domingo, 28 de abril de 2019

Jesús se aparece trayendo tres dones: la paz, la alegría y la misión apostólica

Regina Caeli del 28 abril 2019, captura Vatican Media
Regina Caeli Del 28 Abril 2019, Captura Vatican Media


(ZENIT – 28 abril 2018).-  En este segundo domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, el Papa Francisco se asoma a la ventana de su estudio del Palacio Apostólico del Vaticano para dirigirse a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza San Pedro para rezar el Regina Caeli.
Palabras del Papa antes del Regina Caeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
El evangelio de hoy (Juan 20: 19-31) nos dice que en el día de Pascua Jesús se aparece a sus discípulos en el Cenáculo, trayendo tres dones: la paz, la alegría y la misión apostólica.
Las primeras palabras que dice son: “La paz sea contigo” (v. 21). El Señor Resucitado trae auténtica paz, porque a través de su sacrificio en la cruz ha logrado la reconciliación entre Dios y la humanidad y ha vencido el pecado y la muerte, esta es la paz. Sus discípulos eran los primeros que necesitaban esta paz, porque después de la captura y la sentencia de muerte contra el Maestro, habían caído en el desconcierto y el miedo. Jesús se aparece vivo entre ellos y mostrando sus heridas en el cuerpo glorioso, da la paz como fruto de su victoria. Pero esa tarde el apóstol Tomás no estuvo presente. Informado de este evento extraordinario, él, incrédulo ante el testimonio de los otros apóstoles, pretende verificar personalmente la verdad de lo que ellos afirman. Ocho días después, como hoy, se repite la aparición: Jesús se encuentra con la incredulidad de Tomás y le invita a tocar sus heridas. Son la fuente de la paz, porque son el signo del inmenso amor de Jesús, quien derrotó a las fuerzas hostiles del hombre, es decir, el pecado, el mal y la muerte. Invita a tocar las heridas, es una enseñanza para nosotros, como si Jesús nos dijera a cada uno de nosotros: “Si tu no estás en paz, toca mis heridas”.
Tocar las heridas de Jesús, que están en los problemas, en las dificultades, en las persecuciones, en las enfermedades, en tanta gente que sufre. ¿Tu no estás en paz?, Ve, ve a visitar a alguien que es símbolo de la herida de Jesús, toca la herida de Jesús. De esas heridas sale la misericordia. Por eso hoy es el domingo de la misericordia. Un santo decía que el cuerpo de Jesús crucificado es como un saco de misericordia, que a través de las heridas venía hacia todos nosotros. Todos nosotros necesitamos de la misericordia, lo sabemos. acerquémonos a Jesús y toquemos  sus heridas, en nuestros hermanos que sufren. Las heridas de Jesús son un tesoro: de ahí surge la misericordia. seamos valerosos y toquemos las heridas de Jesús. Con estas heridas Él está delante del Padre y nos hace ver al Padre, como si dijera. “Padre, este es el precio, estas heridas son lo que yo he pagado por mis hermanos”. Con las heridas Jesús intercede ante el Padre. Nos da la misericordia y nos acerca e intercede por nosotros. No olviden nunca las heridas de Jesús.
El segundo don que Jesús resucitado trae a los discípulos es la alegría. El evangelista informa que los discípulos se regocijaron al ver al Señor “(v. 20). Hay un versículo que dice que “no podían creer por la alegría que tenían”, no lo podían creer.  A nosotros cuando nos pasa algo increíble demasiado bello, nos viene de dentro decir: “¡No lo podemos creer, que esto no es verdad!” y así decían los discípulos, no lo podían creer por tanta alegría que sentían. Y esa es la alegría que nos da Jesús. Si tu estás triste, si no estás en paz, mira a Jesús crucificado a Jesús resucitado, mira sus heridas y recibe su alegría.
Y además de la paz y la alegría, Jesús da a sus discípulos una nueva misión: “Así como el Padre me envió, yo también os envío” (v. 21). y La resurrección de Jesús es el inicio de un nuevo dinamismo  de amor capaz de transformar el mundo con la presencia del Espíritu Santo.
En este segundo domingo de Pascua, estamos invitados a acercarnos a Cristo con fe, abriendo nuestros corazones a la paz, la alegría y la misión, pero no nos olvidemos las heridas de Jesús, que de ahí surge la paz, la alegría y la fuerza par la misión.
Confiamos esto a la intercesión  maternal de la Virgen María, Reina del Cielo y de la Tierra.



viernes, 26 de abril de 2019

“La Palabra infunde el calor del Señor en el corazón”

Congreso Bíblico Internacional en Roma © Vatican Media
Congreso Bíblico Internacional En Roma © Vatican Media

50 aniversario de la Federación Bíblica: 

Audiencia con el Santo Padre
(ZENIT – 26 abril 2019).- Esta mañana se ha clausurado en el Vaticano el Congreso Bíblico Internacional en Roma, organizado por la Federación Bíblica Católica con motivo del 50 aniversario de su fundación y dedicado al tema: “La Biblia y la vida: la inspiración bíblica de toda la vida pastoral y la misión de la Iglesia-Experiencias y retos”.
Publicamos el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes durante el encuentro:
Eminencias, queridos hermanos en el episcopado, hermanos y hermanas,
Con las palabras del apóstol Pablo, doy la bienvenida, a quienes están “en Roma, amados por Dios”, deseándoos “gracia y paz” (Rom 1: 7). Doy las gracias al cardenal Tagle por el saludo que me ha dirigido en nombre vuestro. Os habéis reunido con motivo del quincuagésimo aniversario de la Federación Bíblica Católica. Este jubileo os dará la oportunidad de hacer balance de vuestro servicio eclesial y de confirmaros mutuamente en el compromiso de difundir la Palabra de Dios.
Vuestra reflexión se ha desarrollado en torno a dos palabras: Biblia y vida. Yo también quisiera deciros algo sobre este binomio inseparable. “La palabra de Dios es viva” (Heb 4:12): no muere ni envejece, permanece para siempre (ver 1 Ped. 1:25). Permanece joven en presencia de todo lo que pasa (ver Mt 24:35) y defiende a quienes la ponen en práctica del envejecimiento interior. Es viva y da vida. Es importante recordar que el Espíritu Santo, el Dador de vida, ama obrar a través de las Escrituras. La Palabra lleva el aliento de Dios al mundo, infunde el calor del Señor en el corazón. Todas las contribuciones académicas, los volúmenes que se publican están y no pueden sino estar al servicio de ello. Son como la leña que, cuidadosamente recogida y ensamblada, se usa para calentar. Pero así como la leña no produce calor por sí misma, tampoco lo producen los mejores estudios; sirve el fuego, se necesita el Espíritu para que la Biblia arda en el corazón y se convierta en vida. Entonces la buena leña puede ser útil para alimentar este fuego. Pero la Biblia no es una hermosa colección de libros sagrados que estudiar, es Palabra de vida que sembrar, un don que el Resucitado  nos pide que recibamos y distribuyamos para que haya vida en su nombre (ver Jn 20, 31).
En la Iglesia, la Palabra es una inyección insustituible de vida. Por eso las homilías son fundamentales. La predicación no es un ejercicio de retórica y tampoco  un conjunto de sabias nociones humanas:  así solo sería leña. Es, en cambio, un compartir del Espíritu (ver 1 Corintios 2: 4) de la Palabra divina que  ha tocado el corazón del predicador, que comunica ese calor, esa unción. Tantas palabras acuden diariamente a nuestros oídos, transmiten información y dan múltiples inputs; muchos, tal vez demasiados, hasta el punto de superar a menudo nuestra capacidad de recibirlas. Pero no podemos renunciar a la Palabra de Jesús, la única Palabra de vida eterna (ver Jn 6:68), que necesitamos todos los días. Sería hermoso que floreciera ” una nueva etapa de mayor amor a la Sagrada Escritura por parte de todos los miembros del Pueblo de Dios, de manera que… se profundice la relación con la persona misma de Jesús» (Exhortación Apostólica Verbum Domini, 72) . Sería bueno que la Palabra de Dios se convirtiera en “el corazón de toda actividad eclesial” (Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 174); corazón que late, que vitaliza las extremidades del cuerpo. Es deseo del Espíritu  plasmarnos como Iglesia  en “formato -Palabra”: una Iglesia que no habla de sí misma o por sí misma, sino que lleva en su corazón y en sus labios al Señor, que diariamente  recurre a su Palabra. En cambio, la tentación es siempre la de anunciarnos  y de hablar sobre nuestras dinámicas, pero así la vida no se transmite al mundo.
La Palabra da vida a cada creyente  enseñando a renunciar a uno mismo para anunciar al Señor. En este sentido, actúa como una espada afilada que, entrando en profundidad, discierne los pensamientos y los sentimientos, revela la verdad, hiere para sanear (vea Heb. 4, 12; Job 5.18). La Palabra conduce a  vivir de forma pascual: como semilla que muriendo da vida, como uva que da vino a través de la prensa, como aceitunas que dan aceite después de pasar por el molino. Así, causando dones radicales de  vida, la Palabra vivifica. No deja tranquilo, interpela. Una Iglesia que vive a la escucha de la Palabra nunca se contenta de las propias seguridades. Es dócil a la impredecible novedad del espíritu. Nunca se cansa de anunciar, no cede a la desilusión, no se rinde en promover la comunión en todos los niveles, porque la Palabra llama a la unidad e invita a cada uno a escuchar al otro, superando sus particularismos.
La Iglesia que se alimenta de la Palabra, por lo tanto, vive para anunciar la Palabra. No habla de sí, sino que baja a los caminos del mundo: no porque le gusten o sean fáciles, sino porque son los lugares del anuncio. Una Iglesia fiel a la Palabra no escatima en proclamar el kerygma y no espera ser apreciada. La Palabra divina, que proviene del Padre y se derrama en el mundo, la empuja hasta los confines de la tierra. La Biblia es su mejor vacuna contra el cierre y la autoconservación. Es Palabra de Dios, no nuestra, y nos aleja de estar en el centro, guardándonos de la autosuficiencia y del triunfalismo, y nos llama constantemente a salir de nosotros mismos. La Palabra de Dios posee una fuerza centrífuga, no centrípeta: no lleva al repliegue interior, sino que empuja hacia el exterior, hacia aquellos  a los que aún no ha llegado. No asegura tibios consuelos, porque es fuego y viento: es el Espíritu el que incendia el corazón y desplaza los horizontes, dilatándolos con su creatividad.
Biblia y vida: comprometámonos a abrazar estas dos palabras, para que una nunca pueda estar sin la otra. Quisiera concluir como empecé, con una frase del apóstol Pablo, que hacia el  final de una carta escribe: “Finalmente, hermanos, orad”. Como él, yo también os pido que oréis. Pero San Pablo especifica la razón de la oración: “para que corra la palabra del Señor” (2 Tes. 3: 3). Recemos y actuemos para que la Biblia no se quede en la biblioteca entre los muchos libros que hablan de ella, sino que corra por las calles del mundo y ponga su tienda donde vive la gente. Os deseo que seáis buenos portadores de la Palabra, con el mismo entusiasmo que leemos en estos días en los relatos de Pascua, donde todos corren: las mujeres, Pedro, Juan, los dos de Emaús… Corren para encontrar y anunciar la Palabra viva.  Os lo deseo de todo corazón y os agradezco todo lo que hacéis.
© Librería Editorial Vaticano

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jueves, 25 de abril de 2019

Francisco: primer Papa en crear un programa informático


Hace pocos días, el mundo pudo presenciar un hecho histórico, un evento organizado por Scholas Occurrentes. En el Vaticano, Francisco se convertía en el primer Papa de la historia en desarrollar un programa informático

Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco se sumó, junto a tres chicas de distintos lugares del mundo, a la elaboración de una línea de código para una app; se convirtió así en el primer Papa de la historia en programar, a la vez que hizo un llamado a todos los estudiantes del mundo a aprender ciencias de la computación en pos de la paz mundial.
Con este acto, organizado por la Fundación Scholas Occurrentes, se dio el lanzamiento de una campaña más amplia a nivel global, “Programando por la paz”, que busca integrar a estudiantes de las comunidades más desfavorecidas y alentarlos a aprender ciencias de la computación, y usar su creatividad para hacer del mundo un lugar mejor.

La primera línea de código escrita por un Papa

Tres chicas, de tres continentes diferentes, junto al Papa Francisco, trabajaron para desarrollar una aplicación; una historia sobre el uso de la tecnología para el bien común; una historia que demuestra que la informática puede usarse en favor de la paz.

Matilde Fabrega

Matilde Fabrega, de 11 años de edad, es una estudiante de Chile. Actualmente está estudiando Ciencias de la Computación en un programa extracurricular en el Colegio Institución Teresiana, en Santiago de Chile. Le encanta diseñar.

Nicole Rodríguez

Nicole Rodríguez, de 13 años, es una estudiante de República Dominicana. En la actualidad estudia Ciencias de la Computación en la Escuela de Liderazgo para Jóvenes Mujeres de Astoria, en la ciudad de Nueva York.

Liuren Yin

Liuren Yin, de 16 años, es una estudiante de China. Estudia Ciencias de la Computación en la Escuela Secundaria Experimental, adjunta a la Universidad Normal de Beijing, en Beijing.
Nicole, Liuren y Matilde pasaron dos días en Roma, del 19 al 20 de marzo, y crearon una sencilla aplicación para mostrar cómo se puede usar la tecnología para ayudar a resolver grandes problemas globales, una tarea alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, de la ONU.

Una aplicación para la paz del mundo

Su aplicación en concreto daba a conocer diversos ejemplos, de proyectos, herramientas y propuestas, con los que la tecnología ha ayudado y puede seguir ayudando a hacer frente a cada uno de los primeros 16 objetivos señalados por la ONU, que cubren temas desde el hambre en el mundo, la limpieza de los océanos y la igualdad de género, entre otros.
Las tres chicas ni siquiera hablaban el mismo idioma. Liuren habla chino e inglés, y Nicole habla inglés y español; de tal modo que Nicole contribuyó a traducir el español de Matilde y el inglés de Liuren. Las tres trabajaron juntas para construir versiones en inglés, español y chino de la misma aplicación. En su tiempo libre, Nicole y Matilde también aprovecharon para enseñar a Liuren frases y números básicos del español.

Última línea de código de la APP

El 21 de marzo, cuando por fin las tres conocieron al Papa Francisco en la sede global de Scholas Occurrentes, su aplicación estaba casi al completo. Lo único que hacía falta era adicionar una línea de código y así activar el botón que enlazaría al ítem del 17º y último objetivo de la ONU: “Alianzas para lograr los objetivos”. Juntas, ayudadas por el Papa Francisco, las chicas escribieron una última línea del código: 
setScreen(“ por la paz”)
Este código mostraría finalmente la pantalla que se aprecia en la galería de fotos, con una declaración sobre las ciencias de la computación, bendecida por el Papa:
La magia se había hecho. Después de esto, el Papa quiso compartir unas breves palabras acerca de la creatividad y la juventud: “Los jóvenes no son el futuro. Ellos son el hoy, son el ahora… Tienen un poder inimaginable, son creativos por sí mismos… Ellos deben involucrarse ahora, con creatividad”.

Photogallery

Papa Francisco. Primer Papa que desarrolla programa informático
25 abril 2019, 14:32

miércoles, 24 de abril de 2019

“Como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”-




Catequesis del Papa Francisco

El perdón, el don más precioso

(ZENIT – 24 abril 2019).- En la catequesis de hoy, miércoles 24 de abril de 2019, el Papa Francisco ha indicado que Dios le da a cada cristiano la gracia de escribir “una historia de bien en la vida de sus hermanos”. Y ha añadido: “Con una palabra, un abrazo, una sonrisa, podemos transmitir a los demás lo más precioso que hemos recibido”, el perdón.

Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy completamos la catequesis sobre la quinta petición del “Padre Nuestro”, deteniéndonos en la expresión ” como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt. 6:12). Hemos visto que es propio del hombre ser deudor ante Dios: de Él hemos recibido todo, en términos de naturaleza y gracia. Nuestra vida no solo fue deseada, sino amada por Dios. Realmente no hay espacio para la presunción cuando unimos las manos para orar. No existen self made men en la Iglesia, hombres que se han hecho a sí mismos. Todos estamos en deuda con Dios y con muchas personas que nos han dado condiciones de vida favorables. Nuestra identidad se construye a partir del bien recibido. El primero es la vida.
El que reza aprende a decir “gracias”. Y nosotros muchas veces nos olvidamos de decir “gracias”, somos egoístas. El que reza aprende a decir “gracias” y le pide a Dios que sea benévolo con él o con ella. Por mucho que nos esforcemos, siempre hay una deuda inagotable con Dios, que nunca podremos pagar: Él nos ama infinitamente más de lo que nosotros lo amamos.
 Y luego, por mucho que nos comprometamos a vivir de acuerdo con las enseñanzas cristianas, en nuestras vidas siempre habrá algo por lo que pedir perdón: pensemos en los días pasados perezosamente, en  los momentos en que el rencor ha ocupado nuestro corazón y así sucesivamente… Son experiencias desafortunadamente, no escasas, las que nos hace implorar: “Señor, Padre, perdona nuestras ofensas”. Así pedimos perdón a Dios.
Pensándolo bien,  la invocación también podría limitarse a esta primera parte, sería bonita. En cambio, Jesús la suelda con una segunda expresión que es una con la primera. La relación de benevolencia vertical de parte de Dios se refracta y está llamada a traducirse en una nueva relación que vivimos con nuestros hermanos: una relación horizontal. El Dios bueno nos invita a ser todos buenos. Las dos partes de la invocación están unidas por una conjunción inapelable: le pedimos al Señor que perdone nuestras deudas, nuestros pecados, “como”  nosotros perdonamos a nuestros amigos, a la gente que vive con nosotros, a nuestros vecinos, a las personas que nos han hecho algo que no era agradable.
Todo cristiano sabe que para él existe el perdón de los pecados, todos lo sabemos: Dios lo perdona todo y perdona siempre. Cuando Jesús dibuja ante  sus discípulos el rostro de Dios, lo describe con expresiones de tierna misericordia. Él dice que hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente, que  por una multitud de justos que no necesitan conversión (ver Lc 15.7.10). Nada en los Evangelios sugiere que Dios no perdona los pecados de aquellos que están bien dispuestos y pide que se le vuelva a abrazar.
Pero la gracia abundante de Dios siempre es un reto. Aquellos que han recibido tanto deben aprender a dar tanto y no retener solo para ellos mismos lo que han recibido. Los que han recibido tanto deben aprender a dar tanto. No es una coincidencia que el Evangelio de Mateo, inmediatamente después del texto del “Padre Nuestro” entre las siete expresiones utilizadas, enfatice precisamente la del perdón fraterno: “Si vosotros, perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros  vuestro Padre celestial, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas” (Mt 6,14-15). ¡Pero esto es fuerte! Pienso: a veces he escuchado gente que decía: “¡Nunca perdonaré a esa persona! ¡Nunca perdonaré lo que me hicieron! “Pero si no perdonas, Dios no te perdonará. Tú cierras la puerta. Pensemos,  si somos capaces de perdonar o si no perdonamos. Un sacerdote, cuando estaba en la otra diócesis, me contó angustiado que había ido a dar los últimos sacramentos a una anciana que estaba a punto de morir. La pobre señora no podía hablar. Y el sacerdote le dice: “Señora, ¿se arrepiente de sus pecados?” La señora dijo que sí; No pudo confesarlos pero dijo que sí. Es suficiente Y luego otra vez: “¿Perdona a los demás?” Y la señora, en su lecho de muerte, dijo: “No”. El cura estaba angustiado. Si no perdonamos, Dios no te perdonará.
 Pensémoslo, nosotros que estamos aquí, si perdonamos o somos capaces de perdonar. “Padre, no puedo hacerlo, porque esa gente me ha hecho tantas cosas”. Pero si no puedes hacerlo, pídele al Señor que te dé la fuerza para hacerlo: Señor, ayúdame a perdonar. Aquí encontramos el vínculo entre el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor llama al amor, el perdón llama al perdón. Nuevamente en Mateo encontramos una parábola muy intensa dedicada al perdón fraterno (ver 18,21-35). Vamos a escucharla.
Había un siervo que tenía una gran deuda con su rey: ¡diez mil talentos! Una suma imposible de devolver; no sé cuánto sería hoy, pero cientos de millones. Pero el milagro sucede, y ese siervo no recibe un aplazamiento del pago, sino todo el condono. ¡Una gracia inesperada! Pero he aquí que ese mismo siervo, inmediatamente después, se enfurece contra uno de sus hermanos, que le debe cien denarios, -muy poco-, y, aunque sea una cifra accesible, no acepta excusas ni súplicas. Por lo tanto, al final, el amo lo llama y lo condena. Porque si no te esfuerzas por perdonar, no serás perdonado; si no tratas de amar, tampoco serás amado.
Jesús inserta el poder del perdón en las relaciones humanas. En la vida, no todo se resuelve con la justicia. No. Especialmente donde debemos poner una barrera al mal, alguien debe amar más de lo necesario, para comenzar una historia de gracia nuevamente. El mal conoce sus venganzas, y si no se interrumpe, corre el riesgo de propagarse y sofocar al mundo entero.
La ley del talión: lo que me hiciste, te lo devuelvo, Jesús la sustituye con la ley de amor: lo que Dios me ha hecho, ¡te lo devuelvo! Pensemos hoy, en esta hermosa semana de Pascua, si puedo perdonar. Y si no me siento capaz, tengo que pedirle al Señor que me dé la gracia de perdonar, porque saber perdonar es una gracia.
Dios le da a cada cristiano la gracia de escribir una historia de bien en la vida de sus hermanos, especialmente de aquellos que han hecho algo desagradable e incorrecto. Con una palabra, un abrazo, una sonrisa, podemos transmitir a los demás lo más precioso que hemos recibido ¿Qué es lo más precioso que hemos recibido? El perdón, que debemos ser capaces de dar a los demás.
© Librería Editorial Vaticano

lunes, 22 de abril de 2019

El Papa: “El resucitado se manifiesta a los que lo invocan y lo aman”

El Papa Francisco recordó en el Regina Coeli de este lunes 22 de abril que, “La Resurrección de Cristo constituye el acontecimiento más sorprendente de la historia humana, que atestigua la victoria del Amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte y da a nuestra esperanza de vida un fundamento tan sólido como la roca”.

Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Dejémonos alcanzar, pues, por el mensaje consolador de la Pascua y envolver por su luz gloriosa, que disipa las tinieblas del miedo y de la tristeza. Jesús resucitado camina junto a nosotros. Él se manifiesta a los que lo invocan y lo aman”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Regina Coeli, de este 22 de abril, Lunes de la Octava de Pascua.

¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?

En su reflexión y comentario al Evangelio del día, el Santo Padre recordó que hoy, y a lo largo de toda la semana, se prolonga la alegría pascual de la Resurrección de Jesús, cuyo acontecimiento maravilloso conmemoramos ayer. “Durante la Vigilia Pascual – afirmó el Pontífice – resonaron las palabras que pronunciaron los ángeles junto a la tumba vacía de Cristo. A las mujeres que habían ido al sepulcro al amanecer del primer día después del sábado, les dijeron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”. La Resurrección de Cristo constituye el acontecimiento más sorprendente de la historia humana, que atestigua la victoria del Amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte y da a nuestra esperanza de vida un fundamento tan sólido como la roca.



Las mujeres las primeras testigos de la resurrección

En este Lunes 22 de abril, también llamado “Lunes del Ángel”, el Santo Padre dijo que, la liturgia nos remite al sepulcro vacío de Jesús y a las mujeres, que llenas de temor y de alegría, están yendo de prisa a llevar la noticia a los discípulos. “Jesús – señaló el Pontífice – expulsa de sus corazones el miedo y las anima aún más a anunciar a los hermanos lo que ha sucedido”. Todos los Evangelios, precisó el Papa, resaltan el papel de las mujeres, María Magdalena y las demás, como primeras testigos de la resurrección. Los hombres, asustados, estaban encerrados en el Cenáculo. Pedro y Juan, advertidos por María Magdalena, hacen sólo una rápida salida en la que constatan que la tumba está abierta y vacía. Pero son las mujeres las primeras que se encuentran con el Resucitado y las que llevan el anuncio de que Él está vivo.
“Después de los ritos del Triduo Pascual, que nos han hecho revivir el misterio de la muerte y de la resurrección de nuestro Señor, ahora con los ojos de la fe lo contemplamos resucitado y vivo. También nosotros estamos llamados a encontrarlo personalmente y a convertirnos en sus anunciadores y testigos”

¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!

Antes de concluir su alocución, el Papa Francisco dijo que con la antigua Secuencia Pascual, en estos días repetimos: ¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado! Y en Él también nosotros hemos resucitado, pasando de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. “Dejémonos alcanzar, pues, por el mensaje consolador de la Pascua y envolver por su luz gloriosa, que disipa las tinieblas del miedo y de la tristeza. Jesús resucitado camina junto a nosotros. Él se manifiesta a los que lo invocan y lo aman”. En primer lugar en la oración, pero también en las alegrías sencillas vividas con fe y gratitud. También podemos sentirlo presente compartiendo momentos de cordialidad, de acogida, de amistad, de contemplación de la naturaleza.
Que este día de fiesta, concluyó el Santo Padre, en el que se acostumbra disfrutar de un poco de ocio y de gratuidad, nos ayude a experimentar la presencia de Jesús. “Pidamos a la Virgen María poder tomar a manos llenas la paz y la serenidad, dones del Resucitado, para compartirlos con los hermanos, especialmente con quien tiene más necesidad de consuelo y de esperanza”.