(RV).- La
vida cristiana es sencilla, no se necesitan cosas extrañas o difíciles, basta
poner a Jesús en el centro de nuestras elecciones cotidianas. Lo afirmó el Papa
Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la
Casa de Santa Marta el segundo lunes de enero, en el día del inicio del Tiempo
ordinario.
Después de
la Navidad, con el comienzo del nuevo tiempo litúrgico, el tiempo ordinario,
pero en cuyo centro de la vida cristiana – observó el Papa – está
siempre Jesús, que es la primera y la última Palabra del Padre, “el Señor del
universo”, el “Salvador del mundo. No hay otro, es el único”:
“Este es el
centro de nuestra vida: Jesucristo. Jesucristo que se manifiesta, se hace ver y
nosotros estamos invitados a conocerlo, a reconocerlo, en la vida, en las
tantas circunstancias de la vida, reconocer a Jesús, conocer a Jesús: ‘Pero yo,
padre, conozco la vida de aquel santo, de aquella santa, o también las
apariciones de aquel de allá y de allá…’. Esto está bien, los santos son los
santos, ¡son grandes! No todas las apariciones son verdaderas, ¡eh! Los santos
son importantes pero el centro es Jesucristo: ¡Sin Jesucristo no hay santos! Y
aquí la pregunta: ¿El centro de mi vida es Jesucristo? ¿Cuál es mi relación con
Jesucristo?”.
Tres
tareas para hacer que Jesús esté en el centro de la vida
El Papa
Bergoglio indicó tres tareas “para asegurarnos que Jesús esté en el
centro de nuestra vida”: ante todo conocerlo para reconocerlo. Y recordó que en su tiempo, muchos no lo
reconocieron: “Los Doctores de la ley, los sumos sacerdotes, los escribas, los
saduceos y algunos fariseos”. Es más – prosiguió diciendo Francisco –
“lo persiguieron, lo mataron”. De ahí la necesidad de preguntarse: “¿A mí me
interesa conocer a Jesús? ¿O quizás tengo más interés por las telenovelas o las
charlas; o las ambiciones, o por conocer la vida de los demás?”.
“Para
conocer a Jesús – explicó el Santo Padre – está la oración, el
Espíritu Santo”, pero también está el Evangelio, que hay que llevar siempre
consigo para leer un pasaje todos los días: “Es el único modo de conocer a
Jesús”. Y “el Espíritu Santo hace después el trabajo. Ésta es la semilla que
hace germinar y crecer, es el Espíritu Santo”.
Adorar
a Jesús
La segunda tarea
es adorar a Jesús. No sólo pedirle cosas y agradecerle. El Pontífice se
refirió a dos modos de adorar a Jesús: “La oración de adoración en silencio” y
“después quitar de nuestro corazón las otras cosas que adoramos, que nos
interesan más. No, sólo Dios”. “Las otras cosas sirven, sirven si yo soy capaz
de adorar sólo a Dios”:
“Hay una
pequeña oración que nosotros rezamos; el Gloria: ‘Gloria al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo’, pero tantas veces la decimos como loros. Pero esta oración ¡es
adoración! ‘Gloria’: yo adoro al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Adorar,
con pequeñas oraciones, con el silencio ante la grandeza de Dios, adorar a
Jesús y decir: ‘Tú eres el único, tú eres el principio y el fin, y contigo
quiero permanecer toda la vida, toda la eternidad. Tú eres el único’. Y
expulsar las cosas que me impiden adorar a Jesús”.
Seguir
a Jesús
La tercera
tarea – subrayó el Pontífice – es la que propone el Evangelio del día en
que Jesús llama a los primeros discípulos a seguirlo. Significa poner a Jesús
en el centro de nuestra vida:
“La vida
cristiana es sencilla, es muy simple, pero tenemos necesidad de la gracia del
Espíritu Santo para que despierte en nosotros este deseo de conocer a Jesús, de
adorar a Jesús y de seguir a Jesús. Por esto hemos pedido al Señor, al inicio,
en la oración Colecta, conocer lo que debemos hacer y tener la fuerza para
hacerlo. Que en la sencillez de cada día – porque para cada día para ser
cristianos no son necesarias cosas extrañas, cosas difíciles, cosas superfluas,
no, es sencillo – el Señor nos dé la gracia de conocer a Jesús, de adorar a
Jesús y de seguir a Jesús”.
(María
Fernanda Bernasconi – RV).
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