Gestos recurrentes
Por Cristina Cabrejas. Agencia EFE.
Su agenda incluyó una visita a menores detenidos.
Lo ha hecho en sus viajes por América y ahora le toca al Centro de Cumplimiento de Menores Las Garzas de Pacora. Esos chicos panameños detenidos se convierten en normales peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el evento eclesial para el que Francisco acudió al país centroamericano.
A los detenidos les ha asegurado que todos podemos equivocarnos con su famosa frase: "Cada vez que entro en una cárcel, me pregunto: '¿Por qué ellos y no yo?'".
El Papa argentino no solo ha buscado confortar a esas personas privadas de libertad: además ha sido un altavoz para los problemas de superpoblación, la falta de rehabilitación y las falencias de los programas de reinserción.
Francisco se reunió con presos y pidió por su reinserción social
Se estaba comenzando a conocer a Jorge Mario Bergoglio, recién llegado del fin del mundo, cuando en su primera Semana Santa salió del Vaticano para oficiar por primera vez la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo en la cárcel romana de menores de Casal del Marmo, en vez de la clásica plaza de San Pedro.
"Esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago. Es mi deber, me sale del corazón y amo hacerlo", dijo el Papa cuando se disponía a arrodillarse para lavar los pies de 12 muchachos presos.
Esa imagen fue el inicio de su magisterio de predilección por los presos para que "no se dejaran robar la esperanza".
En su viaje por Estados Unidos, en septiembre 2015,
El 17 de febrero de 2016 le abrieron las puertas de la cárcel el Cereso 3, en la mexicana Ciudad Juárez,
"Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas", lamentó Francisco ante los 700 presos elegidos entre cerca de 3.000.
No pudo faltar durante el Jubileo de la Misericordia: dedicó un día a los presos y el 11 de noviembre de 2016 por primera vez se sentaron en los bancos de la basílica de San Pedro 1.000 reclusos de 12 países.
En el establecimiento San Vittore de Milán, donde hay 900 recluidos, el pontífice almorzó con un centenar en una mesa colocada en los largos pasillos entre las celdas.
Otro sitio donde lavó pies de presos durante un Jueves Santo (como hacía cuando era arzobispo de Buenos Aires) fue la cárcel de Paliano, en la provincia de Frosinone.
Agregó: "Toda la pena tiene que tener un horizonte: el horizonte para reinsertarse y prepararse para la vida fuera". Y recordó que "estar privado de la libertad no es estar privado de la dignidad".
Por Cristina Cabrejas. Agencia EFE.
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