martes, 31 de enero de 2017

Homilía del Papa Francisco en Santa Marta, 31-1-2017: “Jesús no masifica a la gente, mira a cada uno”


Homilía del Papa Francisco en Santa Marta, 31-1-2017: “Jesús no masifica a la gente, mira a cada uno” El Santo Padre Francisco celebra la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.
(RV).- Si con perseverancia tenemos nuestra mirada dirigida hacia Jesús, descubriremos con estupor que es Él quien nos mira con amor a cada uno de nosotros. Es uno de los conceptos que expresó el Santo Padre Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, en el día en que la Iglesia recuerda la memoria litúrgica de San Juan Bosco. 
Jesús no busca la popularidad, aunque está siempre en medio de la gente
El autor de la Carta a los Hebreos, propuesta por la liturgia, exhorta a correr en la fe “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús”. Y, según el Evangelio, es precisamente Jesús quien nos mira. El Papa Bergoglio reafirmó que él está cerca de nosotros y que está “siempre en medio de la muchedumbre”. Escuchemos:
“No está con los guardias que lo escoltan a fin de que la gente no lo toque. ¡No, no! Se ha quedado allí, y la gente lo estrecha. Y cada vez que Jesús salía, la muchedumbre aumentaba. Los especialistas de estadísticas quizá habrían podido publicar: ‘Baja la popularidad del Rabí Jesús’… Pero Él buscaba otra cosa: buscaba a la gente. Y la gente lo buscaba a Él: la gente tenía los ojos fijos sobre Él y Él tenía los ojos fijos sobre la gente. ‘Sí, sí, sobre la gente, sobre la multitud’. ‘¡Sobre cada uno!’. Y ésta es la peculiaridad de la mirada de Jesús.Mira a cada uno.¿Quieres ser de los primeros en estar informado?
Noticias de alcance, materiales y documentos en castellano para la labor pastoral /catequética. GRATIS

Jesús mira las cosas grandes y las cosas pequeñas
El Evangelio de San Marcos relata dos milagros: Jesús que cura a una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años y que, en medio de la muchedumbre, logra tocar el manto del Señor. Y dice que Él se da cuenta de haber sido tocado. Y después, la resurrección de la hija de Jairo – uno de los jefes de la sinagoga – que tenía doce años. Él se da cuenta de que la muchacha tiene hambre y le dice a sus padres que le den de comer:
“La mirada de Jesús va a lo grande y a lo pequeño. Así mira Jesús: nos ve a todos, pero mira a cada uno de nosotros. Ve nuestros grandes problemas, nuestras grandes alegrías, y ve también nuestras cosas pequeñas. Porque está cerca. Jesús no se asusta de las grandes cosas, pero también tiene en cuenta las pequeñas. Así nos mira Jesús”.
El estupor del encuentro con Jesús
Si corremos “con perseverancia, teniendo fija la mirada en Jesús” – dijo el Papa Francisco hacia el final de su homilía – nos sucederá lo que le sucedió a la gente después de la resurrección de la hija de Jairo, que fue acogida “con gran estupor”:
“Yo voy, miro a Jesús, camino delante, fijo la mirada en Jesús y ¿qué encuentro? ¡Que Él tiene fija la mirada sobre mí! Y esto me provoca gran estupor. Es el estupor del encuentro con Jesús. ¡Pero no tengamos miedo! No tengamos miedo, como aquella anciana que no tuvo miedo de ir a tocar el borde del manto. ¡No tengamos miedo! Corramos por este camino, siempre con la mirada fija en Jesús. Y tendremos esta bella sorpresa: nos henchirá de estupor. El mismo Jesús tiene fija su mirada sobre mí”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

lunes, 30 de enero de 2017

TEXTO COMPLETO: Nueva entrevista del Papa Francisco al canal El Sembrador - ESNE



1K








1K
El Papa Francisco con el periodista y fundador de El Sembrador, Noel Díaz. Foto: El Sembrador - ESNE
El Papa Francisco con el periodista y fundador de El Sembrador, Noel Díaz. Foto: El Sembrador - ESNE
LOS ÁNGELES, 30 Ene. 17 / 12:15 am (ACI).- El Papa Francisco concedió una nueva entrevista, esta vez al canal católico El Sembrador (ESNE) en la que habló de diversos temas como la misión de los laicos, la necesidad de que la Iglesia esté en salida, los jóvenes, las madres solteras, los ancianos, entre otros.
Aunque la entrevista se realizó el pasado 22 de noviembre de 2016, recién se difundió este domingo 29 de enero a las 9:00 p.m., hora de Los Ángeles, Estados Unidos.
La entrevista fue realizada por el periodista y fundador de ESNE, Noel Díaz, que durante el vuelo del viaje que el Santo Padre hizo a México en febrero de 2016, le lustró los zapatos al Pontífice al relatarle que eso era lo que hacía cuando era niño, desde los 8 años, para ayudar a mantener a su familia.
[Puede leer: VIDEO Un "limpiabotas" conmueve al Papa Francisco en el avión rumbo a México]
A continuación y gracias a ESNE, el texto completo de la entrevista transmitida el domingo 29 de enero:
NOEL DÍAZ: Queridos amigos, hermanos y hermanas en Cristo Jesús, estamos aquí en Santa Marta y muy emocionados, no sé si pueda decir lo que pienso pero aquí estoy junto al Papa Francisco y nos ha concedido el venir a saludarlo, pero también compartir unas palabras para cada uno de ustedes, queridos amigos que sintonizan este canal católico El Sembrador Nueva Evangelización Radio y Tv. Este es el micrófono suyo. Quisiera primeramente agradecerle en nombre de todos los latinoamericanos y los inmigrantes que es donde estamos nosotros. Primeramente decirle gracias y escuchar de usted.
PAPA FRANCISCO: Le agradezco la visita y usted se ha venido con ganas de tirarme la lengua o sea de hacerme hablar, así que dese gusto y pregunte.
NOEL: Bueno lo primero que quisiera es pedirle unas palabras para la gente que está en Estados Unidos y mucha gente ahorita, está con temor, sin meternos en situaciones de política, simplemente un mensaje para nuestro pueblo, para nuestra gente, y no solamente latinoamericanos, porque hay de diferentes países en una situación similar.
PAPA FRANCISCO: No se olviden que tenemos una madre. Cuando Juanito el hoy San Juan Diego le escapaba un poco a la Virgen, a la Madre, porque... esta Señora me pone en complicaciones, ella le dijo: ''Niño Juanito, no tengas miedo, ¿acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?''. Nosotros somos un pueblo que también tiene una madre, y Jesús nos la dejó, su Madre y nuestra Madre, y un pueblo con madre tiene que sentirse seguro.
Los monjes rusos de la época medieval o antes, tienen un consejo muy lindo. Antes decían ''cuando hay turbulencias espirituales, acogerse bajo el manto de la Santa Madre de Dios"; y eso es lo que puedo y quiero decirles, ella se lo dijo a Juanito en su lengua, "no tengas miedo. ¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre?". Y ese es como el saludo que les quiero dar.
NOEL: Su Santidad, usted me ha dicho en dos ocasiones, la primera cuando le lustré los zapatos en el avión y la segunda cuando me escribió y me dijo: "le recuerdo que le diga a los laicos que salgan de las cuevas". ¿Cuál es esa misión que me da y que nos da a los laicos?
PAPA FRANCISCO: A veces creo que el mejor negocio que podemos hacer con muchos cristianos, es venderles naftalina para que se la pongan en la ropa y en su vida y no se apolillen, porque están encerrados y se van a apolillar. Tienen que salir, tienen que salir, tienen que ir a llevar el mensaje de Jesús; el mensaje de Jesús no es para conservarlo para mí. El mensaje de Jesús es para darlo; así como yo lo recibo de Él a través de un hermano o de una hermana me viene esa gracia, yo la doy; eso es lo que tienen que hacer todos los cristianos.
Yo no me puedo guardar en conserva el mensaje de Jesús. No es para guardarlo, es para darlo entonces, cada uno ve que ese mensaje pasa por mis manos lo voy entregando y de esa manera salgo de la cueva.
NOEL: Ese llamado es... ¿Definitivamente lo tenemos que hacer ya?
PAPA FRANCISCO: Por supuesto. O sea las parroquias a la calle, cualquier institución a la calle, a la calle en el sentido de salir a buscar puertas abiertas. Mi corazón a la calle, es decir, mi corazón cristiano abierto a un mensaje al que sufre, al que está pasando un mal momento, al enfermo, es decir, las obras de misericordia que son como la columna vertebral del Evangelio.
Si nosotros leemos las preguntas que nos va a hacer Jesús cuando nos juzgue, son las obras de misericordia, Mateo 25, tuve hambre me diste de comer.
NOEL: Está todo dentro de eso. Usted cree que las parroquias en todo ese tiempo que usted nos dice que quiere una Iglesia de salida, no debemos ser evangelizadores con cara de vinagre y todas esas lindas formas que nos exhorta. Algunos hermanos separados son visibles en las calles, yo he deseado que tengamos una presencia más visible en las calles. ¿Qué nos falta Su Santidad?
PAPA FRANCISCO: Coraje, coraje ¿eh? Como que estamos cómodos y la comodidad nos traiciona. Coraje para salir, eso que tenía San Pablo, ese fervor apostólico, fervor apostólico y llevar, llevar lo que hemos recibido. Lo hemos recibido gratuitamente, darlo gratuitamente, pero el coraje.
NOEL: Usted utilizó una frase cuando estuvo en México, que tuve la dicha de acompañarlo. Usted dijo una frase que yo iba con algunos sacerdotes argentinos que se rieron y yo no lo entendí, les dijo no vengo a “sobarles el lomo”.
PAPA FRANCISCO: Sobar el lomo es decir "qué bueno que sos", adular, no. Vengo a pincharlos a que salgan, un cristiano sin coraje no es cristiano. ¿Cuál es el último mandato de Jesús a sus apóstoles? Vayan a la esquina, no. Vayan al otro pueblito de al lado, ¡No! Vayan a la otra ciudad más grande, no. Vayan a todo el mundo, les metió ese horizonte. Ese es el coraje: al final Mateo 28 ¿no?
Vayan a todo el mundo enseñando las cosas que yo les enseñé y bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo ¡y sepan que yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo! Y ese es el sostén del coraje, primero viene de la madre y ahora de Jesús.
Jesús es el que nos mantiene en el coraje apostólico que nos mantiene a llevar el mensaje, y eso lo hago, estoy en casa y está fulano enfermo, lo voy a ver y dejo caer una gotita de palabra a aquel tiene esta dificultad... una gotita de palabra. No sé, cada uno vea la manera como puede llevar adelante eso.
NOEL: Usted también nos habla a todos los que estamos sirviendo, acerca de no adueñarnos de cosas o de posiciones y no dejar a veces, que los que vienen queriendo buscar a Dios se topan con situaciones que en vez de traer no hacemos ese trabajo como debería de ser. Yo sé que lo debe de haber repetido muchas veces. El tener este diálogo con usted no es para un canal secular, es para nosotros, es para la familia, por eso le pregunto con esa confianza. Usted lo ha repetido pero sigue habiendo esta situación en estos, cuando se habla de que se van a levantar muros, también nosotros dentro de la Iglesia, tenemos muros. ¿Cómo hacer para derribar esos muros?
PAPA FRANCISCO: Una imagen que yo suelo usar mucho es que las iglesias tienen que tener las puertas abiertas. Una iglesia con puertas cerradas no sirve. En el apocalipsis hay una cosa muy bella y está en el capítulo 1 o 2, cuando Jesús habla a las 7 iglesias y a una de las siete iglesias les dice: “Yo estoy a la puerta y llamo, si alguien me abre yo voy a entrar, voy a cenar con él”. O sea Jesús que golpea la puerta de nuestro corazón para que le abramos, pero a mí se me ocurre pensar ¡de puro malo que soy! Se me ocurre pensar que muchas veces Jesús está golpeando la puerta pero desde adentro para que lo dejemos salir a evangelizar.
A veces los cristianos lo tenemos encerrado. Una iglesia que tiene las puertas cerradas es una iglesia que tiene a Jesús golpeando las puertas desde adentro porque quiere salir.
NOEL: ¿Cuál es ese mensaje concretamente para nosotros los laicos dentro de un deseo genuino de llevar a Cristo, con la frescura, con la alegría, como usted lo ha dicho? No venir con una actitud, que no atrae a nadie. Usted lo ha dicho, mucha gente no es atraída cuando se le está golpeando cuando se le está amenazando. Todo ese tipo de cosas que a veces se dan nosotros los laicos cómo debemos de ser efectivos. Ya lo habló una palabra coraje, tenemos que tener coraje, pero ¿Qué más ingredientes nos faltan a los laicos para estar convencidos de nuestra fe?
PAPA FRANCISCO: Esta es una idea mía ¿no?, pero estoy casi seguro que así es, falta oración. Porque sin oración no hay coraje, falta intercesión, tenemos que orar más y salir, pero con oración siempre, porque salgo con el Señor. ¿No es cierto? La oración es lo que me une al Señor, educar en la oración, en la lectura meditada de la palabra de Dios y orante, ¿no? Creo que técnicamente la llaman la lectio divina ¿no? Ese es un ejercicio tan lindo, y todos tenemos un cuarto de hora por día para hacerlo, tomar la biblia, un pedazo y rumiar un poquito y orar, entonces la oración y orar.
NOEL: ¿Qué desearía ver en los hogares, si la Iglesia de salida va a los hogares? Porque menos del 10 por ciento van a la iglesia, pero el 90 está afuera tenemos que ir por ellos, porque a veces no la pasamos solamente con el mismo grupo, tenemos que salir, pero si saliéramos a las casas y nos abrieran la puerta y nos dijeran “necesitamos oración, mi familia está dividida tiene problemas”. Muchos grupos han hecho presencia, pero, ¿No le gustaría ver brigadas de misericordia, grupos que hagan la lectio divina en la casa, que hagan oración el rosario, o que se consagre la familia, la iglesia doméstica a Jesús, a la Virgen María? ¿Qué le gustaría ver?
PAPA FRANCISCO: Todo eso que usted ha dicho. Es tanta la variedad de cosas ¿no?. Que las bienaventuranzas vayan creciendo en esa casa, son un programa evangélico. Las Bienaventuranzas.
NOEL: Santidad, le han hecho muchos medios la pregunta, ¿Qué legado quiere dejar? Un sacerdote muy místico, me dice: “siento que el Papa tiene muchas cosas, que el Papa quiere dejar y decir en determinado momento. Usted como Pontífice de la Iglesia ¿Hay cosas que quiere decir? Dice Jesús, dejó siete palabras, que serían esas cosas como claves.
PAPA FRANCISCO: Iglesia en salida es una. Puertas abiertas, salir, cristianos en la calle, cristianos convencidos. Iglesia orante, no puedo llegar a Jesús si no hablo con Él si no lo conozco. Iglesia orante intercesora, quiero tocar un puntito que es clave, cristianos que sepan adorar al Señor, adorar a Dios.
El acto de adoración en silencio, un acto de adoración, uno sale con la fuerza de saber que hay alguien allá arriba, que es el Señor es Dios, es la fuerza más grande, adorar a Dios: yo te adoro Señor, porque nuestra oración a veces es muy mezquina, voy para pedir, “Señor dame esto tengo este problema”. Está bien. Él nos quiere nos da una mano y arregla cosas.
Usted lo sabe por experiencia, pero, también algunos van a agradecer, pero ya es menos los que van a agradecer, pero adorar, que poquitos saben adorar, adorar a Dios que es el Señor en este mundo donde está lleno de señores, caciques diría yo, caciques de señores mundanos. No sé, que se creen los dueños del planeta, y este, no sé.
No me refiero a los que gobiernan los pueblos, no, también millonarios. El único señorío es del Señor, esos señoríos son el espíritu del mundo y esto es otra cosa, esto es lo que me gustaría dejar, dejar en cada hogar cristiano, en cada familia cristiana, en cada pueblo cristiano: la conciencia de que el espíritu del mundo no es de Dios, es la antítesis de Dios.
Por eso el Señor Jesús, cuando en la Última Cena ruega al Padre, ruega, no para que los saques del mundo, sino para que los defiendas. Nosotros tenemos que estar en el mundo, no somos monjes de clausura, tenemos que estar bien metidos en el mundo. Los monjes de clausura están en el mundo de otra manera pero están, pero tener cuidado que la mundanidad no nos corrompa.
La mundanidad empieza por el dinero, el diablo entra por el bolsillo, en el dinero. Jesús al dinero le dio estatus de señor, cuando dice nadie puede servir a dos señores, a dos patrones. O sirve a Dios o sirve al dinero, no dice al diablo, al dinero, o sea es señor, señor del mundo.
Servir a Dios significa no estar dependiendo del dinero. Al centro de mi vida está el Señor, no el dinero. Ese pasaje del Evangelio a mí siempre me impresionó, Jesús dice el señor dinero, es un señor pero cuando manda destruye, cuando se usa para utilizar a las personas.
Además te da seguridad, una seguridad que no es la de Dios, simplemente que uno necesita su sueldo de todos los meses todo, pero vivirlo con cierta sobriedad, austeridad. Recuerdo una vez hace muchos años, conocí a una persona, la había visto una sola vez. Sabía quién era, muy importante, un empresario muy importante, yo era muy amigo de un pariente de él.
Un día me contó que está muy mal, tiene un cáncer y es terminal, es un hombre, él dice que es cristiano, dice que es católico, sería bueno que se acercara un sacerdote para darle los sacramentos y se prepare a bien morir. Creo que sí, que recibió al sacerdote, pero era tal su arraigo al dinero que ese hombre tres días antes de morir, internado, compró una villa.
No sé si por Suiza, por Austria o dónde, lujosísima, para él, para los tres días que le quedaban. Además, la casa que tenía y todas las casas de veraneo, todo eso, o sea no pudo liberarse, en los umbrales de la eternidad, no pudo liberarse del dinero. No digo que se haya condenado o no, porque recibe el sacramento y Dios sabe perdonar... pero el dinero, cuando te agarra… pero ese es el primer paso adonde te lleva el dinero, a la vanidad.
Segundo paso: y la vanidad te llena la cabeza de humo, entonces uno en vez de mirar a la gente a los ojos, la mira así, la mira de costado. Soy superior, la vanidad, le gusta aparentar al vanidoso, como el pavo real, el pavo real uno lo mira y qué cosa hermosa, pero ¿Cuál es la verdad del pavo real? Da la vuelta y miras lo de atrás. Es la verdad, hablo de cosas reales. El segundo paso es la vanidad y ¿Cuál es el tercer paso? El orgullo, la soberbia y de ahí todos los pecados.
El primer paso: el dinero, el diablo se mete por el bolsillo. Segundo paso, la vanidad, porque tengo el dinero soy vanidoso, en vez de usarlo para bien lo uso para mí mismo, para maquillarse el alma, maquillarme la vida, maquillarme todo, maquillarme la importancia social... lo que sea. El tercer paso es el orgullo, la soberbia, que es la virtud del demonio.
NOEL: Esta es una gran catequesis para todos nosotros, yo le dije: “yo no vine a sobarle el lomo”, como usted dijo de usar esa palabra (risas). Ahora también, no vengo a sobarle el lomo, pero a subirle el rating del reino de Dios. ¿Qué le parece?
PAPA FRANCISCO: Me parece bien. Que el Señor ayude en todo esto. Que el Señor ayude. Vea cómo el demonio le sobó el lomo a Jesús, después de ayunar en el desierto, sintió hambre, y se le acercó: ”si vos sos el hijo de Dios”. Sospechaba el demonio, muy inteligente...”haced un milagro... haced que estas piedras sean pan y tenés el poder... una riqueza... el pan a mano”. Jesús le contesta (después vuelvo sobre las respuestas).
Segundo paso: “¿Qué vas a hacer ahora, te vas a pasar predicando y todo? Junta la gente, subite al techo del templo, tírate abajo, no te va a pasar nada porque los Ángeles te van a sostener, y con ese espectáculo ya todo el mundo va a creer en ti”. Vanidad. Jesús le contesta, cuando vio que no, no enganchaba. Lo lleva a lo alto y le hace ver todos los reinos de la tierra y ahí se saca la careta y le dice “te los regalo todos si me adoras”. El último precio que pone. ¿Cómo contestó Jesús al diablo? ¡No le contestó con una palabra suya!, ¡Porque con el diablo no se dialoga! No se puede dialogar, porque nos gana siempre; Le contesta con la palabra de Dios: “No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. No tentarás al Señor tu Dios, Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”. ¿Por qué? Porque una palabra suya puede ser peligrosa frente a la astucia del demonio, ¡Cuando el demonio tienta la palabra de Dios!
NOEL: Le voy a no más mencionar un nombre y usted dice unas palabras para ellos, una respuesta para ellos o sea una respuesta así cortita: Jóvenes
PAPA FRANCISCO: Bueno a los jóvenes, lo que yo les pido es que no se jubilen a los 20 años. Es muy triste ver un joven que se jubile. El joven tiene que mirar adelante y luchar y pelear y usted puede hablar contando su vida a los jóvenes, miró siempre adelante y tantos así.
Por favor chicos no se jubilen, el futuro depende de ustedes, de los jóvenes ¿eh? Tengan coraje, se van a equivocar mil veces pero van a hacer cosas. Hay una manera de no equivocarse: quedarse encerrados en la casa, se quedan encerrados se jubilan y se apolillan… Un joven con el alma apolillada... que feo muy feo. Salgan, tengan ilusiones, apuesten a la vida, pero también hablen con los abuelos.
El profeta Joel en el capítulo cuarto dice una cosa muy hermosa: hablando de la gracia de Dios, en el pueblo de Dios: entonces los ancianos tendrán sueños, y los jóvenes van a profetizar a los del medio los deja al costado. La memoria de los pueblos son los ancianos, anímense hablen con los abuelos y de ahí saquen fuerzas de esa memoria.
Para ir adelante, profeticen, no profeticen solos, sino a partir de la memoria de los viejos. Vayan adelante, un pie apoyado en la memoria y el otro adelante. La esperanza, el coraje, nada de jubilación, nada de apolillamiento, nada de irse solitos. No, enganchados a la memoria del abuelo y profetizando al futuro. Anímense, les va a ir muy bien.
NOEL: ¿Qué les dice a las madres solteras?, que la mayoría son madres solteras pero también hay padres solteros.
PAPA FRANCISCO: Cuiden a sus hijos, Dios sabe, Dios es el gran padre, y sabe la historia de cada una, cada uno, cómo llegó a esa situación. En sus manos tienen una promesa, tienen un futuro. Cuídenlos, dedíquense a sus hijos y mucha ternura por favor.
Una de las enfermedades que tiene el mundo de hoy es la cardioesclerosis, corazones escleróticos duros, no saben expresar el amor y el cariño. Ternura, necesitamos ternura, necesitamos la revolución de la ternura, usted tiene ese niño, vino como vino, pero con mucha ternura llevarlo adelante y ustedes mismos de esta manera contagien ternura.
NOEL: Los ancianos, los abuelos muchos de ellos olvidados, solo eso.
PAPA FRANCISCO: De las cosas más tristes porque ellos son los que nos dieron la vida, los que tienen la memoria de los pueblos, y en este mundo, en esta cultura que es la cultura del descarte, ya cuando el abuelo no sirve se descarta.
Mi abuela me contaba, de chicos nos contaba muchas historias, recuerdo una: un señor de familia bien trabajador de una linda familia, estaba casado, varios hijos y su papá, viudo, vivía con ellos, pero el papá se fue poniendo viejo y... en la mesa cuando comía se le caía un poco la comida, se babosea.
Entonces él dijo no, a papá no lo podemos tener con nosotros porque no podemos invitar gente, entonces le compró una mesa chiquita y lo mandó a comer en la cocina, entonces la familia comía en el comedor y el viejito en la cocina, porque se baboseaba y quedaba mal. ¡Claro en el fondo estaba negando a su padre! ¿No? Y bueno a la semana llega del trabajo y encuentra a su hijo el más pequeño que tenía 4 años, y estaba con un martillo, unos clavos ahí, unas maderas jugando. Entonces el papá le pregunta qué estás haciendo, estoy haciendo una mesa papá. ¿Una mesa para qué? Para cuando vos seas viejo, para que puedas comer en la cocina. El chico vio eso (el Papa apunta su dedo al corazón).
Yo les digo, si ustedes, abandonan a los abuelos, sepan que la vida les puede pagar con la misma moneda. Los abuelos son la memoria, no descartarlos, la memoria de la familia, la memoria del pueblo, la memoria de la fe, no descartarlos, los abuelos son una riqueza muy grande.
Conozco un lugar, un país que está pasando por una crisis de desocupación bastante fuerte, y claro los abuelos tienen la pensión, tienen la jubilación. El interés no es por amor, el amor al abuelo se despertó en ese lugar por el comentario de toda la gente, se acordaron de los abuelos por la pensión, la jubilación. A los abuelos yo les diría: ustedes tienen el privilegio de poder orar, sean intercesores de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos, oren, oren, con su oración sostengan a la familia.
NOEL: Los párrocos que a veces se les hace la tarea pesada, son muchas cosas. Una palabra para los párrocos sacerdotes.
PAPA FRANCISCO: A veces el párroco tiene que llevar tantas cosas además de los problemas de la parroquia, los problemas que se les confían y pueden caer en un gran cansancio. Yo les diría frenen un poco cuando están así. Cuando están así váyanse al sagrario, delante de la imagen de la Virgen, descansen un poquito, “padre si hago eso me duermo”. Dormite 20 minutos delante del Señor que te va a hacer bien.
NOEL: Bueno, yo quisiera agradecerle, un mensaje para nosotros como apostolado El Sembrador que estamos sembrando y somos llamados a sembrar. Creo que la semilla ha caído en tierra buena, un mensaje para todos nuestros hermanos, servidores, miembros de este apostolado, que nuestra intención y nuestro deseo mayor es ir, salir y hacer eso que Jesús nos ha indicado y lo que usted nos viene diciendo.
PAPA FRANCISCO: Bueno usted se me adelantó un poquito, pero… en la respuesta. Pero el mensaje de Dios: tengan puntería, o sea que caiga en tierra buena, pero algunos van sembrando como quien va de paseo y no les interesa la semilla, no la palabra, la semilla sagrada, fíjate bien donde cae, no las desperdicies.
NOEL: Quisiéramos ya en este momento solamente pedirle su bendición para todos los que van a ver esto, porque yo no vengo aquí solo, vengo representando a muchísima gente, que desearían estar cerca, como estoy yo, como estamos aquí nosotros, pero nuestra tarea es que usted a través de este medio llegue, toque, con lo que nos ha dicho, con su corazón abierto, lo que nos ha mencionado que desearía. Nosotros no lo tomamos solamente como un comentario, como una plática más, la queremos hacer nuestra y llevarla a cabo. Así como ha sido su deseo. Yo como hijo, usted como papá, yo siento el deseo de cumplir y llevar a cabo también sus buenos deseos.
PAPA FRANCISCO: Adelante, coraje, oración y mucha ternura, mucha ternura. Les bendiga Dios Todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

domingo, 29 de enero de 2017

Texto completo del ángelus del 29 de enero de 2017

El Santo Padre recuerda que la humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas.
El Papa en el Ángelus - © Osservatore Romano
El Papa en el Ángelus - © Osservatore Romano
(ZENIT- Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, como cada domingo, se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico para rezar el ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro. Estaban también presentes los jóvenes de Acción Católica de la diócesis de Roma que concluyen, con la “Caravana de la Paz”, el mes de enero que tradicionalmente dedican al tema de la paz. Al finalizar la oración del ángelus, dos de ellos, han leído desde la ventana junto al Papa un mensaje en nombre del ACR de Roma.

Estas son las palabras del Papa para introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia de este domingo nos hace meditar sobre las Bienaventuranzas (cfr Mt 5,1-12a), que abren el gran discurso llamado “de la montaña”, la “carta magna” del Nuevo Testamento. Jesús manifiesta la voluntad de Dios de conducir a los hombres a la felicidad. Este mensaje estaba ya presente en la predicación de los profetas: Dios está cerca de los pobres y de los oprimidos y les libera de los que les maltratan.  Pero en esta predicación, Jesús sigue un camino particular: comienza con el término “bienaventurados”, es decir felices; prosigue con la indicación de la condición para ser tales; y concluye haciendo una promesa. El motivo de las bienaventuranzas, es decir de la felicidad, no está en la condición requerida –“pobres de espíritu”, “afligidos”, “hambrientos de justicia”, “perseguidos”…– sino en la sucesiva promesa, para acoger con fe como don de Dios. Se comienza con las condiciones de dificultad para abrirse al don de Dios y acceder al mundo nuevo, el “reino” anunciado por Jesús. No es un mecanismo automático, sino un camino de vida de seguir al Señor, por el que la realidad de miseria y aflicción es vista en una perspectiva nueva y experimentada según la conversión que se lleva a cabo. No se es bienaventurado si no se es convertido, para poder apreciar y vivir los dones de Dios.
Me detengo en la primera bienaventuranza: “Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (v. 4). El pobre de espíritu es el que ha asumido los sentimientos y la actitud de esos pobres que en su condición no se rebelan, pero saben que son humildes, dóciles, dispuestos a la gracia de Dios. La felicidad de los pobres en espíritu tiene una doble dimensión: en lo relacionado con los bienes y en lo relacionado con Dios. Respecto a los bienes materiales esta pobreza de espíritu es sobriedad: no necesariamente renuncia, sino capacidad de gustar lo esencial, de compartir; capacidad de renovar cada día el estupor por la bondad de las cosas, sin sobrecargarse en la opacidad del consumo voraz. Más tengo, más quiero; más tengo, más quiero. Este es el consumo voraz  y esto mata el alma. El hombre y la mujer que hace esto, que tiene esta actitud, “más tengo, más quiero”, no es feliz y no llegará a la felicidad. En lo relacionado con Dios es alabanza y reconocimiento que el mundo es bendición y que en su origen está el amor creador del Padre. Pero es también apertura a Él, docilidad a su señoría, es Él el Señor, es Él el grande. No soy yo el grande porque tengo muchas cosas. Es Él el que ha querido al mundo por todos los hombres, y los has querido para que los hombres fueran felices.
El pobre en espíritu es el cristiano que no se fía de sí mismo, de las riquezas materiales, no se obstina sobre las propias opiniones, sino que escucha con respeto y se remite con gusto a las decisiones de los otros. Si en nuestras comunidades hubiera más pobres de espíritu, ¡habría menos divisiones, contrastes y polémicas! La humildad, como la caridad, es una virtud esencial para la convivencia en las comunidades cristianas. Los pobres, en este sentido evangélico, aparecen como aquellos que mantienen viva la meta del Reino de los cielos, haciendo ver que esto viene anticipado como semilla en la comunidad fraterna, que privilegia el compartir a la posesión. Esto quisiera subrayarlo: privilegiar el compartir a la posesión. Siempre tener las manos y el corazón así (el Papa hace un gesto de mano abierta), no así (gesto de puño cerrado). Cuando el corazón está así (cerrado) es un corazón pequeño, ni siquiera sabe cómo amar. Cuando el corazón está así (abierto) va sobre el camino del amor.
La Virgen María, modelo y primicia de los pobres en espíritu porque es totalmente dócil a la voluntad del Señor, nos ayude a abandonarnos en Dios, rico de misericordia, para que nos colme de sus dones, especialmente de la abundancia de su perdón.

miércoles, 25 de enero de 2017

Catequesis del Papa Francisco, 25-1-2017:

“Judit nos indica el camino de la confianza, la oración y la obediencia”


Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Entre las figuras de las mujeres que el Antiguo Testamento nos presenta, resalta aquella de una gran heroína del pueblo: Judit. El Libro bíblico que lleva su nombre narra la grandiosa campaña militar del rey Nabucodonosor, el cual, reinando en Nínive, expande los límites del imperio derrotando y conquistando a todos los pueblos de su alrededor. El lector entiende que se encuentra ante un gran e invencible enemigo que está sembrando muerte y destrucción y que llega hasta la Tierra Prometida, poniendo en peligro la vida de los hijos de Israel.
El ejército de Nabucodonosor, de hecho, bajo la guía del general Holofernes, sitió una ciudad de Judea, Betulia, cortando las reservas de agua y debilitando así la resistencia de la población.
La situación se vuelve dramática, al punto que los habitantes de la ciudad se dirigen a los ancianos pidiendo rendirse ante los enemigos. Sus palabras son desesperadas: «Ya no hay nadie que pueda auxiliarnos, porque Dios nos ha puesto en manos de esa gente para que desfallezcamos de sed ante sus ojos y seamos totalmente destruidos. Han llegado a decir esto: “Dios nos ha abandonado”; la desesperación era grande en esa gente. Llámenlos ahora mismo y entreguen la ciudad como botín a Holofernes y a todo su ejército» (Jdt 7,25-26). El fin parece inevitable, la capacidad de confiar en Dios se ha terminado – la capacidad de confiar en Dios se ha terminado. Y cuantas veces nosotros llegamos a situaciones extremas donde no sentimos ni siquiera la capacidad de tener confianza en el Señor. Es una fea tentación. Y, paradójicamente, parece que, para huir de la muerte, no queda más que entregarse en manos de quien asesina. Ellos saben que estos soldados entraran a saquear la ciudad, tomar a las mujeres como esclavas y luego matar a todos los demás. Esto es justamente “lo extremo”.
Y ante tanta desesperación, el jefe del pueblo intenta proponer un motivo de esperanza: resistir todavía cinco días, esperando la intervención salvífica de Dios. Pero es una esperanza débil, que les hace concluir: «Si transcurridos estos días, no nos llega ningún auxilio, entonces obraré como ustedes dicen» (7,31). Pobre hombre: no tenía salida. Cinco días les son concedidos a Dios – y está aquí el pecado – cinco días les son concedidos a Dios para intervenir; cinco días de espera, pero ya con la perspectiva del final. Conceden cinco días a Dios para salvarlos, pero saben que no tienen confianza, esperan lo peor. En realidad, ninguno más, entre el pueblo, es todavía capaz de esperar. Estaban desesperados.
Es en esta situación aparece en escena Judit. Viuda, mujer de gran belleza y sabiduría, ella habla al pueblo con el lenguaje de la fe. Valiente, reprocha en la cara al pueblo diciendo: «Ustedes ponen a prueba al Señor todopoderoso, […]. No, hermanos; cuídense de provocar la ira del Señor, nuestro Dios. Porque si él no quiere venir a ayudarnos en el término de cinco días, tiene poder para protegernos cuando él quiera o para destruirnos ante nuestros enemigos. […]. Por lo tanto, invoquemos su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará si esa es su voluntad» (8,13.14-15.17). Es el lenguaje de la esperanza. Toquemos la puerta del corazón de Dios, Él es Padre, Él puede salvarnos. Esta mujer, viuda, arriesga de quedar mal ante los demás. ¡Pero es valiente! ¡Va adelante! Esta es mi opinión: las mujeres son más valientes que los hombres.
Y con la fuerza de un profeta, Judit convoca a los hombres de su pueblo para conducirlos a la confianza en Dios; con la mirada de un profeta, ella ve más allá del estrecho horizonte propuesto por los jefes y del miedo que lo hace aún más limitado. Dios actuará ciertamente – ella lo afirma – mientras la propuesta de los cinco días de espera es un modo para tentarlo y para someterse a su voluntad. El Señor es Dios de salvación – y ella lo cree –, cualquier forma esa tome. Es salvación librar de los enemigos y hacer vivir, pero, en sus planes impenetrables, puede ser salvación también entregar a la muerte. Mujer de fe, ella lo sabe. Luego conocemos el final, como terminó la historia: Dios salva.
Queridos hermanos y hermanas, no pongamos jamás condiciones a Dios y dejemos en cambio que la esperanza venza nuestros temores. Confiar en Dios quiere decir entrar en sus designios sin ninguna pretensión, también aceptando que su salvación y su ayuda lleguen a nosotros de modos distintos a nuestras expectativas. Nosotros pedimos al Señor vida, salud, afectos, felicidad; y es justo hacerlo, pero con la conciencia que Dios sabe traer vida también de la muerte, que se puede experimentar la paz también en la enfermedad, y que puede haber serenidad también en la soledad y alegría también en el llanto. No somos nosotros los que podemos enseñar a Dios aquello que debe hacer, de lo que nosotros tenemos necesidad. Él lo sabe mejor que nosotros, y debemos confiar, porque sus vías y sus pensamientos son distintos a los nuestros.
El camino que Judit nos indica es aquel de la confianza, de la espera en la paz, de la oración y de la obediencia. Es el camino de la esperanza. Sin fáciles resignaciones, haciendo todo lo que está en nuestras posibilidades, pero siempre permaneciendo en el surco de la voluntad del Señor, porque – lo sabemos – ha orado mucho, ha hablado al pueblo y después, valerosa, se ha ido, ha buscado el modo para acercarse al jefe del ejército y ha logrado cortarle la cabeza, decapitarlo. Es valiente en la fe y en las obras. Y busca siempre al Señor. Judit, de hecho, tiene un plan, lo actúa con suceso y lleva al pueblo a la victoria, pero siempre en la actitud de fe de quien todo acepta de la mano de Dios, segura de su bondad.
Así, una mujer llena de fe y de valentía devuelve la fuerza a su pueblo en peligro mortal y lo conduce sobre la vía de la esperanza, indicándolo también a nosotros. Y nosotros, si hacemos un poco de memoria, cuántas veces hemos escuchado palabras sabias, valientes, de personas humildes, de mujeres humildes que uno piensa que – sin despreciarlas – fueran ignorantes. Pero son palabras de la sabiduría de Dios. Las palabras de las abuelas. Cuantas veces las abuelas saben decir la palabra justa, la palabra de esperanza, porque tienen la experiencia de la vida, han sufrido mucho, se han encomendado a Dios y el Señor les da este don de darnos consejos de esperanza. Y, recorriendo esas vías, será alegría y luz pascual encomendarse al Señor con las palabras de Jesús:  «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22,42). Y esta es la oración de la sabiduría, de la confianza y de la esperanza.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano

martes, 24 de enero de 2017

Mensaje del Santo Padre para la 51ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales



Posted by Redaccion on 24 January, 2017




Periodismo - ©Pixabay
(ZENIT – Ciudad del Vaticano). «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5). Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos. Este es el tema elegido por el papa Francisco para la 51ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Publicamos a continuación el Mensaje del Papa para la Jornada que este año se celebra, en muchos países, el domingo 28 de mayo, Solemnidad de la Ascensión del Señor.

Gracias al desarrollo tecnológico, el acceso a los medios de comunicación es tal que muchísimos individuos tienen la posibilidad de compartir inmediatamente noticias y de difundirlas de manera capilar. Estas noticias pueden ser bonitas o feas, verdaderas o falsas. Nuestros padres en la fe ya hablaban de la mente humana como de una piedra de molino que, movida por el agua, no se puede detener. Sin embargo, quien se encarga del molino tiene la posibilidad de decidir si moler trigo o cizaña. La mente del hombre está siempre en acción y no puede dejar de «moler» lo que recibe, pero está en nosotros decidir qué material le ofrecemos. (cf. Casiano el Romano, Carta a Leoncio Igumeno).
Me gustaría con este mensaje llegar y animar a todos los que, tanto en el ámbito profesional como en el de las relaciones personales, «muelen» cada día mucha información para ofrecer un pan tierno y bueno a todos los que se alimentan de los frutos de su comunicación. Quisiera exhortar a todos a una comunicación constructiva que, rechazando los prejuicios contra los demás, fomente una cultura del encuentro que ayude a mirar la realidad con auténtica confianza.
Creo que es necesario romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo, fruto de esa costumbre de centrarse en las «malas noticias» (guerras, terrorismo, escándalos y cualquier tipo de frustración en el acontecer humano). Ciertamente, no se trata de favorecer una desinformación en la que se ignore el drama del sufrimiento, ni de caer en un optimismo ingenuo que no se deja afectar por el escándalo del mal. Quisiera, por el contrario, que todos tratemos de superar ese sentimiento de disgusto y de resignación que con frecuencia se apodera de nosotros, arrojándonos en la apatía, generando miedos o dándonos la impresión de que no se puede frenar el mal. Además, en un sistema comunicativo donde reina la lógica según la cual para que una noticia sea buena ha de causar un impacto, y donde fácilmente se hace espectáculo del drama del dolor y del misterio del mal, se puede caer en la tentación de adormecer la propia conciencia o de caer en la desesperación.
Por lo tanto, quisiera contribuir a la búsqueda de un estilo comunicativo abierto y creativo, que no dé todo el protagonismo al mal, sino que trate de mostrar las posibles soluciones, favoreciendo una actitud activa y responsable en las personas a las cuales va dirigida la noticia. Invito a todos a ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo narraciones marcadas por la lógica de la «buena noticia».
La buena noticia
La vida del hombre no es sólo una crónica aséptica de acontecimientos, sino que es historia, una historia que espera ser narrada mediante la elección de una clave interpretativa que sepa seleccionar y recoger los datos más importantes. La realidad, en sí misma, no tiene un significado unívoco. Todo depende de la mirada con la cual es percibida, del «cristal» con el que decidimos mirarla: cambiando las lentes, también la realidad se nos presenta distinta. Entonces, ¿qué hacer para leer la realidad con «las lentes» adecuadas?
Para los cristianos, las lentes que nos permiten descifrar la realidad no pueden ser otras que las de la buena noticia, partiendo de la «Buena Nueva» por excelencia: el «Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1,1). Con estas palabras comienza el evangelista Marcos su narración, anunciando la «buena noticia» que se refiere a Jesús, pero más que una información sobre Jesús, se trata de la buena noticia que es Jesús mismo. En efecto, leyendo las páginas del Evangelio se descubre que el título de la obra corresponde a su contenido y, sobre todo, que ese contenido es la persona misma de Jesús.
Esta buena noticia, que es Jesús mismo, no es buena porque esté exenta de sufrimiento, sino porque contempla el sufrimiento en una perspectiva más amplia, como parte integrante de su amor por el Padre y por la humanidad. En Cristo, Dios se ha hecho solidario con cualquier situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca olvida a sus hijos. «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5): es la palabra consoladora de un Dios que se implica desde siempre en la historia de su pueblo. Con esta promesa: «estoy contigo», Dios asume, en su Hijo amado, toda nuestra debilidad hasta morir como nosotros. En Él también las tinieblas y la muerte se hacen lugar de comunión con la Luz y la Vida. Precisamente aquí, en el lugar donde la vida experimenta la amargura del fracaso, nace una esperanza al alcance de todos. Se trata de una esperanza que no defrauda ―porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rm 5,5)― y que hace que la vida nueva brote como la planta que crece de la semilla enterrada. Bajo esta luz, cada nuevo drama que sucede en la historia del mundo se convierte también en el escenario para una posible buena noticia, desde el momento en que el amor logra encontrar siempre el camino de la proximidad y suscita corazones capaces de conmoverse, rostros capaces de no desmoronarse, manos listas para construir.
La confianza en la semilla del Reino
Para iniciar a sus discípulos y a la multitud en esta mentalidad evangélica, y entregarles «las gafas» adecuadas con las que acercarse a la lógica del amor que muere y resucita, Jesús recurría a las parábolas, en las que el Reino de Dios se compara, a menudo, con la semilla que desata su fuerza vital justo cuando muere en la tierra (cf. Mc 4,1-34). Recurrir a imágenes y metáforas para comunicar la humilde potencia del Reino, no es un manera de restarle importancia y urgencia, sino una forma misericordiosa para dejar a quien escucha el «espacio» de libertad para acogerla y referirla incluso a sí mismo. Además, es el camino privilegiado para expresar la inmensa dignidad del misterio pascual, dejando que sean las imágenes ―más que los conceptos― las que comuniquen la paradójica belleza de la vida nueva en Cristo, donde las hostilidades y la cruz no impiden, sino que cumplen la salvación de Dios, donde la debilidad es más fuerte que toda potencia humana, donde el fracaso puede ser el preludio del cumplimiento más grande de todas las cosas en el amor. En efecto, así es como madura y se profundiza la esperanza del Reino de Dios: «Como un hombre que echa el grano en la tierra; duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece» (Mc 4,26-27).
El Reino de Dios está ya entre nosotros, como una semilla oculta a una mirada superficial y cuyo crecimiento tiene lugar en el silencio. Quien tiene los ojos límpidos por la gracia del Espíritu Santo lo ve brotar y no deja que la cizaña, que siempre está presente, le robe la alegría del Reino.
Los horizontes del Espíritu
La esperanza fundada sobre la buena noticia que es Jesús nos hace elevar la mirada y nos impulsa a contemplarlo en el marco litúrgico de la fiesta de la Ascensión. Aunque parece que el Señor se aleja de nosotros, en realidad, se ensanchan los horizontes de la esperanza. En efecto, en Cristo, que eleva nuestra humanidad hasta el Cielo, cada hombre y cada mujer puede tener la plena libertad de «entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne» (Hb 10,19-20). Por medio de «la fuerza del Espíritu Santo» podemos ser «testigos» y comunicadores de una humanidad nueva, redimida, «hasta los confines de la tierra» (cf. Hb 1,7-8).
La confianza en la semilla del Reino de Dios y en la lógica de la Pascua configura también nuestra manera de comunicar. Esa confianza nos hace capaces de trabajar ―en las múltiples formas en que se lleva a cabo hoy la comunicación― con la convicción de que es posible descubrir e iluminar la buena noticia presente en la realidad de cada historia y en el rostro de cada persona.
Quien se deja guiar con fe por el Espíritu Santo es capaz de discernir en cada acontecimiento lo que ocurre entre Dios y la humanidad, reconociendo cómo él mismo, en el escenario dramático de este mundo, está tejiendo la trama de una historia de salvación. El hilo con el que se teje esta historia sacra es la esperanza y su tejedor no es otro que el Espíritu Consolador. La esperanza es la más humilde de las virtudes, porque permanece escondida en los pliegues de la vida, pero es similar a la levadura que hace fermentar toda la masa. Nosotros la alimentamos leyendo de nuevo la Buena Nueva, ese Evangelio que ha sido muchas veces «reeditado» en las vidas de los santos, hombres y mujeres convertidos en iconos del amor de Dios. También hoy el Espíritu siembra en nosotros el deseo del Reino, a través de muchos «canales» vivientes, a través de las personas que se dejan conducir por la Buena Nueva en medio del drama de la historia, y son como faros en la oscuridad de este mundo, que iluminan el camino y abren nuevos senderos de confianza y esperanza.

domingo, 22 de enero de 2017

Texto completo del ángelus del 22 de enero de 2017




El papa Francisco explica las lecturas del día, pide oraciones por la unidad de los cristianos y reza por las víctimas y familiares del alud en Italia Central

angelus-ctv
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco antes de rezar la oración del ángelus desde la ventana de su estudio, explicó este domingo a los miles de fieles y peregrinos allí reunidos, las lecturas del día. Después pidió plegarias en la Semana de oración por la unidad de los cristianos; manifestó su cercanía a los familiares de las víctimas del alud en el centro de Italia; saluldó a quienes en oriente festejan el año lunar y a diversos grupos allí presentes.
A continuación el texto completo.
Antes de la oración del ángelus
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (cf. Mt 4.12 a 23) narra el inicio de la predicación de Jesús en Galilea. Él deja Nazaret, un pueblo en las montañas, y se establece en Cafarnaúm, un centro importante en las orillas del lago, habitado en su mayoría por paganos, punto de cruce entre el Mediterráneo y el interior mesopotámico.
Esta opción indica que los destinatarios de su predicación no son sólo sus compatriotas, sino cuantos arriban a la cosmopolita «Galilea de los gentiles» (v 15; cf. Is 8,23): así se llamaba.
Vista desde la capital Jerusalén, aquella tierra es geográficamente periférica y religiosamente impura, porque estaba llena de paganos, debido a la mescolanza con los que no pertenecían a Israel.
De Galilea no se esperaban desde luego grandes cosas para la historia de la salvación. Sin embargo, precisamente desde allí – justo desde allí- se difunde aquella “luz” sobre la que hemos meditado en los domingos pasados: la luz de Cristo. Se difunde precisamente desde la periferia.
El mensaje de Jesús reproduce el del Bautista, proclamando el «Reino de los Cielos» (v. 17). Este Reino no implica el establecimiento de un nuevo poder político, sino el cumplimiento de la alianza entre Dios y su pueblo, que inaugurará una temporada de paz y de justicia.
Para estrechar este pacto de alianza con Dios, cada uno está llamado a convertirse, transformando su propio modo de pensar y de vivir. Esto es importante: convertirse no es solamente cambiar la manera de vivir, sino también el modo de pensar. Es una transformación del pensamiento. No se trata de cambiar los vestidos, sino las costumbres.
Lo que diferencia a Jesús de Juan el Bautista es el estilo y el método. Jesús elige ser un profeta itinerante. No se queda esperando a la gente, sino que se mueve hacia ella. Jesús está siempre por la calle.
Sus primeras salidas misioneras se producen a lo largo del lago de Galilea, en contacto con la multitud, en particular con los pescadores. Allí Jesús no sólo proclama la venida del reino de Dios, sino que busca compañeros que se asocien a su misión de salvación.
En este mismo lugar encuentra a dos parejas de hermanos: Simón y Andrés, Santiago y Juan; los llama diciendo: «Síganme y los haré pescadores de hombres» (v. 19). La llamada les llega en medio de sus actividades cotidianas: el Señor se revela a nosotros no en modo extraordinario o enseguecedor, sino en la cotidianidad de nuestra vida.
Ahí debemos encontrar al Señor; y ahí Él se revela, hace sentir su amor a nuestro corazón; y allí – con este diálogo con Él en la cotidianeidad de nuestra vida – cambia nuestro corazón.
La respuesta de los cuatro pescadores es inmediata y rápida: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (v. 20). Sabemos, de hecho, que eran discípulos de Juan el Bautista y que, gracias a su testimonio, ya habían empezado a creer en Jesús como el Mesías (cf. Jn 1,35-42).
Nosotros los cristianos de hoy en día, tenemos la alegría de anunciar y de dar testimonio de nuestra fe, porque existió ese primer anuncio, porque existieron esos hombres humildes y valientes que respondieron generosamente a la llamada de Jesús. En las orillas del lago, en una tierra impensable, nació la primera comunidad de discípulos de Cristo.
Que la conciencia de estos inicios inspire en nosotros el deseo de llevar la palabra, el amor y la ternura de Jesús a cada contexto, inclusive a aquel más inaccesible y resistente. ¡Llevar la Palabra a todas las periferias! Todos los espacios del vivir humano son terreno en el que arrojar las semillas del Evangelio, para que dé frutos de salvación.
Que la Virgen María nos ayude con su maternal intercesión a responder con alegría a la llamada de Jesús y a ponernos al servicio del Reino de Dios”.
El Papa reza la oración del ángelus y después dice las siguientes palabras:
“Queridos hermanos y hermanas,
Estamos en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Este año tiene como tema una expresión de San Pablo, que nos indica el camino a seguir. Y dice así: “El amor de Cristo nos empuja a la reconciliación” (cfr 2 Cor 5,14).
El próximo miércoles concluirá la Semana de Oración con la celebración de las Vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros, en la que participarán los hermanos y las hermanas de otras Iglesias y Comunidades cristianas presentes en Roma.
Les invito a perseverar en la oración, con el fin de cumplir el deseo de Jesús: “Que todos sean uno” (Jn 17,21).
En los últimos días, el terremoto y las fuertes nevadas han puesto de nuevo a dura prueba a muchos de nuestros hermanos y hermanas en el centro de Italia, especialmente en Abruzzi, Marche y Lazio. Estoy cerca con la oración y el afecto a las familias que han tenido víctimas entre sus seres queridos.
Animo a todos los que se dedican con gran generosidad en los esfuerzos de ayuda y de asistencia; así como las Iglesias locales, que están trabajando para aliviar el sufrimiento y las dificultades. Muchas gracias por esta cercanía, por vuestro trabajo y la ayuda concreta que aportan. ¡Gracias! Y les invito a rezar junto a la Virgen por las víctimas y también por los que con gran generosidad se comprometen en las operaciones de socorro.
(Reza un Ave María)
En el lejano Oriente y en varias partes del mundo, millones de hombres y mujeres se preparan para celebrar la conclusión del Año lunar el 28 de enero. Que mi cordial saludo llegue a todas sus familias, con el deseo de que se conviertan cada vez más en una escuela donde se aprende a respetar al otro, a comunicar y a cuidar los unos de los otros de un modo desinteresado. Que la alegría del amor pueda propagarse dentro de las familias y que se irradie a toda la sociedad.
Saludo a todos los fieles de Roma y peregrinos de varios países, en especial al grupo de chicas de Panamá y a los estudiantes del Instituto “Diego Sánchez” de Talavera la la Reina en España.
Saludo a los miembros de la Unión Católica, maestros, directivos, educadores y formadores, que terminaron el 25 ° Congreso Nacional, y espero para ellos un trabajo educativo fructífero en colaboración con las familias. ¡Siempre en colaboración con las familias!
Y a todos les deseo un buen domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buon pranzo e arrivederci!”.

viernes, 20 de enero de 2017

“Los santos no son personas que nunca han cometido errores o pecados, sino quienes se arrepienten y se reconcilian”. (Benedicto XVI)







Posted by Redaccion on 20 January, 2017




El Papa en Santa Marta - © Osservatore Romano
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, en la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta, ha invitado a vencer la mentalidad egoísta de los doctores de la ley que siempre condena. Haciendo referencia a la primera lectura del día, el Papa ha subrayado que la nueva alianza que hace Dios con nosotros en Jesucristo nos renueva el corazón y nos cambia la mentalidad. Dios renueva todo –ha asegurado el Papa– desde la raíz, no solamente en la apariencia.

El Pontífice ha indicado que la ley del Señor no es una forma de actuar externa, entra en el corazón y “nos cambia la mentalidad”. En la nueva alianza “hay un cambio de mentalidad, hay un cambio de corazón, un cambio de sentir, de forma de actuar”, “una forma diferente de ver las cosas”.

Siguiendo en esta línea, ha precisado que la nueva alianza “nos cambia el corazón” y “nos hace ver la ley del Señor con este nuevo corazón, con esta nueva mente”. El Santo Padre ha invitado a pensar en los doctores de la ley que perseguían a Jesús. Hacían “todo, todo lo que estaba prescrito en la ley” pero “su mentalidad estaba lejos de Dios”. Tal y como ha explicado el Papa era una mentalidad egoísta, centrada en sí mismos. Su corazón –ha lamentado– era un corazón que condenaba, siempre condenando. Mientras que “la nueva alianza nos cambia el corazón y nos cambia la mente. Hay un cambio de mentalidad”.

El Santo Padre ha recordado que “va adelante”, “nos asegura que perdonará las iniquidades” y “no se acordará más de nuestros pecados”. Bromeando, Francisco ha indicado que “es la debilidad de Dios” que cuando perdona, olvida.

Finalmente, el Pontífice ha reflexionado sobre “el cambio de pertenencia”. Nosotros –ha subrayado– pertenecemos a Dios, los otros dioses no existen, son estupideces. De este modo, ha invitado a pedir la Señor “ir adelante en esta alianza de ser fieles”.
Cambiar el corazón, cambiar la vida, no pecar más o no hacer recordar al Señor lo que ha olvidado con nuestros pecados de hoy, cambiar la pertenencia: “nunca pertenecer a la mundanidad, al espíritu del mundo, a las estupideces del mundo, solamente al Señor”

miércoles, 18 de enero de 2017

Texto completo del papa Francisco en la catequesis de la audiencia del miércoles 18 de enero de 2017




 El Papa en la Audiencia General - © Osservatore Romano

El Santo Padre aconseja que cuando las cosas se vuelven oscuras, “más oración y habrá más esperanza”


El Papa a los participantes del congreso sobre vocaciones
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco, una semana más, ha reflexionado sobre la esperanza cristiana en la catequesis de la audiencia general. Este miércoles se ha centrado en la historia de Jonás. Así, ha explicado que la esperanza, delante del peligro y de la muerte, se expresa en oración.

Publicamos a continuación el texto completo de la catequesis.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
En la Sagrada Escritura, entre los profetas de Israel, despunta una figura un poco anómala, un profeta que intenta evadirse de la llamada del Señor rechazando ponerse al servicio del plan divino de salvación. Se trata del profeta Jonás, de quién se narra la historia en un pequeño libro de solo cuatro capítulos, una especie de parábola portadora de una gran enseñanza, la de la misericordia de Dios que perdona.
Jonás es un profeta “en salida”, también en fuga, que Dios envía “a la periferia”, a Nínive, para convertir a los habitantes de esa gran ciudad. Pero Nínive, para un israelita como Jonás, representa una realidad que amenaza, el enemigo que ponía en peligro la misma Jerusalén, y por tanto para destruir, no para salvar. Por eso, cuando Dios manda a Jonás a predicar en esa ciudad, el profeta, que conoce la bondad del Señor y su deseo de perdonar, trata de escapar de su tarea y huye.
Durante su huida, el profeta entra en contacto con los paganos, los marineros de la nave sobre la que se embarca para alejarse de Dios y de su misión. Y huye lejos porque Nínive estaba en la zona de Irak y él huye a España. Pero huye de verdad. Y es precisamente el comportamiento de estos hombres, como después será el de los habitantes de Nínive, que nos permite hoy reflexionar un poco sobre la esperanza que, delante del peligro y de la muerte, se expresa en oración.
De hecho, durante la travesía en el mar, estalla una gran tormenta, y Jonás baja en la bodega del barco y se duerme. Los marineros sin embargo, viéndose perdidos, «invocaron cada uno al propio dios» (Jon 1,5). Eran paganos. El capitán del barco despierta a Jonás diciéndole: «Qué haces aquí dormido? Levántate e invoca a tu dios. Tal vez ese dios se acuerde de nosotros, para que no perezcamos» (Jon 1,6).
Las reacciones de estos “paganos” es la reacción justa delante de la muerte; porque es entonces que el hombre hace experiencia completa de la propia fragilidad y de la propia necesidad de salvación. El horror instintivo de morir desvela la necesidad de esperar en el Dios de la vida. «Quizá Dios se acuerde de nosotros y no pereceremos»: son las palabras de la esperanza que se convierten en oración, esa súplica llena de angustia que sale de los labios del hombre delante a un inminente peligro de muerte.
Demasiado fácilmente diseñamos el dirigirnos a Dios en la necesidad como si fuera solo una oración interesada, y por eso imperfecta. Pero Dios conoce nuestra debilidad, sabe que nos acordamos de Él para pedir ayuda, y con la sonrisa indulgente de un padre responde benevolente.
Cuando Jonás, reconociendo la propia responsabilidad, se hace echar al mar para salvar a sus compañeros de viaje, la tempestad se calma. La muerte inminente ha llevado a esos hombres paganos a la oración, ha hecho que el profeta, a pesar de todo, viviera la propia vocación al servicio de los otros aceptando sacrificarse por ellos, y ahora conduce a los supervivientes al reconocimiento del verdadero Señor y a la alabanza. Los marineros, que habían rezado con miedo dirigiéndose a sus dioses, ahora, con sincero temor del Señor, reconocen al verdadero Dios y ofrecen sacrificios y hacen promesas. La esperanza, que les había llevado a rezar para no morir, se revela aún más poderoso y obra una realidad que va también más allá de lo que ellos esperaban: no solo no perecen en la tempestad, sino que se abren al reconocimiento del verdadero y único Señor del cielo y de la tierra.
Sucesivamente, también los habitantes de Nínive, delante de la perspectiva de ser destruidos, rezan, empujados por la esperanza en el perdón de Dios. Harán penitencia, invocarán al Señor y se convertirán a Él, empezando por el rey, que, como el capitán de la nave, da voz a la esperanza diciendo: «Tal vez Dios se vuelva atrás y se arrepienta … de manera que no perezcamos» (Jon 3,9). También para ellos, como para la tripulación en la tormenta, haber afrontado la muerte y haber resultado salvados les ha llevado a la verdad. Así, bajo la misericordia divina, y aún más a la luz del misterio pascual, la muerte se puede convertir, como ha sido para san Francisco de Asís, en “nuestra hermana muerte” y representar, para cada hombre y para cada uno de nosotros, la sorprendente ocasión de conocer la esperanza y de encontrar al Señor. Que el Señor nos haga entender esto: la unión entre oración y esperanza. La oración te lleva adelante a la esperanza.  Y cuando las cosas se vuelven oscuras, más oración y habrá más esperanza.

martes, 17 de enero de 2017

¿Cómo dar testimonio cristiano? Papa Francisco da las claves al visitar una parroquia



3K








3K
El Papa durante la visita a la parroquia. Foto: L'Osservatore Romano
El Papa durante la visita a la parroquia. Foto: L'Osservatore Romano
VATICANO, 16 Ene. 17 / 07:54 am (ACI).- Durante la visita que el Papa Francisco realizó a la parroquia de Santa María en Seteville, a las afueras de Roma, respondió a preguntas que le formularon los jóvenes que asisten a catequesis. “El testimonio cristiano se hace con la palabra, con el corazón y con las manos”, subrayó.

“He escuchado que aquí en Roma que la Confirmación es el ‘sacramento de la despedida’. Después de la Confirmación no nos vemos más”. “¿Es esto verdad?”, preguntó.
“El hecho de que estén hoy aquí es una gracia del Señor. No hagan de este sacramento el sacramento del ‘adiós’ hasta que se casen. Tantos años sin una comunidad… Y ustedes han sido elegidos del Señor para hacer comunidad”.
El Papa invitó también a hablar de Dios con alegría porque “cuando escucho a la gente hablar del Señor lo hacen con cierta tristeza. Él ha dicho alegría. Este es el secreto. Hablar del Señor con alegría, y esto se llama testimonio cristiano”.


“El testimonio cristiano es hablar con el Señor con alegría, pero también con la alegría de la propia vida, es decir, hacer con mi vida lo que dice el Señor”.
“Si yo digo que soy católico y voy todos los domingos a Misa’, pero después con mis padres no hablo, los ancianos no me interesan, no ayudo a los pobres, no voy a ayudar a los enfermos… ¿qué testimonio de vida es?”, dijo a los jóvenes que le escuchaban.

viernes, 13 de enero de 2017

TEXTO: Documento preparatorio para el Sínodo de los Obispos 2018 sobre los jóvenes



190








190
Un grupo de obispos en el Sínodo sobre la Familia realizado en 2015 en el Vaticano. Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
Un grupo de obispos en el Sínodo sobre la Familia realizado en 2015 en el Vaticano. Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)
VATICANO, 13 Ene. 17 / 06:57 am (ACI).- La Oficina de Prensa de la Santa Sede dio a conocer hoy el documento preparatorio para la asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos que se celebrará en octubre de 2018 y que tendrá como tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional".
A continuación el texto completo del documento:
Introducción
«Os he dicho esto para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea perfecto» (Jn 15,11): este es el proyecto de Dios para los hombres y mujeres de todos los tiempos y, por tanto, también para todos los jóvenes y las jóvenes del tercer milenio, sin excepción.
Anunciar la alegría del Evangelio es la misión que el Señor ha confiado a su Iglesia. El Sínodo sobre la nueva evangelización y la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium han afrontado cómo llevar a cabo esta misión en el mundo de hoy; en cambio, los dos Sínodos sobre la familia y la Exhortación Apostólica Post-sinodal Amoris laetitia se han dedicado al acompañamiento de las familias hacia esta alegría.
Como continuación de este camino, a través de un nuevo camino sinodal sobre el tema: «Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», la Iglesia ha decidido interrogarse sobre cómo acompañar a los jóvenes para que reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que la ayuden a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena Noticia. A través de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor que resuena también hoy. Como en otro tiempo Samuel (cfr. 1Sam 3,1-21) y Jeremías (cfr. Jer 1,4-10), hay jóvenes que saben distinguir los signos de nuestro tiempo que el Espíritu señala. Escuchando sus aspiraciones podemos entrever el mundo del mañana que se aproxima y las vías que la Iglesia está llamada a recorrer.
La vocación al amor asume para cada uno una forma concreta en la vida cotidiana a través de una serie de opciones que articulan estado de vida (matrimonio, ministerio ordenado, vida consagrada, etc.), profesión, modalidad de compromiso social y político, estilo de vida, gestión del tiempo y del dinero, etc. Asumidas o padecidas, conscientes o inconscientes, se trata de elecciones de las que nadie puede eximirse. El propósito del discernimiento vocacional es descubrir cómo transformarlas, a la luz de la fe, en pasos hacia la plenitud de la alegría a la que todos estamos llamados.
La Iglesia es consciente de poseer «lo que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para nuevas conquistas» (Mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes, 8 de diciembre de 1965); las riquezas de su tradición espiritual ofrecen muchos instrumentos con los que acompañar la maduración de la conciencia y de una auténtica libertad.
Desde esta perspectiva, con el presente Documento Preparatorio, se da inicio a la fase de consulta de todo el Pueblo de Dios. El Documento – dirigido a los Sínodos de los Obispos y a los Consejos de los Jerarcas de las Iglesias Orientales Católicas, a las Conferencias Episcopales, a los Dicasterios de la Curia Romana y a la Unión de Superiores Generales – termina con un cuestionario. Además está prevista una consulta de todos los jóvenes a través de un sitio web, con un cuestionario sobre sus expectativas y su vida. Las respuestas a los dos cuestionarios constituirán la base para la redacción del Documento de trabajo o Instrumentum laboris, que será el punto de referencia para la discusión de los Padres sinodales.
Este Documento Preparatorio propone una reflexión articulada en tres pasos. Se comienza delineando brevemente algunas dinámicas sociales y culturales del mundo en el que los jóvenes crecen y toman sus decisiones, para proponer una lectura de fe. Posteriormente se abordan los pasos fundamentales del proceso de discernimiento, que es el instrumento principal que la Iglesia desea ofrecer a los jóvenes para que descubran, a la luz de la fe, la propia vocación. Por último, se ponen de relieve los componentes fundamentales de una pastoral juvenil vocacional. Por lo tanto, no se trata de un documento completo, sino de una especie de mapa que pretende fomentar una investigación cuyos frutos sólo estarán disponibles al término del camino sinodal.
Tras las huellas del discípulo amado
Ofrecemos como inspiración para el camino que inicia un icono evangélico: Juan, el apóstol. En la lectura del Cuarto Evangelio él no sólo es la figura ejemplar del joven que elige seguir a Jesús sino también «el discípulo a quien Jesús amaba» (Jn 13,23; 19,26; 21,7).
«Fijándose en Jesús que pasaba, [Juan el Bautista] dijo: “He ahí el Cordero de Dios”. Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: “¿Qué buscáis?”. Ellos le respondieron: “Rabbí – que quiere decir ‘Maestro’ –, ¿dónde vives?”. Les respondió: “Venid y lo veréis”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima» (Jn 1,36-39).
En búsqueda de un sentido que dar a la propia vida, dos discípulos del Bautista son interpelados por Jesús con la pregunta penetrante: «¿Qué buscáis?». A su contestación «Rabbí – que quiere decir ‘Maestro’ –, ¿dónde vives?», le sigue la respuesta-invitación del Señor: «Venid y lo veréis» (vv. 38-39). Jesús los llama al mismo tiempo a un camino interior y a una disponibilidad de ponerse concretamente en movimiento, sin saber bien a dónde esto los llevará. Será un encuentro memorable, hasta el punto de recordar incluso la hora (v. 39).
Gracias a la valentía de ir y ver, los discípulos experimentarán la amistad fiel de Cristo y podrán vivir diariamente con Él, dejarse interrogar e inspirar por sus palabras, dejarse impresionar y conmover por sus gestos.
Juan, en particular, será llamado a ser testigo de la Pasión y Resurrección de su Maestro. En la última cena (cfr. Jn 13,21-29), su intimidad con Él lo llevará a reclinar la cabeza sobre el pecho de Jesús y a confiar en Su palabra. Mientras conduce a Simón Pedro a la casa del sumo sacerdote, se enfrentará a la noche de la prueba y de la soledad (cfr. Jn 18,13-27). Junto a la cruz acogerá el profundo dolor de la Madre, a quien es confiado, asumiendo la responsabilidad de cuidar de ella (cfr. Jn 19,25-27). En la mañana de Pascua compartirá con Pedro la carrera agitada y llena de esperanza hacia el sepulcro vacío (cfr. Jn 20,1-10). Por último, durante la extraordinaria pesca en el lago de Tiberíades (cfr. Jn 21,1-14), reconocerá al Resucitado y dará testimonio de Él a la comunidad.
La figura de Juan nos puede ayudar a comprender la experiencia vocacional como un proceso progresivo de discernimiento interior y de maduración de la fe, que conduce a descubrir la alegría del amor y la vida en plenitud en la entrega y en la participación en el anuncio de la Buena Noticia.
I LOS JÓVENES EN EL MUNDO DE HOY
Este capítulo no ofrece un análisis completo de la sociedad y del mundo, sino que tiene presente algunos resultados de la investigación en el ámbito social útiles para abordar el tema del discernimiento vocacional, a fin de «dejarnos interpelar por ella en profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual» (Laudato sì, 15).
La descripción, elaborada a nivel mundial, exigirá ser adaptada a la realidad de las circunstancias específicas de cada región: a pesar de la presencia de tendencias globales, las diferencias entre las diversas áreas del planeta siguen siendo relevantes. En muchos aspectos es correcto afirmar que existe una pluralidad de mundos juveniles, no sólo uno. Entre las muchas diferencias, algunas resultan particularmente evidentes. La primera es el efecto de las dinámicas geográficas y separa a los países con alta natalidad, donde los jóvenes representan una proporción significativa y creciente de la población, de aquellos cuyo peso demográfico se va reduciendo. Una segunda diferencia deriva de la historia, que hace diferentes a los países y a los continentes de antigua tradición cristiana cuya cultura es portadora de una memoria que no se debe disgregar, de los países y continentes cuya cultura en cambio está marcada por otras tradiciones religiosas y en los que el cristianismo tiene una presencia minoritaria y a menudo reciente. Por último, no podemos olvidar la diferencia entre el género masculino y el femenino: por una parte ésta determina una sensibilidad diferente, por otra es origen de formas de dominio, exclusión y discriminación de las que todas las sociedades necesitan liberarse.
En las páginas que siguen el término “jóvenes” se refiere a las personas de edad comprendida aproximadamente entre 16 y 29 años, siendo conscientes de que también este elemento exige ser adaptado a las circunstancias locales. En cualquier caso, es bueno recordar que la juventud más que identificar a una categoría de personas, es una fase de la vida que cada generación reinterpreta de un modo único e irrepetible.
1. Un mundo que cambia rápidamente
La rapidez de los procesos de cambio y de transformación es la nota principal que caracteriza a las sociedades y a las culturas contemporáneas (cfr. Laudato sì, 18). La combinación entre complejidad elevada y cambio rápido provoca que nos encontremos en un contexto de fluidez e incertidumbre nunca antes experimentado: es un hecho que debe asumirse sin juzgar a priori si se trata de un problema o de una oportunidad. Esta situación exige adoptar una mirada integral y adquirir la capacidad de programar a largo plazo, prestando atención a la sostenibilidad y a las consecuencias de las opciones de hoy en tiempos y lugares remotos.
El crecimiento de la incertidumbre incide en las condiciones de vulnerabilidad, es decir, la combinación de malestar social y dificultad económica, y en las experiencias de inseguridad de grandes sectores de la población. En lo que se refiere al mundo del trabajo, podemos pensar en los fenómenos de la desocupación, del aumento de la flexibilidad y de la explotación sobre todo infantil, o en el conjunto de causas políticas, económicas, sociales e incluso ambientales que explican el aumento exponencial del número de refugiados y migrantes. Frente a pocos privilegiados que pueden disfrutar de las oportunidades ofrecidas por los procesos de globalización económica, muchos viven en situaciones de vulnerabilidad y de inseguridad, lo cual tiene un impacto sobre sus itinerarios de vida y sobre sus elecciones.
A nivel mundial el mundo contemporáneo se caracteriza por una cultura “cientificista”, a menudo dominada por la técnica y por las infinitas posibilidades que ésta promete abrir, en cuyo interior no obstante «se multiplican las formas de tristeza y soledad en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes» (Misericordia et misera, 3). Como enseña la encíclica Laudato si’, la íntima relación entre paradigma tecnocrático y búsqueda frenética del beneficio a corto plazo están en el origen de esa cultura del descarte que excluye a millones de personas, entre ellas muchos jóvenes, y que conduce a la explotación indiscriminada de los recursos naturales y a la degradación del ambiente, amenazando el futuro de las próximas generaciones (cfr. 20-22).
Asimismo, no hay que olvidar que muchas sociedades son cada vez más multiculturales y multirreligiosas. En particular, la coexistencia de varias tradiciones religiosas representa un desafío y una oportunidad: puede crecer la desorientación y la tentación del relativismo, pero conjuntamente aumentan las posibilidades de debate fecundo y enriquecimiento recíproco. A los ojos de la fe esto se ve como un signo de nuestro tiempo que requiere un crecimiento en la cultura de la escucha, del respeto y del diálogo.
2. Las nuevas generaciones
Quien es joven hoy vive la propia condición en un mundo diferente al de la generación de sus padres y de sus educadores. No sólo el sistema de obligaciones y oportunidades cambia con las transformaciones económicas y sociales, sino que mudan también, subyacentemente, deseos, necesidades, sensibilidades y el modo de relacionarse con los demás. Por otra parte, si desde un cierto punto de vista es verdad que con la globalización los jóvenes tienden a ser cada vez más homogéneos en todas las partes del mundo, se mantienen sin embargo, en los contextos locales, peculiaridades culturales e institucionales que tienen repercusiones en el proceso de socialización y de construcción de la identidad.
El desafío de la multiculturalidad atraviesa particularmente el mundo juvenil, por ejemplo, con las peculiaridades de las “segundas generaciones” (es decir, de aquellos jóvenes que crecen en una sociedad y en una cultura diferentes de las de sus padres, como resultado de los fenómenos migratorios) o de los hijos de parejas de algún modo “mixtas” (desde el punto de vista étnico, cultural y/o religioso).
En muchas partes del mundo los jóvenes experimentan condiciones de particular dureza, en las que se hace difícil abrir el espacio para auténticas opciones de vida, en ausencia de márgenes, aunque sean mínimos, de ejercicio de la libertad. Pensemos en los jóvenes en situación de pobreza y exclusión; en los que crecen sin padres o familia, o no tienen la posibilidad de ir a la escuela; en los niños y chichos de la calle de tantas periferias; en los jóvenes desempleados, abandonados y migrantes; en los que son víctimas de explotación, trata y esclavitud; en los niños y chicos reclutados a la fuerza en bandas criminales o en milicias irregulares; en las niñas esposas o chicas obligadas a casarse contra su voluntad. Son demasiados en el mundo los que pasan directamente de la infancia a la edad adulta y a una carga de responsabilidad que no han podido elegir. A menudo, las niñas, las chicas y las mujeres jóvenes deben hacer frente a dificultades aún mayores en comparación con sus coetáneos.
Estudios conducidos a nivel internacional permiten identificar algunos rasgos característicos de los jóvenes de nuestro tiempo.
Pertenencia y participación
Los jóvenes no se perciben así mismos como una categoría desfavorecida o un grupo social que se debe proteger y, en consecuencia, como destinatarios pasivos de programas pastorales o de opciones políticas. No pocos de ellos desean ser parte activa en los procesos de cambio del presente, como confirman las experiencias de activación e innovación desde abajo que tienen a los jóvenes como principales, aunque no únicos, protagonistas.
La disponibilidad a la participación y a la movilización en acciones concretas, en las que el aporte personal de cada uno es ocasión de reconocimiento de identidad, se articula con la intolerancia hacia ambientes en los que los jóvenes sienten, con razón o sin ella, que no encuentran espacio y no reciben estímulos; esto puede llevar a la renuncia o al cansancio para desear, soñar y proyectar, como demuestra la difusión del fenómeno de los NEET (not in education, employment or training, es decir, jóvenes que no se dedican a una actividad de estudio ni de trabajo ni de formación profesional). La discrepancia entre los jóvenes pasivos y desanimados y los emprendedores y vitales es el fruto de las oportunidades ofrecidas concretamente a cada uno en el contexto social y familiar en el que crece, además de las experiencias de sentido, relación y valor adquiridas incluso antes del inicio de la juventud. La falta de confianza en sí mismos y en sus capacidades puede manifestarse, además de en la pasividad, en una excesiva preocupación por la propia imagen y en un dócil conformismo a las modas del momento.
Puntos de referencia personales e institucionales
Varias investigaciones muestran que los jóvenes sienten la necesidad de figuras de referencia cercanas, creíbles, coherentes y honestas, así como de lugares y ocasiones en los que poner a prueba la capacidad de relación con los demás (tanto adultos como coetáneos) y afrontar las dinámicas afectivas. Buscan figuras capaces de expresar sintonía y ofrecer apoyo, estímulo y ayuda para reconocer los límites, sin hacer pesar el juicio.
Desde este punto de vista, el rol de padres y familias sigue siendo crucial y a veces problemático. Las generaciones más maduras a menudo tienden a subestimar las potencialidades, enfatizan las fragilidades y tienen dificultad para entender las exigencias de los más jóvenes. Los padres y los educadores adultos pueden tener presente sus errores y lo que no les gustaría que los jóvenes hiciesen, pero a menudo no tienen igualmente claro cómo ayudarles a orientar su mirada hacia el futuro. Las dos reacciones más comunes son la renuncia a hacerse escuchar y la imposición de sus propias elecciones. Padres ausentes o hiperprotectores hacen a los hijos más frágiles y tienden a subestimar los riesgos o a estar obsesionados con el miedo a equivocarse.
Los jóvenes sin embargo no buscan sólo figuras de referencia adultas: tienen un fuerte deseo de diálogo abierto entre pares. En este sentido son muy necesarias las ocasiones de interacción libre, de expresión afectiva, de aprendizaje informal, de experimentación de roles y habilidades sin tensión ni ansiedad.
Tendencialmente cautos respecto a quienes están más allá del círculo de las relaciones personales, los jóvenes a menudo nutren desconfianza, indiferencia o indignación hacia las instituciones. Esto se refiere no sólo a la política, sino que afecta cada vez más a las instituciones formativas y a la Iglesia, en su aspecto institucional. La querrían más cercana a la gente, más atenta a los problemas sociales, pero no dan por sentado que esto ocurra de inmediato.
Todo esto tiene lugar en un contexto donde la pertenencia confesional y la práctica religiosa se vuelven, cada vez más, rasgos de una minoría y los jóvenes no se ponen “contra”, sino que están aprendiendo a vivir “sin” el Dios presentado por el Evangelio y “sin” la Iglesia, apoyándose en formas de religiosidad y espiritualidad alternativas y poco institucionalizadas o refugiándose en sectas o experiencias religiosas con una fuerte matriz de identidad. En muchos lugares la presencia de la Iglesia se va haciendo menos capilar y por tanto resulta más difícil encontrarla, mientras que la cultura dominante es portadora de instancias a menudo en contraste con los valores evangélicos, ya se trate de elementos de la propia tradición o de la declinación local de una globalización de modelo consumista e individualista.
Hacia una generación (híper)conectada
Las jóvenes generaciones se caracterizan hoy por la relación con las tecnologías modernas de la comunicación y con lo que normalmente se llama “mundo virtual”, no obstante también tenga efectos muy reales. Todo esto ofrece posibilidades de acceso a una serie de oportunidades que las generaciones precedentes no tenían, y al mismo tiempo presenta riesgos. Sin embargo, es de gran importancia poner de relieve cómo la experiencia de relaciones a través de la tecnología estructura la concepción del mundo, de la realidad y de las relaciones personales. A esto debería responder la acción pastoral, que tiene necesidad de desarrollar una cultura adecuada.
3. Los jóvenes y las opciones
En el contexto de fluidez y precariedad que hemos esbozado, la transición a la vida adulta y la construcción de la identidad exigen cada vez más un itinerario “reflexivo”. Las personas se ven obligadas a readaptar sus trayectorias de vida y a retomar continuamente el control de sus opciones. Además, junto con la cultura occidental se difunde una concepción de la libertad entendida como posibilidad de acceder a nuevas oportunidades. Se niega que construir un itinerario personal de vida signifique renunciar a recorrer en el futuro caminos diferentes: «Hoy elijo esto, mañana ya veremos». Tanto en las relaciones afectivas como en el mundo del trabajo el horizonte se compone de opciones siempre reversibles más que de elecciones definitivas.
En este contexto los viejos enfoques ya no funcionan y la experiencia transmitida por las generaciones precedentes se vuelve obsoleta rápidamente. Valiosas oportunidades y riesgos insidiosos se entrelazan en una maraña que no es fácil de desenredar. Adecuados instrumentos culturales, sociales y espirituales se convierten en indispensables para que los mecanismos del proceso decisional no se bloqueen y se termine, tal vez por miedo a equivocarse, sufriendo el cambio en lugar de guiarlo. Lo ha dicho el Papa Francisco: «“¿Cómo podemos despertar la grandeza y la valentía de elecciones de gran calado, de impulsos del corazón para afrontar desafíos educativos y afectivos?”. La palabra la he dicho tantas veces: ¡arriesga! Arriesga. Quien no arriesga no camina. “¿Y si me equivoco?”.¡Bendito sea el Señor! Más te equivocarás si te quedas quieto» (Discurso en Villa Nazaret, 18 de junio de 2016).
En la búsqueda de caminos capaces de despertar la valentía y los impulsos del corazón no se puede dejar de tener en cuenta que la persona de Jesús y la Buena Noticia por Él proclamada siguen fascinando a muchos jóvenes.
La capacidad de elegir de los jóvenes se ve obstaculizada por las dificultades relacionadas con la condición de precariedad: la dificultad para encontrar trabajo o su dramática falta; los obstáculos en la construcción de una autonomía económica; la imposibilidad de estabilizar la propia trayectoria profesional. Para las mujeres jóvenes estos obstáculos son normalmente aún más difíciles de superar.
El malestar económico y social de las familias, la forma en que los jóvenes asumen algunos rasgos de la cultura contemporánea y el impacto de las nuevas tecnologías exigen una mayor capacidad de respuesta al desafío educativo en su acepción más amplia: esta es la emergencia educativa señalada por Benedicto XVI en el Mensaje a la Ciudad y a la Diócesis de Roma sobre la urgencia de la educación (21 de enero de 2008). A nivel mundial también hay que tener en cuenta las desigualdades entre países y su efecto sobre las oportunidades ofrecidas a los jóvenes en las diferentes sociedades en términos de inclusión. También factores culturales y religiosos pueden generar exclusión, por ejemplo lo referente a las diferencias de género o a la discriminación de las minorías étnicas o religiosas, hasta empujar a los jóvenes más emprendedores hacia la emigración.
En este contexto resulta particularmente urgente promover las capacidades personales poniéndolas al servicio de un sólido proyecto de crecimiento común. Los jóvenes valoran la posibilidad de combinar la acción en proyectos concretos en los que medir su capacidad de obtener resultados, el ejercicio de un protagonismo dirigido a mejorar el contexto en el que viven, la oportunidad de adquirir y perfeccionar sobre el terreno competencias útiles para la vida y el trabajo.
La innovación social expresa un protagonismo positivo que invierte la condición de las nuevas generaciones: de perdedores que solicitan protección frente a los riesgos del cambio, a sujetos del cambio capaces de crear nuevas oportunidades. Es significativo que precisamente los jóvenes – a menudo encasillados en el estereotipo de la pasividad y de la inexperiencia – propongan y practiquen alternativas que muestran cómo el mundo o la Iglesia podrían ser. Si queremos que en la sociedad o en la comunidad cristiana suceda algo nuevo, debemos dejar espacio para que nuevas personas puedan actuar. En otras palabras, proyectar el cambio según los principios de la sostenibilidad exige que se consienta a las nuevas generaciones experimentar un nuevo modelo de desarrollo. Esto resulta particularmente problemático en los países y contextos institucionales en los que la edad de quienes ocupan puestos de responsabilidad es elevada y los ritmos de cambio generacional se hacen más lentos.
II FE, DISCERNIMIENTO, VOCACIÓN
A través del camino de este Sínodo, la Iglesia quiere reiterar su deseo de encontrar, acompañar y cuidar de todos los jóvenes, sin excepción. No podemos ni queremos abandonarlos a las soledades y a las exclusiones a las que el mundo les expone. Que su vida sea experiencia buena, que no se pierdan en los caminos de la violencia o de la muerte, que la desilusión no los aprisione en la alienación: todo esto no puede dejar de ser motivo de gran preocupación para quien ha sido generado a la vida y a la fe y sabe que ha recibido un gran don.
Es en virtud de este don que sabemos que venir al mundo significa encontrar la promesa de una vida buena y que ser acogido y custodiado es la experiencia original que inscribe en cada uno la confianza de no ser abandonado a la falta de sentido y a la oscuridad de la muerte y la esperanza de poder expresar la propia originalidad en un camino hacia la plenitud de vida.
La sabiduría de la Iglesia oriental nos ayuda a descubrir cómo esta confianza está arraigada en la experiencia de “tres nacimientos”: el nacimiento natural como mujer o como hombre en un mundo capaz de acoger y sostener la vida; el nacimiento del bautismo «cuando alguien se convierte en hijo de Dios por la gracia»; y luego, un tercer nacimiento, cuando tiene lugar el paso «del modo de vida corporal al espiritual», que abre al ejercicio maduro de la libertad (cfr. Discursos de Filoxeno de Mabbug, obispo sirio del siglo V, n. 9).
Ofrecer a los demás el don que nosotros mismos hemos recibido significa acompañarlos a lo largo de este camino, ayudándoles a afrontar sus debilidades y las dificultades de la vida, pero sobre todo sosteniendo las libertades que aún se están constituyendo. Por todo ello la Iglesia, comenzando por sus Pastores, está llamada a interrogarse y a redescubrir su vocación a la custodia con el estilo que el Papa Francisco recordó al inicio de su pontificado: «el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 19 de marzo de 2013).
En esta perspectiva se presentarán ahora algunas ideas con vistas a un acompañamiento de los jóvenes a partir de la fe, escuchando a la tradición de la Iglesia y con el claro objetivo de sostenerlos en su discernimiento vocacional y en la toma de decisiones fundamentales de la vida, desde la conciencia del carácter irreversible de algunas de ellas.
1. Fe y vocación
La fe, en cuanto participación en el modo de ver de Jesús (cfr. Lumen fidei, 18), es la fuente de discernimiento vocacional, porque ofrece sus contenidos fundamentales, sus articulaciones específicas, el estilo singular y la pedagogía propia. Acoger con alegría y disponibilidad este don de la gracia exige hacerlo fecundo a través de elecciones de vida concretas y coherentes.
«No me habéis elegido vosotros a mí; sino que yo os he elegido yo a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros» (Jn 15,16-17). Si la vocación a la alegría del amor es el llamado fundamental que Dios pone en el corazón de cada joven para que su existencia pueda dar fruto, la fe es al mismo tiempo don que viene de lo alto y respuesta al sentirse elegidos y amados.
La fe «no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades» (Lumen fidei, 53). Esta fe «ilumina todas las relaciones sociales», contribuyendo a «construir la fraternidad universal» entre los hombres y mujeres de todos los tiempos (ibíd., 54).
La Biblia presenta numerosos relatos de vocación y de respuesta de jóvenes. A la luz de la fe, estos gradualmente toman conciencia del proyecto de amor apasionado que Dios tiene para cada uno. Esta es la intención de toda acción de Dios, desde la creación del mundo como lugar «bueno», capaz de acoger la vida, y ofrecido como un don como la urdimbre de relaciones en las que confiar.
Creer significa ponerse a la escucha del Espíritu y en diálogo con la Palabra que es camino, verdad y vida (cfr. Jn 14,6) con toda la propia inteligencia y afectividad, aprender a confiar en ella “encarnándola” en lo concreto de la vida cotidiana, en los momentos en los que la cruz está cerca y en aquellos en los que se experimenta la alegría ante los signos de resurrección, tal y como hizo el “discípulo amado”. Este es el desafío que interpela a la comunidad cristiana y a cada creyente individual.
El espacio de este diálogo es la conciencia. Como enseña el Concilio Vaticano II, esta es «el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla» (Gaudium et spes, 16). Por lo tanto, la conciencia es un espacio inviolable en el que se manifiesta la invitación a acoger una promesa. Discernir la voz del Espíritu de otras llamadas y decidir qué respuesta dar es una tarea que corresponde a cada uno: los demás lo pueden acompañar y confirmar, pero nunca sustituir.
La vida y la historia nos enseñan que para el ser humano no siempre es fácil reconocer la forma concreta de la alegría a la que Dios lo llama y a la cual tiende su deseo, y mucho menos ahora en un contexto de cambio e incertidumbre generalizada. Otras veces, la persona tiene que enfrentarse al desánimo o a la fuerza de otros apegos que la detienen en su camino hacia la plenitud: es la experiencia de muchos, por ejemplo la del joven que tenía demasiadas riquezas para ser libre de acoger la llamada de Jesús y por esto se fue triste en lugar de lleno de alegría (cfr. Mc 10,17-22). La libertad humana, aun necesitando ser siempre purificada y liberada, sin embargo, no pierde nunca del todo la capacidad radical de reconocer el bien y de hacerlo: «Los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los condicionamientos mentales y sociales que les impongan» (Laudato si’, 205).
2. El don del discernimiento
Tomar decisiones y orientar las propias acciones en situaciones de incertidumbre y frente a impulsos internos contradictorios es el ámbito del ejercicio del discernimiento. Se trata de un término clásico de la tradición de la Iglesia, que se aplica a una pluralidad de situaciones. En efecto, existe un discernimiento de los signos de los tiempos, que apunta a reconocer la presencia y la acción del Espíritu en la historia; un discernimiento moral, que distingue lo que es bueno de lo que es malo; un discernimiento espiritual, que tiene como objetivo reconocer la tentación para rechazarla y, en su lugar, seguir el camino de la plenitud de vida. Las conexiones entre estas diferentes acepciones son evidentes y no se pueden nunca separar completamente.
Teniendo presente esto, nos centramos aquí en el discernimiento vocacional, es decir, en el proceso por el cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de vida. Si el interrogante de cómo no desperdiciar las oportunidades de realización de sí mismo afecta a todos los hombres y mujeres, para el creyente la pregunta se hace aún más intensa y profunda. ¿Cómo vivir la buena noticia del Evangelio y responder a la llamada que el Señor dirige a todos aquellos a quienes les sale al encuentro: a través del matrimonio, del ministerio ordenado, de la vida consagrada? Y cuál es el campo en el que se pueden utilizar los propios talentos: ¿la vida profesional, el voluntariado, el servicio a los últimos, la participación en la política?
El Espíritu habla y actúa a través de los acontecimientos de la vida de cada uno, pero los eventos en sí mismos son mudos o ambiguos, ya que se pueden dar diferentes interpretaciones. Iluminar el significado en lo concerniente a una decisión requiere un camino de discernimiento. Los tres verbos con los que esto se describe en la Evangelii gaudium, 51 – reconocer, interpretar y elegir – pueden ayudarnos a delinear un itinerario adecuado tanto para los individuos como para los grupos y las comunidades, sabiendo que en la práctica los límites entre las diferentes fases no son nunca tan claros.
Reconocer
El reconocimiento se refiere, en primer lugar, a los efectos que los acontecimientos de mi vida, las personas que encuentro, las palabras que escucho o que leo producen en mi interioridad: una variedad de «deseos, sentimientos, emociones» (Amoris laetitia, 143) de muy distinto signo: tristeza, oscuridad, plenitud, miedo, alegría, paz, sensación de vacío, ternura, rabia, esperanza, tibieza, etc. Me siento atraído o empujado hacia una pluralidad de direcciones, sin que ninguna me parezca la que claramente se debe seguir; es el momento de los altos y bajos y en algunos casos de una auténtica lucha interior. Reconocer exige hacer aflorar esta riqueza emotiva y nombrar estas pasiones sin juzgarlas. Exige igualmente percibir el “sabor” que dejan, es decir, la consonancia o disonancia entre lo que experimento y lo más profundo que hay en mí.
En esta fase, la Palabra de Dios reviste una gran importancia: meditarla, de hecho, pone en movimiento las pasiones como todas las experiencias de contacto con la propia interioridad, pero al mismo tiempo ofrece una posibilidad de hacerlas emerger identificándose con los acontecimientos que ella narra. La fase del reconocimiento sitúa en el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de la persona, sin eludir por temor la fatiga de silencio. Se trata de un paso fundamental en el camino de maduración personal, en particular para los jóvenes que experimentan con mayor intensidad la fuerza de los deseos y pueden también permanecer asustados, renunciando incluso a los grandes pasos a los que sin embargo se sienten impulsados.
Interpretar
No basta reconocer lo que se ha experimentado: hay que “interpretarlo”, o, en otras palabras, comprender a qué el Espíritu está llamando a través de lo que suscita en cada uno. Muchas veces nos detenemos a contar una experiencia, subrayando que “me ha impresionado mucho”. Más difícil es entender el origen y el sentido de los deseos y de las emociones experimentadas y evaluar si nos están orientando en una dirección constructiva o si por el contrario nos están llevando a replegarnos sobre nosotros mismos.
Esta fase de interpretación es muy delicada: se requiere paciencia, vigilancia y también un cierto aprendizaje. Hemos de ser capaces de darnos cuenta de los efectos de los condicionamientos sociales y psicológicos. También exige poner en práctica las propias facultades intelectuales, sin caer sin embargo en el peligro de construir teorías abstractas sobre lo que sería bueno o bonito hacer: también en el discernimiento«la realidad es superior a la idea» (Evangelii gaudium, 231). En la interpretación tampoco se puede dejar de enfrentarse con la realidad y de tomar en consideración las posibilidades que realmente se tienen a disposición.
Para interpretar los deseos y los movimientos interiores es necesario confrontarse honestamente, a la luz de la Palabra de Dios, también con las exigencias morales de la vida cristiana, siempre tratando de ponerlas en la situación concreta que se está viviendo. Este esfuerzo obliga a quien lo realiza a no contentarse con la lógica legalista del mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar el mayor provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto resulta una propuesta atractiva y estimulante para los jóvenes.
Este trabajo de interpretación se desarrolla en un diálogo interior con el Señor, con la activación de todas las capacidades de la persona; la ayuda de una persona experta en la escucha del Espíritu es, sin embargo, un valioso apoyo que la Iglesia ofrece, y del que sería poco sensato no hacer uso.
Elegir
Una vez reconocido e interpretado el mundo de los deseos y de las pasiones, el acto de decidir se convierte en ejercicio de auténtica libertad humana y de responsabilidad personal, siempre claramente situadas y por lo tanto limitadas. Entonces, la elección escapa a la fuerza ciega de las pulsiones, a las que un cierto relativismo contemporáneo termina por asignar el rol de criterio último, aprisionando a la persona en la volubilidad. Al mismo tiempo se libera de la sujeción a instancias externas a la persona y, por tanto, heterónomas, exigiendo asimismo una coherencia de vida.
Durante mucho tiempo en la historia, las decisiones fundamentales de la vida no fueron tomadas por los interesados directos; en algunas partes del mundo todavía es así, tal como se ha apuntado también en el capítulo I. Promover elecciones verdaderamente libres y responsables, despojándose de toda connivencia con legados de otros tiempos, sigue siendo el objetivo de toda pastoral vocacional seria. El discernimiento es en la pastoral vocacional el instrumento fundamental, que permite salvaguardar el espacio inviolable de la conciencia, sin pretender sustituirla (cfr. Amoris laetitia, 37).
La decisión debe ser sometida a la prueba de los hechos en vista de su confirmación. La elección no puede quedar aprisionada en una interioridad que corre el riesgo de mantenerse virtual o poco realista – se trata de un peligro acentuado en la cultura contemporánea –, sino que está llamada a traducirse en acción, a tomar cuerpo, a iniciar un camino, aceptando el riesgo de confrontarse con la realidad que había puesto en movimiento deseos y emociones. Otros movimientos interiores nacerán en esta fase: reconocerlos e interpretarlos permitirá confirmar la bondad de la decisión tomada o aconsejará revisarla. Por esto es importante “salir”, incluso del miedo de equivocarse que, como hemos visto, puede llegar a ser paralizante.
3. Caminos de vocación y misión
El discernimiento vocacional no se realiza en un acto puntual, aun cuando en la historia de cada vocación es posible identificar momentos o encuentros decisivos. Como todas las cosas importantes de la vida, también el discernimiento vocacional es un proceso largo, que se desarrolla en el tiempo, durante el cual es necesario mantener la atención a las indicaciones con las que el Señor precisa y específica una vocación que es exclusivamente personal e irrepetible. El Señor les pidió a Abraham y a Sara que partieran, pero sólo en un camino progresivo y no sin pasos en falso se aclaró cuál era la inicialmente misteriosa «tierra que yo te mostraré» (Gén 12,1). María misma progresa en la conciencia de su vocación a través de la meditación de las palabras que escucha y los eventos que le suceden, también los que no comprende (cfr. Lc 2,50-51).
El tiempo es fundamental para verificar la orientación efectiva de la decisión tomada. Como enseña cada página del texto bíblico, no hay vocación que no se ordene a una misión acogida con temor o con entusiasmo.
Acoger la misión implica la disponibilidad de arriesgar la propia vida y recorrer la vía de la cruz, siguiendo las huellas de Jesús, que con decisión se puso en camino hacia Jerusalén (cfr. Lc 9,51) para ofrecer su vida por la humanidad. Sólo si la persona renuncia a ocupar el centro de la escena con sus necesidades se abre el espacio para acoger el proyecto de Dios a la vida familiar, al ministerio ordenado o a la vida consagrada, así como para llevar a cabo con rigor su profesión y buscar sinceramente el bien común. En particular en los lugares donde la cultura está más profundamente marcada por el individualismo, es necesario verificar hasta qué punto las elecciones son dictadas por la búsqueda de la propia autorrealización narcisista y en qué grado, por el contrario, incluyen la disponibilidad a vivir la propia existencia en la lógica de la generosa entrega. Por esto, el contacto con la pobreza, la vulnerabilidad y la necesidad revisten gran importancia en los caminos de discernimiento vocacional. En lo que respecta a los futuros pastores, es oportuno examinar y promover el crecimiento de la disponibilidad a dejarse impregnar del “olor de las ovejas”.
4. El acompañamiento
En la base de discernimiento podemos identificar tres convicciones, muy arraigadas en la experiencia de cada ser humano releída a la luz de la fe y de la tradición cristiana. La primera es que el Espíritu de Dios actúa en el corazón de cada hombre y de cada mujer a través de sentimientos y deseos que se conectan a ideas, imágenes y proyectos. Escuchando con atención, el ser humano tiene la posibilidad de interpretar estas señales. La segunda convicción es que el corazón humano debido a su debilidad y al pecado, se presenta normalmente divido a causa de la atracción de reclamos diferentes, o incluso opuestos. La tercera convicción es que, en cualquier caso, el camino de la vida impone decidir, porque no se puede permanecer indefinidamente en la indeterminación. Pero es necesario dotarse de los instrumentos para reconocer la llamada del Señor a la alegría del amor y elegir responder a ella.
Entre estos instrumentos, la tradición espiritual destaca la importancia del acompañamiento personal. Para acompañar a otra persona no basta estudiar la teoría del discernimiento; es necesario tener la experiencia personal en interpretar los movimientos del corazón para reconocer la acción del Espíritu, cuya voz sabe hablar a la singularidad de cada uno. El acompañamiento personal exige refinar continuamente la propia sensibilidad a la voz del Espíritu y conduce a descubrir en las peculiaridades personales un recurso y una riqueza.
Se trata de favorecer la relación entre la persona y el Señor, colaborando a eliminar lo que la obstaculiza. He aquí la diferencia entre el acompañamiento al discernimiento y el apoyo psicológico, que también, si está abierto a la trascendencia, se revela a menudo de fundamental importancia. El psicólogo sostiene a una persona en las dificultades y la ayuda a tomar conciencia de sus fragilidades y su potencial; el guía espiritual remite la persona al Señor y prepara el terreno para el encuentro con Él (cfr. Jn 3,29-30).
Los pasajes evangélicos que narran el encuentro de Jesús con las personas de su tiempo resaltan algunos elementos que nos ayudan a trazar el perfil ideal de quien acompaña a un joven en el discernimiento vocacional: la mirada amorosa (la vocación de los primeros discípulos, cfr. Jn 1,35-51); la palabra con autoridad (la enseñanza en la sinagoga de Cafarnaúm, cfr. Lc 4,32); la capacidad de “hacerse prójimo” (la parábola del buen samaritano, cfr. Lc 10,25-37); la opción de “caminar al lado” (los discípulos de Emaús, cfr. Lc 24,13-35); el testimonio de autenticidad, sin miedo a ir en contra de los prejuicios más generalizados (el lavatorio de los pies en la última cena, cfr. Jn 13,1-20).
En el compromiso de acompañar a las nuevas generaciones la Iglesia acoge su llamada a colaborar en la alegría de los jóvenes, más que intentar apoderarse de su fe (cfr. 2Cor 1,24). Dicho servicio se arraiga en última instancia en la oración y en la petición del don del Espíritu que guía e ilumina a todos y a cada uno.
III LA ACCIÓN PASTORAL
¿Qué significa para la Iglesia acompañar a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría del Evangelio, sobre todo en un tiempo marcado por la incertidumbre, por la precariedad y por la inseguridad?
El propósito de este capítulo es concentrar la atención en lo que implica tomar en serio el desafío del cuidado pastoral y del discernimiento vocacional, teniendo en consideración cuáles son los sujetos, los lugares y los instrumentos a disposición. En este sentido, reconocemos una inclusión recíproca entre pastoral juvenil y pastoral vocacional, aun siendo conscientes de las diferencias. No se tratará de una panorámica exhaustiva, sino de indicaciones que se deben completar sobre la base de las experiencias de cada Iglesia local.
1. Caminar con los jóvenes
Acompañar a los jóvenes exige salir de los propios esquemas preconfeccionados, encontrándolos allí donde están, adecuándose a sus tiempos y a sus ritmos; significa también tomarlos en serio en su dificultad para descifrar la realidad en la que viven y para transformar un anuncio recibido en gestos y palabras, en el esfuerzo cotidiano por construir la propia historia y en la búsqueda más o menos consciente de un sentido para sus vidas.
Cada domingo los cristianos mantienen viva la memoria de Jesús muerto y resucitado, encontrándolo en la celebración de la Eucaristía. Muchos niños son bautizados en la fe de la Iglesia y continúan el camino de la iniciación cristiana. Esto, sin embargo, no equivale aún a una elección madura de una vida de fe. Para ello es necesario un camino, que a veces también pasa a través de vías imprevisibles y alejadas de los lugares habituales de las comunidades eclesiales. Por esto, como ha recordado el Papa Francisco, «la pastoral vocacional es aprender el estilo de Jesús, que pasa por los lugares de la vida cotidiana, se detiene sin prisa y, mirando a los hermanos con misericordia, les lleva a encontrarse con Dios Padre» (Discurso a los participantes en el Congreso de pastoral vocacional, 21 de octubre de 2016). Caminando con los jóvenes se edifica la entera comunidad cristiana.
Precisamente porque se trata de interpelar la libertad de los jóvenes, hay que valorizar la creatividad de cada comunidad para construir propuestas capaces de captar la originalidad de cada uno y secundar su desarrollo. En muchos casos se tratará también de aprender a dar espacio real a la novedad, sin sofocarla en el intento de encasillarla en esquemas predefinidos: no puede haber una siembra fructífera de vocaciones si nos quedamos simplemente cerrados en el «cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”», sin «ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades» (Evangelii gaudium, 33). Tres verbos, que en los Evangelios connotan el modo en el que Jesús encuentra a las personas de su tiempo, nos ayudan a estructurar este estilo pastoral: salir, ver y llamar.
Salir
Pastoral vocacional en este sentido significa acoger la invitación del Papa Francisco a salir, en primer lugar, de esas rigideces que hacen que sea menos creíble el anuncio de la alegría del Evangelio, de los esquemas en los que las personas se sienten encasilladas y de un modo de ser Iglesia que a veces resulta anacrónico. Salir es también signo de libertad interior respecto a las actividades y a las preocupaciones habituales, a fin de permitir a los jóvenes ser protagonistas. Encontrarán atractiva a la comunidad cristiana cuanto más la experimenten acogedora hacia la contribución concreta y original que pueden aportar.
Ver
Salir hacia el mundo de los jóvenes requiere la disponibilidad para pasar tiempo con ellos, para escuchar sus historias, sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y angustias, compartiéndolas: esta es la vía para inculturar el Evangelio y evangelizar toda cultura, también la juvenil. Cuando los Evangelios narran los encuentros de Jesús con los hombres y las mujeres de su tiempo, destacan precisamente su capacidad de detenerse con ellos y el atractivo que percibe quien cruza su mirada. Esta es la mirada de todo auténtico pastor, capaz de ver en la profundidad del corazón sin resultar intruso o amenazador; es la verdadera mirada del discernimiento, que no quiere apoderarse de la conciencia ajena ni predeterminar el camino de la gracia de Dios a partir de los propios esquemas.
Llamar
En los relatos evangélicos la mirada de amor de Jesús se transforma en una palabra, que es una llamada a una novedad que se debe acoger, explorar y construir. Llamar quiere decir, en primer lugar, despertar el deseo, mover a las personas de lo que las tiene bloqueadas o de las comodidades en las que descansan. Llamar quiere decir hacer preguntas a las que no hay respuestas preconfeccionadas. Es esto, y no la prescripción de normas que se deben respetar, lo que estimula a las personas a ponerse en camino y encontrar la alegría del Evangelio.
2. Sujetos
Todos los jóvenes, sin excepción
Para la pastoral los jóvenes son sujetos y no objetos. A menudo, de hecho, son tratados por la sociedad como una presencia inútil o incómoda: la Iglesia no puede reproducir esta actitud, porque todos los jóvenes, sin excepción, tienen el derecho a ser acompañados en su camino.
Además, cada comunidad está llamada a prestar atención especial sobre todo a los jóvenes pobres, marginados y excluidos, y a convertirlos en protagonistas. Ser cercanos a los jóvenes que viven en condiciones de mayor pobreza y dificultad, violencia y guerra, enfermedad, discapacidad y sufrimiento es un don especial del Espíritu, capaz de hacer resplandecer el estilo de una Iglesia en salida. La misma Iglesia está llamada a aprender de los jóvenes: de ello dan un testimonio luminoso muchos jóvenes santos que continúan siendo fuente de inspiración para todos.
Una comunidad responsable
Toda la comunidad cristiana debe sentirse responsable de la tarea de educar a las nuevas generaciones y debemos reconocer que son muchas las figuras de cristianos que la asumen, empezando por quienes se comprometen dentro de la vida eclesial. También deben apreciarse los esfuerzos de quien testimonia la vida buena del Evangelio y la alegría que de ella brota en los lugares de la vida cotidiana. Por último, deben valorizarse las oportunidades de implicación de los jóvenes en los organismos de participación de las comunidades diocesanas y parroquiales, empezando por los consejos pastorales, invitándoles a contribuir con su creatividad y acogiendo sus ideas aunque parezcan provocadoras.
En todas las partes del mundo existen parroquias, congregaciones religiosas, asociaciones, movimientos y realidades eclesiales capaces de proyectar y ofrecer a los jóvenes experiencias de crecimiento y de discernimiento realmente significativas. A veces esta dimensión proyectiva deja espacio a la improvisación y a la incompetencia: es un riesgo del cual defenderse tomando cada vez más en serio la tarea de pensar, concretizar, coordinar y realizar la pastoral juvenil de modo correcto, coherente y eficaz. Aquí también se impone la necesidad de una preparación específica y continua de los formadores.
Las figuras de referencia
El rol de adultos dignos de confianza, con quienes entrar en alianza positiva, es fundamental en todo camino de maduración humana y de discernimiento vocacional. Se necesitan creyentes con autoridad, con una clara identidad humana, una sólida pertenencia eclesial, una visible cualidad espiritual, una vigorosa pasión educativa y una profunda capacidad de discernimiento. A veces, por el contrario, adultos sin preparación e inmaduros tienden a actuar de manera posesiva y manipuladora, creando dependencias negativas, fuertes malestares y graves contratestimonios, que pueden llegar hasta el abuso.
Para que haya figuras creíbles, debemos formarlas y sostenerlas, proporcionándoles también mayores competencias pedagógicas. Esto vale en particular para quienes tienen confiada la tarea de acompañantes del discernimiento vocacional en vista del ministerio ordenado y de la vida consagrada.
Padres y familia: dentro de cada comunidad cristiana se debe reconocer el insustituible rol educativo desempeñado por los padres y por otros familiares. Son en primer lugar los padres, dentro de la familia, quienes expresan cada día en el amor que los une entre sí y con sus hijos el cuidado de Dios por cada ser humano. En este sentido son valiosas las indicaciones ofrecidas por el Papa Francisco en un específico capítulo de Amoris laetitia (cfr. 259-290).
Pastores: el encuentro con figuras ministeriales, capaces de implicarse realmente en el mundo juvenil dedicándole tiempo y recursos, gracias también al generoso testimonio de mujeres y hombres consagrados, es decisivo para el crecimiento de las nuevas generaciones. Lo recordó también el Papa Francisco: «Se lo pido especialmente a los pastores de la Iglesia, a los obispos y a los sacerdotes: sois los responsables principales de la vocación sacerdotal y cristiana, y esta tarea no puede ser relegada a una oficina burocrática. Vosotros también habéis experimentado un encuentro que cambió vuestra vida, cuando otro sacerdote… hizo sentir la belleza del amor de Dios.Haced lo mismo vosotros, saliendo,escuchando a los jóvenes – hace falta paciencia –podéis orientar sus pasos» (Discurso a los participantes en el Congreso de pastoral vocacional, 21 de octubre de 2016).
Docentes y otras figuras educativas: muchos docentes católicos están comprometidos como testigos en las universidades y en las escuelas de todo orden y grado; en el mundo del trabajo muchos están presentes con competencia y pasión; en la política muchos creyentes tratan de ser fermento de una sociedad más justa; en el voluntariado civil muchos se dedican a trabajar por el bien común y por el cuidado de la creación; en la animación del tiempo libre y del deporte muchos están comprometidos con entusiasmo y generosidad. Todos ellos dan testimonio de vocaciones humanas y cristianas acogidas y vividas con fidelidad y compromiso, suscitando en quien los ve el deseo de hacer lo mismo: responder con generosidad a la propia vocación es el primer modo de hacer pastoral vocacional.
3. Lugares
La vida cotidiana y el compromiso social
Convertirse en adultos significa aprender a gestionar con autonomía dimensiones de la vida que son al mismo tiempo fundamentales y cotidianas: la utilización del tiempo y del dinero, el estilo de vida y de consumo, el estudio y el tiempo libre, el vestido y la comida, y la vida afectiva y la sexualidad. Este aprendizaje, al que los jóvenes se enfrentan inevitablemente, es la ocasión para poner orden en la propia vida y en las propias prioridades, experimentando caminos de elección que pueden convertirse en una escuela de discernimiento y consolidar la propia orientación con vistas a las decisiones más importantes: la fe, cuanto más auténtica es, tanto más interpela a la vida cotidiana y se deja interpelar por ella. Merecen una mención particular las experiencias, a menudo difíciles o problemáticas, de la vida laboral o a las de falta de trabajo: estas también son ocasión para acoger o profundizar la propia vocación.
Los pobres gritan y junto con ellos la tierra: el compromiso de escuchar puede ser una ocasión concreta de encuentro con el Señor y con la Iglesia y de descubrimiento de la propia vocación. Como enseña el Papa Francisco, las acciones comunitarias con las que se cuida de la casa común y de la calidad de vida de los pobres «cuando expresan un amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias espirituales» (Laudato si’, 232) y, por lo tanto, también en ocasión de caminos y de discernimiento vocacional.
Los ámbitos específicos de la pastoral
La Iglesia ofrece a los jóvenes lugares específicos de encuentro y de formación cultural, de educación y de evangelización, de celebración y de servicio, colocándose en primera línea para dar una acogida abierta a todos y a cada uno. El desafío para estos lugares y para quienes los animan es proceder cada vez más en la lógica de la construcción de una red integrada de propuestas, y asumir en el proprio modo de obrar el estilo de salir, ver y llamar.
- A nivel mundial destacan las Jornadas Mundiales de la Juventud. También Conferencias Episcopales y Diócesis sienten cada vez más su deber de ofrecer eventos y experiencias específicas para los jóvenes.
- Las Parroquias ofrecen espacios, actividades, tiempo e itinerarios para las jóvenes generaciones. La vida sacramental ofrece ocasiones fundamentales para crecer en la capacidad de acoger el don de Dios en la propia existencia e invita a la participación activa en la misión eclesial. Un signo de la atención al mundo de los jóvenes son los centros juveniles y los oratorios.
- Las universidades y las escuelas católicas, con su valioso servicio cultural y formativo, son otro instrumento de presencia de la Iglesia entre los jóvenes.
- Las actividades sociales y de voluntariado ofrecen la oportunidad de implicarse en el servicio generoso; el encuentro con personas que experimentan pobreza y exclusión puede ser una ocasión favorable de crecimiento espiritual y de discernimiento vocacional: también desde este punto de vista los pobres son maestros, mejor dicho, portadores de la buena noticia de que la fragilidad es el lugar donde se vive la experiencia de la salvación.
- Las asociaciones y los movimientos eclesiales, pero también muchos lugares de espiritualidad, ofrecen a los jóvenes serios itinerarios de discernimiento; las experiencias misioneras se convierten en momentos de servicio generoso y de intercambio fecundo; el redescubrimiento de la peregrinación como forma y estilo de camino resulta válido y prometedor; en muchos contextos la experiencia de la piedad popular sostiene y nutre la fe de los jóvenes.
- Ocupan un lugar de importancia estratégica los seminarios y las casas de formación, que también a través de una intensa vida comunitaria, deben permitir a los jóvenes que acogen vivir la experiencia que les hará a su vez ser capaces de acompañar a otros.
El mundo digital
Por las razones ya recordadas, merece una mención particular el mundo de los new media, que sobre todo para las jóvenes generaciones se ha convertido realmente en un lugar de vida; ofrece muchas oportunidades inéditas, especialmente en lo que se refiere al acceso a la información y a la construcción de relaciones a distancia, pero también presenta riesgos (por ejemplo el ciberacoso, los juegos de azar, la pornografía, las insidias de los chat room, la manipulación ideológica, etc.). Pese a las muchas diferencias entre las distintas regiones, la comunidad cristiana continúa construyendo su presencia en este nuevo areópago, donde los jóvenes tienen sin duda algo que enseñarle.
4. Instrumentos
Los lenguajes de la pastoral
A veces nos damos cuenta que entre el lenguaje eclesial y el de los jóvenes se abre un espacio difícil de colmar, aunque hay muchas experiencias de encuentro fecundo entre las sensibilidades de los jóvenes y las propuestas de la Iglesia en ámbito bíblico, litúrgico, artístico, catequético y mediático. Soñamos con una Iglesia que sepa dejar espacios al mundo juvenil y a sus lenguajes, apreciando y valorando la creatividad y los talentos.
En particular, reconocemos en el deporte un recurso educativo con grandes oportunidades, y en la música y en las otras expresiones artísticas un lenguaje expresivo privilegiado que acompaña el camino de crecimiento de los jóvenes.
El cuidado educativo y los itinerarios de evangelización
En la acción pastoral con los jóvenes, donde es necesario poner en marcha procesos más que ocupar espacios, descubrimos, en primer lugar, la importancia del servicio al crecimiento humano de cada uno y de los instrumentos pedagógicos y formativos que pueden sostenerlo. Entre evangelización y educación se constata una fecunda relación genética que, en la realidad contemporánea, debe tener en cuenta la gradualidad de los caminos de maduración de la libertad.
Respecto al pasado, debemos acostumbrarnos a itinerarios de acercamiento a la fe cada vez menos estandarizados y más atentos a las características personales de cada uno: junto a los que continúan siguiendo las etapas tradicionales de la iniciación cristiana, muchos llegan al encuentro con el Señor y con la comunidad de los creyentes por otra vía y en edad más avanzada, por ejemplo a partir de la práctica de un compromiso con la justicia, o del encuentro en ámbitos extraeclesiales con alguien capaz de ser testigo creíble. El desafío para las comunidades es resultar acogedoras para todos, siguiendo a Jesús que sabía hablar con judíos y samaritanos, con paganos de cultura griega y ocupantes romanos, comprendiendo el deseo profundo de cada uno de ellos.
Silencio, contemplación y oración
Por último, y sobre todo, no hay discernimiento sin cultivar la familiaridad con el Señor y el diálogo con su Palabra. En particular, la Lectio Divina es un método valioso que la tradición de la Iglesia nos ofrece.
En una sociedad cada vez más ruidosa, que propone una superabundancia de estímulos, un objetivo fundamental de la pastoral juvenil vocacional es ofrecer ocasiones para saborear el valor del silencio y de la contemplación y formar en la relectura de las propias experiencias y en la escucha de la conciencia.
5. María de Nazaret
Encomendemos a María este camino en el que la Iglesia se interroga sobre cómo acompañar a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría del amor y a la vida en plenitud. Ella, joven mujer de Nazaret, que en cada etapa de su existencia acoge la Palabra y la conserva, meditándola en su corazón (cfr. Lc 2,19), fue la primera en recorrer este camino.
Cada joven puede descubrir en la vida de María el estilo de la escucha, la valentía de la fe, la profundidad del discernimiento y la dedicación al servicio (cfr. Lc 1,39-45). En su “pequeñez”, la Virgen esposa prometida a José, experimenta la debilidad y la dificultad para comprender la misteriosa voluntad de Dios (cfr. Lc 1,34). Ella también está llamada a vivir el éxodo de sí misma y de sus proyectos, aprendiendo a entregarse y a confiar.
Haciendo memoria de las «cosas grandes» que el Todopoderoso ha realizado en Ella (cfr. Lc 1,49), la Virgen no se siente sola, sino plenamente amada y sostenida por el “No temas” del ángel (cfr. Lc 1,30). Consciente de que Dios está con ella, María abre su corazón al “Heme aquí” y así inaugura el camino del Evangelio (cfr. Lc 1,38). Mujer de la intercesión (cfr. Jn 2,3), frente a la cruz del Hijo, unida al “discípulo amado”, acoge nuevamente la llamada a ser fecunda y a generar vida en la historia de los hombres. En sus ojos cada joven puede redescubrir la belleza del discernimiento, en su corazón puede experimentar la ternura de la intimidad y la valentía del testimonio y de la misión.
CUESTIONARIO
El objetivo del cuestionario es ayudar a los Organismos a quienes corresponde responder a expresar su comprensión del mundo juvenil y a leer su experiencia de acompañamiento vocacional, a efectos de la recopilación de elementos para la redacción del Documento de trabajo o Instrumentum laboris.
Con el fin de tener en cuenta las diferentes situaciones continentales, se han inserido, después de la pregunta n. 15, tres preguntas específicas para cada área geográfica, a las que están invitados a responder los Organismos interesados.
Para hacer este trabajo más fácil y sostenible, se ruega a los respectivos Organismos que respondan, indicativamente, con una página para los datos, siete u ocho páginas para la lectura de la situación y una página para cada una de las tres experiencias que se quiere compartir. Si es necesario y se desea, se podrán adjuntar otros textos para apoyar o completar este dossier sintético.
1. Recoger los datos
Por favor, indíquense si es posible las fuentes y los años de referencia. Pueden anexarse otros datos sintéticos a disposición que parezcan relevantes para comprender mejor la situación de los diferentes países.
- Número de habitantes en el país/en los países y la tasa de natalidad.
- Número y porcentaje de jóvenes (16-29 años) en el país/en los países.
- Número y porcentaje de católicos en el país/en los países.
- Edad media (en los últimos cinco años) para contraer matrimonio (distinguiendo entre hombres y mujeres), para ingresar en el seminario y para entrar en la vida consagrada (distinguiendo entre hombres y mujeres).
- En el grupo de edad de 16-29 años, el porcentaje de: estudiantes, trabajadores (si es posible especificar los ámbitos), desempleados y NEET (not in education, employment or training).
2. Leer la situación
a) Jóvenes, Iglesia y sociedad
Estas preguntas se refieren tanto a los jóvenes que frecuentan los ambientes eclesiales, como a los que están más alejados o ajenos.
46. ¿De qué modo escucháis la realidad de los jóvenes?
47. ¿Cuáles son hoy los principales desafíos y cuáles son las oportunidades más significativas para los jóvenes de vuestro país/de vuestros países?
48. ¿Qué tipos y lugares de agregación juvenil, institucionales y no institucionales, tienen más éxito en ámbito eclesial, y por qué?
49. ¿Qué tipos y lugares de agregación juvenil, institucionales y no institucionales, tienen más éxito fuera del ámbito eclesial, y por qué?
50. ¿Qué piden concretamente hoy los jóvenes de vuestro país/es a la Iglesia?
51. En vuestro país/es, ¿qué espacios de participación tienen los jóvenes en la vida de la comunidad eclesial?
52. ¿Cómo y dónde podéis encontrar jóvenes que no frecuentan vuestros ambientes eclesiales?
b) La pastoral juvenil vocacional
53. ¿Cuál es la implicación de las familias y las comunidades en el discernimiento vocacional de los jóvenes?
54. ¿Cuáles son las contribuciones a la formación en el discernimiento vocacional por parte de escuelas y universidades o de otras instituciones formativas (civiles o eclesiales)?
55. ¿De qué modo tenéis en cuenta el cambio cultural causado por el desarrollo del mundo digital?
56. ¿De qué modo las Jornadas Mundiales de la Juventud u otros eventos nacionales o internacionales pueden entrar en la práctica pastoral ordinaria?
57. ¿De qué modo en vuestras Diócesis se proyectan experiencias y caminos de pastoral juvenil vocacional?
c) Los acompañantes
58. ¿Cuánto tiempo y espacio dedican los pastores y los otros educadores al acompañamiento espiritual personal?
59. ¿Qué iniciativas y caminos de formación son puestos en marcha por los acompañantes vocacionales?
60. ¿Qué acompañamiento personal se propone en los seminarios?
d) Preguntas específicas por áreas geográficas
ÁFRICA
j. ¿Qué visiones y estructuras de pastoral juvenil vocacional responden mejor a las necesidades de vuestro continente?
k. ¿Cómo interpretáis la “paternidad espiritual” en contextos donde se crece sin la figura paterna? ¿Qué formación ofrecéis?
l. ¿Cómo conseguís comunicar a los jóvenes que son necesarios para construir el futuro de la Iglesia?
AMÉRICA
j. ¿De qué modo vuestras comunidades se hacen cargo de los jóvenes que experimentan situaciones de violencia extrema (guerrillas, bandas, cárcel, drogodependencia, matrimonios forzados) y los acompañan a lo largo de trayectorias de vida?
k. ¿Qué formación ofrecéis para sostener el compromiso de los jóvenes en el ámbito sociopolítico con vistas al bien común?
l. En contextos de fuerte secularización, ¿qué acciones pastorales resultan más eficaces para proseguir un camino de fe tras el camino de la iniciación cristiana?
ASIA Y OCEANÍA
j. ¿Por qué y cómo ejercen atractivo sobre los jóvenes las propuestas religiosas de agregación ofrecidas por realidades externas a la Iglesia?
k. ¿Cómo conjugar los valores de la cultura local con la propuesta cristiana, valorando también la piedad popular?
l. ¿Cómo utilizáis en la pastoral los lenguajes juveniles, sobre todo los medios de comunicación, el deporte y la música?
EUROPA
- ¿Cómo ayudáis a los jóvenes a mirar hacia el futuro con confianza y esperanza a partir de la riqueza de la memoria cristiana de Europa?
- Los jóvenes a menudo se sienten descartados y rechazados por el sistema político, económico y social en el que viven. ¿Cómo escucháis este potencial de protesta para que se transforme en propuesta y colaboración?
- ¿En qué niveles la relación intergeneracional todavía funciona? ¿cómo reactivarlo donde no funciona?
3. Compartir las prácticas
1. Enumerad los principales tipos de prácticas pastorales de acompañamiento y discernimiento vocacional presentes en vuestras realidades.
2. Elegid tres prácticas que consideráis más interesantes y pertinente para compartir con la Iglesia universal, y presentadlas según el siguiente esquema (máximo una página por experiencia).
j) Descripción: Describid en pocas líneas la experiencia. ¿Quiénes son los protagonistas? ¿Cómo se desarrolla la actividad? ¿Dónde? Etc.
k) Análisis: Evaluad, también en forma narrativa, la experiencia, para comprender mejor los elementos significativos: ¿cuáles son los objetivos? ¿Cuáles son las premisas teóricas? ¿Cuáles son las intuiciones más interesantes? ¿Cómo han evolucionado? Etc.
l) Evaluación: ¿Cuáles son los objetivos alcanzados y los no alcanzados? ¿Los puntos fuertes y los débiles? ¿Cuáles son las consecuencias a nivel social, cultural y eclesial? ¿Por qué y en qué la experiencia es significativa / formativa? Etc.