domingo, 28 de julio de 2019

Ángelus: Lo que pedimos en el “Padre Nuestro” ya se ha cumplido

Ángelus 28 julio 2019 © Vatican Media
Ángelus 28 Julio 2019 © Vatican Media

Palabras del Papa antes de la oración mariana

ZENIT – 28 julio 2018).- En este domingo XVII del tiempo ordinario el Papa Francisco reza el Ángelus desde la ventana del despacho del Palacio Apostólico, ante los peregrinos y visitantes reunidos en la plaza de San Pedro.
He aquí la novedad de la oración cristiana! subrayó. Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo basado en la confianza, apoyado por la escucha y abierto al compromiso solidario. Es un diálogo del Hijo al Padre, un diálogo entre hijos y Padre, esta es la oración cristiana.
Palabras del Papa Francisco antes de la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la página del Evangelio de hoy (cf. Lc 11, 1-13), san Lucas cuenta las circunstancias en las que Jesús enseña el “Padre Nuestro” a sus discípulos. Ellos ya saben rezar, recitando las fórmulas de la tradición judía, pero también desean ellos poder vivir la misma “calidad” de la oración de Jesús porque ellos pueden ver que la oración es una dimensión esencial en la vida de su Maestro, de hecho cada acción importante de Él se caracteriza por pausas prolongadas de oración. Además, siguen siendo fascinados porque ven que Jesús no reza como otros maestros de la época, sino que su oración es un vínculo íntimo con el Padre, hasta el punto de que desean participar en estos momentos de unión con Dios, para saborear plenamente su dulzura.
Así que, un día, esperan a que Jesús termine su oración, en un lugar apartado, y luego le piden: “Señor, enséñanos a orar” (v. 1). Respondiendo a la pregunta explícita de los discípulos, Jesús no da una definición abstracta de la oración, ni enseña una técnica efectiva para orar y “obtener” algo. En cambio, invita a sus seguidores a experimentar la oración, colocándolos directamente en comunicación con el Padre, despertando en ellos la nostalgia de una relación  personal con Él, con Dios, con el Padre. He aquí la novedad de la oración cristiana! Es un diálogo entre personas que se aman, un diálogo basado en la confianza, apoyado por la escucha y abierto al compromiso solidario. Es un diálogo del Hijo al Padre, un diálogo entre hijos y Padre, esta es la oración cristiana.
Por eso les entrega la oración del “Padre Nuestro”, que es quizás uno de los dones más precioso que nos ha dejado el divino Maestro en su misión terrenal. Después de habernos revelado su misterio de Hijo y hermano, con esta oración Jesús nos hace penetrar en la paternidad de Dios; quiero subrayar esto: cuando Jesús nos enseña que el Padrenuestro nos hace entrar en la paternidad de Dios y nos muestra el modo para entrar en el diálogo orante y directo con Él a través del camino de la confianza filial. Es un diálogo entre el papá y su hijo, de hijo con el papá.
Lo que pedimos en el “Padre Nuestro” ya se ha cumplido y nos ha sido dado en el Hijo unigénito: la santificación del Nombre, la venida del Reino, el don del pan, el perdón y la liberación del mal. Cuando pedimos, abrimos nuestras manos para recibir. Recibimos los dones que el Padre nos ha hecho ver en el Hijo. La oración que el Señor nos ha enseñado es la síntesis de cada oración y nosotros la dirigimos al Padre siempre en comunión con nuestros hermanos.
A veces sucede que en la oración hay distracciones pero muchas veces sentimos como las ganas de detenernos en la primera palabra: “Padre” y sentir esa paternidad en el corazón.
A continuación, Jesús cuenta la parábola del amigo inoportuno y nos invita a insistir en la oración y me viene a la mente aquello que hacen los niños, entre los tres, tres años y medio, empiezan a preguntar cosas, cosas que no entienden. En mi tierra se llama “la edad del por qué”, creo que aquí también se dice así y los niños comienzan a mirar a sus padres, al papá y le dicen: “Papá, ¿por qué?, ¿por qué?” Piden explicaciones. Seamos cuidadosos: cuando el papá empieza a explicar ese “por qué”, ellos vienen con otra pregunta sin escuchar la explicación completa. ¿Qué es lo que pasa? Sucede que los niños se sienten inseguros acerca de tantas cosas que empiezan a entender por la mitad. Sólo quieren atraer sobre él, la mirada del papá y por eso preguntan: “¿Por qué, por qué, por qué?” Nosotros, en la oración del Padrenuestro, si nos detenemos en la primera palabra, Padre, haremos lo mismo que hacíamos cuando éramos pequeños, atraeremos la mirada del padre sobre nosotros diremos: “Padre, Padre”, también podemos decirle: “¿Por qué?. Y Él nos mirará.
Pidamos a María, la mujer orante, que nos ayude a orar al Padre en unión con Jesús para vivir el Evangelio, guiados por el Espíritu Santo.

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domingo, 21 de julio de 2019

Papa: sabiduría del corazón es combinar contemplación y la acción

Ángelus Papa Francisco El Papa saluda a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro a la hora del Ángelus dominical  (Vatican Media)

Antes de recitar la oración mariana del Ángelus, el Santo Padre comenta el pasaje del evangelista Lucas que narra la visita de Jesús a la casa de Marta y María. Y en el Tweet de hoy invita a pedir "la gracia de amar y servir a Dios y a los hermanos con las manos de Marta y el corazón de María”

María Cecilia Mutual - Ciudad del Vaticano
Contemplación y acción. La sabiduría del corazón está en el saber conjugar estas dos actitudes, siguiendo el ejemplo de María y Marta, que reciben a Jesús en casa. Lo afirmó el Papa Francisco antes de guiar la oración del Ángelus de este décimo sexto domingo del tiempo ordinario. Dirigiéndose a los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro no obstante el sol ardiente de julio, el Pontífice comenta el pasaje del Evangelio de san Lucas que relata la visita de Jesús a la casa de Marta y María, hermanas de Lázaro, recordando que María se sienta a los pies de Jesús para escucharlo, porque “no quiere perder ninguna de sus palabras” mientras a Marta “los servicios la cautivan”.

El Señor siempre nos sorprende

Francisco precisa que cuando el Señor viene a visitarnos a nuestra vida,  “todo debe ser dejado de lado”, porque “su presencia y su palabra están por encima de todo lo demás”. “El Señor siempre nos sorprende” – asegura – y “cuando realmente lo escuchamos, las nubes se disipan, las dudas dan paso a la verdad, los miedos a la serenidad, y las diferentes situaciones de la vida encuentran su justo lugar”.

Saber escoger la mejor parte

“Se trata de hacer una pausa durante la jornada, de recogerse en silencio para dar cabida al Señor que ‘pasa’ – prosigue Francisco - y encontrar el valor de permanecer un poco ‘al margen’ con Él, para volver después, con más serenidad y eficacia, a las cosas de la vida cotidiana”.
El Obispo de Roma afirma que Jesús, alabando el comportamiento de María, es como si repitiera a cada uno de nosotros:
“ No te dejes abrumar por las cosas que tengas que hacer, sino escucha ante todo la voz del Señor, para llevar a cabo bien las tareas que la vida te asigna ”

El carisma de la hospitalidad

El Papa comenta seguidamente las palabras de Jesús a Marta, que fue quien recibió a Jesús y “tenía el carisma de la hospitalidad”: "Marta, Marta, estás ansiosa y agitada por muchas cosas". Con estas palabras, - precisa Francisco - Él ciertamente no pretende condenar la actitud del servicio, sino más bien la ansiedad con la que a veces se la vive. También nosotros compartimos la preocupación de Santa Marta y, siguiendo su ejemplo, nos proponemos hacer que en nuestras familias y en nuestras comunidades se viva el sentido de la acogida, de la fraternidad, para que cada uno pueda sentirse "como en casa", especialmente los pequeños y los pobres".

María y Marta nos muestran el camino

Por eso, continúa el Santo Padre, “el Evangelio de hoy nos recuerda que la sabiduría del corazón reside precisamente en saber combinar estos dos elementos: la contemplación y la acción”, y "si queremos saborear la vida con alegría", por una parte, "debemos ‘estar a los pies’ de Jesús, para escucharlo mientras nos revela el secreto de todo; y por otra, estar atentos y dispuestos a la hospitalidad, cuando Él pasa y llama a nuestra puerta, con el rostro del amigo que tiene necesidad de un momento de descanso y de fraternidad”.
De ahí su oración final: “Que María Santísima, Madre de la Iglesia, nos conceda la gracia de amar y servir a Dios y a los hermanos con las manos de Marta y el corazón de María, para que permaneciendo siempre en la escucha de Cristo podamos ser artesanos de paz y esperanza”.
Después de la oración mariana, antes de saludar a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, el Papa quiso recordar los cincuenta años del alunizaje del hombre:
“ Queridos hermanos y hermanas, hace cincuenta años, como ayer, el hombre pisó la luna, realizando un sueño extraordinario. Que el recuerdo de este gran paso de la humanidad encienda el deseo de progresar juntos hacia metas aún mayores: más dignidad para los débiles, más justicia entre los pueblos, más futuro para nuestra casa común. ”

domingo, 14 de julio de 2019

“Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”

Palabras del papa antes del Ángelus

(ZENIT – 14 julio 2019).- Desde la ventana de su despacho que da a la Plaza san Pedro, el Papa Francisco se ha dirigido a los fieles y peregrinos reunidos en este XV Domingo del Tiempo Ordinario para rezar el Ángelus.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el Evangelio presenta la famosa parábola del “buen samaritano” (cf. Lc 10,25-37).
Interrogado por un doctor de la ley sobre lo que es necesario para heredar la vida eterna, Jesús le invita a encontrar la respuesta en las Escrituras: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”  (v. 27).
 Había sin embargo, diferentes interpretaciones de quién debe entenderse como “prójimo”. De hecho el hombre sigue preguntando, “¿Quién es mi próximo?” (v. 29). En este punto Jesús responde la parábola, esta hermosa parábola: Os invito a todos a llevar el Evangelio hoy, el Evangelio de Lucas, capítulo diez, versículo 25. Es una de las parábolas más bellas del Evangelio. Y esta parábola se ha convertido en un paradigma de la vida cristiana. Se ha convertido en el modelo de cómo debe actuar un cristiano. Gracias al evangelista Lucas, tenemos este tesoro.
El protagonista de la breve narración es un samaritano que a lo largo del camino encuentra a un hombre robado y golpeado por ladrones y se ocupa de él. Sabemos que los judíos trataban a los samaritanos con desprecio, considerándolos extraños al pueblo elegido. Por lo tanto, no es una coincidencia que Jesús escogiera precisamente a un samaritano como el personaje positivo de la parábola. De esta manera quiere vencer el prejuicio, mostrando que incluso un extraño, incluso uno que no conoce al verdadero Dios, y no asiste a su templo, es capaz de comportarse de acuerdo a su voluntad, sintiendo compasión por su hermano necesitado y socorriéndolo con todos los medios a su alcance.
Antes que el samaritano, un sacerdote y un levita ya habían pasado por ese mismo camino, es decir, personas dedicadas a la adoración de Dios. Sin embargo, al ver al pobre hombre en el suelo, habían pasado de largo sin detenerse, probablemente para no contaminarse con su sangre. Habían antepuesto  una regla humana ligada al culto para no contaminarse con la sangre, una regla humana ligada al culto, ligada al gran mandamiento de Dios, que quiere sobre todo la misericordia.
Jesús, por lo tanto, propone como modelo al samaritano, era el único que no tenía fe. También pensamos en un montón de gente que conocemos, quizás agnósticos, pero que hacen el bien. Jesús escoge cómo modelo uno que no era un hombre de fe. Y este hombre, amando a su hermano como a sí mismo, muestra que ama a Dios con todo su corazón y con todas sus fuerzas y  – ¡al Dios que no conocía! -…y  expresa al mismo tiempo la verdadera religiosidad y la plena humanidad.
Después de contar esta bella parábola, Jesús se volvió una vez más hacia el doctor que le había preguntado: “¿Quién es mi prójimo?. Y le dice: “¿Cuál de estos tres te parece que ha sido un prójimo del que cayó en manos de ladrones?” (v. 36). De esta manera, invierte la pregunta de su interlocutor, y también la lógica de todos nosotros. Nos hace entender que no somos nosotros los que, sobre la base de nuestros criterios, definimos quién es el prójimo y quién no, sino es la persona necesitada que debe ser capaz de reconocer quién es su prójimo, es decir, “quién tuvo compasión de él.” (v. 37). Ser capaz de tener compasión: esta es la clave.
Esta es la clave nuestra. Si no sientes compasión frente a una persona necesitada, si tu corazón no se conmueve, significa que algo anda mal. Estemos todos atentos. No nos dejamos llevar por la insensibilidad egoísta. La capacidad de compasión se ha convertido en la piedra de comparación del cristiano, más bien, de la enseñanza de Jesús. Jesús mismo es la compasión del Padre por nosotros.
 Si vas por la calle y ves a un vagabundo tirado allí y pasas sin mirarlo o piensas: “Está bajo el efecto del vino. Es un borracho,” pregúntate a ti mismo no si ese hombre está borracho, sino si tu corazón no se ha endurecido, si tu corazón no se ha convertido en hielo. Esta conclusión de Jesús indica que la misericordia hacia una vida humana en estado de necesidad es el verdadero rostro del amor. Así se llega a ser el verdadero discípulo de Jesús y se manifiesta el rostro del Padre: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). Y Dios, nuestro Padre, es misericordioso, porque tiene compasión; es capaz de tener esta compasión, de acercarse a nuestro dolor, a nuestro pecado, a nuestros vicios y a nuestras miserias.
Que la Virgen María nos ayude a comprender y sobre todo a vivir cada vez más el vínculo inseparable que hay entre el amor a Dios nuestro Padre y el amor concreto y generoso por nuestro hermanos, y que nos de la gracia de tener y de crecer en la compasión.

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domingo, 7 de julio de 2019

“La misión de proclamar a todos que Dios nos ama”

Ángelus 7 julio 2019 © Vatican Media
Ángelus 7 Julio 2019 © Vatican Media


(ZENIT – 7 julio 2019).- En este 14º domingo del tiempo ordinario, el Papa Francisco desde la ventana del estudio del palacio Apostólico Vaticano, se dirige a loa peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para recitar el Ángelus.
Palabras del Papa antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La página del Evangelio de hoy (cf. Lc 10,1-12.17-20) presenta a Jesús que envía en misión setenta y dos discípulos, además de los doce apóstoles. El número setenta y dos probablemente indica todas las naciones. De hecho, en el libro del Génesis se mencionan setenta y dos naciones diferentes (cf. 10,1-).32). Así pues, este envío prefigura la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio a todos las naciones. A estos discípulos de Jesús les dice: “La mies es abundante, pero hay pocos obreros. Rueguen pues, al”¡Señor de la mies que envíe obreros a su mies!” (v. 2).
Esta petición de Jesús es siempre válida. Debemos rezar siempre al “dueño de la mies, es decir, al Dios Padre, para que envíe obreros a trabajar en su campo, que es el mundo. Y cada uno de nosotros debe hacerlo con el corazón abierto, con una actitud misionera; nuestra oración no debe limitarse sólo a nuestras necesidades, a nuestras carencias: una oración que es verdaderamente cristiana es también así si tiene una dimensión universal.
Al enviar a los setenta y dos discípulos, Jesús les da instrucciones precisas, que expresan las características de la misión. La primera -ya lo hemos visto-: oren; la segunda: vayan; y después: no lleven una bolsa o una alforja…; digan: “Paz a esta casa”….quédense en esa casa….no vayan de una casa a otra; curen a los enfermos y díganles: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”; y, si no los acogen, salgan a las plazas y despídanse (ver vv. 2-10). Estos imperativos muestran que la la misión se basa en la oración; que es itinerante, no está detenida, es itinerante; que requiere desapego y pobreza; que lleva paz y sanación signos de la cercanía del Reino de Dios; que no es proselitismo sino anuncio y testimonio  y que también requiere la franqueza y la libertad evangélica para irse, subrayando la responsabilidad de haber rechazado el mensaje de la salvación, pero sin condenas ni maldiciones.
Si se vive en estos términos, la misión de la Iglesia se caracterizará por la alegría. Y como termina este pasaje: “Los setenta y dos regresaron llenos de alegría” (v. 17). No se trata de una alegría efímero, que brota del éxito de la misión; al contrario, es una alegría enraizada en la Promesa que -dice Jesús- “sus nombres están escritos en el cielo” (v. 20). Con esta expresión se refiere a la alegría interior e indestructible que surge de la conciencia de haber sido llamado por Dios a seguir a su Hijo. Es decir, la alegría de ser sus discípulos. Hoy por ejemplo: Cada uno de nosotros aquí en la plaza, puede pensar en el nombre que recibió el día de su bautismo: ese nombre está “escrito en los cielos”, en el corazón de Dios Padre. Y es la alegría de este don la que hace de cada discípulo un misionero, uno que camina en compañía del Señor Jesús, que aprende de Él a gastarse sin reservas por los demás, libre de sí mismo y de sus propias posesiones.
Invoquemos juntos la protección maternal de María Santísima, para que ella sostenga en todo lugar, la misión de los discípulos de Cristo; la misión de proclamar a todos que Dios nos ama, nos quiere salvar, y nos llama a ser parte de su Reino.

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