miércoles, 30 de enero de 2019



Viaje Apostólico a Panamá


PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Aula Pablo VI
Miércoles, 30 de enero de 2019
Queridos hermanos:
Deseo referirme a mi reciente viaje a Panamá, con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que tenía como lema las palabras de María: Aquí está la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra. En primer lugar, doy gracias a Dios por la presencia de tantos jóvenes que han contagiado a todo el País y a toda América Central con la alegría y la fe. Agradezco también a las autoridades, a los obispos, a los habitantes y a todos los voluntarios por su afectuosa acogida. 

Los jóvenes cristianos, provenientes de tantos países, tantas culturas diversas, también de pueblos nativos y afroamericanos, han puesto de manifiesto la belleza del rostro multiforme de la Iglesia, y con su deseo de encontrarse han dado al mundo un verdadero testimonio de paz. En el Via crucis y en la Liturgia penitencial en el Centro de Reeducación, los jóvenes han compartido con Jesús y María el sufrimiento de tantas personas del mundo entero.

 Durante la Vigilia y la Misa, culmen de la Jornada Mundial de la Juventud, les propuse a los jóvenes el ejemplo de María que con su fiat –hágase– ha sido la persona que más ha influido en el mundo, y los invité a vivir el Evangelio en el hoy, porque los jóvenes son el hoy de la Iglesia y del mundo. En el encuentro con los Obispos recordamos la figura de san Óscar Romero, aprendiendo de su testimonio de vida y de su cercanía con el pueblo de Dios. Por último, la consagración del altar de la Catedral restaurada de Santa María La Antigua, nos recordó la unción del Espíritu Santo de la que participa todo el pueblo de Dios por el bautismo.

* * *
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española  provenientes de España y de América Latina. Encomendemos a la Virgen María de modo especial a los jóvenes, para que el Espíritu Santo los llene con la gracia de sus dones y caminando como auténticos discípulos misioneros de Cristo sean en el mundo fermento de paz y alegría. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
 


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lunes, 28 de enero de 2019

Papa Francisco: “No son el futuro ustedes, jóvenes, son el ahora de Dios”

  © Vatican Media

Homilía en la Misa de Envío
(ZENIT – 27 enero 2019).-



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Homilía del Santo Padre
«Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4,20-21).
Así el evangelio nos presenta el comienzo de la misión pública de Jesús. Lo hace en la sinagoga que lo vio crecer, rodeado de conocidos y vecinos y hasta quizá de alguna de sus “catequistas” de la infancia que le enseñó la ley. Momento importante en la vida del Maestro por el cual, el niño que se formó y creció en el seno de esa comunidad, se ponía de pie y tomaba la palabra para anunciar y poner en acto el sueño de Dios. Una palabra proclamada hasta entonces solo como promesa de futuro, pero que en boca de Jesús solo podía decirse en presente, haciéndose realidad: «Hoy se ha cumplido».
Jesús revela el ahora de Dios que sale a nuestro encuentro para convocarnos también a tomar parte en su ahora de «llevar la Buena Noticia a los pobres, la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia en el Señor» (cf. Lc 4,18-19). Es el ahora de Dios que con Jesús se hace presente, se hace rostro, carne, amor de misericordia que no espera situaciones ideales o perfectas para su manifestación, ni acepta excusas para su realización. Él es el tiempo de Dios que hace justa y oportuna cada situación y espacio. En Jesús se inicia y se hace vida el futuro prometido.

¿Cuándo? Ahora. Pero no todos los que allí lo escucharon se sentían invitados o convocados. No todos los vecinos de Nazaret estaban preparados para creer en alguien que conocían y habían visto crecer y que los invitaba a poner en acto un sueño tan esperado. Es más, «decían: “¿No es este el hijo de José?”» (Lc 4,22).
También a nosotros nos puede pasar lo mismo. No siempre creemos que Dios pueda ser tan concreto y cotidiano, tan cercano y real, y menos aún que se haga tan presente y actúe a través de alguien conocido como puede ser un vecino, un amigo, un familiar. No siempre creemos que el Señor nos pueda invitar a trabajar y a embarrarnos las manos junto a Él en su Reino de forma tan simple pero contundente.

 Cuesta aceptar que «el amor divino se haga concreto y casi experimentable en la historia con todas sus vicisitudes dolorosas y gloriosas» (BENEDICTO XVI, Audiencia general, 28 septiembre 2005).
No son pocas las veces que actuamos como los vecinos de Nazaret, que preferimos un Dios a la distancia: lindo, bueno, generoso, bien dibujadito, pero distante y sobre todo, un Dios que no incomode, un Dios domesticado. Porque un Dios cercano y cotidiano, un Dios amigo y hermano nos pide aprender de cercanías, de cotidianeidad y sobre todo de fraternidad. Él no quiso tener una manifestación angelical o espectacular, sí nos quiso regalarnos un rostro hermano y amigo, concreto, familiar. Dios es real porque el amor es real, Dios es concreto porque el amor es concreto. Y es precisamente esta «concreción del amor lo que constituye uno de los elementos esenciales de la vida de los cristianos» (cf. BENEDICTO XVI, Homilía, 1 marzo 2006).

Nosotros también podemos correr los mismos riesgos que los vecinos de Nazaret, cuando en nuestras comunidades el Evangelio se quiere hacer vida concreta y comenzamos a decir: “pero estos chicos, no son hijos de María, José, y no son hermanos de… Estos no son los jovencitos que nosotros ayudamos a crecer… que se callen la boca, ¿cómo los vamos a creer? Ese de allá, no era el que rompía siempre los vidrios con su pelota”. Y lo que nació para ser profecía y anuncio del Reino de Dios termina domesticado y empobrecido. Querer domesticar la Palabra de Dios es tentación de todos los días.
E incluso a ustedes, queridos jóvenes, les puede pasar lo mismo cada vez que piensan que su misión, su vocación, que hasta su vida es una promesa pero solo para el futuro y nada tiene que ver con vuestro presente. Como si ser joven fuera sinónimo de sala de espera de quien aguarda el turno de su hora. Y en el “mientras tanto” de esa hora, les inventamos o se inventan un futuro higiénicamente bien empaquetado y sin consecuencias, bien armado y garantizado con todo “bien asegurado”.

No queremos ofrecerles a ustedes un futuro de laboratorio. Es la “ficción” de alegría, no la alegría del hoy, del concreto, del amor. Y así, con esta ficción de la alegría los “tranquilizamos” y adormecemos para que no hagan ruido, para que no molesten mucho, para que no se pregunten ni pregunten, para que no se cuestionen ni cuestionen; y en ese “mientras tanto” sus sueños pierden vuelo, se vuelven rastreros, comienzan a dormirse, son “ensoñamientos” pequeños y tristes (cf. Homilía del Domingo de Ramos, 25 marzo 2018), tan solo porque consideramos o consideran que todavía no es su ahora; que son demasiado jóvenes para involucrarse en soñar y trabajar el mañana, y así los seguimos procrastinando, y saben una cosa, que a muchos jóvenes esto les gusta. Por favor, ayudémosle a que no les gusten, a que se revelen, a que quieran vivir el ahora de Dios.

Uno de los frutos del pasado Sínodo fue la riqueza de poder encontrarnos y, sobre todo, escucharnos. La riqueza de la escucha entre generaciones, la riqueza del intercambio y el valor de reconocer que nos necesitamos, que tenemos que esforzarnos en propiciar canales y espacios en los que involucrarse en soñar y trabajar el mañana ya desde hoy. Pero no aisladamente, sino juntos, creando un espacio en común. Un espacio que no se regala ni lo ganamos en la lotería, sino un espacio por el que también ustedes deben pelear. Ustedes jóvenes deben pelear por su espacio hoy, porque la vida es hoy, nadie te puede prometer un día del mañana, tu vida hoy es hoy, tu jugarte es hoy, tu espacio es hoy. ¿Cómo estás respondiendo esto?

Ustedes, queridos jóvenes, ustedes son el presente.. no son el futuro, ustedes, jóvenes son el ahora de Dios. Él los convoca, los llama en sus comunidades, los llama en sus ciudades para ir en búsqueda de sus abuelos, de sus mayores; a ponerse de pie y junto a ellos tomar la palabra y poner en acto el sueño con el que el Señor los soñó.
No mañana, ahora, porque allí, ahora, donde esté su tesoro, está también su corazón (cf. Mt 6,21); y aquello que los enamore conquistará no solo vuestra imaginación, sino que lo afectará todo. Será lo que los haga levantarse por la mañana y los impulse en las horas de cansancio, lo que les rompa el corazón y lo que les haga llenarse de asombro, alegría y gratitud. Sientan que tienen una misión y enamórense, que eso lo decidirá todo (cf. PEDRO ARRUPE, S.J., Nada es más práctico). Podremos tener todo, pero queridos jóvenes, si falta la pasión del amor, faltará todo. La pasión del amor hoy, y dejemos que el Señor nos enamore y nos lleve hasta el mañana.

Para Jesús no hay un “mientras tanto” sino amor de misericordia que quiere anidar y conquistar el corazón. Él quiere ser nuestro tesoro, porque no es un “mientras tanto” en la vida o moda pasajera, es amor de entrega que invita a entregarse.
Es amor concreto, cercano, real; es alegría festiva que nace al optar y participar en la pesca milagrosa de la esperanza y la caridad, la solidaridad y la fraternidad frente a tanta mirada paralizada y paralizante por los miedos y la exclusión, la especulación y la manipulación.
Hermanos: El Señor y su misión no son un “mientras tanto” en nuestra vida, algo pasajero, no son solo una Jornada Mundial de la Juventud, ¡son nuestra vida! de hoy y caminando.

Todos estos días de forma especial ha susurrado como música de fondo el “hágase” de María. Ella no solo creyó en Dios y en sus promesas como algo posible, le creyó a Dios, se animó a decir “sí” para participar en este ahora del Señor. Sintió que tenía una misión, se enamoró y eso lo decidió todo.
Ustedes sientan que tienen una misión, se dejen enamorar, y el Señor decidirá todo.
Y como sucedió en la sinagoga de Nazaret, el Señor, en medio nuestro, sus amigos y conocidos, vuelve a ponerse de pie, a tomar el libro y decirnos: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4,21).

Queridos jóvenes, ¿quieren vivir la concreción de su amor? Que vuestro “sí” siga siendo la puerta de ingreso para que el Espíritu Santo nos regale un nuevo Pentecostés a la Iglesia y al mundo. Que así sea.

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domingo, 27 de enero de 2019

Papa Francisco a los jóvenes: María, la primera ‘influencer’, la ‘influencer’ de Dios

Palabras en la vigilia de la JMJ
(ZENIT – 26 enero 2019).- “María no compró un seguro de vida, María dijo ¡sí! Es una influencer, la influencer de Dios. El ‘sí’ y las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y las dificultades”,
“Hágase en mí según tu palabra” es el lema de esta Jornada Mundial de la Juventud 2019, en Panamá, y  y el mensaje principal que ha comunicado el Santo Padre a los jóvenes en la Vigilia celebrada con ellos en el Campo ‘San Juan Pablo II’ de Metro Park, Ciudad de Panamá, esta noche, sábado 26 de enero de 2019.

Discurso del Santo Padre
Queridos jóvenes, ¡buenas tardes!
Vimos este hermoso espectáculo sobre el Árbol de la Vida que nos muestra cómo la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno. Esa vida no es una salvación colgada “en la nube” esperando ser descargada, ni una “aplicación” nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación. Tampoco un “tutorial” con el que aprender la última novedad.

 La salvación que el Señor nos regala es una invitación a ser parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse; es el primero en decir “sí” a nuestra vida, a nuestra historia, y quiere que también digamos “sí” junto a Él. Él siempre va primero. Él siempre nos primerea, es primero.

Así sorprendió a María y la invitó a formar parte de esta historia de amor. Sin lugar a dudas la joven de Nazaret no salía en las “redes sociales” de la época, no era una influencer, pero sin quererlo ni buscarlo se volvió la mujer que más influenció en la historia.
María, la influencer de Dios. Con pocas palabras se animó a decir “sí” y a confiar en el amor y en las promesas de Dios, única fuerza capaz de hacer nuevas todas las cosas.

Siempre llama la atención la fuerza del “sí” de esa joven, de ese «hágase» que le dijo al ángel. Fue una cosa distinta a una aceptación pasiva o resignada o un “sí” como diciendo: bueno, vamos a probar a ver qué pasa. Fue algo más, algo distinto. Fue el “sí” de quien quiere comprometerse y arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa. Tendría, sin dudas, una misión difícil, pero las dificultades no eran una razón para decir “no”. Tendría complicaciones, ciertamente, pero no serían las mismas complicaciones que se producen cuando la cobardía nos paraliza por no tener todo claro o asegurado de antemano.
María no compró un seguro de vida, María ¡dijo sí! Es una influencer, la influencer de Dios. El “sí” y las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y las dificultades.

Esta tarde también escuchamos cómo el “sí” de María hace eco y se multiplica de generación en generación. Muchos jóvenes a ejemplo de María arriesgan y apuestan guiados por una promesa. Gracias Erika y Rogelio por el testimonio que nos han regalado. Fueron valientes estos, ¿eh? Merecen un aplauso.
Compartieron sus temores, dificultades y todo el riesgo vivido ante el nacimiento de su hija Inés. En un momento dijeron: «A los padres, por diversas circunstancias, nos cuesta aceptar la llegada de un bebé con alguna enfermedad o discapacidad», eso es cierto y comprensible. 

Pero lo sorprendente fue cuando agregaron: «al nacer nuestra hija decidimos amarla con todo nuestro corazón». Ante su llegada, frente a todos los anuncios y dificultades que aparecían, tomaron una decisión y dijeron como María «hágase», decidieron amarla. Frente a la vida de vuestra hija frágil, indefensa y necesitada la respuesta fue un “sí” y ahí tenemos a Inés. ¡Ustedes creyeron que el mundo no es solo para los fuertes!
Decir “sí” al Señor, es animarse a abrazar la vida como viene con toda su fragilidad y pequeñez y hasta muchas veces con todas sus contradicciones e insignificancias con el mismo amor con el que nos hablaron Erika y Rogelio. 

Es abrazar nuestra patria, nuestras familias, nuestros amigos tal como son, también con sus fragilidades y pequeñeces. Abrazar la vida se manifiesta también cuando damos la bienvenida a todo lo que no es perfecto, puro o destilado, pero no por eso menos digno de amor. ¿Acaso alguien por ser discapacitado o frágil no es digno de amor?, ¿alguien por ser extranjero, por haberse equivocado, por estar enfermo o en una prisión no es digno de amor? Así lo hizo Jesús: abrazó al leproso, al ciego y al paralítico, abrazó al fariseo y al pecador. Abrazó al ladrón en la cruz e incluso abrazó y perdonó a quienes lo estaban crucificando.

Les hago una pregunta. Alguien que es discapacitado. ¿Es digno de amor? –¡Sí!– ¿Cómo? No se les oye bien. –¡¡Sí!!– Otra pregunta, a ver como responden: Alguien por ser extranjero, por haberse equivocado, ¿es digno de amor? ¡Sí! Gritan los jóvenes. Solo lo que se ama puede ser salvado.
¿Por qué? Porque solo lo que se ama puede ser salvado. Solo lo que se abraza puede ser transformado. El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces, pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces como Él quiere escribir esta historia de amor. Abrazó al hijo pródigo, abrazó a Pedro después de sus negaciones y nos abraza siempre, siempre, después de nuestras caídas ayudándonos a levantarnos y ponernos de pie. Porque la verdadera caída, la que es capaz de arruinarnos la vida es permanecer en el piso y no dejarse ayudar. (…) No permanecer caído.
¡Qué difícil se hace muchas veces entender el amor de Dios! Pero, ¡qué regalo es saber que tenemos un Padre que nos abraza más allá de todas nuestras imperfecciones!

¡El primer paso es no tener miedo de recibir la vida como viene, abrazar la vida!
Gracias Alfredo por tu testimonio y la valentía de compartirlo con todos nosotros. Me impresionó mucho cuando decías: «comencé a trabajar en la construcción hasta que se terminó dicho proyecto. Sin empleo las cosas tomaron otro color: sin colegio, sin ocupación y sin trabajo». Lo resumo en los cuatro “sin” que dejan nuestra vida sin raíces y se seca: sin trabajo, sin educación, sin comunidad, sin familia.
¿Se animan ustedes los grandes (adultos) a ver a los jóvenes con los ojos de Dios? ¿A darles raíces para que después puedan llegar al Cielo?

Es imposible que alguien crezca si no tiene raíces fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra. Es fácil “volarse” cuando no hay desde donde sujetarse. Esta es una pregunta que los mayores estamos obligados a hacernos, es más, es una pregunta que ustedes tendrán que hacernos y tendremos el deber de respondérsela: qué raíces les estamos dando, qué cimientos para construirse como personas les facilitamos. Qué fácil resulta criticar a los jóvenes y pasar el tiempo murmurando si les privamos de oportunidades laborales, educativas y comunitarias desde donde agarrarse y soñar el futuro. 

Sin educación es difícil soñar futuro, sin trabajo es muy difícil soñar futuro, sin familia y comunidad es casi imposible soñar futuro. Porque soñar el futuro es aprender a responder no solo para qué vivo, sino para quién vivo, para quién vale la pena gastar la vida.
Como nos decía Alfredo, cuando uno se descuelga y queda sin trabajo, sin educación, sin comunidad y sin familia al final del día nos sentimos vacíos y terminamos llenando ese vacío con cualquier cosa. Porque ya no sabemos para quién vivir, luchar y amar.
Recuerdo una vez charlando con unos jóvenes que uno me pregunta: Padre, ¿por qué hoy muchos jóvenes no se preguntan sobre si Dios existe o les cuesta creer en Él y les falta tanto compromiso con la vida? Les contesté: Y ustedes, ¿qué piensan sobre esto?.

Entre las respuestas que surgieron en la conversación me acuerdo de una que me tocó el corazón y tiene que ver con la experiencia que Alfredo compartía: “Padre, es que muchos de ellos sienten que, poco a poco, dejaron de existir para otros, se sienten muchas veces invisibles”. Muchos jóvenes sienten que dejaban de existir para otros, para la familia, para la comunidad. Sienten que son invisibles. Es la cultura del abandono y de la falta de consideración. No digo todos, pero muchos sienten que no tienen mucho o nada para aportar porque no cuentan con espacios reales desde donde sentirse convocados. ¿Cómo van a pensar que Dios existe si ellos hace tiempo dejaron de existir para sus hermanos?

Lo sabemos bien, no basta estar todo el día conectado para sentirse reconocido o amado. Sentirse considerado e invitado a algo es más grande que estar “en la red”. Significa encontrar espacios en el que puedan con sus manos, con su corazón y con su cabeza sentirse parte de una comunidad más grande que los necesita y que también ustedes necesitan.
Eso los santos lo entendieron muy bien. Pienso por ejemplo en Don Bosco que no se fue a buscar a los jóvenes a ninguna parte lejana o especial, sino que aprendió a ver todo lo que pasaba en la ciudad con los ojos de Dios y, así, fue golpeado por cientos de niños y jóvenes abandonados sin estudio, sin trabajo y sin la mano amiga de una comunidad. Muchos vivían en la misma ciudad, muchos criticaban a esos jóvenes, pero no sabían mirarlos con los ojos de Dios.

Él lo hizo y se animó a dar el primer paso: abrazar la vida como se presenta y, a partir de ahí, no tuvo miedo de dar el segundo: crear con ellos una comunidad, una familia donde con trabajo y estudio se sintieran amados. Darles raíces desde donde sujetarse para que puedan llegar al cielo.
Pienso en muchos lugares de nuestra América Latina que promueven lo que llaman familia grande hogar de Cristo que, con el mismo espíritu de la Fundación Juan Pablo II que nos contaba Alfredo y tantos otros centros, buscan recibir la vida como viene en su totalidad y complejidad porque saben que «una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede retoñar, y no dejará de echar renuevos» (Jb 14,7).

Y siempre se puede “retoñar y echar renuevos” cuando hay una comunidad, calor de hogar donde echar raíces, que brinda la confianza necesaria y prepara el corazón para descubrir un nuevo horizonte: horizonte de hijo amado, buscado, encontrado y entregado a una misión. Por medio de rostros concretos es como el Señor se hace presente. Decir “sí” a esta historia de amor es decir “sí” a ser instrumentos para construir, en nuestros barrios, comunidades eclesiales capaces de callejear la ciudad, abrazar y tejer nuevas relaciones. Ser un “influencer” en el siglo XXI es ser custodios de las raíces, custodios de todo aquello que impide que nuestra vida se vuelva gaseosa, se evapore en la nada. Sean custodios de todo aquello que nos permita sentirnos parte los unos de los otros. Que nos pertenecemos.

Así lo vivió Nirmeen en la JMJ de Cracovia. Se encontró con una comunidad viva, alegre, que le salió a su encuentro, le dio pertenencia y le permitió vivir la alegría que significa ser encontrada por Jesús.
Un santo una vez se preguntó: «El progreso de la sociedad, ¿será sólo para llegar a poseer el último auto o adquirir la última técnica del mercado? ¿En eso se resume toda la grandeza del hombre? ¿No hay nada más que vivir para esto?» (cf. S. ALBERTO HURTADO, Meditación de Semana Santa para jóvenes, 1946). Yo les pregunto: ¿Esa es vuestra grandeza? ¿No habrán sido creados para más? María lo comprendió y dijo: ¡Hágase! Erika y Rogelio lo comprendieron y dijeron: ¡Hágase! Alfredo lo comprendió y dijo: ¡Hágase! Nirmeen lo comprendió y dijo: ¡Hágase! Amigos, les pregunto: ¿Están dispuestos a decir “sí”?

El evangelio nos enseña que el mundo no será mejor porque haya menos personas enfermas, débiles, frágiles o ancianas de quien ocuparse e incluso no porque haya menos pecadores, sino será mejor cuando sean más las personas que, como estos amigos, estén dispuestos y se animen a gestar el mañana y creer en la fuerza transformadora del amor de Dios. ¿Quieren ser “influencer” al estilo de María, que se animó a decir «hágase»? Solo el amor nos vuelve más humanos, más plenos, todo el resto son buenos pero vacíos placebos.

Dentro de un momento nos encontraremos con Jesús vivo en la eucaristía. Seguro que tendrán muchas cosas que decirle, contarle sobre distintas situaciones de sus vidas, de sus familias y de sus países. Estando frente a Él, cara a cara, no tengan miedo de abrirle el corazón y que renueve el fuego de su amor, que los impulse a abrazar la vida con toda su fragilidad y pequeñez, pero también con toda su grandeza y hermosura. Que los ayude a descubrir la belleza de estar vivos.

No tengan miedo de decirle que ustedes también quieren tomar parte en su historia de amor en el mundo, ¡que están para más!
Amigos: Les pido también que en ese cara a cara con Jesús le pidan por mí para que yo tampoco tenga miedo de abrazar la vida, cuide las raíces y diga como María: ¡Hágase según tu palabra!

About Rosa Die Alcolea

sábado, 26 de enero de 2019

El Papa reza el via crucis con los jóvenes en Panamá © JMJ Panamá 2019
El Papa reza el via crucis con los jóvenes en Panamá © JMJ Panamá 2019

Papa Francisco: “Padre, como María queremos aprender a estar”

Palabras del Santo Padre en el Via Crucis
(ZENIT – 25 enero 2019).- “María fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza”, ha remarcado el Papa Francisco en su reflexión del vía crucis, en la tarde del viernes, 25 de enero de 2019, ante miles de jóvenes, llegados a Panamá de todos los continentes para participar en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ).
A las 17:30 horas (23:30 horas en Roma) ha iniciado la ceremonia, con la llegada del Papa al Campo de Santa María de la Antigua, donde estaba ya la cruz, símbolo de la JMJ, colocada delante del altar.
“Padre, hoy el vía crucis de tu Hijo se prolonga en el grito sofocado de los niños a quienes se les impide nacer y de tantos otros a los que se les niega el derecho a tener infancia”, Francisco ha comentado la pasión del Señor, en el contexto de la sociedad moderna, de los problemas reales y humanos.
Concluida la oración del vía crucis, el Santo Padre ha bendecido a los miles de peregrinos y visitantes en la Cinta Costera, y se ha trasladado a la Nunciatura Apostólica.
RD
Publicamos las palabras del Papa Francisco, pronunciadas al final del vía crucis.
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Palabras de Santo Padre
Señor, Padre de misericordia, en esta Cinta Costera, junto a tantos jóvenes venidos de todo el mundo, hemos acompañado a tu Hijo en el camino de la cruz; ese camino que ha querido recorrer para mostrarnos cuánto nos amas y cuán comprometido estás con nuestras vidas.
El camino de Jesús hacia el Calvario es un camino de sufrimiento y soledad que continúa en nuestros días. Él camina y padece en tantos rostros que sufren la indiferencia satisfecha y anestesiante de nuestra sociedad que consume y se consume, que ignora y se ignora en el dolor de sus hermanos.
También nosotros, tus amigos, Señor, nos dejamos llevar por la apatía y la inmovilidad. No son pocas las veces que el conformismo nos ha ganado y paralizado. Ha sido difícil reconocerte en el hermano sufriente: hemos desviado la mirada, para no ver; nos hemos refugiado en el ruido, para no oír; nos hemos tapado la boca, para no gritar.
Siempre la misma tentación. Es más fácil y “pagador” ser amigos en las victorias y en la gloria, en el éxito y en el aplauso; es más fácil estar cerca del que es considerado popular y ganador.
Qué fácil es caer en la cultura del bullying, del acoso y de la intimidación.
Para ti no es así Señor, en la cruz te identificaste con todo sufrimiento, con todo aquel que se siente olvidado.
Para ti no es así Señor, pues quisiste abrazar a todos aquellos que muchas veces consideramos no dignos de un abrazo, de una caricia, de una bendición; o, peor aún, ni nos damos cuenta de que lo necesitan.
Para ti no es así Señor, en la cruz te unes al vía crucis de cada joven, de cada situación para transformarla en camino de resurrección.
Padre, hoy el vía crucis de tu Hijo se prolonga: se prolonga en el grito sofocado de los niños a quienes se les impide nacer y de tantos otros a los que se les niega el derecho a tener infancia, familia, educación; en los niños que no pueden jugar, cantar, soñar… en las mujeres maltratadas, explotadas y abandonadas, despojadas y ninguneadas en su dignidad; en los ojos tristes de los jóvenes que ven arrebatadas sus esperanzas de futuro por falta de educación y trabajo digno; se prolonga en la angustia de rostros jóvenes, amigos nuestros que caen en las redes de gente sin escrúpulos ―entre ellas también se encuentran personas que dicen servirte, Señor―, redes de explotación, de criminalidad y de abuso, que se alimentan de sus vidas.
El vía crucis de tu Hijo se prolonga en tantos jóvenes y familias que, absorbidos en una espiral de muerte a causa de la droga, el alcohol, la prostitución y la trata, quedan privados no solo de futuro sino de presente. Y así como repartieron tus vestiduras, Señor, queda repartida y maltratada su dignidad.
El vía crucis de tu Hijo se prolonga en jóvenes con rostros fruncidos que perdieron la capacidad de soñar, de crear e inventar el mañana y se “jubilan” con el sinsabor de la resignación y el conformismo, una de las drogas más consumidas en nuestro tiempo.
Se prolonga en el dolor oculto e indignante de quienes, en vez de solidaridad por parte de una sociedad repleta de abundancia, encuentran rechazo, dolor y miseria, y además son señalados y tratados como los portadores y responsables de todo el mal social.
Se prolonga en la resignada soledad de los ancianos abandonados y descartados.
Se prolonga en los pueblos originarios, a quienes se despoja de sus tierras, raíces y cultura, silenciando y apagando toda la sabiduría que pueden aportar.
Padre, el vía crucis de tu Hijo se prolonga en el grito de nuestra madre tierra, que está herida en sus entrañas por la contaminación de sus cielos, por la esterilidad en sus campos, por la suciedad de sus aguas, y que se ve pisoteada por el desprecio y el consumo enloquecido que supera toda razón.
Se prolonga en una sociedad que perdió la capacidad de llorar y conmoverse ante el dolor.
Sí, Padre, Jesús sigue caminando, cargando y padeciendo en todos estos rostros mientras el mundo, indiferente, consume el drama de su propia frivolidad.
Y nosotros, Señor, ¿qué hacemos?
¿Cómo reaccionamos ante Jesús que sufre, camina, emigra en el rostro de tantos amigos nuestros, de tantos desconocidos que hemos aprendido a invisibilizar?
Y nosotros, Padre de misericordia, ¿consolamos y acompañamos al Señor, desamparado y sufriente, en los más pequeños y abandonados?
¿Lo ayudamos a cargar el peso de la cruz, como el Cireneo, siendo operadores de paz, creadores de alianzas, fermentos de fraternidad? ¿Nos animamos a permanecer al pie de la cruz como María?

Contemplamos a María, mujer fuerte. De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz. Con su misma decisión y valentía, sin evasiones ni espejismos. Ella supo acompañar el dolor de su Hijo, tu Hijo, Padre; sostenerlo en la mirada y cobijarlo con el corazón. Dolor que sufrió, pero no la resignó. Fue la mujer fuerte del “sí”, que sostiene y acompaña, cobija y abraza. Ella es la gran custodia de la esperanza.
Nosotros también, Padre, queremos ser una Iglesia que sostiene y acompaña, que sabe decir: ¡Aquí estoy! en la vida y en las cruces de tantos cristos que caminan a nuestro lado.

De María aprendemos a decir “sí” al aguante recio y constante de tantas madres, padres, abuelos que no dejan de sostener y acompañar a sus hijos y nietos cuando “están en la mala”.
De ella aprendemos a decir “sí” a la testaruda paciencia y creatividad de aquellos que no se achican y vuelven a comenzar en situaciones que parecen que todo está perdido, buscando crear espacios, hogares, centros de atención que sean mano tendida en la dificultad.

En María aprendemos la fortaleza para decir “sí” a quienes no se han callado y no se callan ante una cultura del maltrato y del abuso, del desprestigio y la agresión y trabajan para brindar oportunidades y condiciones de seguridad y protección.
En María aprendemos a recibir y hospedar a todos aquellos que han sufrido el abandono, que han tenido que dejar o perder su tierra, sus raíces, sus familias, sus trabajos.

Padre, como María queremos ser la Iglesia que propicie una cultura que sepa acoger, proteger, promover e integrar; que no estigmatice y menos generalice en la más absurda e irresponsable condena de identificar a todo emigrante como portador de mal social.
De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz, pero no con un corazón blindado y cerrado, sino con un corazón que sepa acompañar, que conozca de ternura y devoción;que entienda de piedad al tratar con reverencia, delicadeza y comprensión.


 Queremos ser una Iglesia de la memoria que respete y valorice a los ancianos y reivindique el lugar que tienen como custodios de nuestras raíces.
Padre, como María queremos aprender a “estar”.
Enséñanos Señor a estar al pie de la cruz, al pie de las cruces; despierta esta noche nuestros ojos, nuestro corazón; rescátanos de la parálisis y de la confusión, del miedo y la desesperación.
Padre, enséñanos a decir: Aquí estoy junto a tu Hijo, junto a María y junto a tantos discípulos amados que quieren hospedar tu Reino en el corazón. Amén

Tras haber vivido la pasión del Señor junto a María al pie de la cruz nos vamos con el corazón silencioso y en paz, alegre y con muchas ganas de seguir a Jesús. Que Jesús los acompañe, y que la Virgen los cuide.

viernes, 25 de enero de 2019

“Viniste a verme”: en Panamá, el papa Francisco deja otra muestra de su predilección por los presos

Gestos recurrentes
 Por Cristina Cabrejas. Agencia EFE.

Su agenda incluyó una visita a menores detenidos.

Hace un año estuvo en un penal de mujeres en Santiago de Chile. (EFE)

En la agenda de su visita oficial a Panamá, el papa Francisco hizo un lugar para pasar este viernes por una cárcel de menores: otra muestra de su predilección por los presos en los casi 6 años de pontificado que lleva.
Lo ha hecho en sus viajes por América y ahora le toca al Centro de Cumplimiento de Menores Las Garzas de Pacora. Esos chicos panameños detenidos se convierten en normales peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el evento eclesial para el que Francisco acudió al país centroamericano.
También en Roma ha celebrado varios Jueves Santos en prisiones, siempre con la cita evangélica presente: "Estuve preso y viniste a verme".
A los detenidos les ha asegurado que todos podemos equivocarnos con su famosa frase: "Cada vez que entro en una cárcel, me pregunto: '¿Por qué ellos y no yo?'".
El Papa argentino no solo ha buscado confortar a esas personas privadas de libertad: además ha sido un altavoz para los problemas de superpoblación, la falta de rehabilitación y las falencias de los programas de reinserción.

Francisco se reunió con presos y pidió por su reinserción social

Sus discursos han puesto el acento en que las cadenas perpetuas son una pena de muerte oculta y en su lucha contra la condena máxima cambió el catecismo de la Iglesia católica, que sorprendentemente seguía contemplando "una respuesta apropiada a la gravedad de algunos delitos y un medio admisible, aunque extremo, para la tutela del bien común".
Se estaba comenzando a conocer a Jorge Mario Bergoglio, recién llegado del fin del mundo, cuando en su primera Semana Santa salió del Vaticano para oficiar por primera vez la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo en la cárcel romana de menores de Casal del Marmo, en vez de la clásica plaza de San Pedro.
"Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo", dijo el Papa cuando se disponía a arrodillarse para lavar los pies de 12 muchachos presos.
Esa imagen fue el inicio de su magisterio de predilección por los presos para que "no se dejaran robar la esperanza".
En la prisión Regina Coeli de Roma, el 29 de marzo de 2018. (Prensa Vaticano)
En la prisión Regina Coeli de Roma, el 29 de marzo de 2018. (Prensa Vaticano)
"No podía dejar Bolivia sin venir a verlos", señaló el pontífice el papa en el cárcel de Palmasola, donde se encuentran recluidos cerca 5.000 personas con sus familias. En esa especie de "ciudad prisión" recordó que "reclusión no es lo mismo que exclusión".
En su viaje por Estados Unidos, en septiembre 2015,
El 17 de febrero de 2016 le abrieron las puertas de la cárcel el Cereso 3, en la mexicana Ciudad Juárez,
"Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas", lamentó Francisco ante los 700 presos elegidos entre cerca de 3.000.
No pudo faltar durante el Jubileo de la Misericordia: dedicó un día a los presos y el 11 de noviembre de 2016 por primera vez se sentaron en los bancos de la basílica de San Pedro 1.000 reclusos de 12 países.
En el establecimiento San Vittore de Milán, donde hay 900 recluidos, el pontífice almorzó con un centenar en una mesa colocada en los largos pasillos entre las celdas.
Otro sitio donde lavó pies de presos durante un Jueves Santo (como hacía cuando era arzobispo de Buenos Aires) fue la cárcel de Paliano, en la provincia de Frosinone.
En Chile, el Papa se acercó a la realidad de las cárceles de mujeres en San Joaquín, donde muchas de las 1.200 detenidas viven con sus hijos. Ahí afirmó que "una condena humana sin futuro es una tortura".
Agregó: "Toda la pena tiene que tener un horizonte: el horizonte para reinsertarse y prepararse para la vida fuera". Y recordó que "estar privado de la libertad no es estar privado de la dignidad".
Por Cristina Cabrejas. Agencia EFE.

domingo, 20 de enero de 2019

«Hagan lo que Jesús les diga»



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El domingo pasado, con la fiesta del bautismo del Señor, comenzamos el camino del tiempo litúrgico “ordinario”: es el tiempo para seguir a Jesús en su vida pública, en la misión por la cual el Padre lo envió al mundo. En el Evangelio de hoy (cf. Jn 2, 1-11) encontramos el relato del primero de los milagros de Jesús, que el evangelista Juan llama “señales”, porque Jesús no lo hizo para despertar asombro, sino para revelar el amor del Padre. El primero de estos prodigiosos signos tiene lugar en el pueblo de Cana, en Galilea, durante una fiesta de bodas. 

No es casual que al comienzo de la vida pública de Jesús haya una ceremonia de boda, porque en Él Dios se ha casado con la humanidad: esta es la buena noticia, aunque los que lo han invitado aún no saben que en su mesa está sentado el Hijo de Dios y que el verdadero novio es Él. De hecho, todo el misterio del signo de Caná se basa en la presencia de este novio divino, Jesús, que comienza a revelarse. Jesús se manifiesta como el novio del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y nos revela la profundidad de la relación que nos une a él: es una nueva Alianza de amor.

En el contexto de la Alianza, se comprende plenamente el significado del símbolo del vino, que está en el centro de este milagro. Justo cuando la fiesta está en su apogeo, el vino se ha terminado; La Virgen María lo nota y le dice a Jesús: “No tienen vino” (v. 3). Hubiera sido  horrible continuar la fiesta con el agua. Una vergüenza para aquella gente. 

Y la Virgen se da cuenta y como es madre advierte inmediatamente a Jesús. Las Escrituras, especialmente los Profetas, indicaron el vino como un elemento típico del banquete mesiánico (cf. Am 9,13-14; Gl 2,24; Is 25,6). El agua es necesaria para vivir, pero el vino expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. ¿Una fiesta sin vino?…No sé… Al convertir en vino el agua de la tinaja utilizada “para la purificación ritual de los judíos” (v. 6) -era una costumbre antes de entrar en la casa, purificarse- Jesús hace un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en el Evangelio, portador de alegría.
Y luego, miramos a María: Las palabras que María dirige a los sirvientes vienen a coronar el cuadro conyugal de Caná: “Lo que Él te diga, hazlo” (v. 5). Incluso hoy, la Virgen María  nos dice a todos: “Hagan lo que Él les diga”. Estas palabras son una herencia preciosa que nuestra Madre nos ha dejado. Y en efecto los siervos obedecen en Caná. Jesús les dijo: Llenad de agua estas tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Él les dice de nuevo: Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo. Y los trajeron “ (versículos 7-8). En esta boda, realmente se estipula una Nueva Alianza y la nueva misión se confía a los siervos del Señor, es decir a toda la Iglesia: “Hagan lo que Él les diga”.

 Servir al Señor significa escuchar y practicar su palabra. Es la recomendación simple y esencial de la Madre de Jesús, es el programa de vida del cristiano.
Quisiera subrayar una experiencia que seguramente muchos de nosotros hemos tenido en nuestra vida. Cuando estamos en situaciones difíciles, cuando tenemos problemas que no sabemos cómo resolver, cuando sentimos muchas veces ansia y angustia, cuando nos hace falta la alegría hay que ir donde la Virgen y decirle: “no tenemos vino. Se terminó el vino. Mira como estoy, mira mi corazón, mi alma”. Decirlo a la Madre. Y ella seguro irá donde Jesús y dirá: “mira este o esta: no tienen vino”. Y  después regresará donde nosotros y nos dirá: “Cualquier cosa que les diga háganla”
.
Para cada uno de nosotros extraer de la tinaja es equivalente a confiar en la Palabra y en los Sacramentos para experimentar la gracia de Dios en nuestra vida. Entonces también como maestros de mesa que probó el agua convertida en vino, podemos exclamar: “Has guardado el vino mejor hasta ahora” (v. 10). Siempre Jesús nos sorprende. Hablamos con la Madre porque Ella habla con el Hijo, y Él nos sorprenderá.
Que la Santísima Virgen nos ayude a seguir su invitación: “Hagan lo que Él les diga”, para que podamos abrirnos completamente a Jesús, reconociendo en la vida cotidiana los signos de su presencia vivificadora.
Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy tengo dos dolores en el corazón: Colombia y el Mediterráneo.
Deseo asegurar mi cercanía con el pueblo colombiano, después del grave ataque terrorista del jueves pasado en la Escuela Nacional de Policía. Ruego por las víctimas y sus familias, y sigo rezando por el camino de la paz en Colombia.

Pienso en las 170 víctimas, naufragadas en el Mediterráneo. Estaban buscando un futuro para sus vidas. Víctimas, tal vez, de traficantes de personas. Roguemos por ellos y por los responsables de lo sucedido.
“Ave Maria…”

En unos días me iré a Panamá – [respondiendo a los gritos de la plaza:] ¿tú también? -, donde tendrá lugar la Jornada Mundial de la Juventud del 22 al 27 de enero. Les pido que oren por este evento tan bello e importante en el camino de la Iglesia.
Esta semana se publicará el Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones, que este año contiene una reflexión sobre las comunidades de la red y la comunidad humana.

 Internet y las redes sociales son un recurso de nuestro tiempo; la oportunidad de estar en contacto con los demás, compartir valores y proyectos y expresar el deseo de formar una comunidad. La red también puede ayudarnos a orar en comunidad, a orar juntos.
Por eso el Padre Fornos está conmigo: es el director internacional del Apostolado de la Oración. Me gustaría presentarles la plataforma oficial de la Red Mundial de Oración del Papa: Haced clic para orar. Aquí insertaré las intenciones y peticiones de oración por la misión de la Iglesia.
Os invito especialmente a los jóvenes a descargar la aplicación Click To Pray, y a continuar rezando conmigo el Rosario por la Paz, especialmente durante la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá.

El 24 de enero también se celebra la primera Jornada Internacional de la Educación, establecida por las Naciones Unidas para destacar y promover el papel esencial de la educación en el desarrollo humano y social. En este contexto, aliento el esfuerzo de la UNESCO para hacer que la paz crezca en el mundo a través de la educación, y deseo que esto sea accesible para todos y que sea integral, libre de la colonización ideológica.

 Una oración y un deseo a todos los educadores y educadoras: ¡buen trabajo!
Saludo a todos vosotros, queridos peregrinos y fieles romanos! En particular, a los grupos parroquiales de Barcelona y Polonia: ¡Veo tantas banderas polacas aquí! Los alumnos y profesores de Badajoz (España); y las muchas chicas de Panamá que vinieron a buscarme!
Saludo a los fieles de Nereto y Formia; los de los santos Fabiano y Venanzio en Roma; y a los jóvenes de San Giuseppe della Pace en Milán.
Un saludo especial a los Amigos italianos de Raoul Follereau y a los enfermos de la enfermedad de Hansen, así como a los que están cerca de ellos en el camino de la atención humana y social y la redención.
Buen domingo a todos. Y por favor, no os olvidéis de orar por mí ¡Buen almuerzo y hasta pronto!
Francisco

Unidad de los cristianos: El Papa invita a reconocer los dones de otras Iglesias

El Papa y los representantes cristianos © Vatican Media
El Papa y los representantes cristianos © Vatican Media

Vísperas inaugurando la Semana de Oración
(ZENIT – 18 enero 2019).- El Papa Francisco invitó a reconocer los dones de Dios hechos a otros cristianos al celebrar las Vísperas en la Basílica de San Pablo Extramuros en la apertura de la 52ª Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. , este 18 de enero de 2019.
Para esta celebración, el Papa estuvo rodeado de representantes de otras iglesias cristianas presentes en Roma, incluido el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, con quienes  se recogió en la tumba del apóstol Pablo. En su homilía, advirtió contra “el grave pecado de disminuir o despreciar los dones que el Señor ha otorgado a otros hermanos, creyendo que son de alguna manera menos privilegiados de Dios”: “Si nos alimentamos de estos pensamientos, permitimos que la gracia misma se convierta en una fuente de orgullo, injusticia y división”.
“Es fácil pensar que la gracia espiritual que nos ha sido otorgada es nuestra propiedad, algo que nos pertenece y nos pertenece”, dijo el Papa. Es posible, además, que los dones recibidos de Dios nos cieguen a los dones dados a otros cristianos. E invitar a “reconocer con humildad que las bendiciones recibidas no son nuestras por derecho, sino que son nuestras por don, y que nos las han dado para que las compartamos con los demás”.
“Debemos reconocer el valor de la gracia otorgada alas  otras comunidades cristianas”, insistió el Papa Francisco, que quería un “intercambio de regalos”.

También evoca el tema de esta semana de oración: “Buscarás la justicia, nada más que la justicia” (cf. Deut. 16, 18-20). El Papa dijo: “los que son fuertes deben cuidar de los débiles … La solidaridad y la responsabilidad compartida deben ser las leyes que rigen a la familia cristiana. Por el contrario, “si la riqueza no se comparte, la sociedad se divide”.
© Traducción de Zenit, Raquel Anillo

sábado, 19 de enero de 2019

La oración se concentra en una palabra: “Abba”, Padre


(ZENIT – 16 enero 2019).- La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:20 horas en el Aula Pablo VI donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Papa bendice a unos sacerdotes en la Audiencia © Vatican Media
El Santo Padre, continuando el ciclo de catequesis sobre el Padre nuestro, se ha centrado en el tema “¡Abba, Padre! (Pasaje bíblico: De la Carta de San Pablo a los Romanos 8, 14-16)
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo y ha recordado, en un llamamiento, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que comienza el próximo viernes, 18 de enero.
La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
***
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuando las catequesis sobre el “Padre nuestro”, hoy partimos de la observación de que, en el Nuevo Testamento, la oración parece querer alcanzar lo esencial, hasta el punto de concentrarse en una palabra: “Abba“, Padre.
Hemos escuchado lo que escribe San Pablo  en la Carta a los Romanos: “No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar:”¡Abba, Padre!” (8.15). Y a los Gálatas, el apóstol dice: “La prueba de que sois hijos es que  Dios, ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama:”¡Abba, Padre!” (Gal 4,6). Retorna dos veces la misma invocación, que condensa toda la novedad del Evangelio. Después de haber conocido a Jesús y de escuchar su predicación, el cristiano ya no considera a Dios como un tirano a quien temer, no le tiene miedo sino que siente que su confianza en él florece: puede hablar al Creador llamándolo “Padre”. La expresión es tan importante para los cristianos que a menudo se ha mantenido intacta en su forma original: “Abba“.
Es raro que en el Nuevo Testamento las expresiones arameas no se traduzcan al griego. Debemos imaginar que en estas palabras arameas, haya quedado “grabada” la misma voz de Jesús: han respetado el idioma de Jesús. En la primera palabra del “Padre Nuestro” encontramos inmediatamente la novedad radical de la oración cristiana.
No se trata solo de usar un símbolo –en este caso- la figura del padre, vinculada con el misterio de Dios; se trata, en cambio, de tener,  por así decirlo, traspasado a nuestro corazón todo el mundo de Jesús. Si llevamos a cabo esta operación, podemos rezar con verdad el “Padre nuestro”. Decir “”Abba” es algo mucho más íntimo, más conmovedor que  llamar a Dios “Padre” simplemente. Por eso alguno ha propuesto que se tradujese esta palabra original aramea Abba con “Papá”. En vez de decir, “Padre nuestro” , decir “Papá”. Nosotros seguimos diciendo “Padre nuestro”, pero con el corazón estamos invitados a decir “Papá”, a tener una relación con Dios como la de un niño con su papá, que lo llama “papá”. De hecho, estas expresiones evocan afecto, calidez, algo que nos proyecta en el contexto de la infancia: la imagen de un niño completamente envuelta en el abrazo de un padre que siente una infinita ternura por él. Y por eso, queridos hermanos y hermanas, para rezar bien hay que llegar a tener un corazón de niño. No un corazón autosuficiente: así no se puede rezar bien. Como un niño en brazos de su padre, de su papá.
Pero seguramente son los evangelios los que mejor nos introducen en el sentido de esta palabra. ¿Qué significa esta palabra para Jesús? El “Padre nuestro” toma significado y color si aprendemos a rezarlo después de haber leído, por ejemplo,  la parábola del padre misericordioso en el capítulo XV de Lucas (cf. Lc 15, 11-32). Imaginemos esta oración pronunciada por el hijo pródigo, después de sentir el abrazo de su padre que  lo había esperado durante mucho tiempo, un padre que no recuerda las palabras ofensivas que él le había dicho, un padre que ahora hace que entienda, sencillamente, cuánto lo extrañaba. Descubrimos entonces cómo esas palabras cobran vida, se fortalecen. Y nos preguntamos: ¿es posible que Tú, oh Dios, conozcas solo amor? ¿Tú no conoces el odio? No, contestaría Dios, yo conozco solo amor. ¿Dónde está en ti la venganza, la demanda de justicia, la rabia por tu honor herido? Y Dios contestaría: Yo conozco solo amor.
El padre de esa parábola tiene, en su forma de hacer, algo que recuerda mucho el alma de una madre. Son las madres, sobre todo,  las que excusan a sus hijos, las que los cubren, las que no interrumpen la empatía con ellos, las que los siguen queriendo, incluso cuando ellos ya no se merezcan nada.
Basta con evocar esta sola expresión, Abba, para que se desarrolle una oración cristiana. Y San Pablo, en sus cartas, sigue este mismo camino, y no podría ser de otra manera, porque es el camino que enseñó Jesús: en esta invocación hay una fuerza que atrae todo el resto de la oración.
Dios te busca, aunque tú no lo busques. Dios te ama, aunque tú te hayas olvidado de Él. Dios vislumbra en ti una belleza, aunque  pienses que has desperdiciado todos tus talentos en vano. Dios no es solo un padre, es como una madre que nunca deja de amar a su criatura. Por otra parte, hay una “gestación” que dura siempre, mucho más allá de los nueve meses de la física; es una gestación  que genera un circuito infinito de amor.
Para un cristiano, rezar es simplemente decir “Abba“, decir “papá”, decir “Padre”, pero con la confianza de un niño.
Puede ser que a nosotros también nos suceda que caminemos por sendas alejadas de Dios, como le pasó  al hijo pródigo; o que precipitemos en una soledad que nos haga sentirnos abandonados en el mundo; o, también,  que nos equivoquemos y estemos  paralizados por un sentimiento de culpabilidad.. En esos momentos difíciles, todavía podemos encontrar la fuerza para rezar, recomenzando de la palabra “Padre”, pero dicha con el sentimiento tierno de un niño:”Abba”, “Papá”. Él no nos ocultará su rostro. Acordaos: quizás alguno lleva dentro cosas difíciles, cosas que no sabe cómo resolver, tanta amargura por haber hecho esto  y esto… Él no nos ocultará su rostro. Él  no se encerrará en el silencio. Tú dile “Padre” y él te contestará. Tú tienes un Padre. “Sí, pero yo soy un delincuente. ¡Pero tienes un padre que te ama!. Dile, “Padre”, empieza a rezar así  y en el silencio nos dirá que nunca nos ha perdido de vista. “Pero, padre, yo he hecho esto…”. “No te he perdido nunca de vista, lo he visto todo”. Pero he estado siempre allí, cerca de ti, fiel a mi amor por ti”. Esa será la respuesta. Nunca os olvidéis de decir “Padre”. Gracias.

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jueves, 10 de enero de 2019

Padre Nuestro: “Llamad y se os abrirá”


Audiencia genera, 9 enero 2019 © Vatican Media
Audiencia general, 9 enero 2019 © Vatican Media

(ZENIT – 9 enero 2019).-


Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La catequesis de hoy hace referencia al Evangelio de Lucas. De hecho, es sobre todo este Evangelio, desde los relatos de la infancia, el que describe la figura de Cristo en un ambiente lleno de oración. Contiene los tres himnos que jalonan cada día la oración de la Iglesia: el Benedictus, el Magnificat y el Nunc Dimittis.
Y en esta catequesis sobre el Padre nuestro, seguimos adelante, vemos a Jesús como orante. Jesús reza. En el relato de Lucas, por ejemplo, el episodio de la transfiguración surge de un momento de oración. Dice así: “Mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó y sus vestidos eran de una blancura fulgurante ” (9,29). 
Pero cada paso de la vida de Jesús está inspirado por el soplo del Espíritu que lo guía en todas sus acciones. Jesús reza en el bautismo en el Jordán, dialoga con el Padre antes de tomar las decisiones más importantes, a menudo se retira en soledad para rezar, intercede por Pedro, que de allí a poco renegará de él. Dice así: «¡Simón, Simón!, Mira que Satanás ha solicitado el poder cribaros como trigo, pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca” (Lc 22, 31-32). Esto consuela: saber que Jesús reza por nosotros, reza por mí, por cada uno de nosotros para que nuestra fe no desfallezca. Y es verdad: “Pero, padre ¿lo hace todavía?” Lo hace todavía ante el Padre. Jesús reza por mí. Cada uno de nosotros puede decirlo. Y también podemos decir a Jesús: “Tú estás rezando por mí, sigue rezando que lo necesito”. Así: valientes.
Incluso la muerte del Mesías está inmersa en una atmósfera de oración, tanto que las horas de la pasión aparecen marcadas por una calma sorprendente: Jesús consuela a las mujeres, reza por los que le crucifican, promete el paraíso al buen ladrón, y expira diciendo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu “(Lc 23:45). La oración de Jesús parece amortiguar las emociones más violentas, los deseos de venganza y revancha, reconcilia al hombre con su enemiga acérrima, reconcilia al hombre con esa enemiga que es la muerte.
Y siempre en el Evangelio de Lucas encontramos la petición, expresada por uno de los discípulos, de que el mismo Jesús les enseñe a orar. Y dice así “Señor, enséñanos a orar” (11: 1). Veían que él rezaba. “Enséñanos –también podemos decir nosotros al Señor– Señor, tú estas rezando por mí, lo sé, pero enséñame a rezar, para que también yo pueda rezar”.
De esta petición –“Señor, enséñanos a rezar”– surge una enseñanza muy extensa, a través de la cual Jesús explica a los suyos con qué palabras y con qué sentimientos deben dirigirse a Dios.
La primera parte de esta enseñanza es precisamente el Padre nuestro. Rezad así: “Padre, que estás en los cielos”. “Padre”: esa palabra tan hermosa de pronunciar. Podemos pasar todo el tiempo de la oración solamente con esa palabra: “Padre”. Y sentir que tenemos un padre: no un padrón o un padrastro. No: un padre. El cristiano se dirige a Dios llamándolo en primer lugar “Padre”.
En esta enseñanza que Jesús da a sus discípulos, es interesante detenerse en algunas instrucciones que coronan el texto de la oración. Para darnos confianza, Jesús explica algunas cosas que hacen hincapié en la actitud del creyente que reza. Por ejemplo, la parábola del amigo importuno, que va a molestar a toda una familia que duerme porque, de repente, ha llegado una persona de viaje y no tiene pan para ofrecerle: ¿Qué dice Jesús a éste que llama a la puerta y despierta a su amigo? «Os aseguro, explica Jesús, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad y le dará cuanto necesite” (Lc 11, 9). Así, quiere enseñarnos a rezar y a insistir en la oración. E inmediatamente después pone el ejemplo de un padre que tiene un hijo hambriento. Todos vosotros, padres y abuelos, que estáis aquí, cuando el hijo o el nieto os piden algo, tiene hambre, y pide, luego llora, grita, tiene hambre “¿Qué padre hay entre vosotros que, si un hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dará una culebra?” (V. 11). Y todos vosotros tenéis la experiencia de que cuando el hijo pide, le dais de comer lo que pide, por su bien.
Con estas palabras, Jesús nos hace entender que Dios siempre responde, que ninguna oración quedará sin ser escuchada. ¿Por qué? Porque Él es Padre y que no se olvida de sus hijos que sufren.
Ciertamente, estas afirmaciones nos ponen en crisis, porque muchas de nuestras oraciones parecen no obtener ningún resultado. ¿Cuántas veces hemos pedimos y no hemos obtenido –todos tenemos esa experiencia– ¿Cuántas veces hemos llamado y encontrado una puerta cerrada? Jesús nos insta, en esos momentos, a insistir y no darnos por vencidos. La oración siempre transforma la realidad, siempre. Si las cosas que nos rodean no cambian, al menos cambiamos nosotros, cambia nuestro corazón. Jesús prometió el don del Espíritu Santo a cada hombre y a cada mujer que rece.
Podemos estar seguros de que Dios responderá. La única incertidumbre se debe a los tiempos, pero no dudemos de que Él responda. Tal vez tengamos que insistir por toda la vida, pero Él responderá. Nos lo ha prometido: No es un padre que da una culebra en lugar de un pez. No hay nada más seguro: el deseo de felicidad que todos llevamos en nuestros corazones un día se cumplirá. Jesús dice: “Dios ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche?” (Lc 18, 7). Sí, hará justicia, nos escuchará. ¡Qué día de gloria y resurrección será ese! Rezar es desde ahora la victoria sobre la soledad y la desesperación. Rezar. La oración cambia la realidad, no nos olvidemos. O cambia las cosas o cambia nuestro corazón, pero cambia siempre. Rezar es desde ahora la victoria sobre la soledad y sobre la desesperación. Es como ver cada fragmento de la creación que bulle en el torpor de una historia cuyo por qué a veces no comprendemos. Pero está en movimiento, está en camino, y al final de cada camino ¿qué hay al final de nuestro camino? Al final de la oración, al final de un tiempo en que rezamos, al final de la vida ¿Qué hay? Hay un Padre que espera todo y nos espera a todos con los brazos abiertos de par en par. Miremos a este Padre.
© Librería Editorial Vaticano

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domingo, 6 de enero de 2019

DOMINGO DÍA DE REYES

El Papa Francisco llamó a imitar la “generosidad y humildad” de los Reyes Magos

El Papa Francisco llamó a imitar la “generosidad y humildad” de los Reyes Magos

“Ellos no discuten, sino que entran en la casa de Jesús”, dijo Francisco en la tradicional misa de la Solemnidad de la Epifanía del Señor.
El papa Francisco llamó a imitar la generosidad de los Reyes Magos y a emprender el camino del amor humilde, durante la homilía que pronunció en la tradicional misa de la Solemnidad de la Epifanía del Señor.
“Para encontrar a Jesús hay que plantearse un itinerario distinto, hay que tomar un camino alternativo, el suyo, el camino del amor humilde. Y hay que mantenerlo”, dijo el Papa durante la celebración en la Basílica de San Pedro.
Indicó que solo los Magos vieron la estrella en el cielo que los guió hasta el pesebre donde nació Jesús, “no los escribas, ni Herodes, ni ningún otro en Jerusalén”.
“Hoy estamos invitados a imitar a los magos. Ellos no discuten, sino que caminan; no se quedan mirando, sino que entran en la casa de Jesús; no se ponen en el centro, sino que se postran ante él, que es el centro; no se empecinan en sus planes, sino que se muestran disponibles a tomar otros caminos”, continuó Francisco. El Sumo Pontífice consideró que “para vestir el traje de Dios, que es sencillo como la luz, es necesario despojarse antes de los vestidos pomposos”.

En esta fiesta de la Epifanía, Francisco dijo que “los magos van al Señor no para recibir, sino para dar” e invitó a preguntarse:”¿Hemos llevado algún presente a Jesús para su fiesta en Navidad, o nos hemos intercambiado regalos solo entre nosotros?”. Recordó el oro, el incienso y la mirra mencionados en los evangelios, como símbolos de los regalos que se deben dar a Dios.

“El oro nos recuerda que a Dios hay que darle siempre el primer lugar, no considerándonos autosuficientes sino necesitados”, el incienso es “la oración, que al igual que el incienso necesita quemarse para perfumar, necesita también quemar un poco de tiempo, y hacerlo de verdad, no solo con palabras”, y la mirra, símbolo de la atención a los más débiles.
Tras la misa de Epifanía Francisco se dirigió al palacio apostólico para rezar el Ángelus desde su ventana para los miles de peregrinos que asistieron a la Plaza de San Pedro. (TN)

viernes, 4 de enero de 2019

Puede ser una oración silenciosa, el ‘Padre Nuestro’: basta con ponernos bajo la mirada de Dios, para recordar el amor del Padre, y esto es suficiente para cumplir.



Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y buen año!
Continuamos nuestra catequesis sobre el ‘Padre Nuestro’, iluminados por el misterio de Navidad que acabamos de celebrar. El Evangelio de Mateo coloca el texto del ‘Padre Nuestro’ en un punto estratégico, al centro del discurso de la montaña (cfr 6,9-13). Mientras tanto observamos la escena: Jesús sale de la colina en el lago, se sienta; en su alrededor, él tiene el círculo de sus discípulos más íntimos, y después una gran multitud de caras anónimas. Y esta asamblea heterogénea recibe primero la entrega del “Padre Nuestro”. 

La colocación, como se mencionó, es muy significativa; porque en esta larga enseñanza, que lleva el nombre de “lenguaje de montaña” (cfr Mt 5,1-7,27), Jesús condensa los aspectos fundamentales de su mensaje.
El debut es como un arco decorado para la fiesta: las Bienaventuranzas. Jesús corona con felicidad una serie de categorías de personas que en su tiempo, –¡y también en la nuestra!– no estaban muy consideradas. Beatos y pobres, los mansos, los misericordiosos, las personas humildes de corazón… Y la revolución del Evangelio. Todas las personas capaces de amar, los artesanos de paz que hasta entonces habían estado al margen de la historia, son en cambio los constructores del Reino de Dios. Es como si Jesús dijera: “¡Adelante vosotros que traéis en el corazón el misterio de un Dios que ha revelado su omnipotencia en el amor y el perdón!”
.
Desde este portal de entrada, que revierte los valores de la historia, surge la novedad del Evangelio. La Ley no debe ser abolida sino que necesita una nueva interpretación, que la reconduzca a su significado original. Si una persona tiene un buen corazón, predispuesto al amor, entonces entiende que cada palabra de Dios debe encarnarse hasta sus últimas consecuencias. El amor no tiene límites: uno puede amar al cónyuge, al amigo e incluso al enemigo con una perspectiva completamente nueva: “Pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo; hace que su sol salga sobre malos y buenos, y llueva sobre justos e injustos “(Mt 5,44-45).

Aquí está el gran secreto que subyace a todo lo que se habla de la montaña: sed hijos de vuestro Padre que está en el cielo. Aparentemente, estos capítulos del Evangelio de Mateo parecen ser un discurso moral, parecen evocar una ética tan exigente que parece impracticable, y en cambio encontramos que son sobre todo un discurso teológico. El cristiano no está comprometido a ser mejor que los demás: sabe que es un pecador como todos los demás. El cristiano es simplemente el hombre que se detiene ante la nueva Zarza Ardiente, ante la revelación de un Dios que no lleva el enigma de un nombre impronunciable, pero que pide a sus hijos que lo invoquen con el nombre de “Padre”, dejarse renovar por su poder y reflejar un rayo de su bondad para este mundo tan sediento de bien, esperando tan buenas noticias.

Aquí es cómo Jesús introduce la enseñanza de la oración del ‘Padre Nuestro’. Lo hace distanciándose de dos grupos de su tiempo. En primer lugar, los hipócritas: “No sean como los hipócritas que, en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, les gusta orar de pie, ser vistos por el pueblo” (Mt 6, 5). Hay personas que pueden pronunciar oraciones ateas, sin Dios: lo hacen para ser admirados por los hombres. La oración cristiana, por otro lado, no tiene otro testimonio creíble más que su propia conciencia, donde un diálogo continuo con el Padre, que se entrelaza intensamente: «Cuando vayas a orar, entra en tu aposento, y después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto» (Mt 6: 6).

Después Jesús toma distancia de la oración de los paganos: “No hay una palabra especial: […] los gentiles se figuran que por su palabrería van a ser escuchados (Mt, 6,7). Aquí quizás Jesús alude a esa “captatio benevolentiae” (“de ganar la buena voluntad”) que era la premisa necesaria de muchas oraciones antiguas: la divinidad tenía que ser un tanto domada por una larga serie de alabanzas. En cambio, vosotros –dice Jesús– cuando oréis, no seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo (Mt, 6,8).

 También puede ser una oración silenciosa, el ‘Padre Nuestro’: basta con ponernos bajo la mirada de Dios, para recordar el amor del Padre, y esto es suficiente para cumplir.
¡Qué bueno pensar que nuestro Dios no necesita sacrificios para ganar su favor! No necesita nada nuestro Dios: en la oración, solo pide que mantengamos abierto un canal de comunicación con Él para descubrir siempre a sus amados hijos.
© Traducción de Zenit, Rosa Die Alcolea
enero 02, 2019 20:55Audiencia General