Audiencia general miércoles 9 de septiembre de 2015.
Fragmentos elegidos por este blog
Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días!
Quisiera hoy llamar vuestra atención sobre el vínculo existente entre la familia y la comunidad cristiana. Se trata de un vínculo, por así decirlo, «natural», ya que la Iglesia es una familia espiritual y la familia es una pequeña Iglesia (cf. Lumen gentium, n. 9).
La comunidad cristiana es la casa de quienes
creen en Jesús como fuente de la fraternidad entre todos los hombres. La
Iglesia camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y de las
mujeres, de los padres y de las madres, de los hijos y de las hijas: esta es la
historia que le importa al Señor. Los grandes acontecimientos de las potencias
mundanas se escriben en los libros de historia, y ahí se quedan. Pero la
historia de los afectos humanos se escribe directamente en el corazón de Dios,
y es la historia que permanece eternamente. Es el lugar de la vida
y de la fe.
La familia es el lugar de nuestra iniciación —insustituible, imborrable— en esa historia. ¡En esa historia de vida plena, que desembocará en la contemplación de Dios durante toda la eternidad en el cielo, pero que empieza en la familia! De ahí la gran importancia de la familia.
La familia es el lugar de nuestra iniciación —insustituible, imborrable— en esa historia. ¡En esa historia de vida plena, que desembocará en la contemplación de Dios durante toda la eternidad en el cielo, pero que empieza en la familia! De ahí la gran importancia de la familia.
Roguemos al Señor, por intercesión de María,
Madre del Buen Consejo, que renueve y fortifique con su gracia el vínculo entre
la familia y la comunidad cristiana, para que sigan ofreciendo esperanza y
alegría a nuestra sociedad actual, que a menudo no les da el valor suficiente.
Muchas gracias.
(Original italiano, procedente del archivo informático de la Santa Sede;
traducción de ECCLESIA)
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