sábado, 1 de septiembre de 2018

Vencer la corrupción espiritual

“El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad”, expresó el Papa Francisco en su reciente Mensaje al Pueblo de Dios.
Pbro. Johan Pacheco – Venezuela
Como un papá avergonzado y adolorido el Santo Padre Francisco ha afrontado los graves abusos de poder, de conciencia y sexuales por parte de algunos miembros de la Iglesia. Así mismo, con sus acciones ha mostrado la maternidad de la Iglesia para acompañar y sanar las heridas de las víctimas.
“El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad”, expresó el Papa Francisco en su reciente Mensaje al Pueblo de Dios.
En dicho mensaje el Pontífice reflexionando con las palabras de San Pablo: “Si un miembro sufre, todos sufren con él” (1 Co 12,26), asume el dolor de quienes fueron transgredidos, y reconoce que a pesar de haber tomado medidas para erradicar este mal de la Iglesia todavía falta el compromiso de algunos.    
Es una valiente y paternal respuesta del Papa Francisco ante la inconducta de quienes han hecho sufrir a miembros del pueblo de Dios. Debemos unir esfuerzos con el Santo Padre para fortalecer la “tolerancia cero”, y luchar contra la corrupción espiritual que “se trata de una ceguera cómoda y autosuficiente donde todo termina pareciendo lícito: el engaño, la calumnia, el egoísmo y tantas formas sutiles de autorreferencialidad, ya que: el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Co 11,14)”.
Para ello, el Papa invita a “cada uno de los bautizados se sienta involucrado en la transformación eclesial y social que tanto necesitamos. Tal transformación exige la conversión personal y comunitaria, y nos lleva a mirar en la misma dirección que el Señor mira”. 
En esa dirección debemos “reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas”, y participar en la dinámica penitencial con la oración y el ayuno “que nos sacuda y nos lleve a comprometernos desde la verdad y la caridad con todos los hombres de buena voluntad y con la sociedad en general para luchar contra cualquier tipo de abuso sexual, de poder y de conciencia”.

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