martes, 27 de junio de 2017

El Papa en 25 aniversario de obispo: Somos abuelos de la Iglesia llamados a darle sentido

El Papa en 25 aniversario de obispo: Somos abuelos de la Iglesia llamados a darle sentido

Por Miguel Pérez Pichel



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El Papa Francisco durante su homilía. Foto: L'Osservatore Romano
El Papa Francisco durante su homilía. Foto: L'Osservatore Romano
VATICANO, 27 Jun. 17 / 01:56 am (ACI).- El Papa Francisco negó que la Iglesia sea una institución gobernada por ancianos, y animó a los cardenales y obispos que ya tienen una edad avanzada, a vivir en la Iglesia “como abuelos que cuidan y enseñan a sus nietos”.
El Santo Padre realizó esta afirmación durante la Misa, concelebrada con los Cardenales presentes en Roma, que presidió en la Capilla Paolina del Palacio Apostólico del Vaticano con motivo del 25 aniversario de su ordenación episcopal, que tuvo lugar el 27 de junio de 1992.
En ella, reflexionó sobre los tres mandatos que Dios le da a Abraham, y que son asumibles también para los Cardenales, Obispos y demás pastores de la Iglesia: “levántate, mira y espera”.

El Papa comenzó su homilía recordando que “en la primer lectura hemos escuchado cómo continúa el diálogo entre Dios y Abraham, ese diálogo que comenzó con aquel ‘deja tu tierra’”.
Explicó que en ese diálogo se encuentran tres imperativos: levántate, mira y espera. “Tres imperativos que muestran el camino que debe recorrer Abraham y también el modo de hacerlo: levántate, mira, espera”.

Levántate
“Levántate, camina, no te quedes parado”, eso es lo que Dios le dice a Abraham “y a todos nosotros”. “Tienes una misión, una obligación, y debes hacer el camino. Levántate, en pie”.
Abraham escuchó ese mandato sin protestar, a pesar de su edad, “y comenzó a caminar. Siempre en camino, y el símbolo de esto es la tienda. Dice el libro del génesis que Abraham andaba con la tienda, y cuando se paraba, la montaba. Abraham nunca hizo una casa para él. En ocasiones construía un altar para adorar a Aquel que le mandaba levantarse, ponerse en camino con la tienda”
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Mira
El segundo imperativo es “mira”, “levanta los ojos, y allí donde estés, dirige la mirada en medio del oriente y el occidente, mira el horizonte. No construyas muros. Mira siempre y ve adelante. Es la mística del horizonte: cuanto más avanzas, más lejano está el horizonte. Dirige la mirada, adelante, siempre caminando hacia el horizonte”.

Espera
Por último, Dios le pide que tenga paciencia, que espere, “y se lo dice a un hombre anciano que no pudo tener hijos. Le dice: ‘Tu heredad será como el polvo de la tierra, y si alguien puede contar el polvo de la tierra, podrá contar el número de tus descendientes’”.
Y más adelante le dice: ‘Levanta la mirada y mira el cielo, cuenta las estrellas: así será tu descendencia’. Y Abraham creyó y el Señor le concedió la justicia”.
“Nunca muros, horizontes: levántate, mira, espera. La esperanza es sin muros, siempre con horizontes”.

Abuelos de la Iglesia
A continuación, tras reflexionar sobre estos tres imperativos, Francisco se dirigió a los Cardenales de la Curia para explicarles que, aunque casi todos tienen ya, al igual que él, una edad avanzada, deben seguir el ejemplo de Abraham, quien asumió la vocación y la misión que Dios le encargó cuando ya era anciano. El Pontífice explicó que cuando Abraham recibió la llamada de Dios, “tenía más o menos nuestra edad. Estaba más bien camino a retirarse, para descansar. Era un hombre anciano con el peso de la vejez, esa vejez que trae el dolor, las enfermedades, pero él como si fuera un joven, un ‘scout’: levántate y ve. Mira y espera”.

“Estas palabras de Dios son también para nosotros, que tenemos una edad como aquella de Abraham, y a nosotros hoy el Señor nos dice lo mismo: levántate, mira y espera. Nos dice que no es hora de poner nuestra vida en cierre, que no es hora de cerrar nuestra historia. El Señor nos dice que nuestra vida está todavía abierta, en misión, una misión que se resume en esas tres palabras: levántate, mira y espera”.
El Obispo de Roma rechazó las acusaciones de “gerontocracia”, gobierno de los ancianos, en la Iglesia, y señaló que los Cardenales y los Obispos, sobre todos aquellos que ya tienen una edad avanzada, deben ser como “abuelos” que enseñan a sus “nietos”.

“Algunos, que no nos quieren demasiado, dicen de nosotros que somos la ‘gerontocracia’ de la Iglesia. Es una maldad, no comprenden lo que dicen, nosotros no somos viejos, somos abuelos, y si no sentimos esto tenemos que pedir la gracia de sentirlo, abuelos a los que miran sus nietos, a los que debemos dar un sentido de la vida con nuestra experiencia. Abuelos que no están cerrados en la melancolía de la historia, sino abiertos”.
“Para nosotros –continuó– ese ‘levántate, mira y espera’ se llama soñar. Somos abuelos llamados a soñar y a dar nuestro sueño a la juventud necesitada de hoy, porque ellos tomarán de nuestro sueño la fuerza para llevar adelante sus obligaciones”.

Y concluyó insistiendo en que lo que Dios les pide es ser ‘abuelos’ de su pueblo. “Eso es lo que el Señor nos pide hoy: ser abuelos, tener la vitalidad de dar a los jóvenes lo mejor de nosotros, sin cerrarnos. Ellos esperan de nuestra experiencia y de nuestros sueños positivos la profecía y el trabajo para ir adelante”.




Audiencia al Patriarcado de Constantinopla en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo

El intercambio de delegaciones entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla, acrecienta el deseo de la comunión


Delegación del Patriarcado de Constantinopla (Osservatore © Romano)
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 27 Jun. 2017).- El santo padre Francisco ha recibido este martes en audiencia en el Vaticano, a la delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, llegada como es tradicional a Roma con motivo de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo.


A continuación el discurso del Santo Padre a los miembros de la delegación
«Eminencia, queridos hermanos en Cristo,
Gracias por haber venido aquí, con motivo de la fiesta de los santos Pedro y Pablo, principales patrones de esta Iglesia de Roma; sed bienvenidos. Agradezco vivamente a su santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé y al Santo Sínodo que os hayan enviado, queridos hermanos, como representantes suyos, para compartir con nosotros la alegría de esta fiesta.


Pedro y Pablo, discípulos y apóstoles de Jesucristo, sirvieron al Señor con diferentes estilos y de modo diverso. Sin embargo, a pesar de sus diferencias, ambos dieron testimonio del amor misericordioso de Dios Padre, del cual cada uno a su manera, tuvo una experiencia profunda, hasta ofrecer en sacrificio su propia vida.

Por eso, desde tiempos remotos, la Iglesia en Oriente y en Occidente une en una sola celebración la memoria del martirio de Pedro y de Pablo. Efectivamente, es justo celebrar juntos su ofrenda por amor del Señor que es ,al mismo tiempo, memoria de unidad en la diversidad. Como bien saben, la iconografía representa a los dos apóstoles estrechamente abrazados, profecía de la comunión eclesial única en la cual las diferencias legítimas deben convivir.
El intercambio de delegaciones entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla, con motivo de las respectivas fiestas patronales, acrecienta en nosotros el deseo de restablecer plenamente la comunión entre católicos y ortodoxos, que ya anticipamos en el encuentro fraterno, en la oración compartida y el servicio común al Evangelio.

La experiencia del primer milenio, cuando los cristianos de Oriente y de Occidente participaban en la misma mesa eucarística, custodiando por una parte las mismas verdades de la fe y cultivando por otra varias tradiciones teológicas, espirituales y canónicas compatibles con la enseñanza de los apóstoles y de los concilios ecuménicos, es el punto de referencia necesario y la fuente de inspiración para la búsqueda del restablecimiento de la plena comunión en las condiciones actuales, una comunión que no sea uniformidad homologada.

Vuestra presencia me brinda la feliz oportunidad de recordar que este año se cumple el cincuenta aniversario de la visita del beato Papa Pablo VI a el Fanar en julio de 1967, y la visita del patriarca Atenágoras, de venerada memoria, a Roma, en octubre de ese mismo año. El ejemplo de estos pastores valientes y de amplias miras, movidos únicamente por el amor por Cristo y por su Iglesia, nos anima a continuar en nuestro camino hacia la unidad plena.

Hace cincuenta años las dos visitas fueron acontecimientos que despertaron una inmensa alegría y entusiasmo entre los fieles de las Iglesias de Roma y de Constantinopla y contribuyeron a que madurase la decisión de enviar delegaciones para las respectivas fiestas patronales, como seguimos haciéndolo hoy en día.

Estoy profundamente agradecido al Señor, porque me sigue dando la oportunidad de encontrarme con mi amado hermano Bartolomé. En particular, tengo  un recuerdo agradecido y benéfico de nuestro reciente encuentro en El Cairo, donde pude constatar una vez más la profunda consonancia de puntos de vista sobre algunos de los retos que tocan la vida de la Iglesia y el mundo contemporáneo.

El próximo mes de septiembre en Leros, Grecia, se reunirá el Comité de Coordinación de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, co-presidida por Su Eminencia el cardenal Kurt Koch, tras la generosa invitación del Metropolitano Paisios.
Espero que esta reunión, en un clima espiritual de escucha de la voluntad del Señor y conscientes del camino que muchos católicos y fieles ortodoxos ya están recorriendo juntos en varias partes del mundo, sea rica de buenos resultados para el futuro del diálogo teológico.

Eminencia, queridos hermanos, la unidad de todos sus discípulos fue la petición conmovedora que Jesucristo hizo al Padre poco antes de su pasión y muerte (cf. Jn 17,21). El cumplimiento de esta súplica está confiada a Dios, pero pasa también a través de nuestra docilidad y obediencia a su voluntad. Recemos unos por otros para que el Señor nos conceda ser instrumentos de comunión y paz, confiando en la intercesión de los santos Pedro y Pablo y de San Andrés. También yo les pido, por favor, que sigan rezando por mí».

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