francisco ante el Angelus.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La página del Evangelio de hoy (cf. Mc 10, 35-45) describe a Jesús que, una vez más y con gran paciencia, trata de corregir a sus discípulos convirtiéndolos de la mentalidad del mundo a la de Dios. La ocasión surge de los hermanos Santiago y Juan dos de los primeros que Jesús encontró y les pidió que lo siguieran. Ya han recorrido un largo camino con él y pertenecen al grupo de los doce apóstoles.
Por lo tanto, mientras se dirigen a Jerusalén, donde los discípulos esperan ansiosamente que Jesús, con motivo de la Pascua, finalmente establezca el Reino de Dios, los dos hermanos se vuelven valientes y le  dirigen su petición al Maestro: “Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés  en tu gloria”(v. 37).
Jesús sabe que Santiago y Juan están animados por un gran entusiasmo por él y por la causa del Reino, pero también sabe que sus expectativas y su celo están contaminados por el espíritu del mundo. Por lo tanto, responde: “No sabéis lo que estás pidiendo” (v. 38). Y mientras hablaban de “tronos de gloria” sobre los cuales sentarse junto a Cristo Rey, Él habla de pasar la prueba que él pasará por una copa por beber y  de un “bautismo” para ser recibido, es decir, habla de su pasión y muerte. Santiago y Juan, siempre anhelando el privilegio esperado, dicen además: sí, “podemos”.
Pero, incluso aquí, realmente no se dan cuenta de lo que dicen. Jesús anuncia que su copa la beberá y su bautismo lo recibirán, es decir, ellos también, como los otros apóstoles, participarán en su cruz, cuando llegue el momento. Sin embargo – concluye Jesús – “eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concedérselo; es para aquellos para el cual ha sido preparado “(v.40). Cómo decir: ahora síganme y aprendan el camino del amor “en una pérdida”, y el Padre celestial pensará en ello, el camino del amor siempre es en pérdida  porque amar significa dejar de lado el egoísmo, la autoreferencialidad para servir a los demás.
Entonces, Jesús se da cuenta de que los otros diez apóstoles están enojados con Santiago y Juan, demostrando así que tienen la misma mentalidad mundana. Y esto le permite darles una lección que vale para los  cristianos de todos los tiempos, incluso para nosotros. Él dice: “Ya saben que los jefes de las naciones las gobiernan como si fueran sus dueños y los poderosos las oprimen. Pero no debe ser así entre vosotros; al contrario el que quiera ser grande entre vosotros que sea su servidor, y el que quiera ser el primero de vosotros que sea el esclavo de todos “(v. 42), es la regla del cristiano.
El mensaje del Maestro es claro: mientras los grandes de la Tierra se construyen “tronos” para su propio poder, Dios escoge un trono incómodo, la cruz, desde donde reina dando la vida: “Así como el Hijo del Hombre – dice Jesús – que no ha venido a que le sirvan, sino a servir y a dar su vida por la redención de todos”(v. 45).
El camino del servicio es el antídoto más eficaz contra la enfermedad de la búsqueda de los primeros lugares, es la medicina para los trepadores en esta búsqueda de los primeros lugares que contagia a tantos contextos humanos y que no ahorra ni siquiera a los cristianos ni al pueblo de Dios, ni siquiera a la Jerarquía Eclesial.
Por lo tanto, como discípulos de Cristo, acojamos este Evangelio como una llamada a la conversión, para testimoniar con valor y generosidad una Iglesia que se inclina a los pies de los últimos, para servirles con amor y sencillez. Que la Virgen María, que se adhirió plenamente y humildemente a la voluntad de Dios, nos ayude a seguir con alegría a Jesús en el camino del servicio, el camino principal que conduce al Cielo.

About Raquel Anillo