domingo, 18 de febrero de 2024

El Papa: Combatir las fieras del alma que destrozan el corazón y devoran la libertad

 

En el primer domingo de Cuaresma, Francisco invita a “entrar en el desierto” como Jesús, para reconocer las pasiones desordenadas, vicios, ansias de poder, vanidad y codicia que se posesionan del alma y vencerlas con el silencio, la oración y la escucha de la Palabra de Dios.

Vatican News

Fieras y ángeles los podemos encontrar cuando entramos en nuestro desierto interior, en silencio y a la escucha del corazón, así nos percatamos de su presencia y enfrentamos las tentaciones que nos desgarran, con las buenas inspiraciones divinas que devuelven al alma el orden y la paz. Es precisamente de la lucha de Jesús en el desierto, tentado por Satanás, que nos presenta el Evangelio de hoy, de donde parte la reflexión del Papa en este primer domingo de Cuaresma.

Las bestias selváticas

A mediodía, ante una Plaza de San Pedro soleada y repleta de fieles y peregrinos del mundo, Francisco, horas antes de su retiro para los Ejercicios Espirituales de esta Cuaresma, habla de las pasiones desordenadas que habitan en nuestro mundo interior, las “fieras” que dividen y tratan de poseer el corazón, que cautivan seducen y que pueden destrozarnos.

 

“Podemos dar nombres a estas "fieras" del alma: los diversos vicios, el ansia de riqueza, que aprisiona en el cálculo y la insatisfacción, la vanidad del placer, que condena a la inquietud y la soledad, y de nuevo la codicia de la fama, que genera inseguridad y una necesidad constante de confirmación y protagonismo, y así siguiendo. Son bestias “selváticas” y como tales, hay que domarlas y combatirlas: de lo contrario, devorarán nuestra libertad”

Francisco invita a adentrarnos en nuestro mundo interior, en el silencio y la escucha del corazón, en esta Cuaresma

El sabor del Cielo

El Santo Padre insiste en la necesidad de “entrar en el desierto” para reconocer y combatir estas presencias, pero teniendo como aliados a los “ángeles”, mensajeros de Dios, que nos ayudan, nos hacen el bien, porque su característica es el servicio y no la posesión del alma.

“Los espíritus angélicos, en cambio, recuerdan los buenos pensamientos y sentimientos sugeridos por el Espíritu Santo. Mientras las tentaciones nos desgarran, las buenas inspiraciones divinas nos unifican en armonía: apagan el corazón, infunden el sabor de Cristo, “el sabor del Cielo”. Así vuelven al alma el orden y la paz, más allá de las circunstancias de la vida, sean favorables o desfavorables”.

La voz de Dios

También para captar los pensamientos sanos y buenos inspirados por Dios, advierte Francisco, hay que entrar en el silencio y en la oración. Por ello, como siempre, antes de la oración mariana, el Papa invita a reflexionar partiendo de dos preguntas que pueden acompañar el camino cuaresmal:   

“Primera: ¿cuáles son las pasiones desordenadas, las "fieras" que se agitan en mi corazón? Es bueno reconocerlas, nombrarlas, comprender sus tácticas. Y un segundo interrogante: para dejar que la voz de Dios hable a mi corazón y lo custodie en el bien, ¿pienso retirarme un poco al "desierto", es decir, dedicar un espacio al silencio, a la oración, a la adoración, a la escucha de la Palabra de Dios?”.

Dos reflexiones que el Pontífice pone en manos de la Virgen Santa, que custodió la Palabra y no se dejó tocar por las tentaciones del maligno, para que nos ayude en el camino cuaresmal hacia la Resurrección de Jesucristo.


Catequesis. Vicios y virtudes. 8. La acedia.

 

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PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 14 de febrero de 2024

[Multimedia]

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[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Catequesis. Vicios y virtudes. 8. La acedia.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Entre todos los vicios capitales hay uno que a menudo pasa inadvertido, quizás en virtud de su nombre, que a muchos les resulta poco comprensible: estoy hablando de la acedia. Por eso, en el catálogo de los vicios, el término acedia está a menudo sustituido por otro de uso mucho más común: la pereza. En realidad, la pereza es más un efecto que una causa. Cuando una persona permanece inactiva, indolente, apática, nosotros decimos que es perezosa. Pero, como enseña la sabiduría de los antiguos padres del desierto, a menudo la raíz de esta pereza es la acedia, en griego significa literalmente “falta de cuidado”.

Se trata de una tentación muy peligrosa, con la que no se debe jugar. Quien cae víctima de este vicio es como si estuviera aplastado por un deseo de muerte: todo le disgusta; la relación con Dios se le vuelve aburrida; y también los actos más santos, los que le habían calentado el corazón, ahora, le parecen completamente inútiles. La persona empieza a lamentar el paso del tiempo y la juventud que queda irremediablemente atrás.  

La acedia ha sido definida como “el demonio del mediodía”: nos atrapa en mitad del día, cuando la fatiga está en su ápice y las horas que nos esperan nos parecen monótonas, imposibles de vivir. En una célebre descripción, el monje Evagrio representa así esta tentación: «El ojo del acidioso se fija en las ventanas continuamente y en su mente imagina visitantes […] Cuando lee, el acidioso bosteza a menudo y se deja llevar fácilmente por el sueño, se frota los ojos, se refriega las manos y, apartando la mirada del libro, la fija en la pared; después, dirigiéndola nuevamente al libro, lee un poco más […]; finalmente, inclinando la cabeza, coloca el libro debajo de ella y se duerme en un sueño ligero, hasta que el hambre lo despierta y le apremia a atender sus necesidades»; en conclusión, «el acidioso no realiza con solicitud la obra de Dios» [1].

Los lectores contemporáneos advierten en estas descripciones algo que recuerda mucho el mal de la depresión, tanto desde el punto de vista psicológico como filosófico. En efecto, para quienes están atenazados por la acedia, la vida pierde su sentido, rezar es aburrido, cada batalla parece carecer de significado. Las pasiones que alimentamos en la juventud ahora nos parecen ilógicas, sueños que no nos hicieron felices. Así que nos dejamos llevar y la distracción, el no pensar, parecen ser la única salida: a uno le gustaría estar aturdido, tener la mente completamente vacía… Es un poco como morir anticipadamente, y es feo.

Contra este vicio, del que nos damos cuenta que es tan peligroso, los maestros de espiritualidad prevén varios remedios. Me gustaría señalar el que me parece más importante y que yo llamaría la paciencia de la fe. Aunque bajo el azote de la acedia el deseo del hombre es estar "en otra parte", escapar de la realidad, hay que tener en cambio el valor de permanecer y acoger en mi "aquí y ahora", en mi situación tal como y es, la presencia de Dios. Los monjes dicen que para ellos la celda es la mejor maestra de vida, porque es el lugar que concreta y cotidianamente te habla de tu historia de amor con el Señor. El demonio de la acedia quiere destruir precisamente esta alegría sencilla del aquí y ahora, este asombro agradecido ante la realidad; quiere hacerte creer que todo es en vano, que nada tiene sentido, que no vale la pena preocuparse por nada ni por nadie. En la vida encontramos gente “acidiosa”, personas de las que decimos: “¡Pero este es aburrido!”, y no nos gusta estar con ellas; personas que incluso tienen una actitud de aburrimiento que contagia. Eso es la acedia.

¡Cuánta gente, presa en las garras de la acedia, movida por una inquietud sin rostro, ha abandonado tontamente el camino del bien que había emprendido! La de la acedia es una batalla decisiva que hay que ganar a toda costa. Y es una batalla de la que no se han librado ni siquiera a los santos, porque en muchos de sus diarios hay páginas que revelan momentos tremendos, verdaderas noches de fe en las que todo parecía oscuro. Estos santos nos enseñan a atravesar la noche con paciencia, aceptando la pobreza de la fe. Recomiendan, bajo la opresión de la acedia, mantener una medida de compromiso más pequeña, fijarse metas más al alcance de la mano y, al mismo tiempo, resistir y perseverar apoyándose en Jesús, que nunca nos abandona en la tentación.

La fe atormentada por la prueba de la acedia no pierde su valor. Al contrario, es la fe verdadera, la humanísima fe que, a pesar de todo, a pesar de la oscuridad que la ciega, sigue humildemente creyendo.  Es esa fe que permanece en el corazón, como las brasas bajo las cenizas. Siempre permanece. Y si alguno de nosotros cae en este vicio o en la tentación de la acedia, que intente mirar en su interior y custodiar las brasas de la fe: así es como se sigue adelante.

[1] [] Evagrio Pontico, Los ocho espíritus malvados 14.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy, Miércoles de ceniza, comenzamos la Cuaresma. Los invito durante este tiempo a acompañar a Jesús en el desierto con la oración, el ayuno y la limosna, dando testimonio de la fe con alegría y humildad. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

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Resumen leído en español por el Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Dedicamos nuestra catequesis de hoy a un vicio poco conocido, pero muy importante, la acedia. En la lista de vicios capitales, este término se sustituye más comúnmente por el de pereza, porque la pereza es uno de los efectos de la acedia. La acedia es una tentación muy peligrosa, que nos lleva a ver todo gris, monótono, aburrido. Puede inducirnos a abandonar el buen camino que habíamos emprendido, y llevarnos incluso a perder el sentido de la propia existencia.

Para combatir este vicio, los maestros de espiritualidad nos ofrecen diversos remedios. Quisiera subrayar uno muy importante, que es la paciencia de la fe. Cuando una persona se encuentra bajo el yugo de la acedia, es necesario que persevere en la presencia de Dios, acogiendo las situaciones difíciles tal como se presentan “aquí y ahora”. En esos momentos oscuros —que incluso los santos han experimentado— es preciso ser pacientes, aceptando nuestra pobreza y confiando siempre en Jesús, que nunca nos abandona.



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El Evangelio de hoy nos presenta la sanación de un leproso (cf. Mc 1,40-45).

 

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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 11 de febrero de 2024

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos presenta la sanación de un leproso (cf. Mc 1,40-45). Al enfermo, que lo implora, Jesús le responde: «Quiero: queda limpio» (v. 41). Pronuncia una frase sencillísima, que pone inmediatamente en práctica. De hecho, «la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio» (v. 42). He aquí el estilo de Jesús con quien sufre: pocas palabras y hechos concretos.

Muchas veces, en el Evangelio, lo vemos comportarse así con quien sufre: sordomudos (cf. Mc 7,31-37), paralíticos (cf. Mc 2,1-12) y otros tantos necesitados (cf. Mc 5). Siempre hace así: habla poco y a las palabras les siguen enseguida las acciones: se inclina, toma de la mano, cura. No se entretiene en discursos o interrogatorios, y mucho menos en pietismos y sentimentalismos. Más bien demuestra el pudor delicado de quien le escucha atentamente y actúa con diligencia, preferiblemente sin llamar la atención.

Es un modo maravilloso de amar, ¡y cuánto bien nos hace imaginarlo y asimilarlo! Pensemos también en cuando nos encontramos a personas que se comportan así: sobrias en las palabras, pero generosas en la acción; reacias a exhibirse, pero dispuestas a ser útiles; eficaces en la ayuda porque están dispuestas a escuchar. Amigos y amigas a los que se puede decir: “¿Quieres escucharme?” “¿Quieres ayudarme?”, con la confianza de escuchar una respuesta, casi con las palabras de Jesús: “Sí, quiero, estoy aquí para ti, para ayudarte”. Esta concreción es tanto más importante en un mundo, como el nuestro, en el que parece que se abre camino, cada vez más, una virtualidad evanescente de las relaciones.

Escuchemos, en cambio, cómo nos provoca la Palabra de Dios: «Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2,15-16). Esto lo dice el apóstol Santiago. El amor necesita concreción, el amor necesita presencia, encuentro, necesita tiempo y espacio donados: no puede reducirse a hermosas palabras, a imágenes en una pantalla, a selfies de un momento o a mensajes apresurados. Son instrumentos útiles, que pueden ayudar, pero no bastan en el amor, no pueden sustituir a la presencia concreta.

Preguntémonos hoy: ¿Yo sé escuchar a las personas, estoy disponible a sus buenas peticiones? ¿O pongo escusas, postergo las cosas, me escondo detrás de palabras abstractas e inútiles? Concretamente, ¿cuándo fue la última vez que fui a visitar a una persona sola o enferma – que cada uno se responda en el corazón – o  cuándo fue la última vez que cambié mis planes para satisfacer las necesidades de quien me pedía ayuda?

Que María, solícita en el cuidado, nos ayude a estar preparados y ser concretos en el amor.

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Después del Ángelus

Hoy ha sido canonizada María Antonia de Paz y Figueroa, una santa argentina. ¡Un aplauso para la nueva santa!

Se celebra hoy, en la memoria de la Beata Virgen de Lourdes la Jornada Mundial del Enfermo, que este año llama la atención sobre la importancia de las relaciones en la enfermedad. La primera cosa que necesitamos cuando estamos enfermos es la cercanía de las personas queridas, de los operadores sanitarios y, en el corazón, la cercanía de Dios. Estamos todos llamados a estar cerca de quien sufre, a visitar a los enfermos, como nos enseña Jesús en el Evangelio. Por eso, hoy quiero expresar a todas las personas enfermas o más frágiles mi cercanía y la de toda la Iglesia. No olvidemos el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura.

Pero en esta Jornada, hermanos y hermanas, no podemos silenciar el hecho de que hoy en día hay tantas personas a las que se les niega el derecho a los cuidados y, por tanto, el derecho a la vida. Pienso en quienes viven en la pobreza extrema; pero pienso también en las zonas de guerra: ¡allí se violan todos los días los derechos humanos fundamentales! Es intolerable. Recemos por la martirizada Ucrania, por Palestina e Israel, recemos por Myanmar y por todos los pueblos martirizados por la guerra.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países. En particular, saludo a los fieles de Moral de Calatrava y Burgos (España), a los de Brasilia y de Portugal; al coro de la Orquesta de jóvenes de Mostar; a la Escuela de Vila Pouca de Aguiar (Portugal).

Saludo a los fieles de Enego y de Rogno, a los voluntarios del Santuario de Santa Ana de Vinadio, al Coro de Eraclèa y a la Asociación Santa Paula Frassinetti de San Calogero.  Saludo a los jóvenes de Lodi, Petosino y Torri di Quartesòlo; a los muchachos de la confirmación de Malta, Lallio y Almenno San Salvatore; a los alumnos del instituto “Sant’Ambrogio” de los Salesianos de Milán y al Coretto Bimbi di Piovène Rocchette; así como también al grupo de “Radio Mater”, en ocasión de su 30° aniversario.

Os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

 



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sábado, 10 de febrero de 2024

Catequesis. Vicios y virtudes. 7. La tristeza. 7 de febrero

 

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PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 7 de febrero de 2024

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[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Catequesis. Vicios y virtudes. 7. La tristeza.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro recorrido de catequesis sobre los vicios y las virtudes, hoy nos detenemos en un vicio bastante feo, la tristeza, entendida como un abatimiento del ánimo, una aflicción constante que impide al ser humano experimentar alegría por su propia existencia.

Ante todo, hay que señalar que, respecto a la tristeza, los Padres hacían una distinción importante. Hay, en efecto, una tristeza que conviene a de la vida cristiana, y que con la gracia de Dios se transforma en alegría: ésta, por supuesto, no debe rechazarse y forma parte del camino de conversión. Pero existe también un segundo tipo de tristeza que se insinúa en el alma y la postra en un estado de abatimiento: es este segundo tipo de tristeza el que hay que combatir resueltamente y con todas las fuerzas, porque procede del Maligno. Esta distinción la encontramos también en San Pablo, que cuando escribe a los Corintios dice lo siguiente: «La tristeza que proviene de Dios produce un arrepentimiento que lleva a la salvación y no se debe lamentar; en cambio, la tristeza del mundo produce la muerte.» (2 Cor 7,10).

Hay, entonces, una tristeza amiga que nos lleva a la salvación. Pensemos en el hijo pródigo de la parábola: cuando toca el fondo de su degeneración, experimenta una gran amargura, y esto le impulsa a recapacitar y a decidir volver a la casa paterna (cfr. Lc 15, 11-20). Es una gracia gemir por los propios pecados, recordar el estado de gracia del que hemos caído, llorar porque hemos perdido la pureza con la que Dios nos soñó.

Pero hay una segunda tristeza, que es una enfermedad del alma. Surge en el corazón humano cuando se desvanece un deseo o una esperanza. Aquí podemos referirnos al relato de los discípulos de Emaús. Aquellos dos discípulos salen de Jerusalén con el corazón desilusionado, y se confían al forastero, que en cierto momento los acompaña: «Nosotros esperábamos que fuera él – o sea, Jesús - quien librara a Israel.» (Lc 24,21). La dinámica de la tristeza está ligada a la experiencia de la pérdida. En el corazón del ser humano nacen esperanzas que a veces se ven defraudadas. Puede tratarse del deseo de poseer algo que no se puede conseguir, pero también de algo importante, como la pérdida de un afecto. Cuando esto sucede, es como si el corazón del ser humano cayera en un precipicio, y los sentimientos que experimenta son desánimo, debilidad de espíritu, depresión, angustia. Todos pasamos por pruebas que nos generan tristeza, porque la vida nos hace concebir sueños que luego se hacen añicos. En esta situación, algunos, tras un tiempo de agitación, se apoyan en la esperanza; pero otros se regodean en la melancolía, dejando que ésta se pudra en sus corazones. ¿Se siente placer en esto? Verán: la tristeza es como el placer del no-placer; es como tomar un caramelo amargo, sin azúcar, malo, y chupar ese caramelo. La tristeza es el placer del no-placer.

El monje Evagrio explica que todos los vicios persiguen un placer, por efímero que sea, mientras que la tristeza disfruta de lo contrario: del adormecerse en una tristeza sin fin. Ciertos lutos prolongados, en los que una persona sigue agrandando el vacío de quien ya no está, no son propios de la vida en el Espíritu. Ciertas amarguras resentidas, en las que una persona tiene siempre en mente una reivindicación que le hace adoptar el papel de víctima, no producen en nosotros una vida sana, y menos aún cristiana. Hay algo en el pasado de todos que necesita ser sanado. La tristeza, de ser una emoción natural, puede convertirse en un estado de ánimo maligno.

Es un demonio taimado, el de la tristeza. Los padres del desierto la describían como un gusano del corazón, que roe y vacía a quien lo alberga. Esta imagen es buena, nos ayuda a comprender. Entonces, ¿qué debo hacer cuando estoy triste? Detenerte y ver: ¿esta tristeza es buena? ¿No es una buena tristeza? Y reaccionar según la naturaleza de la tristeza. No se olviden de que la tristeza puede ser algo muy malo que nos lleva al pesimismo, nos lleva a un egoísmo que difícilmente se cura.

Hermanos y hermanas, debemos tener cuidado con esta tristeza y pensar que Jesús nos trae la alegría de la resurrección.

Por muy llena que esté la vida de contradicciones, de deseos incumplidos, de sueños no realizados, de amistades perdidas, gracias a la resurrección de Jesús podemos creer que todo se salvará. Jesús ha resucitado no sólo para sí mismo, sino también para nosotros, a fin de rescatar todas las felicidades que no se han realizado en nuestras vidas. La fe expulsa el miedo, y la resurrección de Cristo quita la tristeza como la piedra del sepulcro. Cada día del cristiano es un ejercicio de resurrección. Georges Bernanos, en su famosa novela Diario de un cura rural, hace decir al párroco de Torcy lo siguiente: "La Iglesia dispone de la alegría, de toda esa alegría que está reservada a este triste mundo. Lo que han hecho contra ella, lo han hecho contra la alegría". Y otro escritor francés, León Bloy, nos dejó esta maravillosa frase: "No hay más que una tristeza, [...] la de no ser santos". Que el Espíritu de Jesús resucitado nos ayude a vencer la tristeza con la santidad.

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Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. El próximo domingo celebramos la Jornada Mundial del Enfermo. Pidamos a María, Salud de los enfermos, por todos los que sufren, para que sepan poner su confianza en Dios, experimentando la alegría de saberse amados por Él. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

Y no olvidemos las guerras, no olvidemos la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, los Rohingya, muchas, muchas guerras que hay por doquier. Recemos por la paz. La guerra es siempre una derrota, siempre. Recemos por la paz. Se necesita la paz.

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Resumen leído por le Santo Padre en español

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy reflexionamos sobre el vicio de la tristeza. Se trata de ese estado de ánimo que todos llegamos a experimentar en algún momento de nuestra vida. Se presenta como un sentimiento de abatimiento y de aflicción constantes, y está ligado a una experiencia de “pérdida” de algo o de alguien.

Podemos distinguir dos tipos de tristeza: por un lado, está la tristeza que lleva a la salvación si se vive según la fe, porque nos impulsa a mirar nuestro interior, nos inspira el dolor y la amargura de haber pecado, colocándonos así en el camino del arrepentimiento y en la esperanza de recuperar la amistad con Dios. Pero, por otro lado, tenemos otra tristezaaquella tristeza que, si nos descuidamos, puede convertirse en una enfermedad del alma; como un gusano que corroe y destruye el corazón. Nos hará bien pues combatir esta segunda tristeza —esta enfermedad— con la fe en la resurrección de Cristo, que nos colma de esperanza, de gozo y de paz.

 

 

 



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Jesús cura a la suegra de Pedro 4 de febrero

 

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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 4 de febrero de 2024

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de la Liturgia nos muestra a Jesús en movimiento: efectivamente, acaba de terminar de predicar y, tras salir de la sinagoga, se dirige a casa de Simón Pedro y cura a su suegra; luego, por la tarde, sale de nuevo hacia la puerta de la ciudad, donde encuentra a muchos enfermos y endemoniados y los sana; a la mañana siguiente, se levanta muy pronto y sale para retirarse a rezar; finalmente se pone de nuevo en camino y recorre toda la Galilea (cfr. Mc 1,29-39). Jesús en movimiento.

Detengámonos en este continuo movimiento de Jesús, que nos dice una cosa importante sobre Dios y, al mismo tiempo, nos interpela con algunas preguntas sobre nuestra fe.

Jesús, que sale al encuentro de la humanidad herida, nos manifiesta el Rostro del Padre. Puede que en nuestro interior aún tengamos la idea de un Dios distante, frío, indiferente ante nuestra suerte. El Evangelio, en cambio, nos muestra que Jesús, después de haber enseñado en la sinagoga, sale para que la Palabra que ha predicado pueda alcanzar, tocar y sanar a las personas. De este modo nos revela que Dios no es un amo distante que nos habla desde lo alto; por el contrario, es un Padre lleno de amor que se hace cercano, que visita nuestras casas, que quiere salvar y liberar, sanar todo mal del cuerpo y del espíritu. Dios siempre está cerca de nosotros. La actitud de Dios se puede describir con tres palabras: cercaníacompasión y ternura. Dios se hace cercano para acompañarnos, con ternura, y para perdonarnos. No olviden esto: cercaníacompasión y ternura. Esta es la actitud de Dios.

Este incesante caminar de Jesús nos interpela. Podemos preguntarnos: ¿hemos descubierto el Rostro de Dios como Padre de la misericordia, o más bien anunciamos y creemos en un Dios frío, un Dios distante? ¿La fe nos mueve a ponernos en camino, o es para nosotros un consuelo intimista que nos deja tranquilos? ¿Rezamos solo para sentirnos en paz, o la Palabra que escuchamos y predicamos nos hace salir también a nosotros, como a Jesús, al encuentro de los demás para difundir el consuelo de Dios? Nos hará bien hacernos estas preguntas.

Miremos, entonces, el camino de Jesús, y recordemos que nuestro primer trabajo espiritual es éste: abandonar el Dios que creemos conocer y convertirnos cada día al Dios que Jesús nos presenta en el Evangelio, que es el Padre del amor y el Padre de la compasión. El Padre cercano, compasivo y tierno. Y cuando descubrimos el verdadero Rostro del Padre, nuestra fe madura: ya no nos quedamos como “cristianos de sacristía” o “de salón”, sino que nos sentimos llamados a ser portadores de la esperanza y la sanación de Dios.

Que María Santísima, Mujer en camino, nos ayude a salir de nosotros mismos para anunciar y testimoniar al Señor, que es cercano, compasivo y tierno.

 

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Después del Ángelus

 

Queridos hermanos y hermanas:

el próximo 10 de febrero, millones de familias celebrarán, en Asia oriental y en otras partes del mundo, el fin del año lunar. Les envío un cordial saludo, con el deseo de que esta fiesta sea una ocasión para vivir relaciones de afecto y gestos de atención que contribuyan a crear una sociedad solidaria y fraterna, en la que toda persona sea reconocida y acogida con su inalienable dignidad. Mientras invoco la bendición del Señor sobre todos, los invito a rezar por la paz que el mundo tanto anhela y que, hoy más que nunca, está en riesgo en muchos lugares. La paz no es responsabilidad de unos pocos, sino de toda la familia humana: ¡cooperemos todos para construirla con gestos de compasión y valentía!

       Y sigamos rezando por las poblaciones que sufren a causa de la guerra, especialmente en Ucrania, Palestina e Israel.

       Hoy se celebra en Italia la Jornada por la Vida, sobre el tema “La fuerza de la vida nos sorprende”. Me uno a los obispos italianos en el deseo de que se superen las visiones ideológicas para redescubrir que toda vida humana, incluso la más afectada por las limitaciones, tiene un valor inmenso y es capaz de donar algo a los demás.

Saludo a los jóvenes que han venido, de numerosos países, a la Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata, que se celebrará el 8 de febrero, memoria de Santa Josefina Bakhita, la monja sudanesa que fue esclava cuando era joven. Todavía hoy, muchos hermanos y hermanas son engañados con falsas promesas y luego sometidos a explotación y abusos. Unámonos todos para luchar contra el dramático fenómeno global de la trata de seres humanos.

Oremos también por los fallecidos y los heridos víctimas de los devastadores incendios que han afectado el centro de Chile.

       Saludo a todos los que han venido de Roma, de Italia y de muchas partes del mundo. Saludo especialmente a los consagrados y consagradas de más de 60 países que participan en el encuentro "Peregrinos de esperanza por el camino de la paz", promovido por el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Saludo a los estudiantes de Badajoz (España) y a los de la Escuela salesiana "Sévigné" de Marsella; también a los fieles polacos de Varsovia y de otras ciudades; y a los grupos de San Benedetto del Tronto, Ostra y Cingoli. ¡Y veo ahí banderas japonesas! Saludo a los japoneses. Veo también banderas polacas: saludo a los polacos, y a todos ustedes, y también a los jóvenes de la Inmaculada.

       Les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!



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sábado, 3 de febrero de 2024

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

 

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FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 31 de diciembre de 2023

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José. El Evangelio nos los muestra en el templo de Jerusalén, para la presentación del Niño al Señor (cf. Lc 2, 22-40). Llega al templo y allí lleva la más humilde y sencilla de las ofrendas como testimonio de su pobreza. Finalmente, María recibe una profecía: "Una espada te atravesará el alma" (v. 35). Llegan en la pobreza y parten cargados de sufrimiento. Es sorprendente: ¡Cómo es posible que la Familia de Jesús, la única familia de la historia que puede presumir de la presencia de Dios en la carne, en lugar de ser rica sea pobre! En lugar de ser aliviada, ¡parece ser obstaculizada! En vez de estar libre de fatigas, ¡está inmersa en grandes dolores!

¿Qué dice esto a nuestras familias, este modo de vivir, la historia de la Sagrada Familia, pobre, entorpecida, con grandes dolores? Nos dice una cosa muy hermosa: Dios, a quien a menudo imaginamos más allá de los problemas, ha venido a habitar nuestras vidas con sus problemas. Nos ha salvado así: no ha venido como adulto, sino pequeñísimo; ha vivido en una familia, hijo de una madre y de un padre; allí ha pasado la mayor parte de su tiempo, creciendo, aprendiendo, en una vida hecha de cotidianidad, ocultamiento y silencio. Y no ha evitado las dificultades, es más, eligiendo una familia, una familia "experimentada en el sufrimiento", y dice a nuestras familias: "Si tienen dificultades, yo sé lo que sienten, lo he experimentado: mi madre, mi padre y yo lo hemos experimentado, para decírselo también a su familia: ¡no están solos!

José y María: "se asombraban de las cosas que decían de Jesús" (cf. Lc 2,33) porque no hubiesen pensado que el anciano Simeón y la profetisa Ana dirían estas cosas. Se asombraban. Y quiero detenerme sobre esto hoy: sobre la capacidad de asombro. La capacidad de asombre es un secreto para llevarse bien en familia. No hay que acostumbrarse a las cosas habituales. Sobre todo hay que saber asombrarse de Dios, que nos acompaña. Y después, asombrarse en familia. Pienso que es buen en la pareja saber asombrarse también del propio cónyuge, por ejemplo, tomándolo de la mano y mirándolo a los ojos por la noche durante unos instantes, con ternura: el asombro te lleva a la ternura, siempre. Es hermosa la ternura en el matrimonio. Y luego maravillarse del milagro de la vida, de los niños, encontrando tiempo para jugar con ellos y para escucharlos. Les pregunto a ustedes, padres y madres: ¿Encuentran tiempo para jugar con sus hijos? ¿Para llevarlos a pasear? Ayer al hablar por teléfono con una persona le pregunté: ¿Dónde estás? “Estoy en la plaza, saqué a mis hijos a pasear”. Esta es una bella paternidad y maternidad. Y, luego, maravillarse ante la sabiduría de los abuelos. Tantas veces nosotros apartamos a los abuelos fuera de la vida. ¡No! Los abuelos son fuente de sabiduría. Aprendamos a sorprendernos de la sabiduría de los abuelos, de su historia, de los abuelos que hacen que la vida vuelva a lo esencial. Y, por último, maravillarse de la propia historia de amor, cada uno de nosotros tiene la propia: el Señor nos ha hecho caminar con amor, asombrarnos de esto. Seguramente nuestra vida tiene aspectos negativos, pero hemos de asombrarnos de la bondad de Dios que camina con nosotros, incluso si nosotros somos tan torpes. .

Que María, Reina de la familia, nos ayude a sorprendernos: pidamos hoy la gracia del asombro. Que la Virgen nos ayude a sorprendernos cada día de lo bueno y a saber enseñar a los demás la belleza del asombro.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Lamentablemente, la celebración de la Navidad en Nigeria ha estado marcada por graves actos de violencia en el estado de Plateau, con numerosas víctimas. Rezo por ellas y por sus familias. ¡Que Dios libere a Nigeria de estos horrores! Y también rezo por los que perdieron la vida en la explosión del camión cisterna en Liberia.

Sigamos rezando por los pueblos que sufren las guerras: el atormentado pueblo ucraniano, los pueblos palestino e israelí, el pueblo sudanés y muchos otros. Al final de un año, tengamos el valor de preguntarnos: ¿cuántas vidas humanas se han truncado a causa de los conflictos armados? ¿Cuántos muertos? ¿Y cuánta destrucción, cuánto sufrimiento, cuánta pobreza? Quienes tienen intereses en estos conflictos, escuchen la voz de la conciencia. ¡Y no olvidemos a los atormentados rohingya!

Hace un año el Papa Benedicto XVI terminó su camino terrenal, después de servir a la Iglesia con amor y sabiduría. Sentimos por él tanto afecto, tanta gratitud, tanta admiración. Desde el Cielo nos bendiga y nos acompañe. ¡Un aplauso para Benedicto XVI!

Saludo a todos los romanos, peregrinos, grupos parroquiales, asociaciones y jóvenes. Hoy dirijo un saludo especial a las familias aquí presentes y a las que están conectadas a través de la televisión y otros medios de comunicación. No olvidemos que la familia es la célula fundamental de la sociedad. ¡Hay que defenderla y sostenerla siempre!

Saludo a la selección italiana masculina sub-18 de vóleibol; y saludo a los personajes del pesebre viviente de Marcellano, en Umbría.

Y les deseo a todos un buen domingo. Una bendición para sus familias. Y también les deseo un final de año en paz. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

 



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