domingo, 29 de octubre de 2017

“El sueño de Dios para el hombre es hacerlo partícipe de su vida de Amor”

 Ángelus del último domingo de octubre de 2017. - ANSA

29/10/2017 12:06
Texto completo de las palabras del Papa Francisco en el Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo la liturgia nos presenta un pasaje evangélico breve, pero muy importante (Cfr. Mt 22,34-40). El evangelista Mateo narra que los fariseos se reunieron para poner a prueba a Jesús. Uno de ellos, un doctor de la Ley, le dirige esta pregunta: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?» (v. 36). Es una pregunta insidiosa, porque en la Ley de Moisés son mencionados más de seiscientos preceptos. ¿Cómo distinguir, entre todos estos, el mandamiento más grande? Pero Jesús no tiene duda alguna y responde: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu». Y agrega: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (vv. 37.39).



Esta respuesta de Jesús no es presupuesta, porque, entre los múltiples preceptos de la ley hebrea, los más importantes eran los diez Mandamientos, comunicados directamente por Dios a Moisés, como condición del pacto de alianza con el pueblo. Pero Jesús quiere hacer entender que sin el amor por Dios y por el prójimo no existe verdadera fidelidad a esta alianza con el Señor. Tú puedes hacer tantas cosas buenas, cumplir tantos preceptos, tantas cosas buenas, pero si tú no tienes amor, esto no sirve.
Lo confirma otro texto del Libro del Éxodo, llamado “código de la alianza”, donde se dice que no se puede estar en la Alianza con el Señor y maltratar a quienes gozan de su protección. ¿Y quiénes son estos que gozan de la protección? Dice la Biblia: la viuda, el huérfano, el migrante, es decir, las personas más solas e indefensas (Cfr. Ex 22,20-21).



Respondiendo a esos fariseos que lo habían interrogado, Jesús trata también de ayudarlos a poner en orden en su religiosidad, para restablecer lo que verdaderamente cuenta y lo que es menos importante. Dice: «De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas» (Mt 22,40). Son los más importantes, y los demás dependen de estos dos. Y Jesús ha vivido justamente así su vida: predicando y obrando lo que verdaderamente cuenta y es esencial, es decir, el amor. El amor da impulso y fecundidad a la vida y al camino de fe: sin el amor, sea la vida, sea la fe permanecen estériles.
Lo que Jesús propone en esta página evangélica es un ideal estupendo, que corresponde al deseo más auténtico de nuestro corazón. De hecho, nosotros hemos sido creados para amar y ser amados.


 Dios, que es Amor, nos ha creado para hacernos partícipes de su vida, para ser amados por Él y para amarlo, y para amar con Él a todas las personas. Este es el “sueño” de Dios para el hombre. Y para realizarlo tenemos necesidad de su gracia, necesitamos recibir en nosotros la capacidad de amar que proviene de Dios mismo. Jesús se ofrece a nosotros en la Eucaristía justamente por esto. En ella nosotros recibimos su Cuerpo y su Sangre, es decir, recibimos a Jesús en la expresión máxima de su amor, cuando Él se ofreció a sí mismo al Padre por nuestra salvación.

La Virgen Santa nos ayude a acoger en nuestra vida el “gran mandamiento” del amor a Dios y al prójimo. De hecho, si incluso lo conocemos desde cuando éramos niños, no terminaremos jamás de convertirnos a ello y de ponerlo en práctica en las diversas situaciones en las cuales nos encontramos.
(Traducción del italiano, Renato Martinez)

miércoles, 25 de octubre de 2017

“Con humildad pidamos que todo se cumpla y sea transformado en el amor”

Audiencia General del último miércoles de octubre de 2017del Papa Francisco



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Esta es la última catequesis sobre el tema de la esperanza cristiana, que nos ha acompañado desde el inicio de este año litúrgico. Y concluiré hablando del paraíso, como meta de nuestra esperanza.
«Paraíso» es una de las últimas palabras pronunciadas por Jesús en la cruz, dirigida al buen ladrón. Detengámonos un momento en esta escena. En la cruz, Jesús no está sólo. Junto a Él, a la derecha y a la izquierda, están dos malhechores. Tal vez, pasando delante de esas tres cruces izadas en el Gólgota, alguien exhaló un suspiro de alivio, pensando que finalmente se hacía justicia condenando a muerte a gente así.

Junto a Jesús esta también un reo confeso: uno que reconoce haber merecido aquel terrible suplicio. Lo llamamos el “buen ladrón”, el cual, oponiéndose al otro, dice: nosotros recibimos lo que hemos merecido por nuestras acciones (Cfr. Lc 23,41).
En el Calvario, ese viernes trágico y santo, Jesús llega al extremo de su encarnación, de su solidaridad con nosotros pecadores. Ahí se realiza lo que el profeta Isaías había dicho del Siervo sufriente: «fue contado entre los culpables» (53,12; Cfr. Lc 22,37).
Es ahí, en el Calvario, que Jesús tiene la última cita con un pecador, para abrirle también a él las puertas de su Reino. Esto es interesante: es la única vez que la palabra “paraíso” aparece en los evangelios. Jesús lo promete a un “pobre diablo” que en la madera de la cruz ha tenido la valentía de dirigirle el más humilde de los pedidos: «Acuérdate de mí cuando entrarás en tu Reino» (Lc 23,42).
 
 No tenía obras de bien por hacer valer, no tenía nada, sino se encomienda a Jesús, que lo reconoce como inocente, bueno, así diverso de él (v. 41). Ha sido suficiente esta palabra de humilde arrepentimiento, para tocar el corazón de Jesús.
El buen ladrón nos recuerda nuestra verdadera condición ante Dios: que nosotros somos sus hijos, que Él siente compasión por nosotros, que Él se derrumba cada vez que le manifestamos la nostalgia de su amor. En las habitaciones de tantos hospitales o en las celdas de las prisiones este milagro se repite numerosas veces: no existe una persona, por cuanto haya vivido mal, al cual le quede sólo la desesperación y le sea prohibida la gracia. Ante Dios nos presentamos todos con las manos vacías, un poco como el publicano de la parábola que se había detenido a orar al final del templo (Cfr. Lc 18,13).
 
Y cada vez que un hombre, haciendo el último examen de conciencia de su vida, descubre que las faltas superan largamente a las obras de bien, no debe desanimarse, sino confiar en la misericordia de Dios. ¡Y esto nos da esperanza, esto nos abre el corazón!
Dios es Padre, y hasta el último espera nuestro regreso. Y al hijo prodigo que ha regresado, que comienza a confesar sus culpas, el padre le cierra la boca con un abrazo (Cfr. Lc 15,20). ¡Este es Dios: así nos ama!
El paraíso no es un lugar como en las fábulas, ni mucho menos un jardín encantado. El paraíso es el abrazo con Dios, Amor infinito, y entramos gracias a Jesús, que ha muerto en la cruz por nosotros. Donde esta Jesús, hay misericordia y felicidad; sin Él existe el frio y las tinieblas. 
 
A la hora de la muerte, el cristiano repite a Jesús: “Acuérdate de mí”. Y aunque no existiese nadie que se recuerde de nosotros, Jesús está ahí, junto a nosotros. Quiere llevarnos al lugar más bello que existe. Quiere llevarnos allá con lo poco o mucho de bien que existe en nuestra vida, para que nada se pierda de lo que ya Él había redimido. Y a la casa del Padre llevará también todo lo que en nosotros tiene todavía necesidad de redención: las faltas y las equivocaciones de una entera vida. Es esta la meta de nuestra existencia: que todo se cumpla, y sea transformado en el amor.
Si creemos en esto, la muerte deja de darnos miedo, y podemos incluso esperar partir de este mundo de manera serena, con mucha confianza. 
 
 Quien ha conocido a Jesús, no teme más nada. Y podremos repetir también nosotros las palabras del viejo Simeón, también él bendecido por el encuentro con Cristo, después de una entera vida consumida en la espera: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación» (Lc 2,29-30).

Y en ese instante, finalmente, no tendremos más necesidad de nada, no veremos más de manera confusa. No lloraremos más inútilmente, porque todo es pasado; incluso las profecías, también el conocimiento. Pero el amor no, es lo que queda. Porque «el amor no pasará jamás» (Cfr. 1 Cor 13,8).

(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

domingo, 22 de octubre de 2017

“Tú perteneces a Dios”

 No huir de la realidad, palabras antes del ángelus.

(Traducción completa)

Angelus 24/09/2017 CTV
Angelus 24/09/2017 CTV
(ZENIT – Roma, 22 de octubre de 2017).-
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
El Evangelio de este domingo (Mt 22, 15-21) nos presenta un nuevo cara a cara entre Jesús y sus oponentes. El tema afrontado es el del tributo al César: una pregunta “espinosa”, sobre el carácter lícito o no de pagar el tributo al emperador de Roma, al cual estaba sujeta Palestina en tiempos de Jesús. Había diversas posiciones. Como consecuencia la pregunta dirigida por los fariseos: “Está permitido, sí o no, pagar el impuesto al César, el emperador? “(v. 17) constituye una trampa para el Maestro. En efecto, según lo que responda, sería acusado de estar a favor o en contra de Roma.


Pero Jesús, en este caso también, responde con calma y se aprovecha de la pregunta maliciosa para dar una enseñanza importante, levantándose por encima de la polémica y de los enfrentamientos opuestos. Dice a los fariseos: “Enséñame la moneda de los impuestos”. Ellos le presentan una moneda de un denario, y Jesús, observando la moneda, pregunta: “Esta imagen y esta inscripción, de quién son?” Los fariseos no sabían qué responder: “De César”. Entonces Jesús concluye: “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. (cf. Vv. 19-21). 

Por una parte, incitando a dar al emperador lo que le pertenece, Jesús declara que pagar el impuesto no es un acto de idolatría, sino de un acto debido a la autoridad terrestre; por otra parte – y es aquí donde Jesús da el” golpe de gracia” – recordando la primacía de Dios, pide de darle aquello que le retorna en tanto que es el Señor de la vida, del hombre y de la historia.

La referencia a la imagen del César, grabada en la moneda, dice que es justo sentirse en pleno título – con los derechos y deberes – ciudadano del Estado; pero simbólicamente esto hace pensar a la otra imagen que está impresa en todo hombre: la imagen de Dios. Él es el Señor de todo, y nosotros, que hemos sido creados “a su imagen”, pertenecemos primeramente a Él. Jesús saca de esta pregunta, que le ha sido hecha por los fariseos, una interrogación más radical y vital para cada uno de nosotros, una pregunta que podemos hacernos: ¿a quién pertenezco? ¿A la familia, a la ciudad, a los amigos, a la escuela, al trabajo, a la política, al Estado? Sí, ciertamente. 

Pero ante todo – nos recuerda Jesús – tú perteneces a Dios. Es la pertenencia fundamental. Es él quién te ha dado todo lo que eres y todo lo que tienes. Por lo tanto nuestra vida, día tras día, podemos y debemos vivirla en el reconocimiento de nuestra pertenencia fundamental y en el reconocimiento del corazón hacía nuestro Dios, que crea a cada uno de nosotros individualmente, único, pero siempre a imagen de su Hijo amado, Jesús. Es un magnífico misterio.
El cristiano está llamado a comprometerse concretamente en las realidades humanas y sociales sin oponer “Dios” y “César”; oponer Dios y César sería una actitud fundamentalista. 

El cristiano está llamado a comprometerse concretamente en las realidades terrestres, pero iluminándolas con la luz que viene de Dios. La confianza prioritaria en Dios y l esperanza en Él no comportan una huida de la realidad, sino más bien de darle activamente a Dios lo que le pertenece. Por eso el creyente mira la realidad futura, la de Dios, para vivir la vida terrestre en plenitud, y responder con valentía a sus desafíos.
Que la virgen María nos ayude a vivir siempre en conformidad a la imagen de Dios que llevamos en nosotros, en nuestro interior, dando así nuestra contribución a la construcción de la ciudad terrestre.
(C) Traducción de Zenit, Raquel Anillo







  El Papa por los cristianos perseguidos

Palabras después del ángelus (Traducción completa)



Queridos hermanos y hermanas, Ayer en Barcelona, Mateo Casals, Teófilo Casajús, Ferrán Saperas y 106 compañeros mártires, pertenecientes a la Congregación religiosa de los Claretianos y muertos por el odio de la fe durante la guerra civil española, han sido beatificados. Que su ejemplo heroico y su intercesión sostengan a los cristianos que aún en nuestros días – y son muchos -, en diversas partes del mundo, sufren discriminaciones y persecuciones.

Hoy celebramos la Jornada mundial de las misiones, con el tema “La misión en el corazón de la Iglesia”. Os Exhorto a todos a vivir la alegría de la misión dando testimonio del Evangelio en los medios donde vive y trabaja cada uno de vosotros. Al mismo tiempo, estamos llamados a sostener a los misioneros que han ido para anunciar a Cristo a aquellos que no le conocen todavía, por el cariño, la ayuda concreta y la oración. Os recuerdo que mi intención es la de promover un Mes Misionero Extraordinario en octubre de 2019, para alimentar el ardor de la actividad evangelizadora de la Iglesia ad gentes. El día en el cuál se celebre la memoria de litúrgica de San Juan Pablo II, Papa misionero, confiemos a su intercesión la misión de la Iglesia en el mundo.

Os pido que os unáis a mi oración por la paz en el mundo. En estos días, estoy particularmente atento a Kenia, que visité en el 2015, y por quien oro para que todo el país sepa afrontar sus dificultades actuales en un clima de diálogo constructivo, teniendo en el corazón la búsqueda del bien común.
Y ahora os saludo a todos, peregrinos provenientes de Italia y de diferentes países. En particular, a los fieles de Luxemburgo y a los de Ibiza, al Movimiento Familiar del Corazón Inmaculado de María de Brasil, las hermanas de la Santa Madre de los Dolores. Saludo y bendigo con afección a la comunidad peruana de Roma, aquí reunidos con la imagen del Señor de los Milagros.
Saludo a los grupos de fieles de tantas parroquias italianas, y les animo a continuar su camino de fe con alegría.
Y a todos, os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen apetito y hasta luego!

miércoles, 18 de octubre de 2017

Catequesis del Papa sobre la esperanza y la muerte


El Papa llega a la plaza de san Pedro 18/10/2017 © L´Osservatore Romano
El Papa llega a la plaza de san Pedro 18/10/2017 © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 18 Oct. 2017).- “Esta es nuestra esperanza frente a la muerte. Para el que cree, es una puerta ”.
A continuación se puede leer el texto completo de la catequesis del Papa.
Catequesis del papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, me gustaría confrontar la esperanza cristiana con la realidad de la muerte, una realidad que nuestra civilización moderna tiende cada vez más a suprimir. Así que, cuando llega la muerte de los que nos rodean o de nosotros mismos, no estamos preparados, no tenemos un “alfabeto” adecuado para esbozar palabras con sentido sobre su misterio que, de todas formas, sigue estando allí. Sin embargo, los primeros signos de la civilización humana han pasado precisamente a través de este enigma. Podríamos decir que el hombre nació con el culto de los muertos.

Otras civilizaciones, antes de la nuestra, tuvieron el coraje de mirarla a la cara. Era un evento que los viejos contaban a las nuevas generaciones, como una realidad inevitable que obligaba al hombre a vivir por algo absoluto. Dice el Salmo 90: “Enséñanos a contar nuestros días para que entre la sabiduría en nuestros corazones” (v. 12). ¡Contar nuestros días vuelve al corazón sabio! Palabras que nos llevan a un realismo saludable, ahuyentando el delirio de la omnipotencia. ¿Qué somos? Somos “casi nada”, dice otro salmo (cf. 88: 48); nuestros días huyen veloces: aunque viviéramos cien años, al final todo nos habría parecido un soplo. Muchas veces he escuchado a los ancianos decir: “La vida se me ha pasado como en un soplo…”
.
La muerte pone así nuestra vida al desnudo. Nos muestra que nuestros actos de orgullo, de ira y odio eran vanidad: vanidad pura. Nos damos cuenta con resquemor de que no hemos amado lo suficiente y no hemos buscado lo esencial. Y, por el contrario, vemos cuánto realmente bueno hemos sembrado: los afectos por los que nos hemos sacrificado y que ahora nos sujetan la mano.
Jesús iluminó el misterio de nuestra muerte. Con su comportamiento, nos autoriza a sentir tristeza cuando una persona querida se va. Él se turbó “profundamente” ante la tumba de Lázaro, y “se echó a llorar” (Juan 11:35). 

En esta actitud, sentimos a Jesús muy cerca, como un hermano nuestro. Lloró por su amigo Lázaro.
Entonces Jesús reza al Padre, fuente de vida, y manda a Lázaro que salga del sepulcro… Y así sucede. La esperanza cristiana se nutre de esta actitud que Jesús asume contra la muerte humana: aunque esté presente en la creación es, sin embargo, un corte que desfigura el diseño de amor de Dios y el Salvador quiere curarnos.
En otros lugares, los Evangelios hablan de un padre que tenía una hija muy enferma y se dirige a Jesús con fe para que la salve (cf. Mc 5,21-24.35-43). Y no hay figura más conmovedora que un padre o una madre con un hijo enfermo. E inmediatamente Jesús se encamina con ese hombre, que se llamaba Jairo. En un momento dado llega alguien de la casa de Jairo y le dice que la niña se ha muerto y ya no hay necesidad de molestar al Maestro. Pero Jesús dice a Jairo: “No temas, solamente ten fe” (Mc 5:36). Jesús sabe que aquel hombre está tentado de reaccionar con rabia y desesperación porque la niña está muerta y le pide que guarde la pequeña llama encendida en su corazón: la fe. “No temas, solamente ten fe”. “¡No tengas miedo, sigue teniendo encendida esa llama!” Y luego, llegados a casa, despertará de la muerte a la niña y la devolverá viva a sus seres queridos.

Jesús nos pone en este “risco” de fe. A Marta, que llora por la muerte de su hermano Lázaro, opone la luz de un dogma: “Yo soy la resurrección y la vida; El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? “(Jn 11: 25-26). Es lo que Jesús repite a cada uno de nosotros, cada vez que la muerte viene a rasgar el tejido de la vida y de los afectos. Toda nuestra existencia se juega aquí, entre el lado de la fe y el precipicio del miedo. Jesús dice: “Yo no soy la muerte, soy la resurrección y la vida, ¿crees esto? ¿Crees esto?” Nosotros, que estamos hoy en la plaza, ¿creemos esto?

Todos somos pequeños e indefensos frente al misterio de la muerte. Sin embargo, ¡qué gracia si en ese momento guardamos la llama de la fe en nuestros corazones! Jesús nos llevará de la mano, como tomó de la mano a la hija de Jairo, y nos repetirá de nuevo, “Talita kum”, “Niña, levántate!” (Mc 5,41). Nos lo dirá, a cada uno de nosotros: “¡Levántate, resurge!” Yo ahora os invito a cerrar los ojos y a pensar en ese momento: el de nuestra muerte. Cada uno de nosotros piense en su propia muerte, e imagine ese momento que vendrá cuando Jesús nos tome de la mano y diga: “Ven, ven conmigo, levántate”. Allí terminará la esperanza y será la realidad, la realidad de la vida.

 Pensadlo bien: Jesús mismo vendrá donde cada uno de nosotros y nos tomará de su mano, con su ternura, su dulzura, su amor. Y que cada uno repita en su corazón la palabra de Jesús: “¡Levántate, ven, levántate, ven! ¡Levántate, resurge!”.
Esta es nuestra esperanza frente a la muerte. Para el que cree, es una puerta que se abre de par en par; para aquellos que dudan, es un rayo de luz que se filtra desde una puerta que no se ha cerrado del todo. Pero para todos nosotros, será una gracia cuando esta luz, del encuentro con Jesús, nos ilumine.

Llamamiento
Quiero expresar mi dolor por la masacre ocurrida hace unos días en Mogadiscio, Somalia, que ha causado más de 300 muertos, incluidos algunos niños. Este acto terrorista merece el deploro más firme también porque se ensaña contra una población ya duramente probada. Rezo por los muertos y por los heridos, por sus familiares y por toda la población de Somalia. Imploro la conversión de los violentos y aliento a todos los que, con enormes dificultades, trabajan por la paz en esa tierra martirizada.

lunes, 16 de octubre de 2017

Sin amor, la vida cristiana se convierte en “una moral imposible”


Homilía para la canonización de de 35 Bienaventurados (Texto completo)

Canonización en Roma 15/10/2017 © L´Osservatore Romano
Homilía del Papa Francisco
La parábola que hemos escuchado nos habla del Reino de Dios como un banquete de bodas (cf. Mt 22,1-14). El protagonista es el hijo del rey, el esposo, en el que resulta fácil entrever a Jesús. En la parábola no se menciona nunca a la esposa, pero sí se habla de muchos invitados, queridos y esperados: son ellos los que llevan el vestido nupcial. Esos invitados somos nosotros, todos nosotros, porque el Señor desea “celebrar las bodas” con cada uno de nosotros.
Las bodas inauguran la comunión de toda la vida: esto es lo que Dios desea realizar con cada uno de nosotros. Así pues, nuestra relación con Dios no puede ser solo como la de los súbditos devotos con el rey, la de los siervos fieles con el amo, o la de los estudiantes diligentes con el maestro, sino, ante todo, como la relación de esposa amada con el esposo.
En otras palabras, el Señor nos desea, nos busca y nos invita, y no se conforma con que cumplamos bien los deberes u observemos sus leyes, sino que quiere que tengamos con él una verdadera comunión de vida, una relación basada en el diálogo, la confianza y el perdón.
Esta es la vida cristiana, una historia de amor con Dios, donde el Señor toma la iniciativa gratuitamente y donde ninguno de nosotros puede vanagloriarse de tener la invitación en exclusiva; ninguno es un privilegia con respecto a los demás, pero cada uno es un privilegiado ante Dios. De este amor gratuito, tierno y privilegiado nace y renace siempre la vida cristiana. Preguntémonos si, al menos una vez al día, manifestamos al Señor nuestro amor por él; si nos acordamos de decirle cada día, entre tantas palabras: “Te amo Señor. Tú eres mi vida”.
Porque, si se pierde el amor, la vida cristiana se vuelve estéril, se convierte en un cuerpo sin alma, una moral imposible, un conjunto de principios y leyes que hay que mantener sin saber por qué. En cambio, el Dios de la vida aguarda una respuesta de vida, el Señor del amor espera una respuesta de amor. En el libro del Apocalipsis, se dirige a una Iglesia con un reproche bien preciso: “Has abandonado tu amor primero” (2, 4). Este es el peligro: una vida cristiana rutinaria, que se conforma con la “normalidad”, sin vitalidad, sin entusiasmo, y con poca memoria. Reavivemos en cambio la memoria del amor primero: somos los amados, los invitados a las bodas, y nuestra vida es un don, porque cada día es una magnífica oportunidad para responder a la invitación.
Pero el Evangelio nos pone en guardia: la invitación puede ser rechazada. Muchos invitados respondieron que no, porque estaban sometidos a sus propios intereses: “Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios”, dice el texto (Mt 22,5). Una palabra se repite: sus; es la clave para comprender el motivo del rechazo. En realidad, los invitados no pensaban que las bodas fueran tristes o aburridas, sino que sencillamente “no hicieron caso”: estaban ocupados en sus propios intereses, preferían poseer algo en vez de implicarse, como exige el amor.
Así es como se da la espalda al amor, no por maldad, sino porque se prefiere lo propio: las seguridades, la autoafirmación, las comodidades… Se prefiere apoltronarse en el sillón de las ganancias, de los placeres, de algún hobby que dé un poco de alegría, pero así se envejece rápido y mal, porque se envejece por dentro; cuando el corazón no se dilata, se cierra. Y cuando todo depende del yo – de lo que me parece, de lo que me sirve, de lo que quiero – se acaba siendo personas rígidas y malas, se reacciona de mala manera por nada, como los invitados en el Evangelio, que fueron a insultar e incluso a asesinar (cf. V. 6) a quienes llevaban la invitación, solo porque los incomodaban.
Entonces el Evangelio nos pregunta de qué parte estamos: ¿de la parte del yo o de la parte de Dios? Porque Dios es lo contrario al egoísmo, a la auto referencialidad. Él – nos dice el Evangelio – ante los continuos rechazos que recibe, ante la cerrazón hacia sus invitados, sigue adelante, no pospone la fiesta. No se resigna, sino que sigue invitando. Frente a los “no”, no da un portazo, sino que incluye aún a más personas. Dios, frente a las injusticias sufridas, responde con un amor más grande. Nosotros, cuando nos sentimos heridos por agravios y rechazos, a menudo nutrimos disgusto y rencor. Dios, en cambio, mientras sufre por nuestros “no”, sigue animando, sigue adelante disponiendo el bien, incluso para quien hace el mal. Porque así actúa el amor; Porque solo así se vence el mal. Hoy este Dios, que no pierde nunca la esperanza, nos invita a obrar como él, a vivir con un amor verdadero, a superar la resignación y los caprichos de nuestro yo susceptible y perezoso.
El Evangelio subraya un último aspecto: el vestido de los invitados, que es indispensable. En efecto, no basta con responder una vez a la invitación, decir “si” y ya está, sino que se necesita vestir un hábito, se necesita el hábito de vivir el amor cada día. Porque no se puede decir “Señor, Señor” y no vivir y poner en práctica la voluntad de Dios (cf. Mt 7, 21). Tenemos necesidad de revestirnos cada día de su amor, de renovar cada día la elección de Dios. Los santos hoy canonizados, y sobre todo los mártires, nos señalan este camino. Ellos no han dicho “si” al amor con palabras y por un poco de tiempo, sino con la vida y hasta el final. Su vestido cotidiano ha sido el amor de Jesús, ese amor de locura con que nos ha amado hasta el extremo, que ha dado su perdón y sus vestiduras a quien lo estaba crucificando. También nosotros hemos recibido en el Bautismo una vestidura blanca, el vestido nupcial para Dios.
Pidámosle, por intercesión de estos santos hermanos y hermanas nuestros, la gracia de elegir y llevar cada día este vestido, y de mantenerlo limpio. ¿Cómo hacerlo? Ante todo, acudiendo a recibir el perdón del Señor sin miedo: este es el paso decisivo para entrar en la sala del banquete de bodas y celebrar la fiesta del amor con él.
© Librería del Vaticano
Share this Entry

miércoles, 11 de octubre de 2017

“La esperanza vigilante define a quien se ha encontrado con Jesús”


 Catequesis de Papa sobre la esperanza cristiana


El Papa llega a la plaza de san Pedro 11/10/2017 © L´Osservatore Romano
El Papa llega a la plaza de san Pedro 11/10/2017 © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 11 Oct. 2017).- “
El Papa ha ofrecido la 37ª catequesis sobre la esperanza cristiana esta mañana, 11 de octubre de 2017, en la audiencia general, a las 9:45 horas en la Plaza de san Pedro del Vaticano, ante miles de peregrinos de diversos países.
Catequesis del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio que hemos escuchado nos invita a vivir en esperanza vigilante, es decir, a estar siempre preparados para recibir al Señor, con la total confianza de que ya hemos sido salvados por él y de que estamos esperando la plena manifestación de su gloria.

Esto exige que vivamos con responsabilidad nuestra fe, y que acojamos con agradecimiento y asombro cada día de nuestra vida como un regalo de Dios.
La esperanza vigilante y la paciencia son dos características que definen a quien se ha encontrado con Jesús, estructurando su vida desde la confianza y la espera, consciente de que el futuro no es sólo obra de nuestras manos, sino de la preocupación providente de un Dios que es todo misericordia.

Este convencimiento lleva al cristiano a amar la vida, a no maldecirla nunca, pues todos los momentos, por muy dolorosos, oscuros y opacos que estos sean, son iluminados con el dulce y poderoso recuerdo de Cristo. Gracias a él estamos convencidos de que nada es inútil, ni vacío, ni fruto de la vana casualidad, sino que cada día esconde un gran misterio de gracia y de que en nuestro mundo no necesitamos otra cosa que no sea una caricia de Cristo.

martes, 10 de octubre de 2017

Reflexionar, con el Libro de Jonás

El Papa celebra la Misa matutina en la capilla de la Casa de Santa Marta.
10/10/2017 11:56

(RV).- Por segundo día consecutivo la Liturgia del segundo martes de octubre propone reflexionar, con el Libro de Jonás, sobre  un diálogo entre la misericordia, la penitencia, la profecía y la terquedad”, si bien sobre todas “vence la misericordia”. En su homilía el Papa resumió estos conceptos a partir de la historia del profeta  al que definió un “testarudo” que quería enseñar a Dios “cómo se deben hacer las cosas”.
De esta conocida vicisitud Francisco afirmó que Jonás se niega a cumplir la misión que el Señor le había encomendado, es decir, convertir a la gente de Nínive, si bien después lo hace, aunque permanece “desdeñado” porque Dios, viendo el arrepentimiento de la ciudad, la perdona. Es un “pusilánime” – dijo el Papa – con “el alma almidonada”:
“Los tozudos de alma, los rígidos, no comprenden lo que es  la misericordia de Dios. Son como Jonás: ‘Debemos predicar esto, que estos sean castigados porque han hecho el mal y deben ir al inferno…’. Los rígidos no saben ensanchar el corazón como el Señor. Los rígidos son pusilánimes, con el pequeño corazón cerrado allí, apegados a la justicia desnuda. Y olvidan que la justicia de Dios se ha hecho carne en su Hijo; se ha hecho misericordia, se ha hecho perdón; que el corazón de Dios siempre está abierto al perdón”.
Es más – refirmó el Pontífice – los obstinados “olvidan que Dios, que la omnipotencia de Dios, se manifiesta sobre todo en su misericordia y en el perdón. Esta es la omnipotencia de Dios.
“Y no es fácil comprender la misericordia de Dios, no es fácil. Se necesita tanta oración para poder comprenderla, porque es una gracia. Nosotros estamos acostumbrados al ‘me lo has hecho, te la haré’…, a esa justicia, ‘has hecho’, ‘pagas’. Pero Jesús ha pagado por nosotros y sigue pagando”.
Dios habría podido abandonar a Jonás. Dejarlo a su tozudez. Y, en cambio, lo salvó, como salvó a la gente de Nínive. Sí, porque es el “Dios de la paciencia”, que sabe acariciar y que sabe “ensanchar los corazones”:
“Este es el mensaje de este libro profético. Un diálogo entre la profecía, la penitencia, la misericordia y la cobardía o la terquedad. Pero siempre vence la misericordia de Dios, porque es su omnipotencia la que se manifiesta precisamente en su misericordia. Yo me permito aconsejarles hoy que tomen la Biblia y lean este Libro de Jonás – es muy pequeño – son tres páginas – y que vean cómo actúa el Señor, cómo es la misericordia del Señor, cómo el Señor trasforma nuestros corazones. Y dar gracias al Señor porque Él es tan misericordioso”.

domingo, 8 de octubre de 2017

“Aportar el vino nuevo de la misericordia del Señor”

El Papa comenta la parábola de los viñadores homicidas
Angelus 08/10/2017, CTV
Angelus 08/10/2017, CTV
(ZENIT – Roma, 8 de octubre de 2017). – “Aportar el vino nuevo de la misericordia del Señor”: es la misión del cristiano según el Papa Francisco.

Palabras del Papa Francisco antes del ángelus
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La liturgia de este domingo nos propone la parábola de los viñadores homicidas a los cuales el propietario confía la viña que él ha plantado y después se va (cf. Mt 21,33-43). Así se puso a prueba la lealtad de estos viñadores: la viña les es confiada, ellos la deben guardar, hacerla fructificar y devolver la cosecha al propietario.
Una vez llegado el tiempo de la vendimia, el propietario envía a sus servidores a recoger los frutos. Pero los viñadores adoptan una actitud posesiva: no se consideran como simples administradores, sino como propietarios y rehúsan recolectar. Maltratan a los siervos hasta el punto de matarlos. 

El propietario se muestra paciente con ellos: envía a otros servidores, más numerosos que los primeros, pero el resultado es el mismo. Al final, con su paciencia, decide enviar a su propio hijo, pero los viñadores, presos de sus comportamientos posesivos, matan también al hijo, pensando que así serían los herederos.
Este relato ilustra de una manera alegórica estos reproches que los profetas habían hecho en relación a la historia de Israel. Es una historia que nos pertenece: habla de la alianza que Dios quiso establecer con la humanidad y a la cual también nos llamó a participar. Pero, esta historia de alianza, como toda historia de amor conoce sus momentos positivos, pero está marcada por traiciones y rechazos.

Para entender como Dios responde a los rechazos opuestos a su amor y a su propuesta de alianza, el pasaje evangélico pone en los labios del propietario de la viña una cuestión: “Cuando venga el propietario de la viña, que les hará a los campesinos?” (v.40). esta cuestión subraya que la decepción de Dios ante el mal comportamiento de los hombres no es la última palabra!
Esta es la gran novedad del cristianismo: un Dios que, incluso decepcionado por nuestros errores y por nuestros pecados, no falta a su palabra, no se cierra, y sobre todo no se venga!

Hermanos y hermanas, no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, abrazarnos.
Por las “piedras rechazadas”- es Cristo la primera piedra que los constructores rechazaron”-, por las situaciones de debilidad y de pecado, Dios continua poniendo en circulación “el vino nuevo” de su viña, es decir la misericordia. Este es el vino nuevo de la viña del Señor: la misericordia.
Solo hay un obstáculo de cara a la voluntad tenaz y tierna de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, que a veces se convierte en violencia! De cara a estas actitudes y donde no haya fruto, la Palabra de Dios conserva toda su fuerza de reproche y de advertencia: “El Reino de Dios os será quitado y será dado a un pueblo que de fruto” (v. 43).

La urgencia de responder con buenos frutos a la llamada del Señor que nos llama a ser su viña, nos ayude a comprender lo que hay de nuevo y original en el cristianismo.
No es tanto una suma de preceptos y de normas morales, sino que ante todo es una proposición de amor que Dios, por Jesús, ha hecho y continúa haciendo a la humanidad. Es una invitación a entrar en esta historia de amor, convirtiéndose en una viña vivaz y abierta, rica en frutos y en esperanza para todos.
Una viña cerrada puede volverse salvaje y producir uvas salvajes.

Estamos llamados a salir de la viña para ponernos al servicio de nuestros hermanos que no están con nosotros, para sacudirnos mutuamente y animarnos , para recordarnos que debemos ser la viña del Señor en todos los medios, incluso en los más lejanos y desfavorecidos.
Queridos hermanos y hermanas, invoquemos la intercesión de la Virgen María para que ella nos ayude a ser, en todas partes, especialmente en las periferias de la sociedad, la viña que el Señor ha plantado para el bien de todos y a aportar el vino nuevo de la misericordia del Señor.
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

viernes, 6 de octubre de 2017

“Jesús quiere testigos, personas que difundan esperanza”



Tema de la catequesis: “Misioneros de esperanza hoy”

Plaza de San Pedro durante la audiencia general © L´Osservatore Romano
Plaza de San Pedro durante la audiencia general © L´Osservatore Romano
(ZENIT – 4 Oct. 2017).-

“Jesús quiere testigos, personas que difundan esperanza con su modo de acoger, de sonreír, y sobre todo de amar”, ha anunciado el papa Francisco.
El papa Francisco ha celebrado esta mañana, 4 de octubre de 2017, la Audiencia general, que comenzaba a las 9:40 horas en la plaza de San Pedro frente a 15.000 peregrinos, según Radio Vaticano. El mes de octubre está dedicado por la Iglesia especialmente a la misión, por eso esta catequesis lleva por título: “Misioneros de esperanza hoy”.

“A través del Espíritu Santo, Jesús nos hace renacer a una vida nueva que debemos anunciar a los demás no sólo de palabra, sino con la vida. Jesús quiere testigos, personas que difundan esperanza con su modo de acoger, de sonreír, y sobre todo de amar”, ha indicado el papa Francisco en la audiencia.
“El núcleo de la fe cristiana es la resurrección de Jesús, por eso el cristiano no puede ser un profeta de desgracias”, han sido sus palabras.

Francisco ha explicado que la fuerza de la resurrección “hace que los cristianos seamos capaces de amar” allí donde parece que ya no hay motivo para amar, y de “abrir espacios de salvación” allí donde parece que todo está humanamente perdido.
El cristiano –ha señalado el Papa– por eso no se deja llevar del desánimo o de la queja, ya que “gracias a la resurrección está convencido de que no hay ningún mal que sea infinito, ninguna noche que sea eterna, ningún hombre que no pueda cambiar, ningún odio que no se pueda vencer con amor”.

El papa Francisco ha saludado cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina, y los ha exhortado a que “sepamos difundir siempre a nuestro alrededor semillas de esperanza y de amor”, pidiéndoselo a Jesús, “por intercesión de la Virgen María y de san Francisco de Asís”.

domingo, 1 de octubre de 2017

Empleo: no someter nunca la solidaridad con la lógica del beneficio financiero

Encuentro con el mundo del trabajo en Bolonia (Traducción completa)

(ZENIT- Bolonia 1 de octubre de 2017). AK
Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, buen domingo!
Saludo a todos los que pertenecéis al mundo del trabajo, en la variedad de sus expresiones. Entre ellos hay desafortunadamente una negativa, que es la situación difícil, a veces angustiosa, de la falta de trabajo. Gracias por vuestra acogida!.


Vosotros representáis diversas partes sociales, a menudo en discusión, pero habéis aprendido que solamente juntos se puede salir de la crisis y construir el futuro. Solo el diálogo, con las competencias recíprocas, puede permitir encontrar respuestas eficaces e innovadoras para todos, incluso para la calidad del trabajo, en particular el indispensable bienestar. Es lo que algunos llaman el “sistema Emilia”. Buscar el perseguirlo. Es necesario soluciones estables y capaces de ayudar a mirar el futuro para responder a las necesidades de las personas y de las familias.


En vuestro territorio, se ha desarrollado desde hace tiempo la experiencia cooperativa, que nace del valor fundamental de la solidaridad. Hoy tiene todavía mucho que ofrecer, incluso para ayudar a muchas personas que están en dificultad y tienen necesidad de ese “ascenso social” que para algunos estaría fuera de uso. No sometamos nunca la solidaridad a la lógica del beneficio económico, porque haciendo así quitamos-podría decir robamos-a los más débiles que tienen tanta necesidad. Buscar una sociedad más justa no es un sueño del pasado sino un compromiso, un trabajo, que hoy tiene necesidad de todos.


La situación de paro en los jóvenes y la de todos aquellos que han perdido su trabajo y no encuentran reintegrarse, son realidades a las cuales no nos podemos acostumbrar, tratándolos como si se tratara solamente de estadísticas.
La acogida y la lucha contra la pobreza pasan en gran parte a través del trabajo. No se ofrece ayuda verdadera a los pobres sin que puedan encontrar trabajo y dignidad. Es el desafío apasionante, como en los años de la reconstrucción después de la guerra, que tantos pobres había dejado. El reciente “Pacto para el trabajo” (“Patto per il lavoro”), que ha visto todas las partes sociales, incluida la Iglesia, firmar un compromiso común para ayudarse en la búsqueda de respuestas estables-no limosnas-es un método importante que, lo deseo, podrá dar los frutos esperados.


La crisis económica tiene una dimensión europea y global; y como sabemos, es también una crisis ética, espiritual y humana. En la raíz hay una traición del bien común, tanto por parte de los individuos como de los grupos del poder. De manera que es necesario eliminar su centralidad de la ley del beneficio y de devolvérsela a la persona y al bien común. Pero para que tal centralidad sea real, efectiva y no solo proclamada por palabras, es necesario aumentar las oportunidades de trabajo digno. Es un deber que pertenece a la sociedad entera: en esta frase, de manera particular, todo el cuerpo social, en sus diversos componentes, es una llamada a hacer todos los esfuerzos para que el trabajo, que es el primer factor de la dignidad, sea una preocupación central.


Aquí nos encontramos delante de San Petronio, recordado como Pater y Protector y siempre representado con la ciudad en sus manos. Desde aquí vemos físicamente tres aspectos constitutivos de vuestra ciudad: La Iglesia, la Comuna y la Universidad. Cuando dialogan y colaboran entre ellos, el preciado humanismo que expresan se fortalece y la ciudad – por así decir – “respira”, tiene un horizonte y no tiene miedo de afrontar los desafíos que se presenten. Os animo a valorar este humanismo del cuál vosotros sois depositarios para buscar soluciones sabias y visionarias a los complejos problemas de nuestro tiempo, viéndolos como dificultades, pero también como oportunidades de crecimiento y mejora. Y lo que digo vale lo mismo para Italia en su conjunto como para toda Europa.


Queridos amigos, estoy particularmente cercano a vosotros, poniendo en manos del Señor y de Nuestra Señora de San Luca todas vuestras angustias y preocupaciones. A ella, venerada por todos los Boloñeses, nos dirigimos ahora con la oración del Ángelus.


© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo

“comprometámonos a leer y a meditar la Biblia”

El Papa saluda la beatificación de Titus Zeman (traducción completa)
(ZENIT-Bolonia 1 de octubre de 2017
Palabras del Papa despues del Angelus
Queridos hermanos y hermanas,
Ayer, en Bratislava (Eslovaquia), fue beatificado Titus Zeman, sacerdote salesiano. Uniéndose a la larga lista de mártires del siglo XX, porque él murió en 1969 después de haber estado en prisión mucho tiempo a causa de su fe y de su servicio pastoral. Que su testimonio nos sostenga en los momentos más difíciles de la vida y nos ayude a reconocer, también en la prueba, la presencia del Señor.


En este domingo, concluye la semana dedicada de manera particular a la Palabra de Dios, con ocasión de la memoria de San Jerónimo, gran maestro de la Santa Escritura. Demos gracias a Dios por el don de su Palabra y comprometámonos a leer y a meditar la Biblia, especialmente el Evangelio.


Por último, nos unimos espiritualmente a los fieles reunidos en el Santuario de Pompeya para la tradicional Súplica a Nuestra Señora del Rosario, presidida hoy por el presidente de la Conferencia episcopal italiana, el cardenal Bassetti.

A todos vosotros, Boloñeses nativos y “adoptivos”, os deseo un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de orar por mí. Buen apetito y hasta luego!.

© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo




Bolonia: la extraña “matemática de Dios” (traducción completa)

Almuerzo del Papa con los pobres, los refugiados y los detenidos

(ZENIT-Bolonia 1 de octubre de 2017). – “Que la matemática de Dios es extraña: solo se multiplica si se divide!” ha destacado el Papa Francisco a lo largo de su visita pastoral en la diócesis de Bolonia (Emilia Romaña, norte de Italia), el 1 de octubre de 2017.
Después de su visita a Cesena, y después de haberse reunido con los migrantes y el mundo del trabajo en Bolonia, el Papa ha almorzado en la basílica de San Petronio, con los pobres, los refugiados y los detenidos. “La Iglesia es de todos, particularmente de los pobres” ha afirmado en un discurso después de la comida.
“Preparemos siempre una comida de amor para quien tiene necesidad”, ha añadido el papa antes de invitar a “superar toda forma de egoísmo para acceder a la alegría de la acogida recíproca”.
“Nuestra vida siempre es preciosa y todos tenemos algo que dar a los otros” ha añadido exhortando: “Ofreced a todos simpatía y amistad…Tenéis una sensibilidad particular para captar la dimensión humana porque sabéis qué es la fragilidad, la necesidad de tender las manos, de dejarse ayudar dejando de lado el orgullo”.
AK
Palabras del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas,
Qué alegría de veros a tantos en esta casa! Es como la casa de Nuestra Madre, la casa de la misericordia, la Iglesia que acoge a todo el mundo, especialmente a aquellos que tienen necesidad de un lugar. Vosotros sois el centro de esta casa. La Iglesia os quiere en el centro. No prepara un lugar especial o diferente: en centro y juntos. La Iglesia es de todos, particularmente de los pobres. Todos somos invitados, solamente por gracia. “Es un misterio de amor gratuito de Dios que nos quiere aquí, no por mérito, sino por su amor.

En esta casa normalmente celebramos el misterio de la Eucaristía, la comida sobre la cuál es depositado el pan y el vino que se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús, partido y derramado para la multitud de los hombres que él ama. Que la matemática de Dios es extraña: se multiplica solamente si se divide!.
Preparemos siempre una comida de amor para quien tenga necesidad.
La caridad nunca es en sentido único, siempre es circular y todos dan y reciben algo. Todos recibimos y todos sabemos y podemos dar mucho. Jesús no aparta a nadie, no desprecia a nadie. Tiene sed y nos pide que le demos de beber porque él camina con nosotros y sufre con nosotros. Y tenemos este cántaro, puede ser un poco usada, que le puede dar agua, que es nuestro corazón!. Nuestra vida es siempre preciosa y todos tenemos algo que dar a los otros.

Al final, os será dado el alimento más precioso, el Evangelio, la Palabra de Dios que todos llevamos en el corazón, que para nosotros cristianos tiene el rostro de Jesús. Es para vosotros! Él se vuelve justamente hacia aquellos que tienen necesidad!. Tomadle todos y llevadlo como signo, marca personal de amistad con Dios que se hace peregrino y sin lugar para prepararlo a todos.
Todos somos viajeros, mendicantes de amor y de esperanza, y tenemos necesidad de ese Dios que se hace cercano a nosotros y se revela en la fracción del pan.

Este pan de amor que hoy compartimos, dadlo vosotros también a los otros. Ofreced a los otros simpatía y amistad. Es el compromiso que todos podemos tener. Hay una gran necesidad. Tenéis una sensibilidad particular para captar la dimensión humana, porque vosotros sabéis cuál es la fragilidad, la necesidad de tender las manos, de dejarse ayudar dejando de lado el orgullo.

El “Padre nuestro” que recitaremos al final es verdaderamente la oración de los pobres. La demanda de pan, en efecto, expresa la confianza en Dios  para las necesidades primarias de nuestra vida. Lo que Jesús nos enseñó por medio de esta oración expresa y recoge la voz de aquellos que sufren de la precariedad de la existencia y de la falta de lo necesario. A los discípulos que le pedían a Jesús que les enseñara a orar, Él respondió  con las palabras de los pobres que se dirigen al único Padre en el cuál todos se reconocen como hermanos. El “Padre nuestro” es una oración que se expresa en plural: el pan que se pide es “nuestro”, y esto implica compartir, participación y responsabilidad común. 

En esta oración, reconocemos todas las exigencias de ir más allá de toda clase de egoísmo para acceder a la alegría de la acogida recíproca.
Hoy nosotros podemos compartir nuestro pan cotidiano. Y queremos dar todos gracias a Dios.
© Traducción de ZENIT, Raquel Anillo