miércoles, 30 de mayo de 2018

Audiencia general, 30 de mayo de 2018 – Texto completo

2ª catequesis de la Confirmación
(ZENIT – 30 mayo 2018).- “El Espíritu Santo es el don invisible otorgado y el crisma es su sello visible” –ha anunciado Francisco–. Así, al recibir en la frente la señal de la cruz con el óleo perfumado, el confirmado recibe así una huella espiritual indeleble, el “carácter” que lo configura más perfectamente a Cristo y le da la gracia para difundir entre los hombres el “buen olor”, ha señalado el Papa.
Catequesis del Papa Francisco 
Queridos hermanos y hermanas:
Continuando con el tema de la Confirmación o Crismación, hoy deseo resaltar la “íntima relación de este sacramento con toda la iniciación cristiana” (Sacrosanctum Concilium, 71).
Antes de recibir la unción espiritual que confirma y fortalece la gracia del bautismo, los que van a ser confirmados están llamados a renovar las promesas hechas un día por sus padres y padrinos. Ahora son ellos mismos los que profesan la fe de la Iglesia, dispuestos a responder “creo” a las preguntas del obispo. Dispuestos, en particular, a creer “en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que hoy os será comunicado de un modo singular por el sacramento de la Confirmación, como fue dado a los Apóstoles el día de Pentecostés” (Rito de Confirmación, No. 26).
Ya que la venida del Espíritu Santo requiere corazones reunidos en oración (Hechos 1:14), después de la oración silenciosa de la comunidad, el obispo, con las manos extendidas sobre los que se van a confirmar, suplica a Dios que infunda en ellos su santo Espíritu Paráclito. Uno sólo es el Espíritu, (cf. 1 Cor 12,4) pero viniendo a nosotros trae consigo riqueza de dones: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y santo temor de Dios (cf. Rito de la confirmación, 28-29). Hemos escuchado el pasaje de la Biblia con estos dones que trae el Espíritu Santo. Según el profeta Isaías (11: 2), estas son las siete virtudes del Espíritu derramadas sobre el Mesías para el cumplimiento de su misión. También San Pablo describe el abundante fruto del Espíritu que es “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Gal 5, 22). El único Espíritu distribuye los múltiples dones que enriquecen a la única Iglesia: él es el Autor de la diversidad, pero al mismo tiempo el Creador de la unidad. Así, el Espíritu da todas estas riquezas que son diversas, pero del mismo modo aporta la armonía, es decir la unidad de todas estas riquezas espirituales que tenemos nosotros, los cristianos.
Por tradición atestiguada por los Apóstoles, el Espíritu que completa la gracia del bautismo se comunica a través de la imposición de las manos (cf. Hechos 8.15 a 17; 19.5 a 6; Heb 6,2). A este gesto bíblico, para reflejar mejor la efusión del Espíritu que impregna a los que la reciben, muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma)[1]], mantenida en uso hasta hoy, tanto en Oriente como en Occidente. (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1289).
El óleo –el crisma- es una sustancia terapéutica y cosmética que, al penetrar en los tejidos del cuerpo cura las heridas y perfuma los miembros; por estas cualidades fue asumido por el simbolismo bíblico y litúrgico para expresar la acción del Espíritu Santo que consagra e impregna al bautizado, embelleciéndolo con carismas. El sacramento es conferido mediante la unción con el crisma en la frente, efectuada por el obispo con la imposición de la mano y con estas palabras: “Recibe por esta señal el Don del Espíritu Santo”[2]. El Espíritu Santo es el don invisible otorgado y el crisma es su sello visible.
Al recibir en la frente la señal de la cruz con el óleo perfumado, el confirmado recibe así una huella espiritual indeleble, el “carácter” que lo configura más perfectamente a Cristo y le da la gracia para difundir entre los hombres el “buen olor” (ver 2 Cor 2:15).
Escuchemos nuevamente la invitación de San Ambrosio al recién confirmado. Dice así: “Recuerda que has recibido el sello espiritual […] y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado, Cristo el Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón como prenda al Espíritu “(De mysteriis 7,42: CSEL 73,106; cf. CIC, 1303). El Espíritu es un don inmerecido, que hay que recibir con gratitud, dejando espacio a su creatividad inagotable. Es un don para conservar con cuidado, para secundar con docilidad, dejándose moldear, como la cera, por su ardiente caridad, ‘para reflejar a Jesucristo en el mundo de hoy’ (ibid.Gaudete et Exsultate, 23).
***
[1] Este es un pasaje de la oración para la bendición del crisma “Te pedimos que te dignes santificar con tu bendición  +  este óleo y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de Santo Crisma, infundas en él la fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires… haz que las personas consagradas por esta unción, libres del pecado en que nacieron, y convertidas en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa”
[2] La fórmula “recibir el Espíritu Santo”- “el don del Espíritu Santo” aparece en Jn 20,22, Hechos 2,38 y 10, 45-47

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domingo, 27 de mayo de 2018

 Jesús no es un personaje del pasado


Palabras del Papa Francisco en el ángelus del domingo 27 de mayo de 2018: Jesús no es un personaje del pasado
Dios-Amor no es una entidad lejana e indiferente: es el ‘Dios con nosotros’, nos ama, está interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, a partir de los más pequeños y necesitados. Lo afirmó el Papa a la hora del Ángelus dominical
Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano, 27 de mayo de 2018
El Santo Padre Francisco se asomó al mediodía de este domingo a la ventana del Palacio Apostólico, para rezar junto con los fieles y peregrinos la oración mariana del Ángelus dominical, y para realizar su catequesis sobre el Evangelio del Día.
En la fiesta de la Santísima Trinidad el Evangelio de Mateo presenta el envío a la misión de Jesús a sus discípulos y también la plena autoridad con que se presenta el Resucitado: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»(Mt.28, 18), ordena el Señor.
Dios-Amor no es una entidad lejana e indiferente
En la alocución previa al rezo mariano, el Obispo de Roma recordó, en primer lugar, que la fiesta de la Santísima Trinidad es una fiesta “para contemplar y alabar el misterio de Dios de Jesucristo, que es Uno en la comunión de tres Personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, y también “para celebrar con asombro siempre nuevo a Dios-Amor”, que ofrece gratuitamente su vida y pide que la difundamos en el mundo.
Así, el Pontífice comenzó afirmando que las lecturas del día “hacen comprender cómo Dios quiere revelarnos no tanto que Él existe, sino más bien que es el ‘Dios con nosotros’, que nos ama, está interesado en nuestra historia personal y cuida de cada uno, a partir de los más pequeños y necesitados”.
Él – dijo el Papa citando el Deuteronomio – es Dios allá arriba, en el cielo pero también aquí abajo, en la tierra, y de ahí puso en evidencia que, en consecuencia de ello “nosotros no creemos en una entidad lejana e indiferente”, sino “ en el Amor que ha creado el universo y ha generado un pueblo, se ha hecho carne, ha muerto y ha resucitado por nosotros, y como Espíritu Santo todo lo transforma y lleva a la plenitud”.
Jesús no es un simple personaje del pasado
Sucesivamente, Francisco se detuvo en la figura del Apóstol San Pablo (Rm 8: 14-17), quien “en primera persona – dijo – experimentó esta transformación obrada por Dios-Amor”.
El apóstol, explicó el Santo Padre, “nos comunica su deseo de ser llamado Padre, o más bien ‘Papá’, con la total confianza de un niño que se abandona en los brazos de quien le ha dado la vida”.
El Apóstol también recuerda que el Espíritu Santo “actuando en nosotros hace que Jesucristo no se reduzca a un personaje del pasado, sino que lo sintamos cercano, nuestro contemporáneo, y experimentemos la alegría de ser hijos amados por Dios”, añadió.
Por último, citando la promesa que Cristo nos hace en el Evangelio: «yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,20), subrayó que es precisamente gracias a la presencia de Jesús “y a la fuerza de su Espíritu”, que “podemos realizar con serenidad la misión que Él nos confía”, a saber, “anunciar y testimoniar a todos su Evangelio y así expandir la comunión con Él y la alegría que de ello deriva”.
El cristiano no es una persona aislada
Por lo expuesto, el Pontífice concluyó que “la fiesta de la Santísima Trinidad nos hace contemplar el misterio de un Dios que incesantemente crea, redime y santifica, siempre con amor y por amor, y a cada criatura que lo recibe, le dona que refleje un rayo de su belleza, bondad y verdad”.
“Él siempre ha elegido caminar con la humanidad y formar un pueblo que sea bendición para todas las naciones y para todas las personas, ninguno excluido”, afirmó Francisco, y aseguró que el cristiano “no es una persona aislada, sino que pertenece al Pueblo de Dios”:
“Nosotros somos pueblo: el pueblo de Dios. Que la Virgen María nos ayude a cumplir con alegría la misión de dar testimonio al mundo, sediento de amor, de que el sentido de la vida es, precisamente, el amor infinito, el amor concreto del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, concluyó.
Paz en África y en el mundo entero y solidaridad con los enfermos
Tras rezar el Ángelus el Papa recordó la beatificación de Leonela Sgorbati, hermana Misionera de la Consolata, que fuera asesinada por odio a la fe en Mogadiscio, Somalia: “Su vida dada por el Evangelio y el servicio a los pobres, así como su martirio, representan una prenda de esperanza para África y para el mundo entero”, expresó, e invitó a rezar un Ave María por la paz en África: “Nuestra Señora del África ruega por nosotros”, oró. Y antes de despedirse con su tradicional saludo: “buen almuerzo y hasta la vista”, el Santo Padre quiso saludar a las personas que, con ocasión de la Jornada del Alivio, se encontraban reunidas en el Policlínico Gemelli para promover la solidaridad con las personas afectadas por graves enfermedades: “exhorto a todos a reconocer que hay que estar cerca de las personas enfermas con ternura”.

viernes, 25 de mayo de 2018

Belleza del matrimonio: Hombre y mujer, imagen y semejanza de Dios

Reflexión del Papa en Santa Marta



(ZENIT – 25 mayo 2018).- Francisco ha recordado que el hombre y la mujer han sido creados “a imagen y semejanza de Dios” y el mismo matrimonio se convierte así en su imagen. Por esta razón –ha dicho Papa– es tan bello: “El matrimonio es una predicación silenciosa para todos los demás, una predicación de todos los días”.
Francisco ha reflexionado sobre la belleza del matrimonio en la Misa matutina, celebrada en Santa Marta, el viernes, 25 de mayo de 2018, en la que han participado 7 parejas que festejan algunas el 50° otras y el 25° aniversario de matrimonio.
“¡Miren que el amor es posible!’. Y el amor es capaz de hacer vivir enamorados durante toda una vida: en la alegría y en el dolor, con el problema de los hijos y el problema propio… pero ir siempre adelante. En la salud y en la enfermedad, ir siempre adelante. Ésta es la belleza”, ha aclarado el Pontífice.
“Es verdad que hay dificultades -ha continuado– hay problemas con los hijos o en la misma pareja, discusiones, peleas… pero lo importante es que la carne permanezca una y se superan, se superan, se superan. Y éste no es sólo un sacramento para ellos, sino también para la Iglesia, como si fuera un sacramento que che llama la atención.
Una predicación silenciosa 
El hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios y el mismo matrimonio se convierte así en su imagen. Por esta razón, dijo el Papa, es tan bello: “El matrimonio es una predicación silenciosa para todos los demás, una predicación de todos los días”.
La pregunta que le plantean a Jesús los fariseos se refiere al matrimonio: “Quieren saber si es lícito o no a un marido repudiar a su propia esposa. Pero –ha dicho Francisco– el Señor va más allá, y llega hasta la Creación, y habla del matrimonio como algo de lo más bello que Dios ha creado en aquellos siete días”.
“Desde el inicio de la creación, Dios los hizo macho y hembra. Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en una carne sola”, ha explicado Francisco.
Una carne que no se puede dividir
“Es fuerte lo que dice el Señor”, comentó el Papa. Habla de “una carne” que no se puede dividir. Jesús “deja el problema de la separación y va a la belleza de la pareja”.
Y el Papa recomienda: “Nosotros no debemos detenernos, como estos Doctores, en ‘se puede’, o ‘no se puede’ dividir un matrimonio. A veces está la desgracia de que el matrimonio no funciona y es mejor separarse para evitar una guerra mundial –ha dicho– pero ésta es una desgracia. Vayamos a ver lo positivo”.

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jueves, 24 de mayo de 2018

La pobreza en el centro del Evangelio


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Homilía del Papa en Casa Santa Marta: Jueves 24 de mayo de 2018

Dedicando la misa matutina en la Casa Santa Marta al "noble pueblo chino" que hoy celebra a Nuestra Señora de Sheshan, María Auxiliadora, Francisco exhorta a distanciarnos de las riquezas que nos seducen y nos hacen esclavos.

“Tomar distancia de las riquezas, porque Dios las ha ofrecido para dárselas a los otros” fue la exhortación del Papa Francisco en la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta que, en memoria de María Auxiliadora, Francisco dedicó al "noble pueblo chino": hoy – recuerda - en Shanghai se celebra la fiesta de Nuestra Señora de Sheshan, María Auxiliadora.

La pobreza en el centro del Evangelio
Comentando la primera lectura, tomada de la carta del Apóstol Santiago, que muestra cómo los salarios de los trabajadores no remunerados claman y las protestas han llegado a los oídos del Señor, el Pontífice repite lo que el apóstol dijo a los ricos, sin usar "medias palabras", diciendo las cosas "con fuerza". De hecho, evoca riquezas "podridas". Y, recuerda el Papa, Jesús no había dicho menos:

"¡Ay de ustedes, ricos!", en la primera invectiva después de las Bienaventuranzas en la versión de Lucas. "¡Ay de ustedes, ricos!". Si uno hoy hiciera un sermón como ese, en los periódicos, al día siguiente: "¡Ese sacerdote es comunista!". Pero la pobreza está en el centro del Evangelio. La predicación sobre la pobreza está en el centro de la predicación de Jesús: "Bienaventurados los pobres" es la primera de las Bienaventuranzas: Es el documento de identidad, el documento identificativo con el que Jesús se presenta cuando regresa a su pueblo, en Nazaret, en la sinagoga , es: "El Espíritu está sobre mí, he sido enviado para proclamar el Evangelio, la Buena Nueva, a los pobres, la buena noticia a los pobres". Pero siempre en la historia hemos tenido la debilidad de tratar de eliminar esta predicación sobre la pobreza creyendo que es una cuestión social y política. ¡No! Es puro Evangelio, es puro Evangelio.

Amar a Dios con todo el corazón
Francisco insta a reflexionar sobre el porqué de una "predicación tan dura". La razón radica en el hecho de que "las riquezas son una idolatría", son capaces de "seducción". Jesús mismo, explica el Pontífice, dice que "no se puede servir a dos señores: o sirves a Dios o sirves a las riquezas": da, por tanto, "categoría de Señor” a las riquezas, es decir - agrega - la riqueza “te agarra y no te suelta y va en contra del primer mandamiento ", amar a Dios con todo tu corazón.

El Pontífice observa también que las riquezas van "contra el segundo mandamiento porque destruyen la relación armoniosa entre nosotros, los hombres", "arruinan la vida", "arruinan el alma". El Papa recuerda la Parábola del rico - que pensaba en la "buena vida", en las fiestas, en las vestimentas lujosas - y la del mendigo Lázaro, "que no tenía nada". Las riquezas – reitera – "nos alejan de la armonía con nuestros hermanos, del amor al prójimo, nos hacen egoístas". Santiago reclama el salario de los trabajadores que cosecharon en las tierras de los ricos y que no han sido pagados: alguien - dice Francisco - puede confundir al Apóstol Santiago con "un sindicalista". Sin embargo, asegura el Pontífice, él es el Apóstol "que habla bajo la inspiración del Espíritu Santo". Parece – señala - una cosa de hoy:

Incluso aquí, en Italia, para salvar los grandes capitales, se deja a la gente sin trabajo. Va contra el segundo mandamiento y quién hace esto: "¡Ay de ti!". Yo no, Jesús. Ay de ustedes que explotáis a la gente, que explotáis el trabajo, que pagáis en negro, que no pagáis la contribución para las jubilaciones, que no dais vacaciones - dijo el Papa Francisco - ¡Ay de ti! Hacer "descuentos", hacer estafas sobre aquello que se debe pagar, sobre el salario, es un pecado, es pecado. "No, padre, yo voy a misa todos los domingos y voy a esa asociación católica y soy muy católico y hago la novena de esto ...". ¿Pero luego no pagas? Esta injusticia es pecado mortal. No estás en la gracia de Dios. No lo digo yo, lo dice Jesús, lo dice el Apóstol Santiago. Es por eso que las riquezas te alejan del segundo mandamiento, del amor al prójimo.

Hacer oración y penitencia por los ricos
Las riquezas, por lo tanto, tienen una capacidad que nos hacen "esclavos". Es por eso que Francisco exhorta a "hacer un poco más de oración y un poco más de penitencia", no para los pobres sino para los ricos:

Tú no eres libre ante las riquezas. Para ser libre ante las riquezas debes distanciarte y orar al Señor. Si el Señor te ha dado riquezas es para dárselas a los demás, para hacer en su nombre tantas cosas buenas por los otros. Pero las riquezas tienen esta capacidad de seducirnos y en esta seducción caemos, somos esclavos de las riquezas.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Nuevo ciclo sobre la Confirmación




Audiencia general, 23/5/ 2018 – Texto completo

(ZENIT – 23 mayo 2018).- “Si en el Bautismo es el Espíritu Santo quien nos sumerge en Cristo, en la Confirmación es Cristo quien nos llena de su Espíritu” –ha expresado el Papa– consagrándonos como “testigos suyos”.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de la catequesis sobre el Bautismo, estos días que siguen a la solemnidad de Pentecostés nos invitan a reflexionar sobre el testimonio que el Espíritu suscita en los bautizados, poniendo sus vidas en movimiento, abriéndolas al bien de los demás. Jesús confió a sus discípulos una gran misión: “Vosotros sois la sal de la tierra, vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 13-16). Estas son imágenes que nos hacen pensar en nuestro comportamiento, porque tanto la falta de sal como su exceso vuelven poco apetecible la comida, así como la ausencia y el exceso de luz nos impiden ver. El que puede hacernos realmente sal que da sabor y conserva de la corrupción y luz que ilumina el mundo es solo el Espíritu de Cristo. Y este es el don que recibimos en el Sacramento de la Confirmación o Crismación, sobre el que deseo detenerme y reflexionar con vosotros. Se llama “Confirmación” porque confirma el Bautismo y refuerza su gracia (véase Catecismo de la Iglesia Católica, 1289); así como “Crismación“, porque recibimos el Espíritu a través de la unción con el “crisma” –aceite mezclado con fragancias consagrado por el obispo – un término que se refiere a “Cristo”, el ungido del Espíritu Santo.
Renacer a la vida divina en el Bautismo es el primer paso. Por lo tanto es necesario que nos comportemos como hijos de Dios, es decir, que nos conformemos al Cristo que obra en la santa Iglesia, dejándonos involucrar en su misión en el mundo. Esto es lo que otorga la unción del Espíritu Santo: “ Mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro” (véase Secuencia de Pentecostés). Sin la fuerza del Espíritu Santo no podemos hacer nada: el Espíritu es el que nos da fuerzas para ir adelante. Como toda la vida de Jesús estuvo animada por el Espíritu, así también la vida de la Iglesia y de cada uno de sus miembros está bajo la guía del mismo Espíritu.
Concebido por la Virgen por obra el Espíritu Santo, Jesús emprende su misión después de que, salido del agua del Jordán, es consagrado por el Espíritu que desciende y permanece sobre Él (cf Mc 1,10; Jn 1:32). Él lo declara explícitamente en la sinagoga de Nazaret. ¡Es hermoso como se presenta Jesús, cual es el carnet de identidad de Jesús en la sinagoga de Nazaret! Escuchemos como hace: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva”(Lc4, 18). Jesús se presenta en la sinagoga de su pueblo como el Ungido, El que ha sido ungido por el Espíritu.
Jesús está lleno del Espíritu Santo y es la fuente del Espíritu prometido por el Padre (Jn 15, 26; Lc 24, 39; Hch 1, 8, 2.33). En realidad, en la noche de Pascua el Resucitado sopló sobre los discípulos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,22); y en el día de Pentecostés, la fuerza del Espíritu desciende sobre los Apóstoles de forma extraordinaria (véase Hechos 2: 1-4), como sabemos.
El “Respiro” de Cristo resucitado llena los pulmones de la Iglesia de vida y, en efecto, las bocas de los discípulos, “llenos del Espíritu Santo”, se abren para proclamar a todos las grandes obras de Dios (véase Hechos 2: 1-11).
Pentecostés – que celebramos el domingo pasado- es para la Iglesia  lo que para Cristo fue  la unción del Espíritu recibida en el Jordán; es decir, Pentecostés es  el impulso misionero a consumir la vida por la santificación de los hombres, para gloria de Dios. Si en todo sacramento obra el Espíritu, de manera especial es en la Confirmación en el cual “los fieles reciben como don el Espíritu Santo ” (Pablo VI, Const. ap., Divinae consortium naturae). Y en el momento de efectuar la unción, el obispo dice estas palabras: “Recibe al Espíritu Santo que te ha sido dado en don”: es el gran don de Dios, el Espíritu Santo. Y todos nosotros llevamos al Espíritu dentro. El Espíritu está en nuestro corazón, en nuestra alma. Y el Espíritu nos guía en la vida para que nos convirtamos en sal justa y luz justa para los hombres.
Si en el bautismo es el Espíritu Santo quien nos sumerge en Cristo, en la Confirmación es Cristo quien nos llena de su Espíritu, consagrándonos como testigos suyos, partícipes del mismo principio de vida y de misión, según el diseño del Padre celestial. El testimonio que dan los confirmados manifiesta la recepción del Espíritu Santo y la docilidad a su inspiración creativa. Yo me pregunto: ¿Cómo vemos que hemos recibido el Don del Espíritu? Si realizamos las obras del Espíritu, si pronunciamos palabras enseñadas por el Espíritu (véase 1 Cor 2:13). El testimonio cristiano consiste en hacer solo y todo lo que el Espíritu de Cristo nos pide, otorgándonos la fuerza  para hacerlo.
© Librería Editorial Vaticano

lunes, 21 de mayo de 2018

La Iglesia, como María, es mujer y madre

En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, el Santo Padre, en la primera memoria de

la Bienaventurada Virgen María, Madre
de la Iglesia, recordó que la primera virtud de una mamá es la ternura
Barbara Castelli – Ciudad del Vaticano
“La Iglesia es femenina”, “es madre” En efecto, por voluntad del mismo Pontífice, esta fiesta se celebra el lunes después de Pentecostés, para “favorecer el crecimiento del sentido materno de la Iglesia en los pastores, en los religiosos y en los fieles, junto a la genuina piedad mariana”.


En su homilía, el Papa Bergoglio precisó que María, en los Evangelios, suele ser indicada como “Madre de Jesús”, y no como “la Señora” o “la viuda de José”. Y esto porque su carácter maternal recorre todas las Sagradas Escrituras, desde la Anunciación hasta el fin. Una especificidad que han comprendido desde el principio los Padres de la Iglesia. Sí, porque se trata de una dote que alcanza y rodea a la Iglesia.
“La Iglesia es femenina, porque es ‘iglesia, ‘esposa’: es  femenina. Y es madre, da a la luz. Esposa y madre. Y los Padres van más allá y dicen: ‘También tu alma es esposa de Cristo y madre’. Y en esta actitud que viene de María, que es Madre de la Iglesia; de esta actitud podemos comprender esta dimensión femenina de la Iglesia que cuando falta, hace que la Iglesia pierda su verdadera identidad y se convierta en una asociación de beneficencia o en un equipo de fútbol, o en cualquier cosa, pero no en la Iglesia”.


Sólo una Iglesia femenina podrá tener “actitudes de fecundidad” según las intenciones de Dios, que “ha querido nacer de una mujer para enseñarnos este camino de mujer”.
“Li importante es que la Iglesia sea mujer, que tenga esta actitud de esposa y de madre. Cuando olvidamos esto, es una Iglesia masculina, sin esta dimensión, y tristemente se convierte en una Iglesia de solterones, que viven en este aislamiento, incapaces de amor, incapaces de fecundidad. Sin la mujer la Iglesia no  va adelante, porque ella es mujer. Y esta actitud de mujer le viene de María, porque Jesús así lo ha querido”.


La virtud que más distingue a una mujer – reafirmó  Francisco – es la ternura, como María que “dio a la luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo puso en un pesebre”. Y añadió que ocuparse, con docilidad y humildad, son las cualidades fuertes de las mamás.
“Una Iglesia que es madre va por el camino de la ternura. Conoce el lenguaje de tanta sabiduría de las caricias, del silencio, de la mirada que sabe de compasión, que sabe de silencio. Y, asimismo, un alma, una persona que vive esta pertenencia a la Iglesia, sabiendo que también es madre debe ir por el mismo camino: una persona dócil, tierna, sonriente y llena de amor”.

domingo, 20 de mayo de 2018

Espíritu Santo es la fuente de la santidad, que no es el privilegio de unos pocos, sino la vocación de todos.


(ZENIT – 20 mayo 2018).

Palabras del Papa antes del  Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El tiempo de Pascua, centrado en la muerte y la resurrección de Jesús, culmina en la fiesta de Pentecostés. Esta solemnidad nos hace recordar y revivir la efusión del Espíritu sobre los Apóstoles y los otros discípulos, reunidos en oración con la Virgen María en el Cenáculo (Hechos 2: 1-11). En este día comenzó la historia de la santidad cristiana, porque el Espíritu Santo es la fuente de la santidad, que no es el privilegio de unos pocos, sino la vocación de todos.

Por el Bautismo, todos estamos llamados a participar en la vida divina de Cristo y, a través de la Confirmación, a convertirnos en Sus testigos en el mundo. “El Espíritu Santo propaga la santidad en todas partes, en el pueblo santo y fiel de Dios” (Ex., A. Gaudete et exsultate, 6). Como dice el Concilio Vaticano II, “La buena voluntad de Dios ha sido que los hombres no reciban la santificación y la salvación por separado, aparte de cualquier vínculo mutuo; quería convertirlo en un pueblo que lo conocería según la verdad y le serviría en santidad “(Const dogm, Lumen Gentium, 9).

Ya por medio de los antiguos profetas, el Señor había anunciado a la gente este designio. A través de Ezequiel, él dice: “Pondré mi espíritu en vosotros, y  haré que caminéis conforme a mis leyes, guardéis mis preceptos y seáis fieles a ellos”. […] vosotros, seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios “(36,27-28). Y por la boca de Joel proclamó: “Derramaré mi espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán”. […] Incluso hasta en los siervos y en las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. … todo el que invoque el nombre del Señor será salvo “(3,1-2,5).

Todas estas profecías se realizan en Jesucristo, “mediador y garante de la efusión eterna del Espíritu” (Misal Romano, Prefacio después de la Ascensión). Hoy es la fiesta de la efusión del Espíritu Santo.
Desde ese día de Pentecostés, y hasta el final de los tiempos, esta santidad, que es la plenitud de Cristo es dado a todos los que están abiertos a la acción del Espíritu Santo y que se esfuerzan por ser dócil. Es el Espíritu que nos hace experimentar una alegría plena. El Espíritu Santo viene a nosotros, vence la aridez, abre los corazones a la esperanza, estimula y promueve la madurez interna en la relación con Dios y el prójimo.

 Esto es lo que San Pablol nos dice: “He aquí el fruto del Espíritu, es amor, alegría, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio” (Gal 5,22). Todo esto el Espíritu Santo lo hace en nosotros. Hoy celebremos esta riqueza que el Padre nos da.
Pidamos a la Virgen María que obtenga hoy un Pentecostés renovado para la Iglesia, una juventud renovada, que nos da la alegría de vivir y atestiguar el Evangelio e “infunda en nosotros un intenso deseo de ‘ser santos para la mayor gloria de Dios’ (Gaudete et exsultate, 177).

© Traducción ZENIT, Raquel Anillo

jueves, 17 de mayo de 2018

Catequesis sobre el Bautismo: “Revestíos de Cristo”


(ZENIT – 16 mayo 2018).- La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:25 horas en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo. Después ha lanzado un llamamiento por la preocupante situación en Oriente Medio. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la  bendición apostólica.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy concluimos el ciclo de catequesis sobre el Bautismo. Los efectos espirituales de este sacramento, invisibles para los ojos pero que operan en el corazón de quien se ha convertido en una nueva criatura, se hacen explícitos mediante la entrega de la prenda blanca y la vela encendida.
Después del lavacro de regeneración, capaz de recrear al hombre según Dios en la verdadera santidad (cf. Ef 4,24), pareció  natural, desde los primeros siglos, revestir a los nuevos bautizados con una prenda nueva, blanca, a semejanza del esplendor de la vida conseguida en Cristo y en el Espíritu Santo. La vestimenta blanca expresa simbólicamente lo que ha sucedido en el sacramento, y  anuncia, al mismo tiempo, la condición de los transfigurados en la gloria divina
San Pablo recuerda el significado de revestirse de Cristo, cuando explica cuáles son las virtudes que deben cultivar los bautizados: “Elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente al otro… Y por encima de todo esto revestíos de caridad, que es el vínculo de la perfección”. (Col 3: 12-14).
La entrega ritual de la llama tomada del cirio pascual también recuerda el efecto del Bautismo: “Recibid la luz de Cristo”, dice el sacerdote. Estas palabras recuerdan que nosotros no somos la luz, sino que la luz es Jesucristo (Jn 1, 9, 12, 46), quien, resucitado de entre los muertos, ha vencido las tinieblas del mal. ¡Nosotros estamos llamados a recibir su esplendor! Al igual que la llama del cirio pascual ilumina cada vela, el amor del Señor resucitado inflama los corazones de los bautizados, llenándolos de luz y calor. Y por eso desde los primeros siglos el sacramento del bautismo también se llama “iluminación” y al  bautizado se le llamaba “el iluminado”.
Esta es ciertamente la vocación cristiana: “Caminar siempre como hijos de la luz, perseverando en la fe” (cf. Rito de la iniciación cristiana de adultos, n.° 226, Jn 12, 36). Si se trata de niños, es deber de los padres, junto con los padrinos y madrinas preocuparse por alimentar la llama de la gracia bautismal en sus pequeños, ayudándolos a perseverar en la fe (cf. Rito del bautismo de los niños, n. 73). “La educación en la fe, que en justicia se les debe a los niños, tiende a llevarles gradualmente a comprender y asimilar el plan de Dios en Cristo, para que finalmente ellos mismos puedan libremente ratificar la fe en que han sido bautizados”. (ibid., Introducción, 3).
La presencia viva de Cristo, que debemos  proteger, defender y dilatar en nosotros, es la lámpara que ilumina nuestros pasos,  luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta los corazones para  ir al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a los que hacen el camino con nosotros, hasta la comunión inseparable con Él. Ese día, dice también el Apocalipsis, “Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos” (véase 22: 5).
La celebración del bautismo termina con la oración del Padre Nuestro, propia de la comunidad de los hijos de Dios. En efecto, los niños renacidos en el bautismo reciben la plenitud del don del Espíritu en la confirmación y participan en la eucaristía, aprendiendo lo que significa dirigirse a Dios llamándolo “Padre”.
Al final de estas catequesis sobre el Bautismo, repito a cada uno de vosotros la invitación que expresé en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate: “Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5,22-23)”.

lunes, 14 de mayo de 2018

Nuestro “destino” es vivir como amigos de Jesús

En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta, el segundo lunes de mayo, el Santo Padre recordó que estamos llamados a vivir en amistad con Jesús, y que Él es siempre fiel
Ciudad del Vaticano
Hemos recibido como “destino”, y no por “casualidad”, la amistad con Jesús y nuestra vocación es, precisamente, la de permanecer amigos del Señor. Lo afirmó el Papa Francisco en su reflexión de esta mañana a partir de la Liturgia del día, en que aparece varias veces la palabra “suerte”.

Nuestro destino es vivir como amigos de Jesús

“Nosotros hemos recibido este don como destino, la amistad del Señor. Ésta es nuestra vocación: vivir siendo amigos del Señor, amigos del Señor. Y lo mismo habían recibido los Apóstoles, de modo más fuerte aún, pero lo mismo. Todos nosotros, los cristianos, hemos recibido este don: la apertura, el acceso al corazón de Jesús, a la amistad de Jesús. Hemos recibido en suerte el don de tu amistad. Nuestro destino es ser amigos tuyos. Es un don que el Señor conserva siempre y Él es fiel a este don”.

Jesús no reniega su amistad, ni siquiera con quien traiciona

Pero muchas veces nosotros no lo somos y nos alejamos “con nuestros pecados, con nuestros caprichos”, pero “Él es fiel a la amistad”. Por lo tanto, Jesús, tal como lo recuerda el Evangelio del día (Jn 15,9-17), ya no nos llama “siervos” sino “amigos” y conserva esta palabra hasta el fin, porque es fiel. Incluso con Judas: la última palabra que le dirige, antes de la traición, es “amigo”. No le dice “vete”:
“Jesús es nuestro amigo. Y Judas, como dice aquí, ha ido por su suerte nueva, por su destino que él ha elegido libremente, se ha alejado de Jesús. Y la apostasía es esto: alejarse de Jesús. Un amigo que se convierte en enemigo o un amigo que se vuelve indiferente o un amigo que llega a ser traidor”.

Permanecer en la amistad con Jesús, recibida en don

Por tanto, en lugar de Judas – tal como narra la Primera Lectura (Hch 1, 15-17.20-26) – es elegido en suerte Matías “por ser testigo de la Resurrección”, “testigo de este don de amor”. “Amigo – recordó el Papa Francisco – es aquel que comparte precisamente los secretos” con el otro. “Los he llamado amigos porque todo lo que he oído de mi Padre se lo he dado a conocer a ustedes”, dice, en efecto, Jesús en el Evangelio. Se trata, por lo tanto, de una amistad que “hemos recibido en suerte, es decir, como destino”, como lo habían recibido Judas y Matías:
“Pensemos en esto, Él no reniega este don, no nos reniega, nos espera hasta el final. Y cuando nosotros, por nuestra debilidad, nos alejamos de Él, Él espera, Él espera, Él sigue diciendo: “Amigo, te espero. Amigo ¿qué quieres? Amigo, ¿por qué con un beso me traicionas?”. Él es fiel en la amistad y nosotros debemos pedirle esta gracia de permanecer en su amor, permanecer en su amistad, esa amistad que nosotros hemos recibido como don, en suerte, de Él”.

domingo, 13 de mayo de 2018

«Ser buscadores de Cristo llevando su palabra de salvación»


El Papa en el Regina Coeli 13-5-18: 


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, en Italia y en muchos otros países, se celebra la solemnidad de la Ascensión del Señor. Esta fiesta contiene dos elementos. Por un lado, la Ascensión orienta nuestra mirada al cielo, donde Jesús glorificado se sienta a la derecha de Dios ( Mc 16:19). Por otro, nos recuerda el inicio de la misión de la Iglesia: ¿por qué? Porque Jesús resucitado ha subido al cielo y manda a sus discípulos a difundir el Evangelio en todo el mundo. Por lo tanto, la Ascensión nos exhorta a elevar la mirada al cielo, para después dirigirla rápidamente a la tierra, llevando adelante las tareas que el Señor resucitado nos confía.
Esto es lo que el pasaje del Evangelio de hoy nos invita a hacer: el evento de la Ascensión viene inmediatamente después de la misión que Jesús confió a los discípulos. Es una misión sin límites, literalmente “sin fronteras”, más allá de la fortaleza humana. De hecho, Jesús dice: “Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura” ( Mc 16, 15). ¡Esta tarea que Jesús confió a un pequeño grupo de hombres simples sin grandes habilidades intelectuales parece tarea muy atrevida! Sin embargo, esta pequeña compañía, sin importancia para los grandes poderes del mundo, es enviada para llevar el mensaje de amor y misericordia de Jesús a todos los rincones de la tierra.
Pero este proyecto de Dios puede realizarse solo por la fuerza que Dios mismo les da a los apóstoles. En este sentido, Jesús les asegura que su misión será sostenida por el Espíritu Santo. Él dijo: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1, 8). Por lo tanto, esta misión podría realizarse y los Apóstoles han dado comienzo a esta obra, que luego fue continuado por sus sucesores. La misión confiada por Jesús a los Apóstoles ha continuado a través de los siglos, y continúa hoy: necesita nuestra colaboración de todos. Cada uno, gracias al Bautismo que ha recibido, está habilitado para proclamar el Evangelio. Es precisamente el Bautismo que nos fortalece y nos impulsa a ser misioneros, a proclamar el Evangelio.











La ascensión del Señor al cielo, mientras inauguramos una nueva forma de presencia de Jesús en medio de nosotros, nos pide tener ojos y un corazón para encontrarnos con Él, servirlo y testificar de Él a los demás. Es ser hombres y mujeres de la Ascensión, es decir, buscadores de Cristo en los caminos de nuestro tiempo, que llevan su palabra de salvación hasta los confines de la tierra. En este itinerario, nos encontramos con Cristo mismo en nuestros hermanos, especialmente en los más pobres, en aquellos que sufren en carne propia la experiencia dura y mortificante de las antiguas y nuevas pobrezas. Como al principio Cristo Resucitado envió a sus apóstoles con la fuerza del Espíritu Santo, hoy nos envía a todos, con la misma fuerza, a llevar signos de esperanza concretos y visibles. Porque Jesús nos da la esperanza y ha ido al cielo y ha abierto las puertas del cielo en la esperanza que nosotros llegaremos allí.
Que la Virgen María que, como la Madre del Señor muerto y resucitado, ha animado la fe de la primera comunidad de discípulos, también nos ayude a nosotros a guardar “en lo más alto de nuestros corazones”, como la liturgia nos exhorta a hacer. Y al mismo tiempo, que nos ayude a tener “los pies en la tierra” y a sembrar el Evangelio con valentía en las situaciones concretas de nuestra vida y nuestra historia.

miércoles, 9 de mayo de 2018

La Iglesia, en el Bautismo, nos regenera a la vida eterna.

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PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles, 9 de mayo de 2018









Queridos hermanos y hermanas:
Hoy fijamos nuestra atención en el rito central del bautismo: el lavacro santo acompañado de la invocación a la Santísima Trinidad, momento en el que somos bautizados y participamos en el Misterio pascual de Cristo: el hombre viejo queda sepultado para que renazca una creatura nueva. Morimos y nacemos en el mismo instante, pues la fuente bautismal se convierte en sepulcro y en madre. Estas dos imágenes manifiestan la grandeza de lo que sucede por medio de los gestos sencillos del bautismo.

Nuestros padres nos generaron a la vida terrena; la Iglesia, en el Bautismo, nos regenera a la vida eterna, haciéndonos hijos de Dios para siempre. Por eso, también sobre cada uno de nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, el Padre dice amorosamente: «Tú eres mi hijo amado» (cf. Mt 3,17). El bautismo no se repite porque imprime un sello sacramental indeleble que el pecado no puede borrar, pero sí puede impedir que dé frutos de salvación.
Luego, la unción crismal, nos conforma a Cristo “Sacerdote, Profeta y Rey”. Por eso, todo el Pueblo de Dios, animado por el Espíritu Santo, participa de esas funciones, y tiene la responsabilidad de misión y servicio que de ellas deriva.

Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica. En este tiempo pascual, los invito a considerar la grandeza de la vocación cristiana que recibimos en el bautismo, y vivirla unidos a Cristo en la Iglesia, de modo que pueda dar frutos abundantes en una vida de fe y de caridad, al servicio de los hermanos. Muchas gracias.



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