(RV).- Este año el Congreso Apostólico europeo de la Misericordia se
lleva a cabo en Roma, del 31 de marzo hasta el 4 abril. El encuentro
recoge la espiritualidad nacida durante el Ministerio Petrino de San
Juan Pablo II, quien instituyó el Domingo de la Divina Misericordia, que
este año se celebra el 3 de abril. Y precisamente este domingo será el
jubileo de los grupos y movimientos devotos de dicha espiritualidad de
la misericordia que tiene como referencia la experiencia mística de la
santa polaca Faustina Kowalska, canonizada por Juan Pablo II en el año
2000.
Sobre ello, habla para Radio Vaticano el Padre Marcelo Zubía, vicario
general de la orden de los Teatinos, quienes tienen a su cargo la
Iglesia Santa María de la Valle, donde se están celebrando gran parte de
las actividades del congreso. “El Papa Francisco ha querido establecer
este jubileo para recuperar el valor de lo que la Iglesia tienen que
ofrecer al mundo de hoy, como impulso a esta Iglesia en salida”.
(MZ-RV)
31/03/2016 - 01:12 PM | Nacionales | Este
jueves fue aprobado por unanimidad un acuerdo con ocasión del exhorto
del Papa Francisco a favor de diálogo y la Paz en Venezuela durante la
sesión ordinaria de la Asamblea Nacional.
Texto y audio completo de la catequesis del Papa Francisco Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Terminamos hoy las catequesis sobre la misericordia en el Antiguo
Testamento, y lo hacemos meditando el Salmo 51, llamado Miserere. Se
trata de una oración penitencial en la cual la súplica de perdón es
precedida por la confesión de la culpa y en la cual el orante, dejándose
purificar por el amor del Señor, se convierte en una nueva creatura,
capaz de obediencia, de firmeza de espíritu, y de alabanza sincera.
El “título” que la antigua tradición judía ha puesto a este Salmo
hace referencia al rey David y a su pecado con Betsabé, la mujer de
Urías el Hitita. Conocemos bien los hechos. El rey David, llamado por
Dios a pastorear el pueblo y a guiarlo por caminos de obediencia a la
Ley divina, traiciona su propia misión y, después de haber cometido
adulterio con Betsabé, manda asesinar al marido. ¡Un horrible pecado! El
profeta Natán le revela su culpa y lo ayuda a reconocerlo. Es el
momento de la reconciliación con Dios, en la confesión del propio
pecado. ¡Y en esto David ha sido humilde, ha sido grande!
Quien ora con este Salmo está invitado a tener los mismos
sentimientos de arrepentimiento y de confianza en Dios que tuvo David
cuando se había arrepentido y, a pesar de ser rey, se ha humillado sin
tener temor de confesar su culpa y mostrar su propia miseria al Señor,
pero convencido de la certeza de su misericordia. ¡Y no era un pecado,
una pequeña mentira, aquello que había hecho; había cometido adulterio y
un asesinato! El Salmo inicia con estas palabras de súplica: «¡Ten piedad de mí, oh
Dios, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! – se
siente pecador – ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi
pecado!» (vv. 3-4).
La invocación está dirigida al Dios de misericordia porque, movido
por un amor grande como aquel de un padre o de una madre, tenga piedad,
es decir, hace una gracia, muestra su favor con benevolencia y
comprensión. Es un llamado a Dios, el único que puede liberar del
pecado. Son usadas imágenes muy plásticas: borra, lávame, purifícame. Se
manifiesta, en esta oración, la verdadera necesidad del hombre: la
única cosa de la cual tenemos verdaderamente necesidad en nuestra vida
es aquella de ser perdonados, liberados del mal y de sus consecuencias
de muerte. Lamentablemente, la vida nos hace experimentar muchas veces
estas situaciones; y sobre todo en ellas debemos confiar en la
misericordia. Dios es más grande de nuestro pecado. No olvidemos esto:
Dios es más grande de nuestro pecado. “Padre yo no lo sé decir, he
cometido tantos graves, tantos” Dios es más grande de todos los pecados
que nosotros podamos cometer. Dios es más grande de nuestro pecado. ¿Lo
decimos juntos? Todos. “¡Dios – todos juntos – es más grande de nuestro
pecado! Una vez más: “Dios es más grande de nuestro pecado”. Una vez
más: “Dios es más grande de nuestro pecado”. Y su amor es un océano en
el cual podemos sumergirnos sin miedo de ser superados: perdonar para
Dios significa darnos la certeza que Él no nos abandona jamás. Cualquier
cosa podamos reclamarnos, Él es todavía y siempre más grande de todo
(Cfr. 1 Jn 3,20) porque Dios es más grande de nuestro pecado.
En este sentido, quien ora con este Salmo busca el perdón, confiesa
su propia culpa, pero reconociéndola celebra la justicia y la santidad
de Dios. Y luego pide todavía gracia y misericordia. El salmista confía
en la bondad de Dios, sabe que el perdón divino es sumamente eficaz,
porque crea lo que dice. No esconde el pecado, sino que lo destruye y lo
borra; pero lo borra desde la raíz no como hacen en la tintorería
cuando llevamos un vestido y borran la mancha. ¡No! Dios borra nuestro
pecado desde la raíz, ¡todo! Por eso el penitente se hace puro, toda
mancha es eliminada y él ahora es más blanco que la nieve incontaminada.
Todos nosotros somos pecadores. ¿Y esto es verdad? Si alguno de ustedes
no se siente pecador que alce la mano. Ninguno, ¡eh! Todos lo somos. Nosotros pecadores, con el perdón, nos hacemos creaturas nuevas,
rebosantes de espíritu y llenos de alegría. Ahora una nueva realidad
comienza para nosotros: un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva
vida. Nosotros, pecadores perdonados, que hemos recibido la gracia
divina, podemos incluso enseñar a los demás a no pecar más. “Pero Padre,
yo soy débil: yo caigo, caigo”, ¡pero si tú caes, levántate! Cuando un
niño cae, ¿Qué hace? Levanta la mano a la mamá, al papá para que lo
levanten. Hagamos lo mismo. Si tú caes por debilidad en el pecado,
levanta la mano: el Señor la toma y te ayudará a levantarte. Esta es la
dignidad del perdón de Dios. La dignidad que nos da el perdón de Dios es
aquella de levantarnos, ponernos siempre de pie, porque Él ha creado al
hombre y a la mujer para estar en pie.
Dice el Salmista: «Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva
la firmeza de mi espíritu. […] Yo enseñaré tu camino a los impíos y los
pecadores volverán a ti» (vv. 12.15). Queridos hermanos y hermanas, el perdón de Dios es aquello de lo cual
todos tenemos necesidad, y es el signo más grande de su misericordia.
Un don que todo pecador perdonado es llamado a compartir con cada
hermano y hermana que encuentra. Todos aquellos que el Señor nos ha
puesto a nuestro alrededor, los familiares, los amigos, los compañeros,
los parroquianos… todos son, como nosotros, necesitados de la
misericordia de Dios. Es bello ser perdonados, pero también tú, si
quieres ser perdonado, perdona también tú. ¡Perdona! Que nos conceda el
Señor, por intercesión de María, Madre de misericordia, ser testigos de
su perdón, que purifica el corazón y transforma la vida. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano) (from Vatican Radio)
El Papa saluda a los fieles. Foto: Martha Calderón / ACI Prensa
VATICANO, 27 Mar. 16 / 05:27 am (ACI).-
El Papa Francisco presidió esta mañana la Misa de la Pascua de
Resurrección en la Plaza de San Pedro. El Pontífice no tuvo homilía
puesto que después leyó su Mensaje Pascual e impartió la tradicional
bendición Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo) desde el balcón central
de la Basílica.
En él, el Santo Padre, manifestó que “sólo Dios puede llenar con su amor
este vacío, estas fosas, y hacer que no nos hundamos, y que podamos
seguir avanzando juntos hacia la tierra de la libertad y de la vida”.
El Pontífice repasó algunos de los conflictos que se viven en la
actualidad , como los de Ucrania, Burundi, y Oriente Medio, ofreció su
“cercanía a las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de
violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes
del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en Bélgica”, y
habló de los cristianos perseguidos.
“Con nuestros hermanos y hermanas perseguidos por la fe y por su
fidelidad al nombre de Cristo, y ante el mal que parece prevalecer en la
vida de tantas personas, volvamos a escuchar las palabras consoladoras
del Señor: No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al mundo!”.
A continuación, ACI Prensa comparte con sus lectores el texto completo del mensaje pascual 2016:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!
Jesucristo, encarnación de la misericordia de Dios, ha muerto en cruz por amor, y por amor ha resucitado. Por eso hoy proclamamos: ¡Jesús es el Señor!
El Papa Francisco durante la celebración de la Pasión de Cristo - AP
25/03/2016 17:05
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(RV) "Hay una sola cosa que puede salvar realmente el mundo, ¡la
misericordia!" Lo aseguró el predicador de la Casa Pontificia, p.
Raniero Cantalamessa la tarde del Viernes Santo en presencia del Papa
Francisco durante la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica
de San Pedro, subrayando que el año de la misericordia es "la
oportunidad de oro" para sacar a la luz la verdadera imagen del Dios
bíblico, que no sólo tiene misericordia, sino que es misericordia.
"¡Dios hace justicia, siendo misericordioso! Ésta es la gran
revelación", aseguró el fraile capuchino subrayando que la Escritura
explica claramente el concepto de ‘justicia de Dios’… "Cuando se ha
manifestado la bondad de Dios y de su amor por los hombres, Él nos ha
salvado, no en virtud de las obras de justicia cumplidas por nosotros,
sino por su misericordia".
"¿Qué sucedió en la cruz tan
importante al punto de justificar este cambio radical en los destinos de
la humanidad?", se preguntó más adelante el p. Cantalamessa, recordando
que en su libro sobre Jesús de Nazaret, Benedicto XVI escribió: "La
injusticia, el mal como realidad no puede simplemente ser ignorada,
dejado de lado. Tiene que ser descargado, vencido. Ésta es la verdadera
misericordia. Y que ahora, visto que los hombres no son capaces, lo haga
el mismo Dios – ésta es la bondad incondicional de Dios". "Dios no se
ha contentado de perdonar los pecados del hombre; ha hecho infinitamente
más, los ha tomado sobre sí y se los ha endosado".
"Ya en la Edad Media había quien
tenía dificultad en creer que Dios exigiese la muerte del Hijo para
reconciliar el mundo así. San Bernardo le respondía: ‘No fue la muerte
del Hijo que le gustó a Dios, mas bien su voluntad de morir
espontáneamente por nosotros’: ‘Non mors placuit sed voluntas sponte
morientis’. ¡No fue la muerte por lo tanto, sino el amor el que nos ha
salvado!". Más adelante el predicador de la Casa Pontificia se detuvo a
meditar sobre el odio y la brutalidad de los ataques terroristas en
Bruselas que "nos ayudan a entender la fuerza divina contenida en las
últimas palabras de Cristo: ‘Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen’". "Por grande que sea el odio de los hombres, el amor de Dios ha
sido, y será, siempre más fuerte.
A nosotros está dirigida, en las
actuales circunstancias, la exhortación del apóstol Pablo: ‘No te dejes
vencer por el mal antes bien, vence al mal con el bien’". "Hay una sola
cosa que puede salvar realmente el mundo, ¡la misericordia! La
misericordia de Dios por los hombres y de los hombres entre ellos. Esa
puede salvar, en particular, la cosa más preciosa y más frágil que hay
en este momento, en el mundo, el matrimonio y la familia".
El p.
Cantalamessa finalizó su predicación pidiendo rezar al Padre Celeste,
"por los méritos del Hijo tuyo que en la cruz ‘se hizo pecado’ por
nosotros", para que haga "caer del corazón de las personas, de las
familias y de los pueblos, el deseo de venganza" y nos haga "enamorar de
la misericordia". (RC-RV)
(RV).- La Misericordia de Dios estuvo
en el centro de la homilía del Papa Francisco durante la Santa Misa
Crismal del Jueves Santo, y lo hizo incidiendo en dos ámbitos en los
cuales el Señor excede en su Misericordia: “el del encuentro y el de su
perdón que nos hace avergonzarnos y nos da la dignidad”.
Hablando del perdón excesivo del
Señor, el Papa Francisco aseguró que tendríamos que mantenernos siempre
en esa tensión sana entre una digna vergüenza y una avergonzada
dignidad: “actitud de quien por sí mismo busca humillarse y abajarse,
pero es capaz de aceptar que el Señor lo ensalce en bien de la misión,
sin creérselo”.
El Obispo de Roma recordó que en el
Año Jubilar recibimos con avergonzada dignidad la Misericordia en la
carne herida de nuestro Señor Jesucristo y le pedimos que nos lave de
todo pecado y nos libre de todo mal; y con la gracia del Espíritu Santo
nos comprometemos a comunicar la Misericordia de Dios a todos los
hombres, practicando las obras que el Espíritu suscita en cada uno para
el bien común de todo el pueblo fiel de Dios. (MZ-RV)
El Papa Francisco renovó el gesto de Jesús: paz y hermandad, contra traficantes de armas, guerras y terror
El Papa Francisco lavó los pies como Jesús y recordó que todos somos hermanos - EPA
25/03/2016 12:32
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En la Misa de la Cena del
Señor, dando comienzo al Triduo Pascual del Jubileo de la Misericordia,
el Papa destacó dos gestos: Jesús lava los pies y Judas vende a Jesús
por dinero (RV).- Con el mismo gesto de Jesús, que lavó los pies, el Papa Francisco recordó que «todos somos hermanos» y «ello tiene un nombre: paz y amor».
Y refiriéndose al «gesto de guerra y destrucción», perpetrado en
Bruselas, por quienes no quieren la paz, puso en guardia con firmeza
contra los fabricantes y traficantes de armas. En su homilía, el Sucesor de Pedro destacó que los gestos hablan más
que las imágenes y las palabras. E hizo hincapié en la contraposición
entre el gesto de amor de Jesús y el de Judas que traiciona al Señor,
detrás del cual había otros que no querían la paz. La celebración tuvo lugar en el Centro de acogida para solicitantes
de asilo, CARA, por su sigla en italiano, en Castelnuovo di Porto, a uno
30 kilómetros al norte de Roma. «Musulmanes, hindúes, católicos, coptos, evangélicos» «todos somos hermanos, de diferentes culturas y religiones y queremos vivir en paz»,recemos al Señor «para que esta hermandad se contagie en todo el mundo»,
reiteró el Santo Padre, que lavó los pies a doce personas, 11 acogidas
en el mismo centro y una trabajadora social, de distintas nacionalidades
y religiones.
Queridos hermanos y hermanas:Nuestra reflexión de hoy nos introduce en el Triduo Pascual. Tres
días intensos que nos hablan de la misericordia de Dios, pues hacen
visible hasta dónde puede llegar su amor por nosotros. El Evangelio de
san Juan dice: «Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo», los amó hasta el fin. El Triduo
Pascual es el memorial de un drama de amor que nos da la certeza que
nunca seremos abandonados en las pruebas de la vida.
El Jueves Santo,
con la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies, Jesús
nos enseña que la Eucaristía es el amor que se hace servicio.
El Viernes
Santo, llegamos al momento culminante del amor, un amor que quiere
abrazar a todos sin excluir a nadie con una entrega absoluta.
El Sábado
Santo, es el día del silencio de Dios, Jesús comparte con toda la
humanidad el drama de la muerte, no dejando ningún espacio donde no
llegue la misericordia infinita de Dios. En este día, el amor no duda,
como María, la primera creyente, ella no dudó, guardó silencio y esperó.
El amor espera confiado en la palabra del Señor hasta que Cristo
resucite esplendente el día de Pascua.
Saludos
Saludo cordialmente a los bulliciosos peregrinos de lengua española,
en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que
en estos días santos, acojamos en nuestro corazón la grandeza del amor
divino en el misterio de la Muerte y Resurrección del Señor. Gracias.
“Agitando las palmas y los ramos de olivo
hemos expresado la alabanza y el gozo, el deseo de recibir a Jesús que
viene a nosotros". El Papa Francisco este Domingo de Ramos. - REUTERS
Texto y audio completo de la homília del Papa este Domingo de Ramos «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» (Cf. Lc 19,38), gritaba
la muchedumbre de Jerusalén acogiendo a Jesús. Hemos hecho nuestro aquel
entusiasmo, agitando las palmas y los ramos de olivo hemos expresado la
alabanza y el gozo, el deseo de recibir a Jesús que viene a nosotros.
Del mismo modo que entró en Jerusalén, desea también entrar en nuestras
ciudades y en nuestras vidas. Así como lo ha hecho en el Evangelio,
cabalgando sobre un simple pollino, viene a nosotros humildemente, pero
viene «en el nombre del Señor»: con el poder de su amor divino perdona
nuestros pecados y nos reconcilia con el Padre y con nosotros mismos.
Jesús está contento de la manifestación popular de afecto de la gente, y
ante la protesta de los fariseos para que haga callar a quien lo
aclama, responde: «si estos callan, gritarán las piedras» (Lc 19,40).
Nada pudo detener el entusiasmo por la entrada de Jesús; que nada nos
impida encontrar en él la fuente de nuestra alegría, de la alegría
auténtica, que permanece y da paz; porque sólo Jesús nos salva de los
lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la tristeza. Sin embargo, la Liturgia de hoy nos enseña que el Señor no nos ha
salvado con una entrada triunfal o mediante milagros poderosos. El
apóstol Pablo, en la segunda lectura, sintetiza con dos verbos el
recorrido de la redención: «se despojó» y «se humilló» a sí mismo (Fil
2,7.8). Estos dos verbos nos dicen hasta qué extremo ha llegado el amor
de Dios por nosotros. Jesús se despojó de sí mismo: renunció a la gloria
de Hijo de Dios y se convirtió en Hijo del hombre, para ser en todo
solidario con nosotros pecadores, él que no conoce el pecado. Pero no
solamente esto: ha vivido entre nosotros en una «condición de esclavo»
(v. 7): no de rey, ni de príncipe, sino de esclavo.
Se humilló y el
abismo de su humillación, que la Semana Santa nos muestra, parece no
tener fondo. El primer gesto de este amor «hasta el extremo» (Jn 13,1) es el
lavatorio de los pies. «El Maestro y el Señor» (Jn 13,14) se abaja hasta
los pies de los discípulos, como solamente hacían lo siervos. Nos ha
enseñado con el ejemplo que nosotros tenemos necesidad de ser alcanzados
por su amor, que se vuelca sobre nosotros; no puede ser de otra manera,
no podemos amar sin dejarnos amar antes por él, sin experimentar su
sorprendente ternura y sin aceptar que el amor verdadero consiste en el
servicio concreto. Pero esto es solamente el inicio. La humillación que sufre Jesús
llega al extremo en la Pasión: es vendido por treinta monedas y
traicionado por un beso de un discípulo que él había elegido y llamado
amigo. Casi todos los otros huyen y lo abandonan; Pedro lo niega tres
veces en el patio del templo.
Humillado en el espíritu con burlas,
insultos y salivazos; sufre en el cuerpo violencias atroces, los golpes,
los latigazos y la corona de espinas desfiguran su aspecto haciéndolo
irreconocible. Sufre también la infamia y la condena inicua de las
autoridades, religiosas y políticas: es hecho pecado y reconocido
injusto. Pilato lo envía posteriormente a Herodes, y este lo devuelve al
gobernador romano; mientras le es negada toda justicia, Jesús
experimenta en su propia piel también la indiferencia, pues nadie quiere
asumirse la responsabilidad de su destino. Y pienso en tanta gente, en
tantos migrantes, en tantos prófugos, en tantos refugiados, a aquellos
de los cuales muchos no quieren asumirse la responsabilidad de su
destino.
El gentío que apenas unos días antes lo aclamaba, transforma
las alabanzas en un grito de acusación, prefiriendo incluso que en lugar
de él sea liberado un homicida. Llega de este modo a la muerte en cruz,
dolorosa e infamante, reservada a los traidores, a los esclavos y a los
peores criminales. La soledad, la difamación y el dolor no son todavía
el culmen de su anonadamiento. Para ser en todo solidario con nosotros,
experimenta también en la cruz el misterioso abandono del Padre. Sin
embargo, en el abandono, ora y confía: «Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu» (Lc 23,46). Suspendido en el patíbulo, además del escarnio, afronta también la
última tentación: la provocación a bajar de la cruz, a vencer el mal con
la fuerza, y a mostrar el rostro de un Dios potente e invencible. Jesús
en cambio, precisamente aquí, en el culmen del anonadamiento, revela el
rostro auténtico de Dios, que es misericordia. Perdona a sus verdugos,
abre las puertas del paraíso al ladrón arrepentido y toca el corazón del
centurión. Si el misterio del mal es abismal, infinita es la realidad
del Amor que lo ha atravesado, llegando hasta el sepulcro y los
infiernos, asumiendo todo nuestro dolor para redimirlo, llevando luz
donde hay tinieblas, vida donde hay muerte, amor donde hay odio.
Nos pude parecer muy lejano a nosotros el modo de actuar de Dios, que
se ha humillado por nosotros, mientras a nosotros nos parece difícil
olvidarnos un poco de nosotros mismos. Él renunció a sí mismo por
nosotros; ¡Cuánto nos cuesta a nosotros renunciar a alguna cosa por él y
por los otros! Pero si queremos seguir al Maestro, más que alegrarnos
porque el viene a salvarnos, estamos llamados a elegir su camino: el
camino del servicio, de la donación, del olvido de uno mismo. Podemos
aprender este camino deteniéndonos en estos días a mirar el Crucifijo,
es la “cátedra de Dios”. Los invito en esta semana a mirar
frecuentemente esta “cátedra de Dios”, para aprender el amor humilde,
que salva y da la vida, para renunciar al egoísmo, a la búsqueda del
poder y de la fama.
Estamos atraídos por las miles vanas ilusiones del
aparentar, olvidándonos de que «el hombre vale más por lo que es que por
lo que tiene» (Gaudium et spes, 35); con su humillación, Jesús nos
invita a purificar nuestra vida. Volvamos a él la mirada, pidamos la
gracia de entender al menos algo de su anonadación por nosotros; y así,
en silencio, contemplemos el misterio de esta semana. Reconozcámoslo
como Señor de esta semana.
Queridos hermanos y hermanas El Profeta Jeremías se dirige a los israelitas que habían sido
deportados y les anuncia el regreso a su tierra. Esta vuelta en patria
es signo del amor infinito de Dios que no abandona a sus hijos, sino que
los cuida y los salva. El exilio fue una experiencia muy dura para el
pueblo de Israel e hizo que su fe vacilase. También nosotros podemos
vivir a veces algún tipo de exilio, como la soledad, el sufrimiento, la
muerte, que nos hace pensar que estamos abandonados de Dios. Nos podemos
preguntar: ¿Dónde está Dios? El Profeta Jeremías nos da una respuesta:
Dios está cerca de nosotros, es fiel y hace grandes obras de salvación
en aquellos que esperan en él. Dios ama con un amor sin límites, que ni
el pecado puede frenar, y hace que el corazón del hombre se llene de
alegría y consolación. Jesús ha llevado a plenitud el anuncio del
profeta. Su pasión, muerte y resurrección es la expresión definitiva y
más plena del amor misericordioso de Dios, que nos devuelve del exilio,
nos conforta en las adversidades y nos concede alegría, paz y vida
eterna.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en
particular a los venidos de España y Latinoamérica. Hermanos y hermanas,
los animo a no desfallecer ante las dificultades y a confiar siempre en
la fidelidad de Dios. Él, con su misericordia, los consolará y les hará
plenamente felices. Muchas gracias.
El Papa anhela que el Evangelio de Jesús llegue a los corazones
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(RV).- El «Evangelio de la Misericordia de San Lucas»,
regalado por deseo del Papa Francisco, el V Domingo de Cuaresma, 13 de
marzo de 2016, en el tercer aniversario de su elección pontificia.
40.000 ediciones de bolsillo, distribuidas, por deseo del Santo Padre,
después de la oración mariana del Ángelus y entregadas en la Plaza de
San Pedro, por numerosos voluntarios: abuelos y pequeños. Entre ellos, algunos miembros del
Dispensario Pediátrico de Santa Marta, en el Vaticano, que desde hace
más de 90 años asiste a pequeños pacientes, sin distinción de raza o
religión ofreciendo asistencia médica, apoyo psicológico y garantizando
las necesidades básicas de los niños y sus familias. Y, entre los
abuelos, se sumaron a esta iniciativa grupos de la Diócesis del Papa.
El Comunicado de la Limosnería Apostólica recuerda que, como escribió el Papa en la Bula Misericordiae Vultus: «La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios,
corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la
mente y el corazón de toda persona» (n. 12). Y que por ello «es muy
importante que los que entregan el don del Papa, que
quiere llegar al corazón y la mente de todos sean aquellos que han
transmitido la vida y los valores más bellos y grandes a sus hijos y
nietos». Y se presentan ahora como sabios anunciadores de la
Misericordia del Padre celestial, entregando la herencia más preciosa: ¡el Evangelio de Jesús!
Con el anhelo de que los hijos y los nietos puedan aprender de los abuelos a ser expertos de Misericordia. Cómo no recordar que «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes
es misericordioso», es la invitación de Jesús, que cita el Evangelista
Lucas (6,36) y es el lema del Jubileo extraordinario de la
Misericordia.También el 6 de abril de 2014 y el 22 de marzo de 2015 se
distribuyó en la Plaza de San Pedro, en la cita para el Ángelus, un
Evangelio de bolsillo. (CdM – RV)
Por: Veronica Giacometti ROMA, 11 Mar. 16 / 11:46 am (ACI).- El tercer año del pontificado del Papa Francisco se festejará, entre otros, con una cena en la que participarán algunos indigentes en la Iglesia de San Lorenzo in Piscibus, ubicada a 50 metros de la Plaza de San Pedro.
Este templo custodia desde hace 33 años la cruz original que San Juan Pablo II donó a los jóvenes en ocasión de la primera Jornada Mundial de la Juventud celebrada en 1983.
Esta iniciativa en la que participarán las personas que suelen estar en los alrededores del Vaticano concluirá con una “maratón de oración de 24 horas sin parar”, convocada para dar gracias a Dios por el pontificado del Papa Francisco e invocar la bendición de Dios sobre él y su ministerio petrino. Se realizará el sábado 12 de marzo a las 10:00 p.m. También habrá adoración eucarística y una Misa solemne a las 11:00 p.m.
El domingo 13 a las 12 está prevista la participación en el Ángelus en la Plaza de San Pedro y un rosario recitado por niños que se iniciará a las 2:00 p.m.
(RV).- Con diez preguntas en preparación a la Pascua, el Papa Francisco y los miembros de la Curia Romana se encuentran realizando los Ejercicios Espirituales, del 6 al 11 de marzo, en la Casa del Divino Maestro de la localidad Ariccia que comenzaron, la tarde del IV Domingo de Cuaresma, con la Adoración Eucarística y el rezo de las Vísperas. El padre Ermes Ronchi, de la Orden de los Siervos de María, dirige la meditación sobre “las preguntas desnudas del Evangelio”.
La primera meditación de este retiro
espiritual, de la tarde del primer domingo de marzo fue sobre la
pregunta de Jesús: “¿Qué buscan?” (Jn
1, 38), según un pasaje del Evangelio de Juan. Tal como afirmó el Padre
servita, la propuesta para estos días es detenerse en escucha ante las
preguntas de Dios, no para interrogar al Señor, sino para dejarse
interrogar por Él. Y, en lugar de buscar inmediatamente la respuesta,
detenerse para vivir bien estas preguntas, “las preguntas desnudas del
Evangelio”. Y amar estas preguntas que ya son revelación. Es más, las
preguntas son el “otro nombre de la conversión”.
En su meditación de la tarde del 6 de
marzo el Padre Ronchi afirmó que Jesús educa en la fe a través de
preguntas más que a través de las palabras. Y de hecho, los cuatro
Evangelio ofrecen más de 220 preguntas del Señor. Porque la pregunta –
dijo – es una comunicación no violenta, que no hace callar al otro,
sino que relanza el diálogo, implicándolo y, al mismo tiempo, dejándolo
libre. También explicó que el mismo Jesús es una pregunta, puesto que su
vida y su muerte nos interpelan acerca del sentido último de las cosas y
nos interrogan sobre lo que hace feliz la vida siendo, precisamente Él,
la respuesta.
El religioso también afirmó que la fe
es buscar a “un Dios sensible al corazón, uno que hace feliz el
corazón, cuyo nombre es alegría, libertad y plenitud. Y tras recordar
que Dios es bello, concepto que hay que anunciar dijo que tal vez el
rostro de Dios haya sido empobrecido porque a veces lo hemos reducido a
la miseria, relegado a hurgar en el pasado y en el pecado del hombre… “Todo hombre – concluyó diciendo el
Padre Ermes Ronchi – busca a un Dios atrayente. Dios puede morir de
aburrimiento en nuestras iglesias. Devolvámosle su rostro solar, un Dios
deseable del que gustar y gozar. Será como beber de las fuentes de la
luz, en las orillas del infinito. ¿Qué buscan? ¿Por quién caminan? Busco
a un Dios deseable – dijo – camino por uno que hace feliz el corazón”.
Las reflexiones del primer lunes de marzo se basan en las preguntas: “¿Por qué tienen miedo, no tienen fe?” (Mc,
4, 40), según el Evangelio de Marcos y “Ustedes son la sal de la
tierra. ¿Pero si la sal pierde sabor, luego será salada con qué?” (Mt, 5, 13), según el Evangelio de Mateo. Las del martes se basarán en las preguntas: “Pero, ¿quién dicen que soy yo?” (Lc 9, 20); “Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿ves a esta mujer?” (Lc 7, 44), ambas basadas en el Evangelio de Lucas. Las reflexiones del miércoles se centrarán en: “Jesús dijo a sus discípulos: ¿Cuántos panes tienen?” (Mc 6, 38; Mt
15, 34), tal como se lee en los Evangelios de Marcos y Mateo y
“Entonces Jesús se levantó y dijo: mujer, ¿dónde están tus acusadores?
¿Alguien te ha condenado?” (Jn 8, 10), según se lee en el Evangelio de Juan.
El jueves 10 de marzo, en el quinto
día de Ejercicios Espirituales del Papa Francisco y la Curia Romana,
basándose en el Evangelio de San Juan, el predicador ofrecerá sus
meditaciones sobre el tema: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” (Jn 20, 15), y “Simón, hijo de Juan, ‘¿me amas?”, (Jn 21, 16). Los Ejercicios Espirituales del Santo Padre y la Curia Romana terminarán
el viernes 11 de marzo. El predicador ofrecerá su meditación conclusiva
sobre la pregunta propuesta por el Evangelio de San Lucas: “María dijo
al ángel: ¿Cómo sucederá esto?” (Lc, 1, 34). (María Fernanda Bernasconi - RV). (from Vatican Radio)
Queridos hermanos y hermanas: Hoy reflexionamos sobre la misteriosa relación que existe entre misericordia y corrección divina. Dios se comporta con nosotros como un padre de familia, que ama a sus
hijos, los socorre, los cuida y los perdona. Y que también los educa y
corrige cuando se equivocan, para ayudarlos a ser responsables, a crecer
en el bien y en la libertad. La relación “padre-hijo” es figura de la
alianza entre Dios y su pueblo. Esta relación se fragmenta cuando el
hombre rechaza la paternidad de Dios. A causa del pecado, pretende
convertir la libertad en autonomía y, dejándose llevar por el orgullo,
se contrapone a él y vive en una ilusión de autosuficiencia. Cuando el pueblo se aleja de Dios, desconfía de él y no le obedece,
experimenta entonces la aflicción de la prueba. Dios la permite con
vistas a la salvación, para que el pueblo pecador, sintiendo el vacío y
la amargura del estar lejos de él, pueda abrirse a la conversión y al
perdón. Dios habla amorosamente a la conciencia de sus hijos, para que
se arrepientan y se dejen amar de nuevo por él. La salvación siempre es
un don gratuito de Dios. Pero supone la decisión de escucharlo y dejarse
corregir por él. La corrección forma parte del camino de la misericordia divina. Dios
perdona a su pueblo, siempre deja una puerta abierta a la esperanza,
Dios nunca cierra la puerta, y le indica que el camino de la salvación
no es el de los sacrificios, sino la práctica del bien y la justicia.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en
particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Que el
Señor Jesús nos alcance la gracia de acoger el perdón y la misericordia
que el Padre ofrece gratuitamente a todos, para que aprendamos a vivir
como hijos suyos. Muchas gracias.