23 de abril de 2017.- (13 TV / Radio Vaticano / Camino Católico) El Papa
Francisco recordó la «bella intuición» - «inspirada por el Espíritu
Santo» - de San Juan Pablo II, que, en el Jubileo del Año 2000,
instituyó que la Iglesia universal dedicara el Segundo Domingo de Pascua
a la Divina Misericordia.
Introduciendo el rezo del Regina Coeli, el Obispo de Roma hizo hincapié en que «Jesús
Resucitado ha transmitido a su Iglesia, como primera tarea, su misma
misión de llevar a todos el anuncio concreto del perdón. Este signo
visible de su misericordia lleva consigo la paz del corazón y la alegría
del encuentro renovado con el Señor».
Los
fieles romanos y peregrinos de Italia y todo el mundo recibieron el
saludo del Papa al final de la oración mariana. Luego del rezo del
Regina Coeli Francisco recordó de manera especial la reciente
beatificación en España del fundador la Congregación de las Hermanas del
Ángel de la Guarda, el padre Ormières. En el vídeo se visualizan y
escuchan traducidas al español las palabras del Papa en el momento de
rezar el Regina Coeli traducidas al español, cuyo texto completo es
elsiguiente:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Sabemos
que cada domingo hacemos memoria de la resurrección del Señor Jesús,
pero en este periodo después de la Pascua, el domingo se reviste de un
significado aún más iluminante. En la tradición de la Iglesia, este
domingo, el primero después de la Pascua, se denominaba ‘in albis’. ¿Qué
significa esto? Esta expresión se proponía evocar el rito que cumplían
cuantos habían recibido el bautismo en la Vigilia de Pascua. A cada uno
de ellos se les entregaba una túnica blanca – ‘alba’ – ‘blanca’, para
indicar la nueva dignidad de los hijos de Dios. Aún hoy se sigue
haciendo, a los recién nacidos se les ofrece una pequeña túnica
simbólica, al tiempo que los adultos visten una verdadera, como vimos en
la Vigilia Pascual. Y aquella túnica blanca, en el pasado, se llevaba
puesta durante una semana, hasta este domingo y de ello deriva el nombre
‘in albis deponendis’, que significa el domingo en el que se
quita la túnica blanca. Y así, cuando se quitaban la túnica blanca, los
neófitos comenzaban una vida nueva en Cristo y en la Iglesia.
Hay
otra cosa. En el Jubileo del año 2000, San Juan Pablo II estableció que
este domingo se dedicara a la Divina Misericordia. ¡Es verdad, fue una
bella intuición: fue el Espíritu Santo el que lo inspiró en esto! Desde
hace pocos meses hemos concluido el Jubileo extraordinario de la
Misericordia y este domingo nos invita a retomar con fuerza la gracia
que proviene de la misericordia de Dios. El Evangelio de hoy es la
narración de la aparición de Cristo resucitado a los discípulos reunidos
en el cenáculo (cfr Jn 20, 19-31). Escribe San Juan que Jesús, después
de haber saludado a sus discípulos, les dijo: «Como el Padre me envió a
mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos
y añadió «Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los
que ustedes se los perdonen» ( 21- 23). He aquí el sentido de la
misericordia que se presenta justo el día de la resurrección de Jesús
como perdón de los pecados. Jesús Resucitado ha transmitido a su
Iglesia, como primera tarea, su misma misión de llevar a todos el
anuncio concreto del perdón. Ésta es la primera tarea: anunciar el
perdón. Este signo visible de su misericordia lleva consigo la paz del
corazón y la alegría del encuentro renovado con el Señor.
La
misericordia en la luz de la Pascua se deja percibir como una verdadera
forma de conocimiento. Y esto es importante: la misericordia es una
verdadera forma de conocimiento. Sabemos que se conoce a través de
tantas formas. Se conoce a través
de los sentidos, se conoce a través de la intuición, la razón y otras
más. Pues bien, ¡se puede conocer también a través de la experiencia de
la misericordia. Porque la misericordia abre la puerta de la mente para
comprender mejor el misterio de Dios y de nuestra existencia personal.
La misericordia nos hace comprender que la violencia, el rencor, la
venganza no tienen sentido alguno y que la primera víctima es la que
vive con estos sentimientos, porque se priva de su propia dignidad. La
misericordia abre también la puerta del corazón y permite
expresar cercanía, sobre todo a cuantos están solos y marginados, porque
los hace sentir hermanos e hijos de un solo Padre. Ella favorece el
reconocimiento de cuantos tienen necesidad de consolación y hace
encontrar palabras adecuadas para dar conforto.
Hermanos
y hermanas, la misericordia calienta el corazón y lo vuelve sensible a
las necesidades de los hermanos con el compartir y la participación. La
misericordia, en resumen, nos compromete a todos a ser instrumentos de
justicia, de reconciliación y de paz. Nunca olvidemos que la
misericordia es la clave en la vida de fe y la forma concreta con la que
damos visibilidad a la resurrección de Jesús.
Que María, Madre de la Misericordia, nos ayude a creer y a vivir con alegría todo esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario