domingo, 29 de julio de 2018

«El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, requiere un compromiso de solidaridad por los pobres»

“Que prevalezca la solidaridad en el mundo”

Palabras del Papa antes Ángelus
(ZENIT – ).- 
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
¡Qué valientes sois  con el sol que hace en la Plaza! ¡Os felicito!
El Evangelio de hoy (véase Jn 6,1-15) relata la historia de la multiplicación de los panes y los peces. Al ver a la gran multitud que lo había seguido cerca del lago de Tiberíades, Jesús se dirigió al apóstol Felipe y le preguntó: “¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?” (V. 5). De hecho, el poco dinero que poseen Jesús y los apóstoles no es suficiente para alimentar a esa multitud. Y hete aquí que Andrés, otro de los Doce, lleva donde está Jesús a un chico que pone a disposición todo lo que tiene: cinco panes y dos peces. Pero por supuesto – dice Andrés – ¿qué es eso para tantos? (cfr., 9) ¡Qué bueno ese muchacho! Valiente. Él también veía a la multitud y veía sus cinco panes. Dice: “Tengo esto: si es necesario, está disponible”. Este chico nos hace pensar… Ese valor … Los jóvenes son así, tienen valor. Debemos ayudarlos a continuar con ese valor. Sin embargo, Jesús ordena a los discípulos que hagan que la gente se siente, luego toma esos panes y esos peces, le da gracias al Padre y los reparte (véase el versículo 11), y todos pueden comer hasta la saciedad. Todos comieron lo que querían.
Con este pasaje del Evangelio, la liturgia nos lleva a no apartar la mirada de ese Jesús que, el domingo pasado, en el Evangelio de Marcos, viendo “una gran multitud, tuvo compasión de ellos” (6:34). Incluso ese chico de los cinco panes entendió esta compasión y dijo: “¡Pobres! ¡Tengo esto…! La compasión lo llevó a ofrecer lo que tenía. Efectivamente, hoy Juan nos muestra nuevamente a Jesús atento a las necesidades básicas de las personas. El episodio surge de un hecho concreto: la gente tiene hambre y Jesús involucra a sus discípulos para que esta hambre se sacie. Este es el hecho concreto. A la multitud, Jesús no se limitó a dar esto, -le ofreció su Palabra, su consuelo, su salvación y finalmente su vida,- pero ciertamente también hizo esto: se preocupó de la comida para el cuerpo. Y nosotros, sus discípulos, no podemos ignorarlo. Solo escuchando las peticiones más simples de las personas y estando al lado de sus situaciones existenciales concretas, se podrá ser  escuchado cuando se habla de valores más elevados.
El amor de Dios por la humanidad hambrienta de pan, de libertad, de justicia, de paz y, sobre todo, de su gracia divina, nunca falla. Jesús continúa hoy alimentando, haciéndose una presencia viva y consoladora, y lo hace a través de nosotros. Por lo tanto, el Evangelio nos invita a ser disponibles e industriosos, como ese muchacho que se da cuenta de que tiene cinco panes y dice: “Doy esto, tu verás…”. Frente  al grito de hambre -todo tipo de “hambre” – de tantos hermanos y hermanas en todas partes del mundo, no podemos permanecer como espectadores distantes y tranquilos. El anuncio de Cristo, pan de vida eterna, exige un compromiso generoso de solidaridad con los pobres, los débiles, los últimos, los indefensos. Esta acción de proximidad y caridad es la mejor prueba de la calidad de nuestra fe, tanto a nivel personal como a nivel comunitario.
Luego, al final de la historia, Jesús, cuando todos estaban satisfechos, Jesús dice  a sus discípulos que recogieran los trozos que sobraban para que nada se perdiera. Y me gustaría ofreceos esta frase de Jesús: “Recoged los trozos sobrantes, para que nada se pierda” (v. 12). Pienso en las personas que tienen hambre y en cuantas sobras de comida tiramos… Que cada uno de nosotros piense: La comida que sobra en el almuerzo, en la cena, ¿a dónde va? En  nuestra casa, ¿Qué se hace con las sobras? ¿Se tira? No. Si alguno tiene esta costumbre, le daré un consejo: Habla con tus abuelos que vivieron después de la guerra y pregúntales qué hacían con las sobras. No tiréis nunca la comida que sobra. Se aprovecha  o se da a los que puedan comerla, a aquellos que la necesitan. No tiréis nunca las sobras. Es un consejo y también un examen de conciencia: ¿Qué se hace en casa con la comida que sobra?
Recemos a la Virgen María, para que en el mundo prevalezcan los programas dedicados al desarrollo, a la alimentación, a la solidaridad, y no los del odio, de los armamentos y de la guerra.
Después de la bendición:
Y no os olvidéis dos cosas: una imagen, un ícono y una frase, una pregunta. El ícono del joven valiente que da lo poco que tiene para dar de comer a una gran multitud. Tened valor, siempre. Y la frase, que es una pregunta, un examen de conciencia: ¿Qué se hace en casa con la comida que sobra?
¡Gracias!
© Librería Editorial Vaticano


8 enseñanzas del Papa Francisco sobre los abuelos

¿Tienes abuelitos? ¿Ya partieron al cielo? Hay pocos regalos más hermosos que contar con ellos en nuestra vida y el Papa Francisco lo sabe.
Estas son 8 enseñanzas del Santo Padre que nos recuerdan su valor:
1.- Una de las cosas más bonitas de la vida de la familia, de nuestra vida, es acariciar a un niño y dejarse acariciar por un abuelo o una abuela.
2.- El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente, aunque no pensemos en ello. Y si no aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros.
3.- Los abuelos son la sabiduría de la familia, son la sabiduría de un pueblo. Y un pueblo que no escucha a los abuelos es un pueblo que muere.
4.- La oración de los ancianos es un don para la iglesia, ¡es una riqueza! Una gran inyección de sabiduría también para la entera sociedad humana: sobre todo para aquella que está demasiado ocupada, demasiado absorbida, demasiado distraída.
5.- Los abuelos tienen una capacidad para comprender las situaciones más difíciles. ¡Una gran capacidad! Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es más fuerte, ¡es poderosa!
6.- Qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir al joven en busca del sentido de la fe y de la vida! Es verdaderamente la misión de los abuelos, la vocación de los ancianos. Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben.
7.- Los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar, porque esta civilización seguirá adelante sólo si sabe respetar su sensatez y su sabiduría.
8.- ¡Es feo ver a los ancianos descartados, es una cosa fea, es pecado!¡No nos atrevemos a decirlo abiertamente, pero se hace! Hay algo vil en este acostumbrarse a la cultura del descarte. Pero nosotros estamos acostumbrados a descartar a la gente.

Con Jesús a nuestro lado podemos superar las pruebas

“Cuando nos alejamos de Jesús y de su amor, nos perdemos y la existencia se transforma en desilusión e insatisfacción. Con Jesús a nuestro lado, se puede proceder con seguridad, se pueden superar las pruebas, avanzar en el amor hacia Dios y hacia el prójimo”
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus, el Papa Francisco recordó que Jesús se hizo Don por los demás, convirtiéndose en modelo de amor y servicio para cada uno de nosotros. Porque Jesús es la palabra de la Verdad. Y todos necesitamos de la palabra de la Verdad, dijo el Papa, que nos guíe e ilumine el camino. Sin la verdad, que es Cristo mismo, no es posible encontrar la orientación justa de la vida.
El Papa retomó el Evangelio de hoy de San Mateo, que narra cuando los apóstoles, tras su primera misión regresan donde Jesús y e cuentan “todo lo que habían hecho y enseñado”. Después de la experiencia de la misión, ciertamente emocionante pero también agotadora, necesitaban un momento de reposo. Y Jesús, lleno de comprensión, se preocupa de asegurarles un poco de alivio y dice: “Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”.

Son tres los verbos del Pastor

Sin embargo, no logra encontrar un momento tranquilo para los apóstoles, pues la multitud adivinando el lugar solitario donde se llegaría con la barca junto a sus discípulos, se le adelantaron: “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”.
Al respecto, el Papa recuerda que lo mismo puede ocurrir hoy día. A veces no logramos realizar nuestros proyectos porque ocurre un imprevisto urgente que cambia nuestros programas y solicita flexibilidad y disponibilidad para las necesidades de los demás. En estas circunstancias, estamos llamados a imitar a Jesús.
En esta breve frase, el evangelista nos ofrece lo que se podrían llamar, afirma el Pontífice, los tres verbos del Pastor:  ver, tener compasión, enseñar. La mirada de Jesús no es una mirada neutra o peor aún, fría y alejada, porque Jesús mira siempre con los ojos del corazón. Y su corazón es tan tierno y lleno de compasión, que sabe cuáles son las necesidades escondidas de las personas.
Además, su compasión nos indica simplemente una reacción emotiva ante una situación de malestar de la gente, y mucho más: es una actitud y la predisposición de Dios hacia el hombre y su historia. Jesús aparece como la realización de la solicitud y de la atención de Dios hacia su pueblo. Por último, dijo Francisco, que Jesús se conmovió al ver toda aquella gente necesitada de un guía y de ayuda, y en vez de obrar un milagro, Jesús se puso a enseñar muchas cosas. Este es el primer pan que el Mesías ofrece a la multitud hambrienta y perdida: el pan de la Palabra.
El Papa concluyó su alocución pidiéndole a María Santísima que nos ayude a hacernos cargo de los problemas, de los sufrimientos y de las dificultades de nuestro prójimo, por medio de una actitud de compartir y de servicio.
22 julio 2018, 13:12

domingo, 15 de julio de 2018

El mensajero del Reino de Dios viaja libre y ligero

Ángelus del 15 de julio 2018 © Vatican-News

 Palabras del Papa en la oración mariana


(ZENIT – 15 julio 2018).- Los misioneros viajan “libres y ligeros, sin apoyo y sin favores, solo seguros del amor de Aquel que los envía”: no son “gerentes todopoderosos, ni funcionarios intratables, ni estrellas de gira”, dijo el Papa Francisco en el Ángelus el 15 de julio de 2018.
Al presentar la oración mariana en la Plaza San Pedro en presencia de 15.000 personas, el Papa insistió sobre “la pobreza de los medios” en la misión. Y ha recordado que todos los cristianos son misioneros por el bautismo: “Un  bautizado que no siente la necesidad de anunciar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano”.
“Ningún cristiano anuncia el Evangelio ‘por su cuenta’, también dijo, sino solo enviado por la Iglesia que recibió el mandato del mismo Cristo”
AK
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Mc 6, 7-13) narra el momento donde Jesús envía a los Doce en misión. Después de haberlos llamado por su nombre, uno por uno, “para que estuvieran con él” (Mc 3,14) escuchando sus palabras y observando sus gestos de curación, hoy les convoca de nuevo para “enviarles en misión de dos en dos “(6,7) a los pueblos a los que iba a ir. Es una especie de “práctica” de lo que estarán llamados a hacer después de la Resurrección del Señor con el poder del Espíritu Santo.
El pasaje del Evangelio se detiene en el estilo del  misionero, que podemos resumir en dos puntos: la misión tiene un centro; la misión tiene un rostro.
El discípulo misionero tiene sobre todo un centro de referencia, que es la persona de Jesús. La narración lo indica usando una serie de verbos que tienen a Jesús como sujeto: “los llamó”, “comenzó a enviarlos en misión”, “les dio autoridad”, “los ordenó”, “les dijo otra vez “(vv. 7.8.10) – de modo que el hecho de ir y de obrar de los Doce aparece como la irradiación de un centro, la representación de la presencia y de la obra de Jesús en su acción misionera. Esto manifiesta cuánto los Apóstoles no tienen nada propio que anunciar, ni habilidades para demostrar, sino que hablan y actúan en cuanto “enviados”, en cuanto mensajeros de Jesús.
Este episodio evangélico también nos concierne, y no solo a los sacerdotes, sino a todos los bautizados, llamados a testimoniar en los diversos ambientes de su vida el Evangelio de Cristo. Y para nosotros también, esta misión es auténtica solo desde su centro inmutable que es Jesús. No es una iniciativa de los fieles individuales, ni de los grupos, ni de las grandes agregaciones, sino que es la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su Señor. Ningún cristiano anuncia el Evangelio “por su cuenta”, sino solo enviado por la Iglesia que recibió el mandato de Cristo mismo. Precisamente es el bautismo lo que nos hace misioneros. Un bautizado que no sienta la necesidad de proclamar el Evangelio, de anunciar a Jesús, no es un buen cristiano.
La segunda característica del estilo misionero es, por así decirlo, un rostro, que consiste en la pobreza de los medios., pobreza de los medios. Su equipaje responde a un criterio de “sobriedad”. Los Doce, de hecho, tienen la orden “no llevar para el viaje nada más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en sus fajas”(v. 8). El Maestro los quiere libres y ligeros, sin apoyo y sin favores, solo seguros del amor de Aquel que los envía, fuertes de su palabra que anunciarán. El bastón y las sandalias son el equipo de los peregrinos, porque esos son los mensajeros del reino de Dios, no los gerentes todopoderosos, no los funcionarios intratables, no divos en turné. 
Pensemos por ejemplo, en esta diócesis de la cual soy el obispo. Pensemos en algunos santos de esta diócesis de Roma: San Felipe Neri, San Benito José Labre, San Alessio, Santa Ludovica Albertini, Santa Francisca Romana, San Gaspard Del Bufalo y muchos otros. No eran funcionarios ni empresarios, sino humildes trabajadores del Reino. Tenían este rostro. Y a este “rostro” también pertenece la manera con la cual se recibe el mensaje: de hecho puede suceder que no sea bienvenido o escuchado (ver v. 11). Eso también es pobreza: la experiencia del fracaso. La historia de Jesús, que fue rechazado y crucificado, prefigura el destino de su mensajero. Solo si estamos unidos a Él, muerto y resucitado, logramos encontrar el coraje de la evangelización.
Que la Virgen María, primera discípula y misionera de la Palabra de Dios, nos ayude a llevar al mundo el mensaje del Evangelio en una exaltación humilde y radiante, más allá de todo rechazo, incomprensión o tribulación.

domingo, 8 de julio de 2018

Cómo prepararse para las sorpresas de Dios


Regina Caeli, 6 mayo2018 Captura @ Vatican Media
Regina Caeli, 6 Mayo 2018 Captura @ Vatican Media

Palabras del Papa Francisco antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje del Evangelio de hoy (Marcos 6: 1-6) muestra a Jesús regresando a Nazaret, y en el día de reposo comienza a enseñar en la sinagoga. Desde que se fue y comenzó a predicar por las ciudades y pueblos cercanos, no había vuelto a poner un pie en su tierra natal. Por lo tanto, habrá ido toda la aldea para escuchar a este hijo del pueblo, cuya reputación de sabio maestro y poderoso sanador se extendió ahora a través de Galilea y más allá. Pero lo que podría ser un éxito, se convirtió en un rechazo rotundo, hasta el punto de que Jesús ya no podía realizar ningún milagro, sino solo algunas sanidades (ver v. 5). La dinámica de este día es reconstruida en detalle por el evangelista Marcos: la gente de Nazaret escucha primero y se queda asombrada; entonces se preguntan, perplejos: “¿De dónde vienen estas cosas”, esta sabiduría? y al final se escandaliza, reconociendo en él al carpintero, el hijo de María, a quien vieron crecer (vv 2-3). Por lo tanto, Jesús concluye con la expresión proverbial: “Nadie es profeta en su tierra” (v.4).
Nos preguntamos: ¿cómo los conciudadanos de Jesús pasan de la maravilla a la incredulidad? Ellos comparan el origen humilde de Jesús con sus habilidades actuales: él es carpintero, no estudió, pero predica mejor que los escribas y hace milagros. Y en lugar de abrirse a la realidad, se escandalizan. Según los habitantes de Nazaret, ¡Dios es demasiado grande para rebajarse a hablar a través de un hombre tan simple! Es el escándalo de la encarnación: el evento desconcertante de un dios hecho carne, que piensa con una mente humano, trabaja y actúa con las manos del hombre, ama con el corazón de un hombre, un Dios que lucha, come y duerme como uno de nosotros. El Hijo de Dios derroca cada esquema humano: no son los discípulos quienes lavaronn los pies del Señor, sino el Señor que lavó sus pies a los discípulos (Jn 13, 1-20).
Es un objeto de escándalo e incredulidad, no solo en ese momento, en ningún momento, incluso hoy en día.
La inversión de Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una verificación personal y comunitaria. De hecho, incluso hoy, podemos tener prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor nos invita hoy a adoptar una actitud de escucha humilde y de espera dócil, porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de una manera sorprendente, que no corresponde a nuestras expectativas.
Piense, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta, una mujercita por la que nadie habría dado ni 10 liras por ella (…). Iba por las calles para  coger a los moribundos y pudieran tener una muerte digna. Y esta pequeña hermanita con la oración y su obra ha hecho maravillas. La pequeñez de una mujer ha revolucionado la obra de la caridad en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días
Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos para abrir nuestros corazones y nuestras mentes, para dar la bienvenida a la realidad divina que se nos presenta. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios. Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: repetimos gestos y señales de fe, pero sin corresponderles una verdadera adhesión a la persona de Jesús y su Evangelio. Por el contrario, cada cristiano, cada uno de nosotros, está llamado a profundizar en esta pertenencia fundamental, tratando de dar testimonio de ella mediante una actitud coherente de vida, cuyo hilo conductor siempre será la caridad.
Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María, que ablande la dureza de los corazones y la estrechez de la mente, para que estemos abiertos a su gracia, a su verdad y a su misión de bondad y misericordia, que se da a todos, sin exclusión.

sábado, 7 de julio de 2018

Oración ecuménica en Bari por Oriente Medio. El Papa: que haya Paz Oración ecuménica en Bari por Oriente Medio. El Papa: que haya Paz


2018.07.07 Encuentro de Oración por la paz2018.07.07 Encuentro de Oración por la paz  (Vatican Media)

Un grito que sube al trono de Dios: es el de los muchos Abeles que sufren la indiferencia , aun más en los últimos años. Una indiferencia "que mata" y ante la cual el Papa y los Patriarcas hoy elevan su oración al cielo, para dar voz a quien no tiene voz, a quienes pueden sólo tragar lágrimas. "Porque Oriente Medio hoy llora, sufre y calla, mientras otros lo pisotean en busca de poder y riquezas".

Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano
Para que la luz divina disipe las tinieblas del mundo: para esto se reunieron hoy, peregrinos en Bari, ante las reliquias de San Nicolás el Papa Francisco junto con los Patriarcas de las Iglesias de Oriente Medio.
Antes de la oración ecuménica, el Papa y los Patriarcas encendieron la «lámpara de una sola llama», símbolo de la unicidad de la Iglesia, ante las reliquias de San Nicolás, en lo que es una jornada de reflexión y de oración por la dramática situación del Oriente Medio, que aflige a tantos hermanos y hermanas en a la fe. 

Peregrinos en Bari por los hermanos y hermanas que sufren

“Hemos llegado como peregrinos a Bari, ventana abierta al cercano Oriente, llevando en el corazón a nuestras Iglesias, a los pueblos y a tantas personas que viven en situación de gran sufrimiento. A ellos les decimos: «Estamos cerca de ustedes» comenzó diciendo el Santo Padre en su alocución inicial, introduciendo la oración por la paz, que tuvo lugar en la costanera de Bari.
En el lugar donde descansan las reliquian de San Nicolás, el Papa pidió para que este "Santo milagroso interceda para curar las heridas que tantos llevan dentro".
"Aquí contemplamos el horizonte y el mar y nos sentimos impulsados a vivir esta jornada con la mente y el corazón dirigidos a Oriente Medio, encrucijada de civilizaciones y cuna de las grandes religiones monoteístas".

Oriente Medio, el lugar desde donde se propagó la fe

Desde Oriente Medio, “lugar donde nos visitó el Señor, el “sol que nace desde lo alto”, dijo Francisco, “la luz de la fe se propagó por el mundo entero”:
“Allí han surgido los frescos manantiales de la espiritualidad y del monacato. Allí se conservan ritos antiguos únicos e inestimables riquezas del arte sacro y de la teología; allí pervive la herencia de los grandes Padres en la fe. Esta tradición es un tesoro que hemos de custodiar con todas nuestras fuerzas, porque en Oriente Medio están las raíces de nuestras mismas almas”.

Oriente Medio sin cristianos no sería Oriente Medio

Tras hacer presente la riqueza espiritual del Oriente Medio, se refirió luego a las tinieblas que ocuparon la región: las guerras y la violencia, la destrucción y las diversas formas de fundamentalismo, las migraciones forzosas y el abandono.
…“sobre esta espléndida región se ha ido concentrando, especialmente en los últimos años, una densa nube de tinieblas: guerra, violencia y destrucción, ocupaciones y diversas formas de fundamentalismo, migraciones forzosas y abandono, y todo esto en medio del silencio de tantos y la complicidad de muchos. Oriente Medio se ha vuelto una tierra de gente que deja la propia tierra. Y existe el riesgo de que se extinga la presencia de nuestros hermanos y hermanas en la fe, desfigurando el mismo rostro de la región, porque un Oriente Medio sin cristianos no sería Oriente Medio”.

Los cristianos son luz del mundo

El Santo Padre explicó el significado del gesto simbólico que realizó con los Patriarcas momentos antes, en la Basílica Vieja de Bari:  
“Ya hemos encendido, delante de san Nicolás, la «lámpara de una sola llama», símbolo de la unicidad de la Iglesia. Juntos deseamos encender hoy una llama de esperanza”.
“Que las lámparas que colocaremos sean signo de una luz que aun brilla en la noche. Los cristianos, de hecho, son luz del mundo (cf. Mt 5,14), pero no sólo cuando todo a su alrededor es radiante, sino también cuando, en los momentos oscuros de la historia, no se resignan a las tinieblas que todo lo envuelven y alimentan la mecha de la esperanza con el aceite de la oración y del amor. Porque, cuando se tienden las manos hacia el cielo en oración y se da la mano al hermano sin buscar el propio interés, arde y resplandece el fuego del Espíritu, Espíritu de unidad, Espíritu de paz”.

Exhortación a rezar por la paz

“Recemos unidos, para pedir al Señor del cielo esa paz que los poderosos de la tierra todavía no han conseguido encontrar”, exhortó el Sucesor de Pedro.
“Que desde el curso del Nilo hasta el Valle del Jordán y más allá, pasando por el Orontes, el Tigris y el Éufrates, resuene el grito del Salmo: «La paz contigo» (122,8). Por los hermanos que sufren y por los amigos de cada pueblo y religión, repitamos: La paz contigo. Con el salmista, lo imploramos de modo particular para Jerusalén, la ciudad santa amada por Dios y herida por los hombres, sobre la cual el Señor aún llora: La paz contigo”.

«La paz contigo» es el grito que sube al trono de Dios

En la conclusión de su monición introductoria, el Romano Pontífice pensando en los muchos “Abeles” del lejano Oriente, aseveró que no podemos más permitirnos decir en ningún lugar del mundo: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9).
“La indiferencia mata, y nosotros queremos ser una voz que combate el homicidio de la indiferencia. Queremos dar voz a quien no tiene voz, a quien solo puede tragarse las lágrimas, porque Oriente Medio hoy llora, sufre y calla, mientras otros lo pisotean en busca de poder y riquezas. Para los pequeños, los sencillos, los heridos, para aquellos que tienen a Dios de su parte, nosotros imploramos: La paz contigo”.
Escuche y descargue el servicio con la Voz del Papa
El Papa en Bari, Oración Ecuménica
07 julio 2018, 09:30

domingo, 1 de julio de 2018

PARA DIOS NADIE ES UN INTRUSO

JULIO 01, 2018 16:04ANGELUS Y REGINA CAELI
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo (cf. Mc 5,21-43) presenta dos prodigios realizados por Jesús, describiéndolos casi como una especie de marcha triunfal hacia la vida.
Primero, el evangelista habla de cierto Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, que acude a Jesús y le ruega que vaya a su casa porque su hija de doce años está muriendo. Jesús acepta y va con él; pero, a lo largo del camino, llega la noticia de que la niña está muerta. Podemos imaginar la reacción de aquel papá. Pero Jesús le dice: “¡No tengas miedo, solo ten fe!” (V. 36). Llegado a la casa de Jairo, Jesús saca a la gente que lloraba, entra a la habitación solo con los padres y tres discípulos, y al dirigirse a la difunta dice: “Muchacha, yo te digo: ¡levántate!” (V.41). Inmediatamente, la niña se levanta, como si despertara de un sueño profundo (v. 42).
Dentro de la historia de este milagro, Marcos inserta otra: la curación de una mujer que sufría de hemorragia y fue sanada tan pronto como tocó el manto de Jesús (v. 27). Aquí es sorprendente que la fe de esta mujer atraiga el poder salvador divino que existe en Cristo, quien, sintiendo que una fuerza “había salido de él”, trata de entender quién era. Y cuando la mujer avergonzada se acerca y confiesa todo, Él le dice: “Hija, tu fe te ha salvado” (v. 34).
Estas son dos historias entrelazadas, con un solo centro: la fe; y muestran a Jesús como la fuente de vida, como Aquel que restaura la vida a aquellos que confían plenamente en Él. Los dos protagonistas, es decir, el padre de la niña y la mujer enferma, no son discípulos de Jesús, sin embargo son escuchados por su fe. Tienen fe en este hombre. 
De esto entendemos que todos están admitidos en el camino del Señor: nadie debe sentirse como un intruso, una persona abusiva o alguien que no tiene ningún derecho. Para tener acceso a su corazón, al corazón de Jesús, solo hay un requisito: sentirse necesitados de curación y confiar en Él. Les pregunto, si tienes necesidad de curar alguna cosa, algún pecado, algún problema. Y si siente esto, ¿tiene fe en Jesús?.
 Estas son las dos condiciones para ser sanados, para tener acceso al corazón, sentir que tiene necesidad de curación  y confiarse a Él. Jesús va a descubrir a estas personas entre la multitud y los aleja del anonimato, los libera del miedo a vivir. Lo hace con una mirada y con una palabra que los pone en el camino después de tanto sufrimiento y humillación. Nosotros también estamos llamados a aprender e imitar estas palabras que liberan y estas miradas que devuelven, a los que no lo tienen, el deseo de vivir.
En esta página del Evangelio, los temas de la fe y de la nueva vida que Jesús vino a ofrecer se entrelazan. Al entrar en la casa donde la niña yace muerta, Él expulsa a aquellos que se están agitando y lamentándose (v. 40) y dice: “La niña no está muerta, sino que duerme” (v. 39). Jesús es el Señor, y ante Él la muerte física es como un sueño: no hay razón para desesperarse. Otra es la muerte a la cual tener miedo: ¡la del corazón endurecido por el mal! de eso sí debemos tener miedo. Cuando sentimos que nuestros corazones están endurecidos, nuestros corazones se endurecen y me permito la palabra, el corazón momificado, debemos tener miedo a esto,. Esta es la muerte del corazón.
 Pero incluso el pecado, incluso el corazón momificado para Jesús, nunca es la última palabra, porque nos ha traído la infinita misericordia del Padre. E incluso si hemos caído tan bajo, su voz tierna y fuerte nos alcanza: “Yo te digo: ¡levántate!”. Es bello escuchar esta palabra de Jesús dirigida a cada uno de nosotros: “yo te digo, ¡levántate!” Vamos, ¡levántate!, ánimo, ¡levántate!. Y Jesús devuelve la vida a la joven y devuelve la vida también a la mujer curada: vida y fe juntas.
Le pedimos a la Virgen María que acompañe nuestro camino de fe y amor concreto, especialmente hacia los necesitados. E invoquemos su intercesión materna por nuestros hermanos que sufren en el cuerpo y en el espíritu.

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