domingo, 31 de diciembre de 2017


En el último día del año 2017, damos gracias a Dios

Palabras del Papa después del Ángelus
Ángelus Del 31/12/2017 © Vatican Media
Ángelus Del 31/12/2017 © Vatican Media
(ZENIT – 31 dic. 2017).- Para el último día del año civil, 31 de diciembre de 2017, el Papa Francisco ha recomendado “tomar un poco de tiempo para pensar en todas las cosas buenas que he recibido del Señor….y de dar gracias. Y si también ha habido pruebas, dificultades, dar gracias también porque nos ha ayudado a superar esos momentos”.
Esta es nuestra traducción de las palabras que el Papa ha pronunciado en italiano después del Ángelus de este domingo que ha presidido en la Plaza San Pedro.
A.K
Palabras del Papa después del Ángelus
¡Queridos hermanos y hermanas!
Expreso mi cercanía  a los hermanos coptos ortodoxos de Egipto, golpeados hace dos días por dos atentados en una iglesia y en un comercio en las afueras de El Cairo. Que el Señor acoja las almas de los difuntos, sostenga a los heridos, a los seres queridos y a toda la comunidad y convierta los corazones de los violentos.
Hoy dirijo un saludo especial a las familias aquí presentes, y también a aquellas que participan desde su casa. Que la Sagrada Familia os bendiga y os guie en vuestro camino.
Os saludo a todos romanos y peregrinos; en particular, a los grupos parroquiales, las asociaciones y a los jóvenes. No olvidemos en este día de dar gracias a Dios por el año que termina y por todo lo bueno recibido. Y esto nos hará bien a cada uno de nosotros, tomar un poco de tiempo para pensar en todas las cosas buenas que he recibido del Señor en este año. Y si ha habido también pruebas y dificultades, también dar gracias porque nos ha ayudado a superar esos momentos. Hoy es un día de acción de gracias.
A todos, os deseo un buen domingo y un sereno fin de año. Os agradezco nuevamente vuestros deseos y vuestras oraciones: y continuad orando por mí. ¡Buen apetito y adiós!
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

Ángelus del Papa Francisco, domingo 31 diciembre 2017


"Jesús ha venido para hacer caer las falsas imágenes que nos hacemos de Dios y también de nosotros mismos”. Ángelus del Papa Francisco del último domingo de diciembre de 2017, festividad de la Sagrada Familia
Por Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Esta es la misión a la cual está orientada la familia: crear las condiciones favorables para el crecimiento armonioso y pleno de los hijos, para que puedan vivir una vida buena, digna de Dios y constructiva para el mundo”, lo dijo el Papa Francisco antes de rezar la oración mariana del Ángelus del último domingo de diciembre del año 2017.
Los padres custodios de la vida del hijo, no los propietarios
En su alocución del primer domingo después de Navidad, en la que se celebra la Fiesta de la Sagrada Familia, el Santo Padre invitó a reflexionar sobre la experiencia vivida por María, José y Jesús, mientras crecen juntos como familia en el amor reciproco y en la confianza en Dios. “La expresión de esta confianza – afirmó el Pontífice – es el rito realizado por María y José con la ofrenda del hijo Jesús a Dios: «Llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor» (Lc 2,22), como exigía la ley de Moisés. Los padres de Jesús van al templo para confirmar que el hijo pertenece a Dios y que ellos son custodios de su vida y no los propietarios”.
Dios origen y fuente de la vida
Este gesto, precisó el Papa, indica que solamente Dios es el Señor de la historia individual y familiar; y que todo nos viene de Él y por ello, toda familia está llamada a reconocer tal primacía, cuidando y educando a los hijos a abrirse a Dios que es la fuente misma de la vida. “Por aquí pasa el secreto de la juventud interior, testimoniado paradójicamente en el Evangelio – señaló el Santo Padre – por una pareja de ancianos, Simeón y Ana. El viejo Simeón, en particular, inspirado por el Espíritu Santo dice a propósito del niño Jesús: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción […] así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos» (vv. 34-35)”.
El Niño Jesús nos revela el rostro auténtico de Dios
Estas palabras proféticas, afirmó el Papa Francisco, revelan que Jesús ha venido para hacer caer las falsas imágenes que nos hacemos de Dios y también de nosotros mismos; para “contradecir”, precisó el Pontífice, las seguridades mundanas sobre las cuales pretendemos apoyarnos, pero también dijo el Papa, para hacernos “renacer” a un camino humano y cristiano auténtico, fundado en los valores del Evangelio. “No existe alguna situación familiar – señaló el Pontífice – que esté cerrada a este camino nuevo de renacimiento y de resurrección. Cada vez que las familias, incluso aquellas heridas y marcadas por la fragilidad, fracasos y dificultades, regresan a la fuente de la experiencia cristiana, se abren caminos nuevos y posibilidades inesperadas”.
El gozo de ver crecer a los hijos con sabiduría y  gracia
Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco recordó también, que hoy el Evangelio nos habla de esta gran alegría de la familia de ver crecer a los hijos. “Ellos están destinados a desarrollarse y fortificarse, a adquirir sabiduría y a acoger la gracia de Dios, justamente como sucedió a Jesús. Él es verdaderamente uno de nosotros: el Hijo de Dios se hace niño, acepta crecer, fortalecerse, está lleno de sabiduría y la gracia de Dios está sobre Él. María y José tienen el gozo de ver todo esto en su hijo; y esta es la misión a la cual está orientada la familia: crear las condiciones favorables para el crecimiento armonioso y pleno de los hijos, para que puedan vivir una vida buena, digna de Dios y constructiva para el mundo”.

sábado, 30 de diciembre de 2017

El Papa aboga por una teología que muestre “el rostro salvífico de Dios” Audiencia con los miembros de la Asociación Teológica Italiana


Discurso del Papa habla a los teólogos italianos © L'Osservatore Romano
Discurso Del Papa Habla A Los Teólogos Italianos © L'Osservatore Romano
(ZENIT – 29 Dic. 2017).- “Se necesita una teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso”, ha dicho el Papa Francisco.
El Pontífice ha recibido esta mañana, 29 de diciembre de 2017, en audiencia a los miembros de la Asociación Teológica Italiana, con ocasión del 50º aniversario de su fundación, en la sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano.
“En estos días estamos inmersos en la contemplación de nuestro Dios, que se ha implicado y comprometido con nuestra pobre humanidad hasta llegar a enviar a su Hijo y a tomar, en Él nuestra frágil carne”.
“Todo pensamiento teológico cristiano no puede no comenzar siempre e incesantemente desde aquí, en una reflexión que nunca extinguirá el manantial vivo del Amor divino, que se ha dejado tocar, mirar y saborear en la gruta de Belén”, con estas palabras comenzaba su discurso el Papa.
Francisco ha alentado a los teólogos italianos a perseverar ‘en el espíritu de servicio y de comunión indicado por el Concilio Ecuménico Vaticano II’; impulsando la ‘fidelidad creativa’ y el ‘hacer teología juntos’, poniendo en guardia contra el individualismo, señala Radio Vaticano en español.
En este sentido, el Santo Padre les ha pedido que asuman también la tarea de repensar la Iglesia “para que sea conforme al Evangelio que debe anunciar”.
Teología para la humanidad
Asimismo, el Papa argentino hizo hincapié en la importancia de la tarea de los teólogos, para que la Iglesia pueda seguir anunciando el corazón del Evangelio a las mujeres y a los hombres de hoy, en una cultura profundamente cambiada:
“Se necesita una teología que ayude a todos los cristianos a anunciar y mostrar, sobre todo, el rostro salvífico de Dios, el Dios misericordioso, en especial ante algunos desafíos inéditos que involucran hoy a la humanidad: como el de la crisis ecológica, el desarrollo de las neurociencias o de las técnicas que pueden modificar al hombre; como el desafío de las cada vez más grandes desigualdades sociales o de las migraciones de pueblos enteros; como el del relativismo teórico, pero también el del relativismo práctico”.
El Papa reiteró su aliento a no perder nunca la capacidad del ‘estupor’: «El estupor que nos lleva a Cristo, el encuentro con Cristo». Y sin olvidar que “el teólogo estudia, piensa, reflexiona, pero lo hace de rodillas”, recordó asimismo que es importante “hacer teología ‘en’ la Iglesia, es decir ‘en’ el santo pueblo fiel de Dios, que tiene – dijo- con una palabra que no es teológica el ‘olfato de la fe’”.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

La Audiencia General de este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano estuvo dedicada al significado de la Navidad.

El Papa durante la Audiencia General. Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa
VATICANO, 27 Dic. 17 / 04:25 am (ACI).-  El Papa Francisco criticó con rotundidad a quienes eliminan su verdadero sentido.
“En nuestro tiempo, especialmente en Europa, asistimos a una especie de ‘desnaturalización’ de la Navidad: en nombre de un falso respeto de quien no es cristiano, que a menudo esconde la voluntad de marginar la fe, se elimina de la fiesta toda referencia al nacimiento de Jesús”.

Francisco prosiguió y dijo que en realidad el nacimiento de Jesús “es la única y verdadera Navidad”. “Sin Jesús no hay Navidad. Y si en el centro está Él, entonces todo lo de alrededor: las luces, los sonidos, las tradiciones locales, incluidas las comidas características, crean la atmósfera de la fiesta. Pero si le quitamos a Él, la luz se apaga y todo se convierte en algo falso, en solo apariencia”.
El Papa explicó que los cristianos deben “encontrar la luz verdadera, la de Jesús que, hecho hombre como nosotros, se muestra de modo sorprendente: nace de una pobre chica desconocida, que da a luz en un establo, solo con la ayuda de su marido”.

De esta manera “el Hijo de Dios se presenta también hoy a nosotros: como el don de Dios para la humanidad que está inmersa en la noche y en el sopor del cielo”.
El Pontífice criticó que el mundo de hoy prefiere “la oscuridad” y no quitarse “los propios malos hábitos”. Por eso, acoger este don “significa convertirse cada día en un don gratuito para aquellos que se encuentran en el propio camino. Y he aquí porqué en Navidad se intercambian regalos. El verdadero don para nosotros es Jesús, y como Él queremos ser don para los demás”.

Por último, el Santo Padre destacó que en Navidad “podemos ver cómo la historia humana, la que es movida por los potentes de este mundo, es visitada por la historia de Dios”.
“Es Dios el que involucra a aquellos que, confinados a los márgenes de la sociedad, son los primeros destinatarios de su don, es decir, la salvación llevada por Jesús”.

“Con los pequeños y despreciados, Jesús establece una amistad que continúa en el tiempo y que nutre la esperanza para un futuro mejor”, subrayó. “Con ellos, en cada tiempo, Dios quiere construir un mundo nuevo, un mundo en el que no haya más personas rechazadas, maltratadas y que vivan en la indigencia”.

lunes, 25 de diciembre de 2017

JESÚS ES QUIEN DA SENTIDO A LA NAVIDAD


http://encuentra.com/zenit
25/12/2017
Homilía del Papa Francisco
«María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en el albergue» (Lc 2,7). De esta manera, simple pero clara, Lucas nos lleva al corazón de esta noche santa: María dio a luz, María nos dio la Luz. Un relato sencillo para sumergirnos en el acontecimiento que cambia para siempre nuestra historia. Todo, en esa noche, se volvía fuente de esperanza.
Vayamos unos versículos atrás. Por decreto del emperador, María y José se vieron obligados a marchar. Tuvieron que dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser censados. Una travesía nada cómoda ni fácil para una joven pareja en situación de dar a luz: estaban obligados a dejar su tierra. En su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría; sus pasos en cambio iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar.
Y luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar.
Y precisamente allí, en esa desafiante realidad, María nos regaló al Enmanuel. El Hijo de Dios tuvo que nacer en un establo porque los suyos no tenían espacio para él. «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron» (Jn 1,11). Y allí…, en medio de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para el forastero que viene de lejos, en medio de la oscuridad de una ciudad en pleno movimiento y que en este caso pareciera que quiere construirse de espaldas a los otros, precisamente allí se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios. En Belén se generó una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada.
En los pasos de José y María se esconden tantos pasos. Vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas a marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no eligen irse sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra. En muchos de los casos esa marcha está cargada de esperanza, cargada de futuro; en muchos otros, esa marcha tiene solo un nombre: sobrevivencia. Sobrevivir a los Herodes de turno que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente.
María y José, los que no tenían lugar, son los primeros en abrazar a aquel que viene a darnos carta de ciudadanía a todos. Aquel que en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta que el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre la fragilidad del más débil.
Esa noche, el que no tenía lugar para nacer es anunciado a aquellos que no tenían lugar en las mesas ni en las calles de la ciudad. Los pastores son los primeros destinatarios de esta buena noticia. Por su oficio, eran hombres y mujeres que tenían que vivir al margen de la sociedad. Las condiciones de vida que llevaban, los lugares en los cuales eran obligados a estar, les impedían practicar todas las prescripciones rituales de purificación religiosa y, por tanto, eran considerados impuros. Su piel, sus vestimentas, su olor, su manera de hablar, su origen los delataba. Todo en ellos generaba desconfianza. Hombres y mujeres de los cuales había que alejarse, a los cuales temer; se los consideraba paganos entre los creyentes, pecadores entre los justos, extranjeros entre los ciudadanos. A ellos (paganos, pecadores y extranjeros) el ángel les dice: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2,10-11).
Esa es la alegría que esta noche estamos invitados a compartir, a celebrar y a anunciar. La alegría con la que a nosotros, paganos, pecadores y extranjeros Dios nos abrazó en su infinita misericordia y nos impulsa a hacer lo mismo.
La fe de esa noche nos mueve a reconocer a Dios presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente. Él está en el visitante indiscreto, tantas veces irreconocible, que camina por nuestras ciudades, en nuestros barrios, viajando en nuestros metros, golpeando nuestras puertas.
Y esa misma fe nos impulsa a dar espacio a una nueva imaginación social, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene lugar. Navidad es tiempo para transformar la fuerza del miedo en fuerza de la caridad, en fuerza para una nueva imaginación de la caridad. La caridad que no se conforma ni naturaliza la injusticia sino que se anima, en medio de tensiones y conflictos, a ser «casa del pan», tierra de hospitalidad. Nos lo recordaba san Juan Pablo II: «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!» (Homilía en la Misa de inicio de Pontificado, 22 octubre 1978)
En el niño de Belén, Dios sale a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de la vida que nos rodea. Se ofrece para que lo tomemos en brazos, para que lo alcemos y abracemos. Para que en él no tengamos miedo de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al forastero, al desnudo, al enfermo, al preso (cf. Mt 25,35-36). «¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!». En este niño, Dios nos invita a hacernos cargo de la esperanza. Nos invita a hacernos centinelas de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas. En este Niño, Dios nos hace protagonistas de su hospitalidad.
Conmovidos por la alegría del don, pequeño Niño de Belén, te pedimos que tu llanto despierte nuestra indiferencia, abra nuestros ojos ante el que sufre. Que tu ternura despierte nuestra sensibilidad y nos mueva a sabernos invitados a reconocerte en todos aquellos que llegan a nuestras ciudades, a nuestras historias, a nuestras vidas. Que tu ternura revolucionaria nos convenza a sentirnos invitados, a hacernos cargo de la esperanza y de la ternura de nuestros pueblos.

domingo, 24 de diciembre de 2017

El Papa pide la liberación de todos los rehenes


Que puedan ir a casa en Navidad

Ángelus Del 24/12/2017, Captura CTV
Ángelus Del 24/12/2017, Captura CTV

(ZENIT – 24 dic. 2017).- El Papa Francisco pide la liberación de los rehenes retenidos por el mundo, en Navidad.
Ha preguntado después del Ángelus de este domingo 24 de diciembre de 2017, en la Plaza San Pedro, en presencia de unos 17.000 visitantes, diciendo, “Renuevo en particular mi llamada para que con ocasión de la santa Navidad las personas secuestradas – sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos – sean liberados y puedan volver a casa. Oremos por ellos. [Silencio]
© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

miércoles, 20 de diciembre de 2017

“La Misa empieza con la señal de la Cruz”



El Papa Francisco llega al Aula Pablo VI © L'Osservatore Romano
El Papa Francisco Llega Al Aula Pablo VI © L'Osservatore Romano
(ZENIT – 20 Dic. 2017).- 
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría entrar en el corazón de la celebración eucarística. La misa se compone de dos partes, que son la Liturgia de la Palabra y la Liturgia eucarística, tan estrechamente unidas entre sí que constituyen un solo acto de culto (cf. Sacrosanctum Concilium, 56; Instrucción General del Misal Romano, 28). Introducida por algunos ritos preparatorios y concluida por otros, la celebración, por lo tanto, es un cuerpo único  y no puede separarse pero para una mejor comprensión trataré de explicar sus diversos momentos, cada uno de los cuales es capaz de tocar e involucrar  una dimensión de nuestra humanidad . Es necesario conocer estos signos santos  para vivir plenamente la misa y saborear toda su belleza.
Cuando el pueblo está reunido, la celebración se abre con los ritos introductorios, que comprenden la entrada de los celebrantes o del celebrante, el saludo- “El Señor esté con vosotros”, “La paz sea con vosotros”- , el acto penitencial, “Yo confieso”, donde pedimos perdón por nuestros pecados, el Señor, ten piedad el Gloria y la oración de colecta: se llama “oración de colecta” no porque se efectúe la colecta monetaria: es la colecta de las intenciones de oración de todos los pueblos; y esa colecta de las intenciones de los pueblos sube al cielo como oración. Su propósito, el de estos ritos de introducción, es “hacer que los fieles reunidos en la unidad construyan la comunión y se dispongan debidamente a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar dignamente la Eucaristía.” (Instrucción general del Misal Romano, 46). No es una buena costumbre mirar el reloj y decir: “Llego a tiempo, llego después del sermón y así cumplo el precepto”. La misa empieza con la señal de la cruz, con estos ritos introductorios, porque allí empezamos a adorar a Dios como comunidad. Y por eso es importante prever no llegar con retraso, sino con adelanto, para preparar el corazón a este rito, a esta celebración de la comunidad”.
Habitualmente durante el canto de entrada, el sacerdote con los otros ministros llega en procesión al presbiterio, y aquí saluda el altar con una reverencia y, como signo de veneración, lo besa y, cuando hay incienso, lo inciensa. ¿Por qué? Porque el altar es Cristo: es figura de Cristo. Cuando miramos al altar, miramos precisamente donde está Cristo. El altar es Cristo. Estos gestos, que corren el riesgo de pasar desapercibidos, son muy significativos, porque expresan desde el principio que la Misa es un encuentro de amor con Cristo, que “con la inmolación de  su cuerpo en la cruz […] quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y  altar” (Prefacio de  Pascua V). De hecho, como signo de Cristo, el altar “es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía” (Instrucción general del Misal Romano, 296), y toda la comunidad alrededor del altar, que es Cristo; no para mirarse la cara, sino para mirar a Cristo, porque Cristo está en el centro de la comunidad, no está lejos de ella.
Luego está la señal de la cruz. El sacerdote que preside se persigna y lo mismo hacen  todos los miembros de la asamblea, conscientes de que el acto litúrgico se cumple  “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.  Y aquí paso a un argumento muy breve. ¿Habéis visto como los niños se hacen la señal de la cruz? No saben lo que hacen: a veces hacen un dibujo, que no es la señal de la cruz. Por favor, mamá, papá, abuelos, enseñad a los niños desde el principio, desde cuando son pequeños, a hacerse bien la señal de la cruz. Y explicadles que es tener cómo protección la cruz de Jesús. Y la misa empieza con la señal de la cruz. Toda la oración se mueve, por así decirlo, en el espacio de la Santísima Trinidad, – “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” – que es un espacio de comunión infinita; tiene como origen y fin el amor de Dios Uno y Trino, manifestado y dado a nosotros en la Cruz de Cristo.
Efectivamente, su misterio pascual es un don de la Trinidad, y la Eucaristía brota  siempre de su corazón traspasado. Persignándonos, por lo tanto, no sólo recordamos nuestro bautismo, sino que afirmamos que la oración litúrgica es el encuentro con Dios en Cristo Jesús, que por nosotros se encarnó, murió en la cruz y resucitó en gloria.
Después, el sacerdote dirige el saludo litúrgico con la frase: “El Señor esté con vosotros” u otra similar –hay varias- ; y la asamblea responde: «Y con tu espíritu». Estamos dialogando; estamos al comienzo de la misa y debemos pensar en el significado de todos estos gestos y palabras. Estamos entrando en una “sinfonía” en la que resuenan varios tonos de voces, incluyendo tiempos de silencio, con el fin de crear el ”acorde” entre los participantes, es decir, reconocerse animados por un único Espíritu, y por un mismo fin. En efecto, “el saludo sacerdotal y la respuesta del pueblo manifiestan el misterio de la Iglesia reunida” (Instrucción general del Misal Romano, 50). Se expresa, pues,  la fe común y el deseo mutuo de estar con el Señor y de vivir la unidad con toda la comunidad.
Y esta es una sinfonía de oración que se está creando y presenta enseguida  un momento muy conmovedor, porque aquellos que presiden invitan a todos a reconocer sus propios pecados. Todos somos pecadores. No sé, a lo mejor alguno de vosotros no es pecador… Si hay alguno que no es pecador que levante la mano, por favor, así podemos verlo todos. Pero no hay manos levantadas; bien: ¡vuestra fe es buena! Todos somos pecadores y por eso al principio de la misa pedimos perdón.  Es el acto penitencial. No se trata solo de pensar en los pecados cometidos, sino mucho más: es la invitación a confesarse pecadores ante Dios y ante la comunidad, ante los hermanos, con humildad y sinceridad, como el publicano en el templo. Si verdaderamente la Eucaristía hace presente el misterio pascual,  es decir, el paso de Cristo de la muerte a la vida, entonces lo primero que tenemos que hacer es reconocer cuales son nuestras situaciones de muerte para poder  resucitar con Él a una vida nueva. Esto nos hace comprender cuán importante es el acto penitencial. Y por eso, retomaremos el tema en la próxima catequesis.
Vamos paso a paso en la explicación de la misa. Pero, por favor, enseñad a los niños a hacerse bien la señal de la cruz.
© Librería Editorial Vaticano

domingo, 17 de diciembre de 2017

Más frases seleccionadas de hoy del Papa Francisco. Domingo 17/12/2017

aciprensa
_La alegría de los niños es un tesoro.

_Debemos hacer lo que sea para que los niños se sientan siempre alegres. La Navidad se hace para ellos. No entristezcáis nunca a los niños, deben crecer siempre con alegría: cuando los niños ven que hay problemas en casa, que los padres discuten, sufren.

_La alegría es como una tierra buena que hace crecer bien la vida, con buenos frutos.

_Para que los niños crezcan felices deben hablar con los abuelos, porque son los dos extremos de la vida: los abuelos tienen memoria y tienen raíces, y serán ellos los que den las raíces a los niños, para que no sean niños desenraizados, sin memoria de pueblo, sin memoria de fe, sin memoria de tantas cosas preciosas que han hecho la historia, sin memoria de los valores,... Y si los abuelos ya se han ido, hay otros muchos ancianos que hacen el papel de abuelos y pueden hablar con ellos.

_Enseñad a los niños a hablar con Dios, que aprendan a rezar y a decir lo que sienten en el corazón.

viernes, 15 de diciembre de 2017

4ª catequesis del nuevo ciclo sobre la Misa


Audiencia general 13/12/2017 © L´Osservatore Romano
Audiencia general 13/12/2017 © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 13 Dic. 2017).
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Reanudando el camino de la catequesis sobre la misa, hoy nos preguntamos: ¿Por qué ir a misa los domingos?
La celebración dominical de la Eucaristía tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia (véase Catecismo de la Iglesia Católica, n.° 2177). Los cristianos vamos a misa los domingos para encontrarnos con el Señor resucitado, o mejor para dejar que Él nos encuentre, para escuchar su palabra, alimentarnos  en su mesa y así convertirnos en Iglesia, es decir, en su Cuerpo místico viviente hoy en el mundo.
Lo entendieron desde el primer momento los discípulos de Jesús, que celebraban el encuentro eucarístico con el Señor el día de la semana que los judíos llamaban “el primero de la semana” y los romanos el “día del sol”, porque ese día Jesús resucitó de entre los muertos y se apareció a sus discípulos, hablando con ellos, comiendo con ellos, dándoles el Espíritu Santo (cf. Mt 28,1; Mc 16,9.14; Lc 24,1.13; Jn 20,1.19). También la gran efusión del Espíritu en Pentecostés ocurrió un domingo, el quincuagésimo día después de la resurrección de Jesús. Por estas razones, el domingo es un día sagrado para nosotros, santificado por la celebración eucarística, la presencia viva del Señor entre nosotros y por nosotros. Por lo tanto ¡es la Misa lo que hace cristiano el domingo ! ¿Qué domingo es, para un cristiano, ese en el que falta el encuentro con el Señor?

Hay comunidades cristianas que, desgraciadamente, no pueden disfrutar de la misa todos los domingos; sin embargo, también ellas, en este día sagrado, están llamadas a recogerse en oración en el nombre del Señor, escuchando la Palabra de Dios y manteniendo vivo el deseo de la Eucaristía.
Algunas sociedades secularizadas han perdido el significado cristiano del domingo iluminado por la Eucaristía. ¡Es una pena! En estos contextos, es necesario reavivar esta conciencia, para recuperar el sentido de la fiesta, el sentido de la alegría, de la comunidad parroquial, de  la solidaridad, del reposo  que descansa el alma y el cuerpo (Catecismo cfr de la Iglesia Católica, nn. 2177-2188).

De todos estos valores es maestra la Eucaristía, domingo tras domingo. Por eso el Concilio Vaticano II reiteró  que “es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo”. (Const. Sacrosanctum Concilium, 106).
La liberación dominical del trabajo no existía en los primeros siglos: es una aportación específica del cristianismo. Según la tradición bíblica, los judíos descansan el sábado, mientras que en la sociedad romana no estaba previsto  un día semanal de liberación del trabajo servil. Fue el sentido cristiano de vivir como hijos y no como esclavos, animados por la Eucaristía, lo que hizo del domingo, casi universalmente, el día de descanso.

Sin Cristo estamos condenados a ser dominados por la fatiga de la vida cotidiana, con sus preocupaciones, y del miedo al mañana. El encuentro  dominical con el Señor nos da la fuerza de vivir el presente con confianza y coraje y de avanzar con esperanza. Por eso, los cristianos vamos a encontrar al Señor el domingo, en la celebración eucarística.
La comunión eucarística con Jesús, resucitado y viviente en eterno, anticipa el domingo sin ocaso, cuando ya no habrá más fatiga, ni dolor, ni dolor ni lágrimas, sino solo la alegría de vivir plenamente y para siempre con el Señor. También de este bendito reposo nos habla la misa dominical, enseñándonos, mientras fluye la semana, a confiarnos a las manos del Padre que está en el cielo.

¿Qué podemos responder a los que dicen que no hay necesidad de ir a misa, ni siquiera los domingos, porque lo importante es vivir bien, amar al prójimo? Es cierto que la calidad de la vida cristiana se mide por la capacidad de amar, como dijo Jesús: “Por esto sabrán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros” (Jn 13, 35). Pero ¿cómo podemos practicar el Evangelio sin sacar la energía necesaria para hacerlo, un domingo tras otro, de la fuente inagotable de la Eucaristía? No vamos a Misa para darle algo a Dios, sino para recibir de Él lo que realmente necesitamos. Lo recuerda la oración de la Iglesia, que así se dirige a Dios: “Pues aunque no necesitas nuestra alabanza, ni nuestras bendiciones te enriquecen, tú inspiras y haces tuya nuestra acción de gracias, para que nos sirva de salvación” (Misal Romano, Prefacio común IV).

En conclusión, ¿por qué ir a misa los domingos? No es suficiente responder que es un precepto de la Iglesia; esto ayuda a defender su valor, pero no es suficiente por sí solo. Los cristianos necesitamos participar en la misa dominical porque solo con la gracia de Jesús, con su presencia viva en nosotros y entre nosotros, podemos poner en práctica sus mandamientos y ser así sus testigos creíbles.
© Librería Editorial Vaticano

martes, 12 de diciembre de 2017

Papa Francisco celebra a la Virgen de Guadalupe con Misa en el Vaticano

VATICANO, Dic 12, 2017 / 12:30PM (EWTN Noticias)


En una Basílica de San Pedro del Vaticano rebosante de fieles procedentes del continente americano, el Papa Francisco preside la Misa por la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en la que hizo un llamado a “defender a nuestros pueblos de una colonización ideológica que cancela lo más rico de ellos”. En su homilía, el Papa pidió mirar a “la riqueza y la diversidad cultural de nuestros pueblos de América Latina y el Caribe, ella es signo de la gran riqueza que somos invitados no sólo a cultivar sino, especialmente en nuestro tiempo, a defender valientemente de todo intento homogeneizador”. 

 El Papa advirtió que ese intento de homogeneizar “termina imponiendo, bajo slogans atrayentes, una única manera de pensar, de ser, de sentir, de vivir, que termina haciendo inválido o estéril todo lo heredado de nuestros mayores; que termina haciendo sentir, especialmente a nuestros jóvenes, poca cosa por pertenecer a tal o cual cultura”. El Pontífice reflexionó en su homilía sobre el “Benedictus” de Zacarías, esposo de Santa Isabel, que se recordó en el Evangelio del día. “A mí me gusta llamarlo ‘el cántico de Isabel o de la fecundidad’”, señaló. “Isabel, la mujer bajo el signo de la esterilidad y bajo el signo de la fecundidad”, destacó. Isabel la mujer estéril En la época de Jesús, “la esterilidad estaba considerada como un castigo divino fruto del propio pecado o el del esposo”, explicó el Papa, para resaltar la trascendencia que supuso el embarazo de la prima de María.

 “Un signo de vergüenza llevado en la propia carne o por considerarse culpable de un pecado que no cometió o por sentirse poca cosa al no estar a la altura de lo que se esperaba de ella. Imaginemos, por un instante, las miradas de sus familiares, de sus vecinos, de sí misma… Esterilidad que cala hondo y termina paralizando toda la vida”, dijo el Santo Padre. No obstante, esta “esterilidad puede tomar muchos nombres y formas cada vez que una persona siente en su carne la vergüenza al verse estigmatizada o sentirse poca cosa”.

 Como ejemplo de ello, ese sentimiento “podemos vislumbrarlo en el indiecito Juan Diego cuando le dice a María ‘yo en verdad no valgo nada, soy mecapal, soy cacaxtle, soy cola, soy ala, sometido a hombros y a cargo ajeno, no es mi paradero ni mi paso allá donde te dignas enviarme’”. Esa “esterilidad” también puede estar hoy “en nuestras comunidades indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones”. También está “en muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica”; o en jóvenes, “que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo para desarrollarse y constituir una familia”. 

 Asimismo, se puede ver ese sentimiento en “muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, ligada muchas veces al turismo sexual”. Isabel la mujer fecunda-asombrada Isabel es “la primera en reconocer y bendecir a María. Es ella la que en la vejez experimentó en su propia vida, en su carne, el cumplimiento de la promesa hecha por Dios. La que no podía tener hijos llevó en su seno al precursor de la salvación”. “En ella, entendemos que el sueño de Dios no es ni será la esterilidad, ni estigmatizar o llenar de vergüenza a sus hijos, sino hacer brotar en ellos y de ellos un canto de bendición”. “De igual manera lo vemos en Juan Diego –indicó regresando a la historia de las apariciones de la Virgen de Guadalupe–.

 Fue precisamente él, y no otro, quien lleva en su tilma la imagen de la Virgen: la Virgen de piel morena y rostro mestizo, sostenida por un ángel con alas de quetzal, pelícano y guacamayo; la madre capaz de tomar los rasgos de sus hijos para hacerlos sentir parte de su bendición”. De esta manera, “pareciera que una y otra vez Dios se empecina en mostrarnos que la piedra que desecharon los constructores se vuelve la piedra angular”. “La Madre de Dios es figura de la Iglesia y de ella queremos aprender a ser Iglesia con rostro mestizo, con rostro indígena, afroamericano, rostro campesino, rostro cola, ala, cacaxtle. Rostro pobre, de desempleado, de niño y niña, anciano y joven para que nadie se sienta estéril ni infecundo, para que nadie se sienta avergonzado o poca cosa”. 

 Por el contrario, “para que cada uno al igual que Isabel y Juan Diego pueda sentirse portador de una promesa, de una esperanza y pueda decir desde sus entrañas: ‘¡Abba!, es decir, ¡Padre!’ desde el misterio de esa filiación que, sin cancelar los rasgos de cada uno, nos universaliza constituyéndonos pueblo”, concluyó. Este martes, a través de su cuenta de Twitter, el Papa Francisco también se refirió a la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. “Mirar la Guadalupana es recordar que la visita del Señor pasa siempre por medio de aquellos que buscan ‘hacer carne’ su Palabra”, aseguró el Santo Padre a través de @pontifex_es.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Hablar con dulzura, para preparar la venida de Cristo dulce y humilde de corazón



“El Salvador es capaz de transformar nuestra vida por la fuerza del amor”

Ángelus 10/12/2017 Captura pantalla CTV
Ángelus 10/12/2017 Captura Pantalla CTV
(ZENIT – 10 dic. 2017).-
Esta es la traducción de las palabras pronunciadas, en italiano, antes de la oración del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El domingo pasado, comenzamos el Adviento con la invitación de vigilar. Hoy segundo domingo de este tiempo de preparación para la Navidad, la liturgia nos indica contenidos específicos, es un tiempo para reconocer los caminos que colmen nuestras vidas, suavizar las asperezas del orgullo y hacer espacio a Jesús que viene. El profeta Isaías se dirige al pueblo anunciando el fin del exilio en Babilonia y el retorno a Jerusalén. Profetiza: “Una voz grita: `en el desierto, preparad el camino al Señor`[…]. Que todo valle sea elevado”(40,3). Los valles elevados representan todos los vacíos de nuestro comportamiento delante de Dios, todos nuestros pecados de omisión.
Un vacío de nuestra vida puede ser el hecho de que no oremos o de que oremos poco. Entonces el adviento es el momento favorable para orar más intensamente, para reservar a la vida espiritual el lugar importante que le corresponde.
Otro vacío podría ser la falta de caridad hacía el prójimo, sobre todo hacia las personas que más necesidad tienen de ayuda, no solamente material, sino también espiritual. Estamos llamados a estar más atentos a las necesidades de los otros, de los más cercanos.
Como Juan Bautista, de esta manera podemos abrir caminos de esperanza en el desierto de los corazones áridos de tantas personas.
“Que todo monte y cerro sea rebajado” (v.4), exhorta Isaías. Las montañas y las colinas que deben de estar rebajadas son el orgullo, la soberbia, la dominación, allá donde hay orgullo, dominación y soberbia, el Señor no puede entrar porque este corazón está lleno de orgullo, de dominación, de soberbia, debemos abajar este orgullo.
Debemos asumir actitudes de dulzura y de humildad, sin grandezas: escuchar hablar con dulzura, y así preparar la venida del Salvador que es dulce y humilde de corazón (Mt. 11-29).
Y después se nos pide eliminar todos los obstáculos que ponemos en nuestra unión con el Señor “Vuélvase lo escabroso llano y las cimas en amplios valles!, entonces se revelará la Gloria del Señor, dice Isaías, y todos los hombres juntos la verán. (Is 40, 4-5). Pero estas acciones deben estar hechas con alegría, porque se enfocan a la preparación de llegada de Jesús. Cuando nosotros esperamos en casa la visita de una persona querida, nosotros preparamos todo con mucho cuidado y felicidad. De la misma manera queremos prepararnos para la venida del Señor: esperarlo cada día con solicitud, para ser llenos de su gracia cuando venga.
El Salvador que estamos esperando es capaz de transformar nuestra vida por la fuerza del Espíritu Santo, por la fuerza del amor. El Espíritu Santo difunde el amor de Dios en los corazones, una fuente inagotable de purificación, vida nueva y libertad.
La Virgen María ha vivido esta realidad en plenitud dejándose “guiar” en el Espíritu Santo que la ha inundado de su poder. Que ella, que ha preparado la venida de Cristo por la totalidad de su existencia, nos ayude a seguir su ejemplo y que guie nuestros pasos al encuentro del Señor que viene.
Angelus Domini nuntiavit Mariae…
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

viernes, 8 de diciembre de 2017

Fiesta de la Inmaculada: El cumplido más hermoso


La Inmaculada es “siempre joven”, explica el Papa en el Ángelus


Angelus del 08/12/2017, Captura CTV
Angelus Del 08/12/2017, Captura CTV
(ZENIT – 8 dic. 2017)
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, buenos días y buena fiesta!
Hoy contemplamos la belleza de María Inmaculada. El Evangelio, que relata el episodio de la Anunciación, nos ayuda a comprender lo que celebramos, especialmente a través del saludo del ángel. Se dirige a María con una palabra que no es fácil de traducir, que significa “llena de gracia”, “creada por la gracia”, “llena de gracia” (Lc 1,28). Antes de llamarla María, él la llama llena de gracia, y así revela el nuevo nombre que Dios le ha dado y que le conviene más que el nombre que le ha sido dado por sus padres. Nosotros también la llamamos así en cada Ave María.
 ¿Qué quiere decir llena de gracia? Que María está llena de la presencia de Dios. Y si está totalmente habitada por Dios, no hay lugar en ella para el pecado. Es una cosa extraordinaria, porque todo en el mundo, por desgracia, está contaminado por el mal. Cada uno de nosotros, mirándonos hacia adentro, vemos aspectos  oscuros. Incluso los más grandes santos eran  pecadores y todas las realidades, incluso las más bellas, se ven afectadas por el mal: todos excepto María. Ella es la única, “oasis” siempre verde de la humanidad, la única que no ha sido contaminada, creada Inmaculada para acoger plenamente, con su “sí” a Dios que viene al mundo y para iniciar también así una historia nueva.
 Cada vez que nosotros la reconocemos llena de gracia, le hacemos el mayor cumplido, el mismo que hizo Dios. Un bello cumplimiento hecho a una mujer, es decirle amablemente que ella tiene un aire joven, cuando nosotros decimos a María llena de gracia, en cierto sentido, le estamos diciendo esto a un nivel más alto, en efecto nosotros la reconocemos siempre joven porque jamás envejece por el pecado, hay una sola cosa que hace verdaderamente envejecer, envejecer interiormente, no son los años, sino el pecado. El pecado  nos envejece porque endurece el corazón, lo cierra, lo hace inerte, lo hace desvanecer. Pero la “llena de gracia” está vacía de pecado. Así que siempre es joven, es” más joven que el pecado” es la “más joven del género humano” (G. Bernanos, Diario de un cura rural, II, 1988, p 175.).
Hoy la Iglesia felicita a María llamándola la toda hermosa, toda pulcra. Como su juventud no es una cuestión de edad, así su belleza no es exterior. María, como se muestra en el Evangelio de hoy, no sobresale en apariencia, de una familia sencilla, ella vivió humildemente en Nazaret, un pueblo casi desconocido. Ella no era conocida, incluso cuando el ángel la visitó nadie lo supo, ese día no había ningún periodista. La Virgen María no tenía ni siquiera una vida cómoda, sino preocupaciones y temores: ella “se turbó” (v. 29), dice el Evangelio, y cuando el ángel “se alejó de ella”, (v. 38) los problemas comenzaron a aumentar
Sin embargo la “llena de gracia” ha vivido una vida bella. ¿Cuál era su secreto? Todavía podemos verlo mirando la escena de la Anunciación. En muchas pinturas de María aparece sentado delante del ángel con un pequeño libro en la mano. Este libro es la Escritura. Así María tenía la costumbre de escuchar a Dios y pasar tiempo con él. La Palabra de Dios era su secreto: cerca de su corazón, y luego se hizo carne en su vientre. Permaneciendo con Dios, conversando con él en todas las circunstancias, María ha embellecido su vida. No es la apariencia, no es lo que pasa, sino que es el corazón vuelto hacia Dios lo que hace la vida hermosa. Hoy miremos con alegría a la llena de gracia. Pidámosle que nos ayude a permanecer jóvenes  diciendo, “no” al pecado y vivir una vida hermosa, diciendo “sí” a Dios.
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

miércoles, 6 de diciembre de 2017

“Gracias de todo corazón a los birmanos y a los bengalíes”



Audiencia general en Adviento 6/12/2017 © L'Osservatore Romano
Audiencia General En Adviento 6/12/2017 © L'Osservatore Romano
(ZENIT – 6 Dic. 2017).- 
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría hablar sobre el viaje apostólico que hice en los últimos días a Myanmar y Bangladesh. Ha sido un gran regalo de Dios, y por eso le doy gracias por todo, especialmente por los encuentros  que tuve. Renuevo la expresión de mi gratitud a las autoridades de los dos países y a los respectivos obispos, por todo el trabajo de preparación y por la acogida que me reservaron junto con mis colaboradores. Un “gracias de todo corazón” a los birmanos y a los bengalíes, que me han demostrado tanta fe y tanto cariño: ¡gracias!
Era la primera vez  que un sucesor de Pedro visitaba Myanmar, y ha sido poco después de que se establecieran las relaciones diplomáticas entre ese país y la Santa Sede.
También en este caso quise expresar la cercanía de Cristo y de la Iglesia a un pueblo que ha sufrido a causa de conflictos y represiones, y que ahora lentamente camina hacia una nueva condición de libertad y paz. Un pueblo en el que la religión budista está fuertemente enraizada, con sus principios espirituales y éticos, y donde los cristianos están presentes como un pequeño rebaño y como levadura del Reino de Dios. Tuve el gozo de confirmar en la fe y en la comunión a esta Iglesia, viva y ferviente, durante el encuentro con los obispos del país y en las dos celebraciones eucarísticas. La primera fue en la gran zona deportiva en el centro de Yangon, y el Evangelio de ese día recordó que las persecuciones por la fe en Jesús son normales para sus discípulos, como ocasión de testimonio , pero que “ni siquiera uno de sus cabellos se perderá ” (ver Lc 21: 12-19). La segunda misa, el último acto de la visita a Myanmar, estuvo dedicada a los jóvenes: un signo de esperanza y un regalo especial de la Virgen María, en la catedral que lleva su nombre. En los rostros de esos jóvenes, llenos de alegría, vi el futuro de Asia: un futuro que no será de los que construyen armas, sino de los que siembran  fraternidad. Y siempre en señal de esperanza, bendije las primeras piedras de 16 iglesias, del seminario y de la nunciatura: ¡dieciocho!
Además de la comunidad católica, pude reunirme con las autoridades de Myanmar, alentando los esfuerzos de pacificación del  país y esperando que todos los diferentes componentes de la nación, ninguno excluido, puedan cooperar en este proceso en el respeto mutuo. Con este espíritu, quise encontrarme con los representantes de las diferentes comunidades religiosas presentes en el país. En particular, en el Consejo Supremo de monjes budistas expresé la estima de la Iglesia por su antigua tradición espiritual y la confianza de que juntos cristianos y budistas puedan ayudar a las personas a amar a Dios y al prójimo, rechazando toda violencia y oponiéndose al mal con el bien.
Dejado Myanmar, fui a Bangladesh, donde, en primer lugar, rendí homenaje a los mártires de la lucha por la independencia y al “Padre de la Nación”. La población de Bangladesh es en gran medida de religión musulmana, por lo que mi visita, -siguiendo las huellas de las del beato Pablo VI y de San Juan Pablo II-  fue un paso más a favor del respeto y el diálogo entre el cristianismo y el Islam.
Recordé a las autoridades del país que la Santa Sede sostuvo desde el principio la voluntad del pueblo bengalí de constituirse como una nación independiente, así como la necesidad de salvaguardar siempre en ella la libertad religiosa. En particular, quise expresar mi solidaridad con Bangladesh en su esfuerzo  de socorrer a los refugiados Rohingya llegados en masa a su territorio, donde la densidad de población es ya una de las más altas del mundo.
La misa celebrada en un parque histórico en Dacca se enriqueció  con la ordenación de dieciséis sacerdotes, y este fue uno de los eventos más significativos y alegres del viaje. Efectivamente, tanto en Bangladesh como en Myanmar y en otros países del sudeste asiático, gracias a Dios,  vocaciones no faltan;  un signo de comunidades vivas  donde resuena la voz del Señor que llama a seguirlo. Compartí esta alegría con los obispos de Bangladesh, y los alenté en su generoso trabajo en favor de  las familias, los pobres, la educación, el diálogo y la paz social. Y compartí esta alegría con tantos sacerdotes, consagrados  yconsagradas del país, así como con los seminaristas, las  novicias y novicios, en quienes vi los brotes de la Iglesia en esa tierra.
En Dacca vivimos  un momento fuerte de diálogo interreligioso y ecuménico, que me dio la oportunidad de subrayar la apertura del corazón como base de la cultura del encuentro, de la armonía y de la paz. También visité la “Casa Madre Teresa“, donde se alojaba la santa cuando estaba en esa ciudad, y que acoge a muchos huérfanos y personas con discapacidades. Allí, de acuerdo con su carisma, las hermanas viven todos los días la oración de adoración y el servicio a Cristo, pobre y que sufre. Y nunca, nunca,  de sus labios falta  la sonrisa: monjas que rezan tanto, que sirven a los que sufren y continuamente con una sonrisa. Es un hermoso testimonio. Muchas gracias a estas hermanas.
El último evento fue con los jóvenes bengalíes, repleto de testimonios, canciones y danzas. ¡Pero qué bien bailan, estos bengalíes! ¡Saben bailar muy bien! Una fiesta que manifestó la alegría del Evangelio acogido por esa cultura; una alegría fecundada por los sacrificios de tantos misioneros, de tantos catequistas y padres cristianos.  En el encuentro  había también  jóvenes musulmanes y  de otras religiones : un signo de esperanza para Bangladesh, Asia y el mundo entero. Gracias.
© Librería Editorial Vaticano

martes, 5 de diciembre de 2017

“La humildad sin humillaciones no es humildad”


Reflexión del Papa en la Misa del 5 de diciembre de 2017


Misa en Santa Marta © L´Osservatore Romano
Misa En Santa Marta © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 5 Dic. 2017).- “Hay un signo, una señal única: aceptar las humillaciones. La humildad sin humillaciones no es humildad”, exhorta el Papa Francisco.
Esta mañana, del martes 5 de diciembre, en la Misa celebrada en la capilla de Santa Marta, el Santo Padre ha tomado un pasaje del profeta Isaías para reflexionar sobre la humildad, “una dote indispensable en la vida del cristiano”, recordó el Papa Francisco.
“¿Y cuál es el estilo de vida del cristiano?”, ha planteado el Pontífice. “Un estilo –ha respondido– como el de Jesús, de humildad”: “Humilde es aquel hombre, aquella mujer, que es capaz de soportar las humillaciones como las ha soportado Jesús, el gran humillado”, anunció el Santo Padre.
Pequeño brote
Francisco ha recordado que todo cristiano es como “un pequeño brote donde se posará el Espíritu del Señor, Espíritu de sabiduría y de inteligencia, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de conocimiento y de temor del Señor”, y el deber del cristiano debe ser sencillamente “custodiar el brote que crece en nosotros, custodiar el crecimiento, custodiar al Espíritu”.
“Se necesita fe y humildad para creer que este brote, este don tan pequeño llegará a la plenitud de los dones del Espíritu Santo. Se necesita humildad para creer que el Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, como dice el Evangelio de hoy, ha escondido estas cosas a los sabios, a los doctos, y las ha revelado a los pequeños”, ha explicado el Papa Francisco.
“Humildad es ser pequeño, como el brote pequeño, que crece cada día, pequeño, que tiene necesidad del Espíritu Santo para poder ir adelante, hacia la plenitud de la propia vida”, ha indicado.
“Algunos creen que ser humilde – observó el Papa Francisco – es ser educado, cortés, cerrar los ojos en la oración”… “No, ser humilde no es eso”.