domingo, 31 de enero de 2021

Jesús habla con autoridad divina. ¡Escuchémosle!


La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla. Su palabra obra lo que dice, porque Él es el profeta definitivo, es más, es el Verbo mismo de Dios hecho hombre. Lo dijo el Papa Francisco a la hora del Ángelus dominical. El Maestro, señaló el Pontífice, “predica con autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo, y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas”.

Jesús "predica y sana". Es por ello que el Papa Francisco insistió, una vez más, en que llevemos siempre un Evangelio con nosotros. Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa Francisco guio la oración mariana del Ángelus, en el último domingo de enero. En su reflexión del Evangelio del día (Mc 1,21-28), que “relata un día típico del ministerio de Jesús”, el Santo Padre destacó dos elementos característicos de la acción de Jesús: la predicación, y la obra taumatúrgica de sanación.

El relato evangélico dice que el sábado, día dedicado al descanso y a la oración, Jesús lee y comenta las Escrituras en la sinagoga de Cafarnaúm. “Su manera de hablar atrae a los presentes, - dijo el Papa - que quedan asombrados porque demuestra una autoridad diferente a la de los escribas”. Pero, además, “Jesús se revela poderoso también en las obras”. Así es que, “cuando un hombre en la sinagoga se vuelve contra él, llamándole el Santo de Dios, Jesús reconoce el espíritu maligno, le ordena que salga de ese hombre y lo expulsa”.

Aquí vemos los dos elementos característicos de la acción de Jesús: la predicación y la obra taumatúrgica de sanación. Predica y sana. Ambos aspectos se destacan en el pasaje del evangelista Marcos, pero el que más sobresale es el de la predicación; el exorcismo se presenta para confirmar la "autoridad" singular de Jesús y su enseñanza.

Jesús predica con autoridad propia, su palabra “obra lo que dice”

El Maestro “predica con autoridad propia, como alguien que tiene una doctrina que procede de sí mismo, y no como los escribas que repetían tradiciones anteriores y leyes recibidas”. Ellos, dijo el Papa, “repetían palabras, palabras, sólo palabras, como cantaba la gran Mina; eran así. Sólo palabras. En cambio, Jesús, la palabra tiene autoridad, Jesús tiene autoridad. Y esto toca el corazón”.

La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. ¿Por qué? Porque su palabra obra lo que dice. Porque Él es el profeta definitivo.

La pregunta que planteó el Papa fue: ¿por qué digo que Él es el profeta definitivo? Y explicó:

Recordamos la promesa de Moisés: Moisés dice "después de mí, más adelante, vendrá un profeta como yo - ¡como yo! – a quien escucharán". (cfr. Dt 18,15) Moisés anuncia a Jesús como el último profeta. La enseñanza de Jesús tiene la misma autoridad de Dios que habla; de hecho, con una sola orden libera fácilmente al poseído del maligno y lo cura. Por eso no habla con autoridad humana, sino con autoridad divina, porque tiene el poder de ser el profeta definitivo, es decir, el Hijo de Dios que nos salva, nos sana a todos.

El objetivo de Jesús: vencer el mal presente en el hombre y en el mundo

“La predicación de Cristo tiene como objetivo vencer el mal presente en el hombre y en el mundo”: este es el segundo aspecto mencionado por el Papa, es decir, el de las curaciones. Francisco subrayó cómo la palabra de Jesús “apunta directamente contra el reino de satanás, lo pone en crisis y lo hace retroceder, obligándolo a dejar el mundo”. Así, “el hombre poseído, tras la orden del Señor, es liberado y transformado en una nueva persona”.

Además, la predicación de Jesús pertenece a una lógica opuesta a la del mundo y del maligno: sus palabras se revelan como la alteración de un orden incorrecto de las cosas.

Las expresiones del diablo que estaba presente en el poseído, que “grita cuando Jesús se acerca: «¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a arruinarnos?», indican, señaló el Santo Padre, “la total diferencia entre Jesús y satanás”:

Están en planos completamente diferentes; no hay nada en común entre ellos; son uno opuesto al otro.

En el Evangelio está la fuerza de la Palabra de Dios, llevémoslo siempre con nosotros

Y es que “Jesús” que “atrae a la gente con su autoridad” es también “el profeta que libera, el profeta prometido que es el Hijo de Dios que cura”. Por eso, el Santo Padre este domingo instó a que “escuchemos, nosotros, las palabras de Jesús que son de autoridad”. Y para ello, aconsejó, una vez más, llevar “siempre un pequeño Evangelio” con nosotros:

¡Siempre, no lo olviden! Lleven un pequeño Evangelio en el bolsillo o en el bolso, para leerlo durante el día, para escuchar esa palabra de autoridad de Jesús. Después, todos tenemos problemas, todos tenemos pecados, todos tenemos enfermedades espirituales; pedirle a Jesús: "Jesús, tú eres el profeta, el Hijo de Dios, el que fue prometido para sanarnos. Cúrame". Pedir a Jesús la sanación, de nuestros pecados, de nuestros males.

 

Así, al finalizar su reflexión, el Papa Francisco nos guio a la figura de la Virgen María que “guardó siempre en su corazón las palabras y los gestos de Jesús, y lo siguió con total disponibilidad y fidelidad”. Y elevó su oración para que Ella “nos ayude también a nosotros a escucharlo y seguirlo, para experimentar en nuestra vida los signos de su salvación”.

Tras rezar el Ángelus, el Santo Padre anunció la institución de la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, prevista para el cuarto domingo de julio, cerca de la memoria litúrgica de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús. Asimismo, recordando la Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra que conmemoramos hoy, desde hace 60 años, pidió a los responsables de las naciones trabajar para su tratamiento y para su inclusión social.  También un grupo de jóvenes de la Acción Católica estuvo junto al Papa al final del Ángelus, en la conclusión de su tradicional encuentro la "Caravana de la Paz", que, como él mismo dijo, "pesar de la emergencia sanitaria, también este año -con la ayuda de los padres y educadores y de los sacerdotes asistentes- han promovido esta bonita iniciativa".

miércoles, 27 de enero de 2021

Escuchar la Palabra de Dios con corazón abierto al Señor y en oración

 


El Papa Francisco dedicó esta mañana la catequesis al tema de: “La Oración con las sagradas Escrituras”. Desde la Biblioteca del Palacio Apostólico, el Papa dijo que la “Palabra de Dios se hace carne en aquellos que la acogen en la oración. En sus saludos aconsejó escoger cada mañana una frase de la Biblia como compañero de la jornada. Esto dijo, “nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y vivirla.

Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano

 “A través de la oración, la Palabra de Dios viene a vivir en nosotros y nosotros vivimos en ella. La Palabra inspira buenos propósitos y sostiene la acción; nos da fuerza y serenidad, y también cuando nos pone en crisis nos da paz, en los días “torcidos” y confusos, asegura al corazón un núcleo de confianza y de amor que lo protege de los ataques del maligno. Así la Palabra de Dios se hace carne en aquellos que la acogen en la oración”. Con estas palabras el Papa Francisco dedicó la catequesis de este miércoles con el tema la Oración con las Sagradas Escrituras.

El Pontífice recordó que las palabras de la Sagrada Escritura no fueron escritas para quedar aprisionadas en el papel, sino para ser acogidas y germinar en nuestros corazones:

“Del corazón abierto a Dios, de nuestra oración, depende la posibilidad de que un texto bíblico se convierta para nosotros en Palabra viva de Dios. Y la Palabra de Dios, impregnada del Espíritu Santo, cuando se acoge con el corazón abierto, no deja las cosas como estaban antes. Inspira las buenas intenciones y apoya la acción, dándonos fuerza y serenidad; e, incluso cuando nos pone en crisis, nos da paz”

¿Pero cómo hacerlo?

El Papa nos pregunta cómo hacerlo: “el método de la lectio divina es conocido. En primer lugar, se lee el texto bíblico con atención -yo diría que con "obediencia al texto"- para entender lo que significa en sí mismo. Luego lo meditamos entrando en diálogo con él: permaneciendo adherido al texto, comienzo a preguntarme qué me dice. Este es un pasaje delicado: es necesario no dejarse llevar por interpretaciones subjetivas, sino insertarse en el redil vivo de la Tradición que nos une a cada uno de nosotros con la Sagrada Escritura”.

La contemplación

Y el último paso dijo el Papa es la contemplación: “aquí las palabras y los pensamientos dan paso al amor, como entre los amantes que a veces sólo tienen que mirarse en silencio. Naturalmente, el texto bíblico continúa ahí, pero como un espejo, un icono a contemplar”. De este modo, afirmó, la Palabra de Dios se hace carne en las personas que la acogen en la oración. Se produce una nueva encarnación. “Y nosotros somos los "tabernáculos", donde las palabras de Dios quieren ser guardadas para visitar el mundo”.

“Cada día Dios pasa y siembra una semilla. No sabemos si hoy encontrará tierra seca, zarzas o buena tierra para crecer. Depende de nosotros. El creyente no busca en las Sagradas Escrituras apoyo para su propia visión filosófica o moral. Sabe que fueron escritas en el Espíritu Santo, y que es en este Espíritu donde deben ser recibidas y comprendidas”.

La Biblia escrita para cada uno de nosotros

Además, Francisco recordó que la Biblia no está escrita para una humanidad genérica, sino para nosotros, hombres y mujeres de carne y hueso. Y agregó diciendo que la tradición cristiana es rica en experiencias y reflexiones sobre la oración con la Sagrada Escritura.

Las Sagradas Escrituras son un tesoro inagotable”. La vida cristiana es obra, al mismo tiempo, de obediencia y de creatividad, señaló, “un buen cristiano debe ser obediente, porque escucha la Palabra de Dios; creativo, porque tiene al Espíritu Santo dentro de él instándole a hacerlo, a llevarlo a cabo”.

domingo, 24 de enero de 2021

Domingo de la Palabra, Fisichella: desconectar el móvil y abrir la Biblia


Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano

“Pidamos al Señor la fuerza de apagar la televisión y abrir la Biblia; de desconectar el móvil y abrir el Evangelio”. Son las palabras del Papa Francisco – pronunciadas por Monseñor Rino Fisichella – con las que nos invita a acoger la Palabra del Señor, en el día en el que la Iglesia Católica celebra por segundo año el Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Papa Francisco en 2019 para que se celebre todos los años cada tercer domingo del Tiempo Ordinario.

Hoy el Papa Francisco no ha podido celebrar la Santa Misa desde el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, en su lugar, lo ha hecho Monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, quien también ha leído la homilía preparada por el Papa. Una homilía en la que Francisco ha querido centrarse en dos aspectos: “a qué y a quien Jesús anuncia el Reino de Dios”.

Qué dice Jesús

«El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está llegando». El Papa Francisco explica que esta frase del Evangelio nos quiere decir que “Dios está cerca”, que su Reino ha bajado a la tierra: “Dios no está —como muchas veces estamos tentados de pensar— allá arriba en los cielos, lejos, separado de la condición humana, sino que está con nosotros. El tiempo del distanciamiento terminó cuando en Jesús Dios se hizo hombre. Desde entonces, Dios está muy cerca; nunca se separará ni se cansará jamás de nuestra humanidad” nos cuenta la homilía del Pontífice.

El Papa Francisco además hace hincapié en que el texto resalta que Jesús «decía», es decir, “no lo dijo una vez y basta, sino que lo repetía continuamente: Dios está cerca” y esto deja claro que “era el hilo conductor de su anuncio, el núcleo de su mensaje”. Por ello, el Pontífice asegura que si este es el inicio y el estribillo de la predicación de Jesús, “también debe ser la constante de la vida y del anuncio cristiano”.

Rino Fisichella – pronunciando la homilía del Santo Padre – señala que la Palabra de Dios nos permite constatar esta cercanía y nos infunde esta paz, “pero no deja en paz”. “Es una Palabra de consolación, pero también de conversión. «Conviértanse», dijo Jesús justo después de haber proclamado la cercanía de Dios. Porque con su cercanía terminó el tiempo en el que se toman las distancias de Dios y de los otros, terminó el tiempo en el que cada uno piensa sólo en sí mismo y sigue adelante por su cuenta”. “Esto no es cristiano – ha exclamado – porque quien experimenta la cercanía de Dios no puede distanciarse del prójimo, no puede alejarlo con indiferencia”.

A quién habla Jesús

“Veamos ahora a quién habla Jesús” lee Fisichella. “En primer lugar se dirigió a los pescadores de Galilea. Eran personas sencillas, que vivían del fruto de sus manos, trabajando duramente noche y día. No eran expertos en las Escrituras y no sobresalían seguramente por la ciencia y la cultura. Habitaban una región variopinta, con diferentes pueblos, etnias y cultos. Era el lugar más lejano de la pureza religiosa de Jerusalén. Pero Jesús comienza desde allí, no desde el centro, sino desde la periferia; y lo hace para decirnos también a nosotros que nadie está al margen del corazón de Dios. Todos pueden recibir su Palabra y encontrarlo personalmente”.

El Papa Francisco pone este ejemplo para decirnos que Jesús no atrajo a sus discípulos con discursos elevados e inaccesibles, sino que hablaba sus vidas: a unos pescadores de peces les dijo que serán pescadores de hombres. “Si les hubiera dicho: “Vengan detrás de mí y los haré apóstoles, serán enviados en el mundo y anunciarán el Evangelio con la fuerza del Espíritu, los matarán pero serán santos”, podemos imaginar que Pedro y Andrés le habrían respondido: “Gracias, más bien preferimos nuestras redes y nuestras barcas”.

Sin embargo, Jesús los llama a partir de su vida: “Son pescadores, se convertirán en pescadores de hombres”. “Con esta frase – lee Fisichella – descubrirán paso a paso que vivir pescando peces era de poco valor, pero remar mar adentro desde la Palabra de Jesús es el secreto de la alegría. Así hace el Señor con nosotros, con su Palabra quiere hacernos cambiar de rumbo, para que dejemos de ir tirando y vayamos mar adentro en pos de Él”.

No renunciemos a la Palabra de Dios

Francisco hace una invitación a llevar siempre con nosotros la Palabra de Dios: “Llevémosla siempre con nosotros, en el bolsillo, en el teléfono; démosle un sitio digno en nuestras casas. Pongamos el Evangelio en un lugar donde nos recordemos abrirlo cada día, si es posible al inicio y al final de la jornada, de modo que entre tantas palabras que llegan a nuestros oídos llegue al corazón algún versículo de la Palabra de Dios”. Y para poder hacer esto – concluye su homilía – “pidamos al Señor la fuerza de apagar la televisión y abrir la Biblia; de desconectar el móvil y abrir el Evangelio”.

viernes, 22 de enero de 2021

Siete días con el Papa Francisco

 https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-01/siete-dias-papa-francisco.html

Junto a toda la Iglesia el Santo Padre vive la Semana de Oración por la unidad de los cristianos, tiempo intenso en que se elevan plegarias especiales al cielo para obtener el don de la comunión entre todos los discípulos de Jesús.

miércoles, 20 de enero de 2021

El Papa: es urgente dejar los particularismos, cristianos sigan camino hacia la unidad


La solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia genera otra discordia. El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad. Lo dijo el Papa Francisco, reflexionando este miércoles en la Audiencia General, sobre la Unidad de los cristianos. El Señor pidió la unidad entre nosotros «para que el mundo crea», recordó el Papa, y, el mundo, "no creerá porque lo convenzamos con buenos argumentos, sino si testimoniamos el amor que nos une y nos hace cercanos".

Dios nos ha dado “instrumentos”: la oración y el amor, para “hacer crecer la unidad”. Mientras el diablo nos tienta con las “debilidades de nuestros hermanos”, engrandeciendo los errores y los defectos de los otros, “el Espíritu Santo nos inspira a la unidad”. El Papa Francisco, que en este miércoles 20 de enero dedicó su catequesis a la oración por la unidad de los cristianos, nos recuerda que la raíz de la comunión con Dios “es el amor de Cristo”, que nos hace superar los prejuicios para ver en el otro a un hermano y a una hermana al que amar siempre.

La oración de Jesús, tras la última Cena, dijo el Papa, se puede decir que es “su testamento espiritual”: rezó para «para que todos sean uno» (Jn 17,21). Sin embargo, - continuó - notamos que el Señor no ha ordenado a los discípulos la unidad. Ni siquiera les dio un discurso para motivar su necesidad. Ha rezado al Padre por nosotros, para que seamos una sola cosa.

Esto significa, explicó Francisco, “que no bastamos solo nosotros, con nuestras fuerzas, para realizar la unidad”, pues “la unidad es sobre todo un don, es una gracia que hay que pedir con la oración”:

“Cada uno de nosotros lo necesita. De hecho, nos damos cuenta de que no somos capaces de custodiar la unidad ni siquiera en nosotros mismos.”

Recordando al apóstol Pablo, que sentía dentro de sí el lacerante conflicto de “querer el bien y estar inclinado al mal”, y que comprendió “que la raíz de tantas divisiones que hay a nuestro alrededor - entre las personas, en la familia, en la sociedad, entre los pueblos y también entre los creyentes – está dentro de nosotros”, Francisco, citando el Concilio Vaticano II, hizo presente los muchos elementos que se combaten en el propio interior del hombre, y afirmó que “la solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia genera otra discordia”:

“El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad.”

La unidad – aseguró – puede llegar sólo como fruto de la oración. “Los esfuerzos diplomáticos y los diálogos académicos no bastan”. “Deben hacerse, pero no bastan”, subrayó.

“Jesús lo sabía y nos ha abierto el camino, rezando. Nuestra oración por la unidad es así una humilde pero confiada participación en la oración del Señor, quien prometió que toda oración hecha en su nombre será escuchada por el Padre.”

Por eso invitó a preguntarnos si rezamos por la voluntad de Jesús, por la unidad. “Si revisamos las intenciones por las que rezamos, probablemente nos demos cuenta de que hemos rezado poco, quizá nunca, por la unidad de los cristianos”, observó. De esta, añadió, “depende la fe en el mundo”:

“El Señor pidió la unidad entre nosotros «para que el mundo crea». El mundo no creerá porque lo convenzamos con buenos argumentos, sino, si testimoniamos el amor que nos une y nos hace cercanos: así creerá.”

Y “en este tiempo de graves necesidades”, continuó el Papa, “es todavía más necesaria la oración para que la unidad prevalezca sobre los conflictos”. “Es urgente dejar de lado los particularismos para favorecer el bien común, y por eso nuestro buen ejemplo es fundamental: es esencial que los cristianos prosigan el camino hacia la unidad plena, visible”.

Se trata de un camino, suscitado por el Espíritu Santo, que ya ha iniciado y que irá siempre hacia adelante, y los cristianos debemos “luchar por la unidad”, es decir, “rezar”.  

Rezar significa luchar por la unidad. Sí, luchar, porque nuestro enemigo, el diablo, como dice la palabra misma, es el divisor. Jesús le pide al Espíritu Santo unidad, que haga la unidad. El diablo siempre se divide. Siempre divide, porque le conviene dividir. Él insinúa la división, en todas partes y de todas las maneras, mientras que el Espíritu Santo hace converger en unidad siempre. El diablo, en general, no nos tienta con la alta teología, sino con las debilidades de nuestros hermanos. Es astuto: engrandece los errores y los defectos de los otros, siembra discordia, provoca la crítica y crea facciones.

Mientras que Dios “nos toma como somos, diferentes, pecadores, y nos impulsa a la unidad”, el divisor toma el arma “que tiene más a mano” para dividir: “la habladuría”, con la que “alimenta el conflicto”:

“La habladuría es el arma que el diablo tiene más a la mano para dividir la comunidad cristiana, para dividir la familia, para dividir los amigos, para dividir, siempre. El Espíritu Santo siempre nos inspira a la unidad.”

“Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia”, (cfr Jn 15,5-9). El tema de esta Semana de oración, dijo el Papa, “se refiere precisamente al amor”, y da cuenta de que “la raíz de la comunión es el amor de Cristo, que nos hace superar los prejuicios para ver en el otro a un hermano y a una hermana al que amar siempre”. Así “descubrimos que los cristianos de otras confesiones, con sus tradiciones, con su historia, son dones de Dios, son dones presentes en los territorios de nuestras comunidades diocesanas y parroquiales”.

“Empecemos a rezar por ellos y, cuando sea posible, con ellos. Así aprenderemos a amarlos y a apreciarlos.”

La oración, recuerda el Concilio, - concluyó el Papa - es el alma de todo el movimiento ecuménico (cfr Unitatis redintegratio, 8).

“Que sea, por lo tanto, la oración el punto de partida para ayudar a Jesús a cumplir su sueño: que todos sean uno.”

 

Durante sus saludos a los fieles, el Sumo Pontífice rezó por quienes sufren a causa de la pandemia, y recordó en particular a Manaos, en el norte de Brasil, donde se vive una dramática situación por la falta de oxígeno y de camas en los hospitales. También realizó un llamamiento, en vista de la entrada en vigor, el próximo 22 de enero, del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares.

domingo, 17 de enero de 2021

"No rechacemos la llamada de Dios. Respondamos con amor"

 https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-01/papa-francisco-angelus-17-de-enero-2021.html

A la hora del rezo del Ángelus, el domingo 17 de enero, el Santo Padre alentó a los fieles a no rechazar la llamada de Dios en nuestras vidas y a responder a ella con amor.

Ciudad del Vaticano

El 17 de enero, segundo domingo del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa de la Pandemia.

Reflexionando sobre el Evangelio dominical que narra el encuentro de Jesús con sus primeros discípulos en el río Jordán, el día después de haber sido bautizado, el Santo Padre recordó que es precisamente Juan Bautista el que señala el Mesías a dos de ellos con estas palabras: "¡He ahí el Cordero de Dios!" (v. 36).

Encuentro con Jesús: "Hemos encontrado al Mesías"

Y aquellos dos, fiándose del testimonio del Bautista, -continuó explicando Francisco- siguen a Jesús que se da cuenta y dice: "¿Qué buscáis?" y ellos le preguntan: "Maestro, ¿dónde vives?, a lo que Jesús no contesta: "Vivo en Cafarnaún o en Nazaret", sino que dice: "Venid y lo veréis" (v. 39).

 

En este sentido, el Pontífice señaló que las palabras del Señor "no son una tarjeta de visita, sino la invitación a un encuentro. Los dos hombres, que resultarían ser Andrea y su hermano Simón, a quien Jesús llamará "Pedro", lo siguen y se quedan con él esa tarde, hablando, "advirtiendo la belleza de palabras que responden a su esperanza cada vez más grande".

Tras este encuentro, ambos regresan ante sus hermanos y recocen "desbordando de alegría": "Hemos encontrado al Mesías" (v. 41).

Asimismo, el Papa profundizó sobre esta experiencia de encuentro con Cristo que nos llama a estar con Él:

“Cada llamada de Dios es una iniciativa de su amor. Dios llama a la vida, llama a la fe, y llama a un estado de vida particular. La primera llamada de Dios es a la vida; con ella nos constituye como personas; es una llamada individual, porque Dios no hace las cosas en serie. Después Dios nos llama a la fe y a formar parte de su familia, como hijos de Dios”

Por otra parte, el Santo Padre aseveró que Dios también llama a cada uno de nosotros a un estado de vida particular:

No rechacemos la llamada de Dios

"Nos llama darnos a nosotros mismos en el camino del matrimonio, en el del sacerdocio o en el de la vida consagrada. Son maneras diferentes de realizar el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros, que es siempre un plan de amor. Y la alegría más grande para cada creyente es responder a esta llamada, a entregarse completamente al servicio de Dios y de sus hermanos".

Igualmente, el Papa puntualizó que frente a la llamada del Señor, "que puede llegar a nosotros de mil maneras, también a través de personas, de acontecimientos, tanto alegres como tristes", nuestra actitud a veces puede ser de rechazo, "porque nos parece que contrasta con nuestras aspiraciones; o de miedo, porque la consideramos demasiado exigente e incómoda".

Respondamos a Dios solo con amor

Al respecto, Francisco hizo hincapié en que la llamada de Dios es amor, "y a ella se responde solo con amor". 

“Al principio hay un encuentro, precisamente, el encuentro con Jesús, que nos habla del Padre, nos da a conocer su amor. Y entonces, espontáneamente, brota también en nosotros el deseo de comunicarlo a las personas que amamos: «He encontrado el Amor, he encontrado el sentido de mi vida. En una palabra: He encontrado a Dios»”

"La Virgen María nos ayude a hacer de nuestra vida un canto de alabanza a Dios, en respuesta a su llamada y en el cumplimiento humilde y alegre de su voluntad", concluyó el Papa.

miércoles, 13 de enero de 2021

La alabanza purifica, tengamos el coraje de decir "Bendito eres, oh Señor"

 https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2021-01/papa-alabanza-purifica-abre-puertas-camino-grande-hacia-senor.html



La alabanza purifica y nos abre el camino hacia el Señor. Dios, nuestro amigo fiel, “es el centinela” que nos hace “avanzar con seguridad”. Es, en extrema síntesis, lo que dijo el Papa Francisco en su catequesis de este miércoles sobre la oración, en la que aseguró que “alabando, somos salvados”. Como San Francisco de Asís, que, en el momento más oscuro de su vida, ya estando casi ciego y sintiendo los pasos de la muerte, con la percepción de que el mundo no había cambiado desde el inicio de su predicación, rezó, “Laudato si’, mi Señor”. “Tengamos el coraje de decir – animó el Papa hoy – ‘Bendito eres, oh Señor’".

La oración de alabanza ha sido el tema de la catequesis del Papa Francisco en este miércoles 13 de enero. El Santo Padre hizo referencia a un pasaje crítico de la vida de Jesús, después de los primeros milagros y de la implicación de los discípulos en el anuncio del Reino de Dios. Juan el Bautista, que estaba en la cárcel atravesando un momento de oscuridad, duda si se equivocó en el anuncio. Y le hace llegar este mensaje: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Precisamente entonces, el evangelista Mateo relata un hecho “sorprendente”, dijo el Papa: Jesús no eleva al Padre un lamento, sino eleva un himno de júbilo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños». Es decir, - puntualizó Francisco - en plena crisis, en plena oscuridad en el alma de tanta gente, como Juan el Bautista, Jesús bendice al Padre, alaba al Padre”. Pero, - planteó el Santo Padre - ¿por qué?

Alabar a Dios por los que acogen el Evangelio

Jesús alaba al Padre “por lo que es”, dijo. Es decir, porque es el “Señor del cielo y de la tierra”. Sabe y siente que su Padre es el Dios del universo, y sabe que el Señor de todo lo que existe es el Padre. “De esta experiencia de sentirse ‘hijo del Altísimo’ brota la alabanza”.

Jesús se siente hijo del Altísimo. Y después Jesús alaba al Padre porque favorece a los pequeños. Es lo que Él mismo experimenta predicando en los pueblos: los “sabios” y los “inteligentes” permanecen desconfiados y cerrados, hacen cálculos, mientras que los “pequeños” se abren y acogen el mensaje. Esto solo puede ser voluntad del Padre, y Jesús se alegra.

De este modo, “también nosotros – continuó el Papa – debemos alegrarnos y alabar a Dios porque las personas humildes y sencillas acogen el Evangelio”. En el futuro del mundo y “en las esperanzas de la Iglesia están siempre los pequeños”, afirmó. Son “aquellos que no se consideran mejores que los otros, que son conscientes de los propios límites y de los propios pecados, que no quieren dominar sobre los otros”. Se reconocen “todos hermanos”. Por eso la oración de Jesús en ese momento de “aparente fracaso”, conduce “también a nosotros, lectores del Evangelio, a juzgar de forma diferente nuestras derrotas personales, a juzgar de manera diferente las situaciones en las que no vemos clara la presencia y la acción de Dios, cuando parece que el mal prevalece y no hay forma de detenerlo”.

Jesús, que también recomendó mucho la oración de súplica, precisamente en el momento en el que habría tenido motivo de pedir explicaciones al Padre, sin embargo, lo alaba.

Practicar la alabanza sobre todo en los momentos oscuros

Alabando, somos salvados. Lo recuerda, continuó Francisco, “un texto de la liturgia eucarística que invita a rezar a Dios de esta manera”: «Aunque no necesitas nuestra alabanza, tú inspiras en nosotros que te demos gracias, para que las bendiciones que te ofrecemos nos ayuden en el camino de la salvación por Cristo, Señor nuestro». Y “la oración de alabanza nos sirve a nosotros”, porque, tal como la define el Catecismo, ella es una participación «en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria». Así, “debe ser practicada no solo cuando la vida nos colma de felicidad, sino sobre todo en los momentos difíciles, en los momentos oscuros, cuando el camino sube cuesta arriba”.

Como Jesús, que en el momento de oscuridad alaba al Padre.

Es “para que aprendamos que, a través de esa cuesta, de ese sendero fatigoso, de esos pasajes arduos, se llega a ver un panorama nuevo, un horizonte más abierto”.

La alabanza es como respirar oxígeno puro: te purifica el alma, te hace mirar más allá, no quedas encerrado en el difícil y oscuro momento de las dificultades.

El centinela que nos hace avanzar con seguridad

La oración que San Francisco compuso al final de su vida, el “Cántico de las criaturas”, constituye una gran enseñanza sobre esto, explicó el Santo Padre. El Pobrecillo no lo compuso en un momento de alegría, en un momento de bienestar, sino al contrario, en medio de las dificultades. Estando ya “casi ciego”, sintiendo en su alma “el peso de una soledad que nunca antes había sentido”, pues el mundo no había cambiado desde el inicio de su predicación, y sintiendo además que se acercaban “los pasos de la muerte”. En ese momento que podría ser de “desilusión extrema” y de “percepción del propio fracaso”, Francisco “reza”. Reza alabando al Señor: “Laudato si’, mi Señor…”.

Francisco alaba a Dios por todo, por todos los dones de la creación, y también por la muerte, que con valentía la llama "hermana", "hermana muerte". Estos ejemplos de los santos, de los cristianos, también de Jesús, de alabar a Dios en los momentos difíciles, abren las puertas de un camino muy grande hacia el Señor y nos purifican siempre. La alabanza siempre purifica.

Los santos y las santas – concluyó el Pontífice – nos demuestran que se puede alabar siempre, en las buenas y en las malas, porque Dios es el Amigo fiel.

Este es el fundamento de la alabanza: Dios es el Amigo fiel y su amor nunca falla. Siempre Él está a nuestro lado, Él nos espera siempre.

Recordando a alguien que solía decir que Dios "es el centinela que está cerca de ti y te hace avanzar con seguridad", el Sumo Pontífice alentó a que, en los momentos difíciles y oscuros, “tengamos el coraje” de decir: "Bendito eres, oh Señor".

Alabar al Señor. Esto nos hará mucho bien