domingo, 28 de febrero de 2021

 PAPA

Ángelus: la contemplación no se convierta en pereza espiritual

En el camino cuaresmal estamos llamados a “contemplar”, como Pedro, Santiago y Juan, “la anticipación de luz” de Jesús. Pero debemos tener cuidado que esta contemplación no se convierta “en pereza espiritual”. Jesús mismo, tras haberse mostrado, “devuelve al valle” a los discípulos. Y así, también nosotros debemos volver a nuestra vida cotidiana, entre nuestros hermanos y hermanas, para que, iluminados por su luz, “podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes”. Ser lámparas del Evangelio es la misión del cristiano. Ángelus del Papa

En el segundo domingo de Cuaresma el Papa Francisco reflexionó, antes de rezar el Ángelus, sobre el Evangelio del día (Mc. 9, 2-10) que nos invita a contemplar la transfiguración de Jesús en el monte. Esa “anticipación de luz”, el rostro radiante de Jesús ante los discípulos asustados, a quienes había anunciado que sufriría mucho, sería rechazado y condenado a muerte, es una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra.

La oscuridad no tiene la última palabra

El Papa se centró, en primer lugar, en los sentimientos de los discípulos tras el anuncio de Jesús:  

Podemos imaginar lo que debió ocurrir en el corazón de sus amigos, esos amigos íntimos, sus discípulos: la imagen de un Mesías fuerte y triunfante entra en crisis, sus sueños se hacen añicos, y la angustia los asalta al pensar que el Maestro en el que habían creído sería ejecutado como el peor de los malhechores. Y precisamente en ese momento, con esa angustia en el alma, Jesús llama a Pedro, Santiago y Juan y los lleva consigo al monte.

Posicionándonos en el lugar de la transfiguración, el monte, ese lugar “elevado, donde el cielo y la tierra se tocan”, y donde Moisés y los profetas “vivieron la extraordinaria experiencia del encuentro con Dios”, el Santo Padre señaló que el episodio de la transfiguración ofrece a los discípulos asustados, "la luz de la esperanza", “la luz para atravesar las tinieblas”, pues anticipa que “la muerte no será el fin de todo, porque se abrirá a la gloria de la Resurrección”. “Vivir esta ‘anticipación’ de luz en el corazón de la Cuaresma”, dijo Francisco, es “una invitación para recordarnos, especialmente cuando atravesamos una prueba difícil, que el Señor ha resucitado y no permite que la oscuridad tenga la última palabra”.

La luz del Resucitado

Tras centrarse en los sentimientos de los discípulos, ubicó el Evangelio del día en los sentimientos de los fieles: también nosotros pasamos a veces “por momentos de oscuridad en nuestra vida personal, familiar o social, y tememos que no haya salida”. “Nos sentimos asustados ante grandes enigmas como la enfermedad, el dolor inocente o el misterio de la muerte”. Incluso “en el mismo camino de la fe, a menudo tropezamos cuando nos encontramos con el escándalo de la cruz y las exigencias del Evangelio, que nos pide que gastemos nuestra vida en el servicio y la perdamos en el amor, en lugar de conservarla y defenderla”.

Necesitamos, entonces, otra mirada, una luz que ilumine en profundidad el misterio de la vida y nos ayude a ir más allá de nuestros esquemas y de los criterios de este mundo.

Atención a la “pereza espiritual”

Recordando que “también nosotros estamos llamados a subir al monte, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de su victoria pascual”el Papa Francisco advirtió que, sin embargo, debemos “guardarnos”, de que esa sensación de “es bueno estarnos aquí”, como exclamó Pedro (v.5), no se convierta en “pereza espiritual”. Pues, como hizo con los discípulos, Jesús mismo “nos devuelve al valle”:

No podemos quedarnos en el monte y disfrutar solos de la dicha de este encuentro. Jesús mismo nos devuelve al valle, entre nuestros hermanos y a nuestra vida cotidiana. Debemos guardarnos de la pereza espiritual: estamos bien, con nuestras oraciones y liturgias, y esto nos basta. ¡No! Subir al monte no es olvidar la realidad; rezar nunca es escapar de las dificultades de la vida; la luz de la fe no es para una bella emoción espiritual. No, este no es el mensaje de Jesús.

Iluminados por la luz de Cristo, llevarla a todas partes

En definitiva, “estamos llamados a vivir el encuentro con Cristo para que, iluminados por su luz, podamos llevarla y hacerla brillar en todas partes”, pues es misión del cristiano “encender pequeñas luces en el corazón de las personas; ser pequeñas lámparas del Evangelio que lleven un poco de amor y esperanza”.

“Recemos a María Santísima para que nos ayude a acoger con asombro la luz de Cristo, a guardarla y a compartirla.”

Ayunar del cotilleo

Después de la oración mariana el Sumo Pontífice unió su voz a la de los Obispos de Nigeria, para condenar el secuestro de las 317 muchachas en una escuela, el viernes pasado, y llamó a rezar por ellas para que regresen pronto a sus hogares. Además, recordó que hoy es el Día mundial de las Enfermedades Raras, y señaló que la red de solidaridad entre los familiares, fomentada por las asociaciones que trabajan en ese ámbito, “es más importante que nunca”. Finalmente, en el saludar a todos los fieles y peregrinos, deseó a todos un buen camino cuaresmal, y recomendó un ayuno muy particular, que “no hará pasar hambre”:

 

Les recomiendo un ayuno, un ayuno que no les hará pasar hambre: ayunen de chismes y murmuraciones. Es una forma especial. En esta Cuaresma no hablaré mal de los demás, no cotillearé.... Y esto lo podemos hacer todos, todos. Este es un buen ayuno. Y no olviden que también les será útil leer cada día un pasaje del Evangelio, llevar el pequeño Evangelio en el bolsillo, en el bolso, y tomarlo cuando se pueda, cualquier pasaje. Esto abre el corazón al Señor.

miércoles, 24 de febrero de 2021

¿Por qué no hubo Audiencia General del Papa Francisco este miércoles?

 El motivo fue porque el Santo Padre está realizando esta semana sus ejercicios espirituales de Cuaresma en la Casa Santa Marta, por lo que canceló todos sus compromisos, incluida la audiencia general de hoy, hasta el próximo viernes por la mañana, cuando asistirá a la primera meditación de Cuaresma que predicará el Cardenal Raniero Cantalamessa.

https://www.corrienteshoy.com/nacionales/por-que-no-hubo-audiencia-general-del-papa-francisco-este-miercoles.htm

domingo, 21 de febrero de 2021

"Meteos esto en la cabeza: con el diablo jamás se dialoga"

 

Index 

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PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo,, 21 de febtero de 2021

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasado miércoles, con el rito penitencial de la ceniza, iniciamos el camino de la Cuaresma. Hoy, primer domingo de este tiempo litúrgico, la Palabra de Dios nos indica el camino para vivir fructuosamente los cuarenta días que conducen a la celebración anual de la Pascua. Es el camino recorrido por Jesús, que el Evangelio, en el estilo esencial de Marcos, resume diciendo que Él, antes de comenzar su predicación, se retiró durante cuarenta días al desierto, donde fue tentado por Satanás (cf. 1,12-15). El evangelista subraya que «el Espíritu empuja a Jesús al desierto» (v. 12). El Espíritu Santo, que descendió sobre Él nada más recibir el bautismo de Juan en el río Jordán, el mismo Espíritu le empuja ahora a ir al desierto, para enfrentarse al Tentador, para luchar contra el diablo. Toda la existencia de Jesús se pone bajo el signo del Espíritu de Dios, que lo anima, lo inspira y lo guía.

Pero pensemos en el desierto. Detengámonos un momento en este entorno, natural y simbólico, tan importante en la Biblia. El desierto es el lugar donde Dios habla al corazón del hombre, y donde brota la respuesta de la oración, o sea, el desierto de la soledad, el corazón sin apego a otras cosas y solo, en esa soledad, se abre a la Palabra de Dios. Pero es también el lugar de la prueba y la tentación, donde el Tentador, aprovechando la fragilidad y las necesidades humanas, insinúa su voz engañosa, alternativa a la de Dios, una voz alternativa que te muestra otro camino, un camino de engaños. El Tentador seduce. Efectivamente, durante los cuarenta días vividos por Jesús en el desierto, comienza el “duelo” entre Jesús y el diablo, que terminará con la Pasión y la Cruz. Todo el ministerio de Cristo es una lucha contra el Maligno en sus múltiples manifestaciones: curaciones de enfermedades, exorcismos de los endemoniados, perdón de los pecados. Después de la primera fase en la que Jesús demuestra que habla y actúa con el poder de Dios, parece que el diablo prevalezca  cuando el Hijo de Dios es rechazado, abandonado y finalmente capturado y condenado a muerte. Parece que el vencedor es el diablo. En realidad, la muerte era el último “desierto” a atravesar para derrotar definitivamente a Satanás y liberarnos a todos de su poder. Y así Jesús triunfó en el desierto de la muerte para triunfar después en la Resurrección.

Cada año, al comienzo de la Cuaresma, este Evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto nos recuerda que la vida del cristiano, tras las huellas del Señor, es una batalla contra el espíritu del mal. Nos muestra que Jesús se enfrentó voluntariamente al Tentador y lo venció; y al mismo tiempo nos recuerda que al diablo se le concede la posibilidad de actuar también sobre nosotros con sus tentaciones. Debemos ser conscientes de la presencia de este enemigo astuto, interesado en nuestra condena eterna, en nuestro fracaso, y prepararnos para defendernos de él y combatirlo. La gracia de Dios nos asegura, mediante la fe, la oración y la penitencia, la victoria sobre el enemigo. Pero hay algo que me gustaría subrayar: en las tentaciones Jesús no dialoga nunca con el diablo, nunca. En su vida, Jesús no tuvo jamás un diálogo con el diablo, jamás. O lo expulsa de los endemoniados o lo condena o muestra su malicia, pero nunca un diálogo. Y en el desierto parece que haya un diálogo porque el diablo le hace tres propuestas y Jesús responde. Pero Jesús no responde con sus palabras; responde con la Palabra de Dios, con tres pasajes de la Escritura. Y esto es lo que debemos hacer también todos nosotros. Cuando se acerca el seductor, comienza a seducirnos: “Pero piensa esto, haz aquello...”. La tentación es la de dialogar con él, como hizo Eva; y si nosotros entablamos diálogo con el diablo seremos derrotados. Grabaos esto en la cabeza y en el corazón: no se dialoga nunca con el diablo, no hay diálogo posible. Solo la Palabra de Dios.

En el tiempo de Cuaresma, el Espíritu Santo nos empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto. No se trata —como hemos visto— de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer silencio y ponernos a la escucha de la palabra de Dios, «para que se cumpla en nosotros la verdadera conversión» (Oración colecta 1er Domingo de Cuaresma B). No tengáis miedo del desierto, buscad más momentos de oración, de silencio, para entrar en nosotros mismos. No tengáis miedo. Estamos llamados a caminar por las sendas de Dios, renovando las promesas de nuestro bautismo: renunciar a Satanás, a todas sus obras y a todas sus seducciones. El enemigo está ahí, al acecho, tened cuidado. Pero no dialoguéis nunca con él. Nos encomendamos a la intercesión maternal de la Virgen María.

jueves, 18 de febrero de 2021

Comentario al mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2021


Escrito en 17 Febrero 2021. Roma, 17 de febrero 2021

Miércoles de Ceniza.

Fray Vidal Rodríguez López ofm 

 El Papa Francisco ha enviado a toda la Iglesia su habitual Mensaje de cuaresma. Unas 1.578 palabras en la versión española. Un par de páginas bajo el título: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad. Nos atrevemos, en apenas 500 palabras a invitar, exhortar e proponer a una lectura del Mensaje mismo. 

Se inicia oteando el misterio pascual de Cristo. Horizonte al que conduce y orienta la cuaresma, propuesta de conversión para renovar nuestra fe, saciar nuestra sed con el agua viva de la esperanza y recibir el amor de Dios con corazón abierto. Fe sincera, la esperanza viva y la caridad operante son los ejes del mensaje, en los que el Papa comparte una renovada lectura del ayuno (vía de pobreza y privación), la limosna (mirada y gestos de amor hacia el herido) y la oración (diálogo filial con el Padre).  

·         La fe que acoge la Verdad de Dios, que es Cristo mismo; gracias a la inteligencia del corazón. Fe que gracias al ayuno, experiencia de pobreza aceptada al empobrecerse con los pobres; atesora la riqueza del amor que recibe y comparte. De quien despojándose de cuanto estorba (productos) o satura (informaciones); deja espacio a Cristo, aquel que viene a nos pobre de todo, lleno de gracia y verdad.

·         La esperanza de experiencia samaritana que sacia como ‘agua viva’ anunciando un futuro de misericordia, abierto de par en par por Cristo. Porque la historia no termina con nuestros errores, violencias, injusticias, pecados… sino con el perdón del corazón abierto del Padre, reconciliándonos con él y los hermanos. Esperar es la provocación creyente de quien confía en la paciencia de Dios, que cuida la creación que maltratamos... De quien aspira a la reconciliación que nos convierte en difusores de perdón y diálogo en gestos y palabras que permitan una Pascua de fraternidad, la del Cristo que resucita. En una oración que se inspira una luz interior de intimidad con el Padre de la ternura.

·         La caridad que se alegra al ver crecer al otro y sufre cuando este mengua, que hace salir el corazón a la cooperación y comunión con el otro, convencidos de que el amor social genera la civilización del amor. La caridad es don que lleva a compartir lo que se es y se tiene, poco o mucho, en una limosna gozosa y sencilla.

El Papa Francisco concluye invitándonos a vivir una cuaresma de caridad en tiempos de pandemia de COVI-19, ofreciendo a quien experimenta sufrimiento, abandono o angustia una palabra de confianza para que sienta que Dios le ama como hijo.

Una llamada hermosa, densa y sugerente del Papa a rememorar la fe en Cristo, a abrevar la esperanza en el Espíritu, a saciar la caridad en el corazón misericordioso del Padre; en esta cuaresma 2021 hacia la luz pascual, sostenidos por la solicitud de María.  

 

domingo, 14 de febrero de 2021

Ángelus del Papa: "Pidamos la gracia de amar superando miedos y prejuicios"

 

A la hora del rezo del Ángelus, el Santo Padre Francisco reflexionó sobre el Evangelio de hoy (Mc 1,40-45) que relata el encuentro en el que Jesús sana a un leproso, enfermedad que en aquel tiempo era repudiada y marginada socialmente por ser "impura". El Papa invitó a los fieles a pedir al Señor la gracia de vivir las dos "transgresiones" que nos presenta este pasaje evangélico: "La transgresión del leproso (tener la valentía de salir de nuestro aislamiento) y la de Jesús, que fue capaz de amar más allá de los miedos y prejuicios".

Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano

El 14 de febrero, VI domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus finalmente asomado desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano ante la presencia de fieles, ya que a causa de la pandemia del Covid-19, el Santo Padre ha celebrado, en las últimas semanas, su cita dominical desde la biblioteca del Palacio apostólico. 

Jesús cura al leproso

Reflexionando sobre el Evangelio de hoy (Mc 1,40-45) que relata el momento en el que Jesús cura a un hombre enfermo de lepra, el Papa recordó que en aquel tiempo, "los leprosos eran considerados impuros y, según las prescripciones de la Ley, debían permanecer fuera de los lugares habitados".

"Eran excluidos de toda relación humana, social y religiosa. Jesús, en cambio, deja que se le acerque aquel hombre, se conmueve, incluso extiende la mano y lo toca", dijo el Pontífice, subrayando que de este modo, el Hijo de Dios pone en práctica la Buena Noticia que anuncia:

“Dios se ha hecho cercano a nuestra vida, tiene compasión de la suerte de la humanidad herida y viene a derribar toda barrera que nos impida vivir nuestra relación con Él, con los demás y con nosotros mismos”

Dios es Padre de la compasión y del amor

Además, el Papa señaló que en este episodio podemos ver que se encuentran dos "transgresiones": el leproso que se acerca a Jesús y Jesús que, movido por la compasión, lo toca para curarlo.

La primera transgresión -explicó Francisco- es aquella del leproso:

“A pesar de las prescripciones de la Ley, sale del aislamiento y se acerca a Jesús. Su enfermedad era considerada un castigo divino, pero en Jesús él pudo ver otro rostro de Dios: no el Dios que castiga, sino el Padre de la compasión y del amor, que nos libera del pecado y que nunca nos excluye de su misericordia”

Igualmente, el Papa hizo hincapié en que aquel hombre "sale de su aislamiento, porque en Jesús encuentra a Dios que comparte su dolor. La actitud de Jesús lo atrae, lo empuja a salir de sí mismo y a confiarle a Él su historia de dolor".

Un aplauso para los "confesores misericordiosos"

En este punto, Francisco dirigió un pensamiento especial para los "tantos buenos sacerdotes confesores que tienen esta actitud", de atraer a la gente.

 

«Atraen a tanta gente que no siente nada, que se siente "en el suelo" por sus pecados... y lo hacen con ternura, con compasión... Buenos son esos confesores que no están con el látigo en la mano, sino que están solo para recibir, para escuchar, y para decir que Dios es bueno y que Dios siempre perdona, que Dios no se cansa de perdonar», aseveró el Obispo de Roma pidiendo a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro un aplauso para estos "confesores misericordiosos".

Dios no es indiferente a nuestro sufrimiento

La segunda transgresión -continuó el Santo Padre- es la de Jesús:

“Mientras la Ley prohibía tocar a los leprosos, Él se conmueve, extiende su mano y lo toca para curarlo. No se limita a las palabras, sino que lo toca. Tocar con amor significa establecer una relación, entrar en comunión, implicarse en la vida del otro hasta el punto de compartir incluso sus heridas”

Pero... ¿Qué significa este acercamiento no sólo físico, sino también espiritual entre el Maestro y el enfermo de lepra?

Para Francisco, este gesto de Jesús muestra que Dios no es indiferente, que no se mantiene a una "distancia segura"; al contrario, "se acerca con compasión y toca nuestra vida para sanarla". 

No caer en los prejuicios sociales

Antes de concluir su alocución, el Papa recordó que incluso en la actualidad, en todo el mundo, hay tantos hermanos y hermanas que sufren de lepra, "o de otras enfermedades y condiciones a las que, lamentablemente, se asocian prejuicios sociales" y en algunos casos hay incluso discriminación religiosa.

 

Un sufrimiento del que nadie está completamente exento -indicó el Sucesor de Pedro- ya que a cada uno de nosotros nos puede ocurrir experimentar a lo largo de la vida, "heridas, fracasos, sufrimientos, egoísmos que nos cierran a Dios y a los demás".

Aquel que se "contamina" con la humanidad herida

Frente a todo esto, «Jesús nos anuncia que Dios no es una idea o una doctrina abstracta, sino Aquel que se "contamina" con nuestra humanidad herida y que no teme entrar en contacto con nuestras heridas», puntualizó Francisco, poniendo en guardia sobre el riesgo de silenciar nuestro dolor "usando máscaras", para "cumplir con las reglas de la buena reputación y las costumbres sociales", o directamente cediendo ante nuestros egoísmos y temores internos con el fin de no "implicarnos demasiado en los sufrimientos de los demás".

Antes de finalizar, el Papa invitó a los fieles a pedir al Señor la gracia de vivir estas dos "transgresiones" del Evangelio:

“La del leproso, para que tengamos la valentía de salir de nuestro aislamiento y, en lugar de quedarnos allí a lamentarnos o a llorar por nuestros fracasos, vamos a Jesús tal como somos. Y luego la transgresión de Jesús: un amor que nos hace ir más allá de las convenciones, que nos hace superar los prejuicios y el miedo a mezclarnos con la vida del otro”

"Que en este camino nos acompañe la Virgen María, a la que ahora invocamos en la oración del Ángelus", concluyó el Santo Padre.

jueves, 11 de febrero de 2021

Jornada Mundial del Enfermo: El Papa alienta a la cercanía con el que sufre

 

https://radiomaria.org.ar/papa-francisco/jornada-mundial-del-enfermo-el-papa-alienta-a-la-cercania-con-el-que-sufre/

Jueves, 11 de febrero de 2021
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11/02/2021 – La Iglesia celebra hoy, jueves 11 de febrero, la 29° Jornada Mundial del Enfermo, en el marco de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes y con un mensaje del papa Francisco para la ocasión, en el que recuerda la importancia de apoyar a quienes sufren una enfermedad “con el bálsamo de la cercanía”, respetando su dignidad como Hijos de Dios y evitando caer en el “mal de la hipocresía”.

En su mensaje para esta jornada, el pontífice también dedica un pensamiento especial a quienes padecen en todo el mundo los efectos de la pandemia del coronavirus, particularmente a los más pobres y marginados.

“Esta crisis sanitaria ha puesto también de relieve la entrega y la generosidad de agentes sanitarios, voluntarios, trabajadores y trabajadoras, sacerdotes, religiosos y religiosas que, con profesionalidad, abnegación, sentido de responsabilidad y amor al prójimo han ayudado, cuidado, consolado y servido a tantos enfermos y a sus familiares: ‘Una multitud silenciosa de hombres y mujeres que han decidido mirar esos rostros, haciéndose cargo de las heridas de los pacientes, que se sentían prójimos por el hecho de pertenecer a la misma familia humana'”, escribe.

En este punto, Francisco destaca que la cercanía humana, “es un bálsamo muy valioso, que brinda apoyo y consuelo a quien sufre en la enfermedad”.

“Como cristianos, vivimos la projimidad como expresión del amor de Jesucristo, el buen Samaritano, que con compasión se ha hecho cercano a todo ser humano, herido por el pecado. Estamos llamados a ser misericordiosos como el Padre y a amar, en particular, a los hermanos enfermos, débiles y que sufren”, sostiene.

En este contexto, el Papa recuerda la importancia de la solidaridad fraterna, que se expresa de modo concreto en el servicio y que puede asumir formas muy diferentes, todas orientadas a sostener al prójimo: “Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo”.

En este compromiso -continúa el Papa- cada uno es capaz de “dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles y buscar la promoción del hermano”.

El Santo Padre también profundiza en la importancia de que haya una buena terapia para el paciente enfermo, subrayando que es decisivo el aspecto relacional, “mediante el que se puede adoptar un enfoque holístico hacia la persona enferma”.

“Dar valor a este aspecto también ayuda a los médicos, los enfermeros, los profesionales y los voluntarios a hacerse cargo de aquellos que sufren para acompañarles en un camino de curación, gracias a una relación interpersonal de confianza. Se trata, por lo tanto, de establecer un pacto entre los necesitados de cuidados y quienes los cuidan; un pacto basado en la confianza y el respeto mutuos, en la sinceridad, en la disponibilidad, para superar toda barrera defensiva, poner en el centro la dignidad del enfermo, tutelar la profesionalidad de los agentes sanitarios y mantener una buena relación con las familias de los pacientes”

Por último, el Papa enfatiza que el mandamiento del amor, que Jesús dejó a sus discípulos, también encuentra una realización concreta en la relación con los enfermos: “Una sociedad es tanto más humana cuanto más sabe cuidar a sus miembros frágiles y que más sufren, y sabe hacerlo con eficiencia animada por el amor fraterno”.

“Caminemos hacia esta meta, procurando que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado”, exhorta y concluye encomendando a “María, Madre de misericordia y Salud de los enfermos”, a todas las “personas enfermas, los agentes sanitarios y quienes se prodigan al lado de los que sufren.

miércoles, 10 de febrero de 2021

La oración por la unidad de los cristiano


AUDIENCIA GENERAL

Biblioteca del Palacio Apostólico
Miércoles, 20 de enero de 2021

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Catequesis. La oración por la unidad de los cristianos

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta catequesis me detengo sobre la oración por la unidad de los cristianos. De hecho, la semana que va del 18 al 25 de enero está dedicada en particular a esto, a invocar de Dios el don de la unidad para superar el escándalo de las divisiones entre los creyentes en Jesús. Él, después de la Última Cena, rezó por los suyos, «para que todos sean uno» (Jn 17,21). Es su oración antes de la Pasión, podríamos decir su testamento espiritual. Sin embargo, notamos que el Señor no ha ordenado a los discípulos la unidad. Ni siquiera les dio un discurso para motivar su necesidad. No, ha rezado al Padre por nosotros, para que seamos uno. Esto significa que no bastamos solo nosotros, con nuestras fuerzas, para realizar la unidad. La unidad es sobre todo un don, es una gracia para pedir con la oración.

Cada uno de nosotros lo necesita. De hecho, nos damos cuenta de que no somos capaces de custodiar la unidad ni siquiera en nosotros mismos. También el apóstol Pablo sentía dentro de sí un conflicto lacerante: querer el bien y estar inclinado al mal (cf. Rm 7,19). Comprendió así que la raíz de tantas divisiones que hay a nuestro alrededor —entre las personas, en la familia, en la sociedad, entre los pueblos y también entre los creyentes— está dentro de nosotros. El Concilio Vaticano II afirma que «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre […] Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad» (Gaudium et spes, 10). Por tanto, la solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia genera otra discordia. El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad.

Esto vale ante todo para los cristianos: la unidad puede llegar solo como fruto de la oración. Los esfuerzos diplomáticos y los diálogos académicos no bastan. Jesús lo sabía y nos ha abierto el camino, rezando. Nuestra oración por la unidad es así una humilde pero confiada participación en la oración del Señor, quien prometió que toda oración hecha en su nombre será escuchada por el Padre (cf. Jn 15,7). En este punto podemos preguntarnos: “¿Yo rezo por la unidad?”. Es la voluntad de Jesús pero, si revisamos las intenciones por las que rezamos, probablemente nos demos cuenta de que hemos rezado poco, quizá nunca, por la unidad de los cristianos. Sin embargo de esta depende la fe en el mundo; el Señor pidió la unidad entre nosotros «para que el mundo crea» (Jn 17,21). El mundo no creerá porque lo convenzamos con buenos argumentos, sino si testimoniamos el amor que nos une y nos hace cercanos a todos.

En este tiempo de graves dificultades es todavía más necesaria la oración para que la unidad prevalezca sobre los conflictos. Es urgente dejar de lado los particularismos para favorecer el bien común, y por eso nuestro buen ejemplo es fundamental: es esencial que los cristianos prosigan el camino hacia la unidad plena, visible. En los últimos decenios, gracias a Dios, se han dado muchos pasos adelante, pero es necesario perseverar en el amor y en la oración, sin desconfianza y sin cansarse. Es un recorrido que el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia, en los cristianos y en todos nosotros, y sobre el cual ya no volveremos atrás. ¡Siempre adelante!

Rezar significa luchar por la unidad. Sí, luchar, porque nuestro enemigo, el diablo, como dice la palabra misma, es el divisor. Jesús pide la unidad en el Espíritu Santo, hacer unidad. El diablo siempre divide, porque es conveniente para él dividir. Él insinúa la división, en todas partes y de todas las maneras, mientras que el Espíritu Santo hace converger en unidad siempre. El diablo, en general, no nos tienta con la alta teología, sino con las debilidades de nuestros hermanos. Es astuto: engrandece los errores y los defectos de los otros, siembra discordia, provoca la crítica y crea facciones. El camino de Dios es otro: nos toma como somos, nos ama mucho, pero nos ama como somos y nos toma como somos; nos toma diferentes, nos toma pecadores, y siempre nos impulsa a la unidad. Podemos hacer una verificación sobre nosotros mismos y preguntarnos si, en los lugares en los que vivimos, alimentamos la conflictividad o luchamos por hacer crecer la unidad con los instrumentos que Dios nos ha dado: la oración y el amor. Sin embargo, alimentar la conflictividad se hace con el chismorreo, siempre, hablando mal de los otros. El chismorreo es el arma que el diablo tiene más a mano para dividir la comunidad cristiana, para dividir la familia, para dividir los amigos, para dividir siempre. El Espíritu Santo nos inspira siempre la unidad.

El tema de esta Semana de oración se refiere precisamente al amor: “Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia” (cf. Jn 15,5-9). La raíz de la comunión es el amor de Cristo, que nos hace superar los prejuicios para ver en el otro a un hermano y a una hermana al que amar siempre. Entonces descubrimos que los cristianos de otras confesiones, con sus tradiciones, con su historia, son dones de Dios, son dones presentes en los territorios de nuestras comunidades diocesanas y parroquiales. Empecemos a rezar por ellos y, cuando sea posible, con ellos. Así aprenderemos a amarlos y a apreciarlos. La oración, recuerda el Concilio, es el alma de todo el movimiento ecuménico (cf. Unitatis redintegratio, 8). Que sea por tanto, la oración, el punto de partida para ayudar a Jesús a cumplir su sueño: que todos sean uno.

Presentan el libro "Soñemos juntos", del papa Francisco

 

10 DE FEBRERO, 2021

  • BUENOS AIRES (AICA)
Será virtualmente el jueves 18 de febrero, a las 18, y participarán el biógrafo del pontífice y colaborador en la obra, Austen Ivereigh, en diálogo con el abogado Alejandro Bonet. "Soñemos juntos", el libro del Papa

"Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor. Papa Francisco” será presentado virtualmente el jueves 18 de febrero, a las 18, por el Instituto de Cultura Cudes.

domingo, 7 de febrero de 2021

"Llevar la ternura de Dios a la humanidad sufriente"


El Papa Francisco realizó la oración mariana del Ángelus desde el Balcón del Palacio Apostólico en la Plaza de San Pedro. En el comentario al Evangelio de hoy (Mc 1,29-39) subrayó: “La realidad que estamos viviendo en todo el mundo a causa de la pandemia hace particularmente actual este mensaje”.

Ciudad del Vaticano

El Papa nos recuerda el relato de Marcos 1,29-39, que presenta la sanación, “por parte de Jesús, de la suegra de Pedro y después de tantos otros enfermos y sufrientes que se agolpaban junto a Él”. Esta es la primera sanación física que nos cuenta el evangelista Marcos, añadió.

Un acto de dulzura

Francisco nos llama la atención sobre la escena narrada: “la mujer se encontraba en la cama con fiebre; la actitud y el gesto de Jesús con ella son emblemáticos: «Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó» (v. 31), señala el Evangelista. Hay mucha dulzura en este sencillo acto, que parece casi natural: ‘La fiebre la dejó y ella se puso a servirles’.

Seguidamente afirma: “El poder sanador de Jesús no encuentra ninguna resistencia; y la persona sanada retoma su vida normal, pensando enseguida en los otros y no en sí misma - y esto es significativo, ¡es signo de verdadera salud!”. El Papa añade: “Ese día era un sábado. La gente del pueblo esperaba el anochecer y después, terminada la obligación del descanso, sale y lleva donde Jesús a todos los enfermos y los endemoniados”.

Los predilectos de Jesús

Francisco subraya que “Jesús muestra su predilección por las personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu: es la predilección del Padre, que Él encarna y manifiesta con obras y palabras”. Y vuelve a llamarnos la atención sobre la acción de Jesús: “Sus discípulos han sido testigos oculares”, pero Jesús no los quiere como observadores, espectadores de su misión.

De aquí nace la fuerza de la misión: Jesús “les ha involucrado, les ha enviado, les ha dado también a ellos el poder de sanar a los enfermos y de expulsar demonios (cfr Mt 10,1; Mc 6,7)”. Y esta misión ha proseguido en la vida de la Iglesia hasta el día de hoy, insiste Francisco.

La misión de la Iglesia es “llevar la ternura de Dios a la humanidad sufriente” y ésta no es “algo opcional, algo accesorio”, dice Francisco, forma parte integrante de la misión de la Iglesia, “como lo era la de Jesús”.

El Papa recuerda que, dentro de pocos días, el 11 de febrero, se realizará la Jornada Mundial del Enfermo, “instituida por San Juan Pablo II, quien ha donado a la Iglesia también la Carta Apostólica Salvifici doloris, sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano (11 de febrero 1984)”.

Actualidad de este mensaje

El Papa hace notar que “La realidad que estamos viviendo en todo el mundo a causa de la pandemia hace particularmente actual este mensaje. La voz de Jacob, que resuena en la Liturgia de hoy, una vez más se hace intérprete de nuestra condición humana, tan alta en la dignidad y al mismo tiempo tan frágil. Frente a esta realidad, siempre surge en el corazón la pregunta: “¿por qué?”.

El Obispo de Roma, pone en evidencia que “Jesús, Verbo Encarnado, responde a este interrogante no con una explicación, sino con una presencia de amor que se inclina, que toma de la mano y hace levantarse, como hizo con la suegra de Pedro (cfr Mc 1,31). Agacharse para levantar a la otra persona. No olvidemos que la única forma permitida, la única forma permitida de mirar hacia abajo a una persona es cuando se le tiende la mano para ayudarla a levantarse. La única. Y esa es la misión que Jesús confió a la Iglesia. El Hijo de Dios manifiesta su Señorío no “de arriba hacia abajo”, no en la distancia, sino en la cercanía, en la ternura, en la compasión”.

Francisco vuelve a subrayar: “La cercanía, la ternura, la compasión, son el estilo de Dios. Dios se hace cercano y está cerca con ternura y compasión (…) La compasión de Jesús, la cercanía de Dios en Jesús es el estilo de Dios”.

¿De qué se nutre la compasión?

Francisco subraya que “el Evangelio de hoy nos recuerda también que esta compasión tiene sus raíces en la íntima relación con el Padre: antes del alba y después del anochecer, Jesús se apartaba y permanecía solo para rezar (v. 35). De allí sacaba la fuerza para cumplir su ministerio, predicando y sanando.

Que la Virgen Santa nos ayude a dejarnos sanar por Jesús - siempre lo necesitamos, todos - para poder ser a su vez testigos de la ternura sanadora de Dios”.