lunes, 13 de noviembre de 2017

En el Evangelio (cfr., Mt 25,1-13) nos indica la condición para entrar en el Reino de los Cielos


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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este domingo, el Evangelio (cfr., Mt 25,1-13) nos indica la condición para entrar en el Reino de los Cielos. Y lo hace con la parábola de las diez vírgenes: se trata de aquellas doncellas que estaban encargadas de acoger y acompañar al esposo a la ceremonia de bodas, y ya que en aquellos tiempos era costumbre celebrarlas de noche, las jóvenes estaban equipadas con lámparas.

La parábola dice que cinco de estas vírgenes son prudentes y cinco necias: en efecto, las prudentes llevaron consigo el aceite para las lámparas, mientras las necias no lo llevaron. El esposo tarda en llegar y todas se duermen. A medianoche es anunciada la llegada del esposo; entonces las vírgenes necias se dan cuenta que no tienen el aceite para las lámparas, y se lo piden a aquellas prudentes. Pero estas responden que no se lo pueden dar, porque no bastaría para todas. Entonces mientras las necias van en búsqueda del aceite, llega el esposo. Las vírgenes prudentes entran con él en la sala del banquete nupcial y la puerta se cierra. Las cinco necias vuelven demasiado tarde, llaman a la puerta pero la respuesta es: “No las conozco” (v. 12), y se quedan afuera.

¿Qué nos quiere enseñar Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos estar preparados para encuentro con Él. Muchas veces, en el Evangelio, Jesús exhorta a velar, y lo hace también al final de este relato, dice así: “Estén prevenidos, porque no saben ni el día ni la hora” (v. 13). Pero con esta parábola nos dice que velar no significa solamente no dormir sino estar preparados; en efecto todas la vírgenes se duermen antes que llegue el esposo, pero al despertarse algunas están listas y otras no.
Aquí está entonces el significado del ser sabios y prudentes: se trata de no esperar el último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino de hacerlo ya, ahora. Sería hermoso pensar un poco: un día será el último. Si fuera hoy, ¿cómo estoy preparado, preparada? Debo hacer esto y esto… prepararse como si fuera el último día: esto hace bien.

La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta, hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar preparados al encuentro con el Señor no es solamente la fe, sino una vida cristiana rica de amor y de caridad por el prójimo. Si nos dejamos guiar de lo que nos parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, incapaz de dar la vida a los otros, y no acumulamos ninguna reserva de aceite para la lámpara de nuestra fe y ésta – la fe – se apagará al momento de la venida del Señor, o aun antes.

Si en cambio estamos preparados y tratamos de hacer el bien, con gestos de amor, de comunión, de servicio al prójimo en dificultad, podemos quedarnos tranquilos mientras esperamos la venida del esposo: el Señor podrá venir en cualquier momento, y también el sueño de la muerte no nos asusta, porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las obras buenas de cada día. La fe inspira la caridad y la caridad custodia la fe.
Que la Virgen María nos ayude a volver nuestra fe siempre más activa por medio de la caridad; para que nuestra lámpara pueda resplandecer ya aquí, en el camino terreno, y luego para siempre, en la fiesta de bodas en el paraíso.

La familia es el mejor antídoto contra el individualismo extremo, afirma el Papa



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Mensaje de video del Papa Francisco. Foto: Captura de Youtube
Mensaje de video del Papa Francisco. Foto: Captura de Youtube
VATICANO, 11 Nov. 17 / 05:30 am (ACI).- El Papa Francisco aseguró que la familia es una institución esencial para la sociedad, ya que es el mejor antídoto contra los individualismos extremos y egoístas.
El Santo Padre realizó esta afirmación en un mensaje de video dirigido a los participantes en el III Simposio Internacional sobre la Exhortación Apostólica Amoris laetitia, convocado por la Oficina para la Pastoral Familiar de la Conferencia Episcopal Italiana.
En su mensaje, el Pontífice señaló que “el amor entre un hombre y una mujer es, evidentemente, una de las experiencias humanas más fértiles, es el fermento de una cultura del encuentro y lleva al mundo actual una inyección de sociabilidad”.

Destacó un fragmento de la Exhortación Apostólica, en la que se afirma que “el bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia”.
En este sentido, indicó que “la familia nacida del matrimonio genera estrechos vínculos que funcionan como el antídoto más eficaz contra el individualismo rampante, aunque también en el camino del amor conyugal y de la vida familiar surgen situaciones que requieren elecciones complejas que deben llevarse a cabo con rectitud”.
Francisco subrayó la importancia del acompañamiento pastoral a padres y esposos: “Es importante no dejar solos a los esposos, a los padres, hay que acompañarles en el empeño de aplicar el Evangelio en las situaciones concretas de la vida”, porque “en la realidad doméstica, a veces hay obstáculos concretos que deben abordarse con cautela por parte de cada uno”.

Por otro lado, “sabemos bien, como se indica en Amoris laetitia, ‘estamos llamados a formar las conciencias, no a sustituirlas’. El mundo contemporáneo tiende a confundir la primacía de la conciencia, que siempre debe respetarse, con la autonomía exclusiva del individuo respecto a las relaciones que vive”.
El Obispo de Roma señaló que “dentro de cada uno hay un lugar donde el Misterio se revela y que ilumina a la persona, haciéndola protagonista de su historia. La conciencia, recuerda el Concilio Vaticano II, es el ‘núcleo más secreto, es el sagrario del hombre, donde está a solas con Dios, cuya voz resuena en la intimidad’”.

“El cristiano debe mantenerse vigilante para que en esa suerte de tabernáculo no falte la gracia divina, que ilumina y fortalece el amor conyugal y la misión paternal. La gracia desborda las ánforas de los corazones humanos con una extraordinaria capacidad de entrega, renovando para las familias de hoy el milagro de las bodas de Caná”.
Finalmente, el Papa Francisco mostró su deseo de que “este Simposio ayude a la Iglesia en Italia a asimilar y a desarrollar los contenidos y el estilo de Amoris laetitia, que pueda contribuir a la formación de los animadores de los grupos familiares en las parroquias, en las asociaciones, en los movimientos, que pueda sostener el camino de tantas familias, ayudándolas a vivir la alegría del Evangelio y a ser células activas en la comunidad”.

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