miércoles, 29 de enero de 2025

Jesús en el misterio de sus orígenes,

 

Index BackTopPrint
pdf

AR  - DE  - EN  - ES  - FR  - HR  - IT  - PL  - PT  - ZH_TW ]

PAPA FRANCESCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 29 de enero de 2025

[Multimedia]

_______________________________________

[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. I. La infancia de Jesús. 3. «Le pondrás por nombre Jesús» (Mt 1,21). El anuncio a José

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy seguiremos contemplando a Jesús en el misterio de sus orígenes, narrado por los Evangelios de la infancia.

Mientras que Lucas nos lo muestra desde la perspectiva de la madre, la Virgen María, Mateo, en cambio, se sitúa en la perspectiva de José, el hombre que asume la paternidad legal de Jesús, injertándolo en el tronco de Jesé y vinculándolo a la promesa hecha a David.

Jesús, en efecto, es la esperanza de Israel que se cumple: es el descendiente prometido a David (cf.2 Sam 7,12; 1Cr 17,11), que hace que su casa sea «bendita para siempre» (2 Sam 7,29); es el brote que nace del tronco de Jesé (cf. Is 11,1), el «vástago legítimo» destinado a reinar como verdadero rey, que sabe ejercer el derecho y la justicia (cf. Jr 23,5; 33,15).

José entra en escena en el Evangelio de Mateo como novio de María. Para los judíos, el compromiso era un verdadero vínculo jurídico, que preparaba para lo que sucedería un año más tarde, es decir, la celebración del matrimonio. Era entonces cuando la mujer pasaba de la custodia de su padre a la de su esposo, mudándose a su casa y haciéndose disponible para el don de la maternidad.

Fue precisamente durante este tiempo cuando José descubrió el embarazo de María, y su amor se vio sometido a una dura prueba. Ante tal situación, que habría llevado a la ruptura del compromiso, la Ley sugería dos posibles soluciones: o bien un acto jurídico público, como citar a la mujer ante el tribunal, o bien una acción privada, como entregar a la mujer una carta de repudio.

Mateo define a José como un hombre «justo» (zaddiq), un hombre que vive según la Ley del Señor, que se inspira en ella en todas las ocasiones de su vida. Por tanto, siguiendo la Palabra de Dios, José actúa ponderadamente: no se deja vencer por sentimientos instintivos ni teme llevarse a María con él, sino que prefiere dejarse guiar por la sabiduría divina. Opta por separarse de María sin clamores, es decir, en privado (cf. Mt 1,19). Y esta sabiduría de José le permite no equivocarse y hacerse abierto y dócil a la voz del Señor.

De este modo, José de Nazaret nos recuerda a otro José, hijo de Jacob, apodado «señor de los sueños» (cf. Gn 37,19), tan amado por su padre y tan odiado por sus hermanos, a quien Dios elevó sentándolo en la corte del faraón.

Ahora bien, ¿qué sueña José de Nazaret? Sueña con el milagro que Dios realiza en la vida de María, y también con el milagro que realiza en su propia vida: asumir una paternidad capaz de custodiar, proteger y transmitir una herencia material y espiritual. El vientre de su esposa está grávido de la promesa de Dios, una promesa que lleva un nombre con el que se da a todos la certeza de la salvación (cf. Hch 4,12).

Durante su sueño, José oye estas palabras: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21). Ante esta revelación, José no pide más pruebas, se fía. José confía en Dios, acepta el sueño de Dios sobre su vida y la de su prometida. Así entra en la gracia de quien sabe vivir la promesa divina con fe, esperanza y amor.

José, en todo esto, no profiere palabra alguna, sino que cree, espera y ama. No habla con «palabras al viento», sino con hechos concretos. Él pertenece a la estirpe de los que, según el apóstol Santiago, «ponen en práctica la Palabra» (cf. Stg 1,22), traduciéndola en hechos, en carne, en vida. José confía en Dios y obedece: «Su vigilancia interior por Dios... se convierte espontáneamente en obediencia» (Benedicto XVI, La infancia de Jesús, Milán-Ciudad del Vaticano 2012, 57).


Hermanas, hermanos, pidamos también al Señor la gracia de escuchar más de lo que hablamos, la gracia de soñar los sueños de Dios y de acoger responsablemente a Cristo que, desde el momento de nuestro bautismo, vive y crece en nuestras vidas. ¡Gracias!

_________________

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, que son muchos hoy. Pidamos al Señor, por intercesión de san José, que nos ayude a ser valientes y creativos para irradiar al Cristo que, desde nuestro bautismo, vive y crece en nosotros. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

_________________

Resumen leído en español por el Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis seguimos reflexionando sobre los orígenes de Jesús. En los evangelios que hablan de su infancia, vemos que san Lucas lo hace desde la perspectiva de María y Mateo desde la óptica de san José. El “sí” de José al asumir la paternidad legal de Jesús, haciéndolo parte de la descendencia davídica, lleva a cumplimiento las promesas y la esperanza de Israel sobre la llegada del Mesías.

José era un hombre justo, obedecía la Ley del Señor. Sin embargo, su aceptación de la voluntad de Dios pasó por un momento de dura prueba, al saber que María, su prometida, estaba embarazada. A pesar de todo, su amor y su docilidad a la voz del Señor, que se le reveló en sueños, le permitió llevar adelante una paternidad fecunda, capaz de proteger a su familia y de transmitirle una herencia material y espiritual. De ese modo, José supo poner en práctica la Palabra de Dios durante toda su vida, expresándola en actos de fe, esperanza y caridad.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana

domingo, 26 de enero de 2025

La Palabra de Dios está viva; camina con nosotros a través de los siglos y actúa en la historia por el poder del Espíritu Santo.

 

Index BackTopPrint
pdf

AR  - DE  - EN  - ES  - FR  - IT  - PL  - PT ]

DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS
JUBILEO DEL MUNDO DE LA COMUNICACIÓN

SANTA MISA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Basílica de San Pedro
III Domingo del Tiempo Ordinario, 26 de enero de 2025

[Multimedia]

__________________________

El Evangelio que hemos escuchado nos anuncia el cumplimiento de una profecía colmada del Espíritu Santo. Y quien la cumple es Aquel que viene «con el poder del Espíritu» (Lc 4,14): es Jesús, el Salvador.La Palabra de Dios está viva; camina con nosotros a través de los siglos y actúa en la historia por el poder del Espíritu Santo. El Señor, en efecto, permanece siempre fiel a su promesa, que mantiene por amor a los hombres. Precisamente así lo dice Jesús en la sinagoga de Nazaret: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír» (Lc 4,21).

Hermanas y hermanos, ¡qué feliz coincidencia! En el Domingo de la Palabra de Dios, aún en los inicios del Jubileo, se proclama esta página del Evangelio de Lucas, en la que Jesús se revela como el Mesías «consagrado por la unción» (v. 18) y enviado a «proclamar un año de gracia del Señor» (v. 19). Jesús es la Palabra viviente, en la que todas las Escrituras encuentran pleno cumplimiento. Y nosotros, en el hoy de la santa Liturgia, somos sus contemporáneos. También nosotros, llenos de estupor, abramos el corazón y la mente para escucharlo, pues «cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla» (Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 7). He dicho una palabra: estupor. Cuando a nosotros se nos proclama el Evangelio, las palabras de Dios, no se trata sólo de escuchar, de enterder; no. Esas palabras deben llegar al corazón y causar lo que he mencionado: “estupor”. La Palabra de Dios siempre nos sorprende, siempre nos renueva, entra en el corazón y nos renueva siempre.

Y con esta actitud de fe gozosa estamos invitados a acoger la antigua profecía como proveniente del Corazón de Cristo, deteniéndonos en las cinco acciones que caracterizan la misión del Mesías: una misión única y universal; única, porque Él, sólo Él, la puede realizar; universal, porque quiere incluir a todos.

En primer lugar, Él es enviado «a llevar la buena noticia a los pobres» (v. 18). Este es el “evangelio”, la buena noticia que Jesús proclama: ¡el Reino de Dios está cerca! Y cuando Dios reina, el hombre está salvado. El Señor viene a visitar a su pueblo, haciéndose cargo del humilde y del pobre. Este Evangelio es palabra de compasión, que nos llama a la caridad, a condonar las deudas del prójimo y a un generoso compromiso social. No olvidemos que el Señor es cercano, misericordioso y compasivo. Cercanía, misericordia y compasión son el estilo de Dios. Él es así: misericordioso, cercano, compasivo.

La segunda acción de Cristo es «anunciar la liberación a los cautivos» (v. 18). Hermanos, hermanas, el mal tiene los días contados, porque el futuro es de Dios. Con la fuerza del Espíritu, Jesús nos redime de toda culpa y libera nuestro corazón, lo libera de de toda cadena interior, llevando el perdón del Padre al mundo. Este Evangelio es palabra de misericordia, que nos llama a ser testigos apasionados de paz, solidaridad y reconciliación.

La tercera acción, con la que Jesús cumple la profecía, es dar «la vista a los ciegos» (v. 18). El Mesías nos abre los ojos del corazón, a menudo deslumbrado por la fascinación del poder y de la vanidad; enfermedades del alma que impiden reconocer la presencia de Dios y que hacen invisibles a los débiles y a los que sufren. Este Evangelio es palabra de luz, que nos llama a la verdad, al testimonio de la fe y a la coherencia de la vida.  

La cuarta acción es «dar la libertad a los oprimidos» (v. 18). Ninguna esclavitud resiste a la acción del Mesías, que nos hace hermanos en su nombre. Las prisiones de la persecución y de la muerte son abiertas de par en par por el poder compasivo de Dios; porque este Evangelio es palabra de libertad, que nos llama a la conversión del corazón, a la honestidad del pensamiento y a la perseverancia en la prueba.

Por último, la quinta acción: Jesús es enviado a «proclamar un año de gracia del Señor» (v. 19). Se trata de un tiempo nuevo, que no desgasta la vida, sino que la regenera. Es un Jubileo, como el que hemos comenzado, preparándonos con esperanza al encuentro definitivo con el Redentor. El Evangelio es palabra de alegría, que nos llama a la acogida, a la comunión y a caminar, como peregrinos, hacia el Reino de Dios.

Por medio de estas cinco acciones, Jesús ya cumplió la profecía de Isaías. Realizando nuestra liberación, nos anuncia que Dios se acerca a nuestra pobreza, nos redime del mal, ilumina nuestros ojos, quiebra el yugo de la opresión y nos hace entrar en el júbilo de un tiempo y de una historia en los que Él se hace presente, para caminar con nosotros y conducirnos a la vida eterna. La salvación que Él nos da todavía no está realizada plenamente, lo sabemos; y sin embargo guerras, injusticias, dolor y muerte no tendrán la última palabra. El Evangelio, en efecto, es palabra viva y segura, que nunca defrauda. El Evangelio no defrauda jamás.

Hermanos y hermanas, en el domingo dedicado de manera especial a la Palabra de Dios, agradecemos al Padre por habernos dado su Verbo, hecho hombre para la salvación del mundo. Este es el acontecimiento del que hablan todas las Escrituras, que tienen como verdaderos autores a los hombres y al Espíritu Santo (cf. Conc. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 11). Toda la Biblia hace memoria de Cristo y de su obra y el Espíritu la actualiza en nuestra vida y en la historia. Cuando nosotros leemos las Escrituras, cuando oramos con ellas y las estudiamos, no recibimos sólo informaciones sobre Dios, sino que acogemos el Espíritu que nos recuerda todo lo que Jesús ha dicho y ha hecho (cf. Jn 14,26). De ese modo, nuestro corazón, inflamado por la fe, aguarda en la esperanza la llegada del Reino de Dios.Hermanos, hermanas, necesitamos estar más acostumbrados a leer las Escrituras. Me gusta recomendar que cada uno tenga un pequeño Evangelio, un pequeño Nuevo Testamento de bolsillo, y lo lleve en el bolso, siempre consigo, para sacarlo durante el día y leerlo. Un pasaje, dos pasajes … Y así, durante el día, tenemos contacto con el Señor. Un Evangelio pequeñito es suficiente.

Respondamos con entusiasmo al gozoso anuncio de Cristo. El Señor, en efecto, no nos ha hablado como a oyentes mudos, sino como a testigos, llamándonos a evangelizar en todo tiempo y en todo lugar. Hoy han venido aquí cuarenta hermanos y hermanas de diversas partes del mundo para recibir el ministerio del lectorado. Gracias. Se lo agradecemos y rezamos por ellos. Rezamos por todos ustedes. Comprometámonos todos a llevar la buena noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos, a dar la vista a los ciegos y a proclamar un año de gracia del Señor. Entonces sí, hermanas y hermanos, transformaremos el mundo conforme a la voluntad de Dios, que lo ha creado y redimido por amor. Muchas gracias.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana

miércoles, 22 de enero de 2025

María es llena de la gracia

 

Index BackTopPrint
pdf

AR  - DE  - EN  - ES  - FR  - HR  - IT  - PL  - PT  - ZH_TW ]

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 22 de enero de 2025

[Multimedia]

_______________________________________

[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. I. La infancia de Jesús. 2. El anuncio a a María. Escucha y disponibilidad (cfr. Lc 1,26-38)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy retomamos la catequesis del ciclo jubilar sobre Jesucristo nuestra esperanza.

Al comienzo de su Evangelio, Lucas muestra los efectos de la potencia transformadora de la Palabra de Dios que llega no sólo a los atrios del Templo, sino también a la pobre casa de una joven, María, que, comprometida con José, todavía vive con su propia familia.  

Después de Jerusalén, el mensajero de los grandes anuncios divinos, Gabriel, que en su nombre celebra el poder de Dios, es enviado a una aldea que la Biblia hebrea nunca menciona: Nazaret. En aquella época era una pequeña aldea de Galilea, en la periferia de Israel, una zona de frontera con los paganos y sus contaminaciones.

Precisamente allí, el ángel lleva un mensaje de forma y contenido totalmente inauditos, tanto que el corazón de María se estremece, se turba. En lugar del clásico saludo “la paz sea contigo”, Gabriel se dirige a la Virgen con la invitación “¡alégrate!, “¡regocíjate!”, un llamamiento muy querido en la historia sagrada, porque los profetas lo utilizan cuando anuncian la venida del Mesías (cfrSof 3,14; Gl 2,21-23; Zc 9,9). Es la invitación a la alegría que Dios dirige a su pueblo cuando termina el exilio y el Señor hace sentir su presencia viva y operante.

Además, Dios llama a María con un nombre de amor desconocido en la historia bíblica: kecharitoméne, que significa «llena de la gracia divina». María es llena de la gracia divina. Este nombre dice que el amor de Dios ha habitado desde hace tiempo y sigue habitando en el corazón de María. Dice que ella está 'llena de gracia' y, sobre todo, que la gracia de Dios ha realizado en ella un “cincelado” interior, convirtiéndola en su obra maestra: llena de gracia.

Este cariñoso sobrenombre, que Dios da sólo a María, va acompañado inmediatamente de una tranquilización: «¡No temas!», «¡No temas!» la presencia del Señor siempre nos da esta gracia de no temer y así lo dice a María: «¡No temas!». «No temas», dice Dios a Abraham, a Isaac, a Moisés, en la historia: «¡No temas!». (cf. Gn 15,1; 26,24; Dt 31,8). Y nos lo dice también a nosotros: «¡No temas, sigue adelante, no temas!». «Padre, tengo miedo de esto»; «¿Y qué haces tú cuando…?»; “Perdone, padre, le digo la verdad: voy a la adivina…»; «¿Vas a la adivina?”; “Sí, a que me lea la mano…». Por favor, ¡no tengan miedo! ¡No teman! ¡No teman! Esto es hermoso. «Soy tu compañero de viaje»: esto le dice Dios a María. El «Todopoderoso», el Dios de lo «imposible» (Lc 1,37) está con María, está con ella y junto a ella, es su compañero, su principal aliado, el eterno «Yo-contigo» (cf. Gn 28,15; Ex 3,12; Jdg 6,12).

Luego, Gabriel anuncia a la Virgen su misión, haciendo resonar en su corazón numerosos pasajes bíblicos que hacen referencia a la realeza y mesiazgo del Niño que va a nacer de ella y que será presentado como cumplimiento de las antiguas profecías. La Palabra que viene de lo Alto llama a María a ser la madre del Mesías, el tan esperado Mesías davídico. Es la madre del Mesías. Él será rey, no a la manera humana y carnal, sino a la manera divina, espiritual. Su nombre será «Jesús», que significa «Dios salva» (cf. Lc 1,31; Mt 1,21); recuerda así a todos y para siempre que no es el hombre quien salva, sino sólo Dios. Jesús es Aquel que cumple estas palabras del profeta Isaías: «No un enviado ni un ángel, sino Él mismo los salvó; con amor y compasión (Is 63,9).

Esta maternidad estremece a María profundamente. Y como mujer inteligente que es, es decir, capaz de leer dentro de los acontecimientos (cf. Lc 2,19.51), busca comprender, discernir lo que está sucediendo. María no busca fuera, sino dentro, porque, como enseña san Agustín, «in interiore homine habitat veritas» (De vera religione 39,72). Y allí, en lo más profundo de su corazón abierto, sensible, escucha la invitación a confiar en Dios, que ha preparado para ella un «Pentecostés» especial. Como al principio de la Creación (cf. Gn 1,2), Dios quiere «empollar» a María con su Espíritu, un poder capaz de abrir lo cerrado sin violarlo, sin menoscabar la libertad humana; quiere envolverla en la «nube» de su presencia (cf. 1Cor 10,1-2) para que el Hijo viva en ella y ella en Él.

Y María se enciende de confianza: es «una lámpara con muchas luces», como dice Teófanes en su Canon de la Anunciación. Se abandona, obedece, hace espacio: es «una cámara nupcial hecha por Dios» (ibid.). María acoge al Verbo en su propia carne y se lanza así a la mayor misión jamás confiada a una mujer, a una criatura humana. Se pone al servicio: es llena de todo, no como esclava, sino como colaboradora de Dios Padre, llena de dignidad y autoridad para administrar, como hará en Caná, los dones del tesoro divino, para que muchos puedan sacar de él abundantemente.

Hermanas, hermanos, aprendamos de María, Madre del Salvador y Madre nuestra, a dejarnos abrir los oídos a la Palabra divina y a acogerla y custodiarla, para que transforme nuestros corazones en tabernáculos de su presencia, en hogares acogedores donde pueda crecer la esperanza.

___________________

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Veo que hay algunos. Pidamos al Señor que nos enseñe a escuchar su Palabra y a responderle con generosidad, como María, transformando nuestros corazones en sagrarios vivos de su presencia y en lugares acogedores para las personas que viven sin esperanza. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

____________________

Resumen leído en español por el Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Retomamos las catequesis del ciclo jubilar “Jesucristo nuestra esperanza”. Hoy reflexionamos sobre el anuncio del ángel Gabriel a María. Su saludo comienza con una invitación a la alegría, evocando el mensaje de los profetas al pueblo de Dios pensando en la venida del Mesías. Después, el ángel llama a María “llena de gracia”, indicando la presencia de Dios que habita en ella, y le dice que no tenga miedo, porque nada es imposible para el Señor. Pensemos en esto, nada es imposible para el Señor. Finalmente, le anuncia su misión: ser la madre del Mesías; cuyo nombre será Jesús, que significa “Dios salva”.

El anuncio de esta maternidad única, lleva a María a discernir en su interior lo que le estaba pasando. En su corazón, abierto y sensible, ella siente la llamada a confiar plenamente en Dios, aun cuando haya cosas que no comprende. Su colaboración con los designios del Padre en cada momento de su vida la convierten para nosotros en un ejemplo inestimable de escucha y disponibilidad a la Palabra divina.



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana

domingo, 19 de enero de 2025

Primer signo de Jesús, cuando convierte el agua en vino durante unas bodas en Caná de Galilea.

 

Index BackTopPrint
pdf

EN  - ES  - HR  - IT ]

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 19 de enero de 2025

[Multimedia]

_________________________

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Jn 2,1-11) nos habla del 


Index

Facebook Twitter Mail Feed RSS

Back Top Print

pdf

Francisco Angelus - Regina Cæli 2025

[ EN  - ES  - HR  - IT ]


PAPA FRANCISCO


ÁNGELUS


Plaza de San Pedro

Domingo, 19 de enero de 2025


[Multimedia]


_________________________


Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!


El Evangelio de la liturgia de hoy (Jn 2,1-11) nos habla del primer signo de Jesús, cuando convierte el agua en vino durante unas bodas en Caná de Galilea. Se trata de un relato que anticipa y sintetiza toda la misión de Jesús: el día de la venida del Mesías -así lo dijeron los profetas- el Señor preparará «un banquete de vinos excelentes» (Is 25,6) y «las montañas destilarán el vino nuevo» (Am 9,13); Jesús es el Esposo que trae el «vino nuevo».


En este Evangelio podemos encontrar dos cosas: la falta y la sobreabundancia. Por un lado, falta el vino y María le dice a su Hijo: «No tienen vino» (v. 3); por el otro, Jesús interviene haciendo llenar seis grandes ánforas y, al final, el vino es tan abundante y exquisito que el dueño del banquete le pregunta al esposo por qué lo ha conservado hasta el final (v. 10). Entonces, nuestro signo es siempre la falta, pero siempre «el signo de Dios es la sobreabundancia» y la sobreabundancia de Caná es el signo de ello (cfr. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, vol. I, 294). ¿Cómo responde Dios a la falta del ser humano? Con sobreabundancia (cfr. Rm 5,20). ¡Dios no es tacaño! Cuando da, da mucho. No te da un pedacito, te da mucho. A nuestras faltas el Señor responde con su sobreabundancia.


En el banquete de nuestras vidas – podríamos decir - a veces nos encontramos con que falta el vino: que nos faltan fuerzas y muchas cosas. Sucede cuando las preocupaciones que nos afligen, los temores que nos asaltan o las fuerzas perturbadoras del mal nos quitan el sabor de la vida, la ebriedad de la alegría y el sabor de la esperanza. Tengamos cuidado: Pero frente a esta falta, cuando el Señor da, da la sobreabundancia. Parece una contradicción: cuanta más falta hay en nosotros, más sobreabundancia hay por parte del Señor. Porque el Señor quiere hacer una fiesta con nosotros, una fiesta que no tendrá fin.  


Oremos pues a la Virgen María. Que ella, que es la «Mujer del vino nuevo» (cf. A. Bello, María, Señora de nuestros días), interceda por nosotros y, en este año jubilar, nos ayude a redescubrir la alegría del encuentro con Jesús.


__________________


Después del Ángelus


¡Queridos hermanos y hermanas!


En los últimos días se ha anunciado que hoy entrará en vigor el alto al fuego en Gaza. Expreso mi gratitud a todos los mediadores. Es un hermoso trabajo mediar para que se logre la paz. ¡Gracias a los mediadores! Y también doy las gracias a todas las partes que han intervenido en este importante resultado. Espero que lo acordado sea respetado inmediatamente por las partes y que todos los rehenes puedan finalmente regresar a casa y volver a abrazar a sus seres queridos. Rezo mucho por ellos y por sus familias. También espero que las ayudas humanitarias lleguen más rápidamente y en grandes cantidades a la población de Gaza, que tan urgentemente las necesita.


Tanto los israelíes como los palestinos necesitan señales claras de esperanza: espero que las autoridades políticas de ambos, con la ayuda de la comunidad internacional, puedan alcanzar la solución adecuada para los dos Estados. Que todos puedan decir: sí al diálogo, sí a la reconciliación, sí a la paz. Y recemos por ello: por el diálogo, la reconciliación y la paz.


Hace unos días se anunció la liberación de un grupo de presos de las cárceles cubanas. Es un gesto de gran esperanza que concretiza una de las intenciones de este año jubilar. Espero que en los próximos meses sigamos emprendiendo iniciativas de este tipo en las distintas partes del mundo, que infundan confianza en el camino de las personas y de los pueblos.


Y saludo a todos ustedes, romanos, peregrinos, a los niños de la Inmaculada Concepción, a las Hermanas de San Agustín procedentes de Polonia, al grupo de fieles guatemaltecos con la imagen del Señor de Esquipulas, y a los alumnos de los colegios «Pedro Mercedes» de Cuenca y «Juan Pablo II» de Parla, en España, y a los del Piggott School de Wargrave, Inglaterra. Saludo a los jóvenes y misioneros del movimiento Operazione Mato Grosso; a los fieles de la Unidad Pastoral de La Guizza de Padua, a los de Malgrate, Civate y Lecco Alta, y a los de Locorotondo; así como al grupo de «Amigos Especiales» de Este.


En estos días de oración por la unidad de los cristianos, no dejemos de invocar de Dios el precioso don de la plena comunión entre todos los discípulos del Señor. Y recemos siempre por la martirizada Ucrania, por Palestina, Israel, Myanmar y por todos los pueblos que sufren a causa de la guerra.


Les deseo a todos un buen domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticanprimer signo de Jesús, cuando convierte el agua en vino durante unas bodas en Caná de Galilea. Se trata de un relato que anticipa y sintetiza toda la misión de Jesús: el día de la venida del Mesías -así lo dijeron los profetas- el Señor preparará «un banquete de vinos excelentes» (Is 25,6) y «las montañas destilarán el vino nuevo» (Am 9,13); Jesús es el Esposo que trae el «vino nuevo».

En este Evangelio podemos encontrar dos cosas: la falta y la sobreabundancia. Por un lado, falta el vino y María le dice a su Hijo: «No tienen vino» (v. 3); por el otro, Jesús interviene haciendo llenar seis grandes ánforas y, al final, el vino es tan abundante y exquisito que el dueño del banquete le pregunta al esposo por qué lo ha conservado hasta el final (v. 10). Entonces, nuestro signo es siempre la falta, pero siempre «el signo de Dios es la sobreabundancia» y la sobreabundancia de Caná es el signo de ello (cfr. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, vol. I, 294). ¿Cómo responde Dios a la falta del ser humano? Con sobreabundancia (cfr. Rm 5,20). ¡Dios no es tacaño! Cuando da, da mucho. No te da un pedacito, te da mucho. A nuestras faltas el Señor responde con su sobreabundancia.

En el banquete de nuestras vidas – podríamos decir - a veces nos encontramos con que falta el vino: que nos faltan fuerzas y muchas cosas. Sucede cuando las preocupaciones que nos afligen, los temores que nos asaltan o las fuerzas perturbadoras del mal nos quitan el sabor de la vida, la ebriedad de la alegría y el sabor de la esperanza. Tengamos cuidado: Pero frente a esta falta, cuando el Señor da, da la sobreabundancia. Parece una contradicción: cuanta más falta hay en nosotros, más sobreabundancia hay por parte del Señor. Porque el Señor quiere hacer una fiesta con nosotros, una fiesta que no tendrá fin.  

Oremos pues a la Virgen María. Que ella, que es la «Mujer del vino nuevo» (cf. A. Bello, María, Señora de nuestros días), interceda por nosotros y, en este año jubilar, nos ayude a redescubrir la alegría del encuentro con Jesús.

__________________

Después del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas!

En los últimos días se ha anunciado que hoy entrará en vigor el alto al fuego en Gaza. Expreso mi gratitud a todos los mediadores. Es un hermoso trabajo mediar para que se logre la paz. ¡Gracias a los mediadores! Y también doy las gracias a todas las partes que han intervenido en este importante resultado. Espero que lo acordado sea respetado inmediatamente por las partes y que todos los rehenes puedan finalmente regresar a casa y volver a abrazar a sus seres queridos. Rezo mucho por ellos y por sus familias. También espero que las ayudas humanitarias lleguen más rápidamente y en grandes cantidades a la población de Gaza, que tan urgentemente las necesita.

Tanto los israelíes como los palestinos necesitan señales claras de esperanza: espero que las autoridades políticas de ambos, con la ayuda de la comunidad internacional, puedan alcanzar la solución adecuada para los dos Estados. Que todos puedan decir: sí al diálogo, sí a la reconciliación, sí a la paz. Y recemos por ello: por el diálogo, la reconciliación y la paz.

Hace unos días se anunció la liberación de un grupo de presos de las cárceles cubanas. Es un gesto de gran esperanza que concretiza una de las intenciones de este año jubilar. Espero que en los próximos meses sigamos emprendiendo iniciativas de este tipo en las distintas partes del mundo, que infundan confianza en el camino de las personas y de los pueblos.

Y saludo a todos ustedes, romanos, peregrinos, a los niños de la Inmaculada Concepción, a las Hermanas de San Agustín procedentes de Polonia, al grupo de fieles guatemaltecos con la imagen del Señor de Esquipulas, y a los alumnos de los colegios «Pedro Mercedes» de Cuenca y «Juan Pablo II» de Parla, en España, y a los del Piggott School de Wargrave, Inglaterra. Saludo a los jóvenes y misioneros del movimiento Operazione Mato Grosso; a los fieles de la Unidad Pastoral de La Guizza de Padua, a los de Malgrate, Civate y Lecco Alta, y a los de Locorotondo; así como al grupo de «Amigos Especiales» de Este.

En estos días de oración por la unidad de los cristianos, no dejemos de invocar de Dios el precioso don de la plena comunión entre todos los discípulos del Señor. Y recemos siempre por la martirizada Ucrania, por Palestina, Israel, Myanmar y por todos los pueblos que sufren a causa de la guerra.

Les deseo a todos un buen domingo y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta la vista!



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vatican

miércoles, 15 de enero de 2025

- Los más amados por el Padre. 2

 

Index BackTopPrint
pdf

AR  - DE  - EN  - ES  - FR  - HR  - IT  - PL  - PT  - ZH_TW ]

PAPA FRANCISCO

AUDIENCIA GENERAL

Aula Pablo VI
Miércoles, 15 de enero de 2025

[Multimedia]

_______________________________________

[El siguiente texto también incorpora partes no leídas que se consideran pronunciadas]

Catequesis - Los más amados por el Padre. 2 -

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la audiencia precedente hablamos de los niños, y hoy también vamos a hablar de los niños. La semana pasada nos detuvimos en cómo, en su misión, Jesús habló repetidamente de la importancia de proteger, acoger y amar a los más pequeños.

Sin embargo, aún hoy, en el mundo, cientos de millones de menores se ven obligados a trabajar, a pesar de no tener la edad mínima para someterse a las obligaciones de la edad adulta, y muchos de ellos están expuestos a trabajos especialmente peligrosos. Por no hablar de los niños y niñas que son esclavos de la trata para la prostitución o la pornografía, y de los matrimonios forzados. Y esto es algo amargo. En nuestras sociedades, lamentablemente, los niños sufren numerosas formas de abusos y malos tratos. El maltrato infantil, sea cual sea su naturaleza, es un acto despreciable, es un acto atroz. ¡No es simplemente una lacra de la sociedad, no, es un crimen! Es una gravísima violación de los mandamientos de Dios. Ningún niño debería sufrir abusos. Un solo caso ya es demasiado. Es necesario, por tanto, despertar nuestras conciencias, practicar la cercanía y la solidaridad concreta con los niños y jóvenes abusados y, al mismo tiempo, crear confianza y sinergias entre quienes se comprometen a ofrecerles oportunidades y lugares seguros en los que crecer serenos. Conozco un país de América Latina donde crece una fruta especial, muy especial, llamada arándano. Para cosechar el arándano se necesitan manos tiernas, y obligan a los niños a hacerlo, los esclavizan desde pequeños para que hagan la recolección.

Las pobrezas difusas, la escasez de herramientas sociales de apoyo a las familias, la marginalidad que ha aumentado en los últimos años junto con el desempleo y la precariedad laboral son factores que cargan sobre los más pequeños el precio más alto a pagar. En las metrópolis, donde «muerden» la disparidad social y la degradación moral, hay niños empleados en el tráfico de drogas y en las más diversas actividades ilícitas. ¡Cuántos de estos niños hemos visto caer como víctimas sacrificiales! A veces, trágicamente, son inducidos a convertirse en «verdugos» de otros compañeros de su misma edad, además a dañarse a sí mismos, su dignidad y su humanidad. Y, sin embargo, cuando en la calle, en el barrio de la parroquia, estas vidas perdidas se ofrecen a nuestra mirada, a menudo volvemos la cabeza hacia otro lado.

Hay un caso en mi país: un niño llamado Loan fue secuestrado y se desconoce su paradero. Y una de las hipótesis es que lo enviaron para extraerle órganos, para hacer trasplantes. Y esto se hace. Ustedes ya lo saben. ¡Esto se hace! Algunos vuelven con una cicatriz, otros mueren. Por eso me gustaría recordar hoy a este pequeño, Loan.

Nos cuesta reconocer la injusticia social que lleva a dos niños, que quizá viven en el mismo barrio o bloque de apartamentos, a tomar caminos y destinos diametralmente opuestos porque uno de ellos nació en una familia desfavorecida. Una fractura humana y social inaceptable: entre los que pueden soñar y los que deben sucumbir. Pero Jesús nos quiere a todos libres y felices; y si ama a cada hombre y a cada mujer como a su hijo y a su hija, ama a los más pequeños con toda la ternura de su corazón. Por eso nos pide que nos detengamos a escuchar el sufrimiento de los que no tienen voz, de los que no tienen educación. Luchar contra la explotación, especialmente la infantil, es la manera principal de construir un futuro mejor para toda la sociedad. Algunos países han tenido la sabiduría de escribir los derechos de los niños. Los niños tienen derechos. Busquen ustedes mismos en Internet cuáles son los derechos del niño.

Entonces podremos preguntarnos: ¿qué puedo hacer yo? En primer lugar, deberíamos reconocer que, si queremos erradicar el trabajo infantil, no podemos ser sus cómplices. ¿Y cuándo lo somos? Por ejemplo, cuando compramos productos que emplean mano de obra infantil. ¿Cómo puedo comer y vestirme sabiendo que detrás de esa comida o de esa ropa hay niños explotados, que trabajan en vez de ir a la escuela? Tomar conciencia de lo que compramos es un primer acto para no ser cómplices. Ver de dónde proceden esos productos. Algunos dirán que, como individuos, no podemos hacer mucho. Es cierto, pero cada uno puede ser una gota que, unida a muchas otras gotas, puede convertirse en un mar. Sin embargo, también hay que recordar a las instituciones, incluidas las eclesiásticas, y a las empresas su responsabilidad: pueden marcar la diferencia dirigiendo sus inversiones a empresas que no utilicen ni permitan el trabajo infantil. Muchos Estados y organizaciones internacionales ya han promulgado leyes y directivas contra el trabajo infantil, pero se puede hacer más. También insto a los periodistas – aquí hay algunos periodistas - a que cumplan con su parte: pueden contribuir a concienciar sobre el problema y ayudar a encontrar soluciones. No tengan miedo, denuncien estas cosas.

Y doy las gracias a todos aquellos que no miran hacia otro lado cuando ven a niños obligados a convertirse en adultos demasiado pronto. Recordemos siempre las palabras de Jesús: «Todo lo que hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo" (Mt 25,40).

Santa Teresa de Calcuta, alegre trabajadora en la viña del Señor, fue madre de los niños más desfavorecidos y olvidados. Con la ternura y el cuidado de su mirada, ella puede acompañarnos a ver a los pequeños invisibles, los demasiados esclavos de un mundo que no podemos abandonar a sus injusticias. Porque la felicidad de los más débiles construye la paz de todos. Y con Madre Teresa damos voz a los niños:

«Pido un lugar seguro

donde pueda jugar.

Pido una sonrisa

de quien sabe amar.

Pido el derecho a ser un niño,

a ser esperanza

de un mundo mejor.

Pido poder crecer

como persona.

¿Puedo contar contigo?» (Santa Teresa de Calcuta)

 

Gracias.

______________

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús, por intercesión de los santos que dedicaron su vida al servicio de los más pequeños, que nos ayude a ser coherentes y valientes testigos del Evangelio. Que el Señor los bendiga y la Virgen los cuide. Muchas gracias.

______________

Resumen leído por el Santo Padre en español 

Queridos hermanos y hermanas:

En esta catequesis continuamos reflexionando sobre los niños. Jesús en el Evangelio habla de la importancia de proteger, acoger y amar a los más pequeños. Sin embargo, hoy en el mundo millones de niños son obligados a convertirse en adultos antes de tiempo. Pensemos, por ejemplo, en los matrimonios forzados, en la prostitución, en la pornografía infantil.     

No olvidemos que cualquier tipo de abuso infantil es una violación de los mandamientos de Dios. Por eso es necesario despertar las conciencias, denunciar estos hechos atroces y constituir entre todos espacios seguros, para que los menores puedan crecer sanos y felices.      

Cada uno de nosotros puede preguntarse, ¿qué puedo hacer de manera concreta para cuidar y proteger a los niños y niñas que sufren o están en peligro de caer en redes de maltrato y de explotación?    



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana

martes, 14 de enero de 2025

12/1/2025 BAUTISMO DEL SEÑOR

 

Index BackTopPrint
pdf

AR  - EN  - ES  - HR  - IT  - PL  - PT ]

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo, 12 de enero de 2025

[Multimedia]

_________________________

¡Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo!

La fiesta del Bautismo de Jesús, que hoy celebramos, nos hace pensar en muchas cosas, también en nuestro bautismo. Jesús se une a su pueblo, que va a recibir el bautismo para el perdón de los pecados. Me gusta recordar las palabras de un himno de la liturgia de hoy: Jesús va para que Juan le bautice “con el alma desnuda y los pies desnudos”.

Y cuando Jesús recibe el bautismo se manifiesta el Espíritu y tiene lugar la Epifanía de Dios, que revela su rostro en el Hijo y hace escuchar su voz que dice: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección» (v. 22). El rostro y la voz.

En primer lugar el rostro. En el revelarse Padre a través del Hijo, Dios establece un lugar privilegiado para entrar en diálogo y en comunión con la humanidad. Es el rostro del Hijo amado.

En segundo lugar la voz: «Tú eres mi Hijo muy querido» (v. 22). Este es otro signo que acompaña la revelación de Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de hoy nos hace contemplar el rostro y la voz de Dios, que se manifiestan en la humanidad de Jesús. Y entonces preguntémonos ¿nos sentimos amados? ¿Yo me siento amado y acompañado por Dios o pienso que Dios está distante de mí? ¿Somos capaces de reconocer su rostro en Jesús y en los hermanos? ¿Y estamos acostumbrados a escuchar su voz?

Os hago una pregunta: ¿cada uno de nosotros recuerda la fecha de su bautizo? ¡Esto es muy importante! Piensa: ¿en qué día fui bautizado o bautizada? Y si no lo recordamos, al llegar a casa, preguntamos a los padres, a los padrinos la fecha del bautizo. Y celebramos en esa fecha como un nuevo cumpleaños: la del nacimiento en el Espíritu de Dios. ¡No lo olvidéis! Este es un trabajo para hacer en casa: la fecha de mi bautizo.

Encomendémonos a la Virgen María, invocando de Ella la ayuda. ¡Y no olvidéis la fecha del bautizo!

________________________

Después del Ángelus

Estoy cerca de los habitantes del Condado de Los Ángeles, California, donde en los días pasados se han producido incendios devastadores. Rezo por todos vosotros.

Esta mañana he tenido la alegría de bautizar algunos recién nacidos, hijos de trabajadores de la Santa Sede y de la Guardia Suiza. Rezamos por ellos, por sus familias. Y quisiera pedir al Señor, por todas las parejas jóvenes, que tengan la alegría de acoger el don de los hijos y de llevarles al bautismo.

En la Basílica de San Juan de Letrán, esta mañana ha sido beatificado don Giovanni Merlini, sacerdote de los Misioneros de la Preciosísima Sangre. Dedicado a las misiones con el pueblo, fue consejero prudente de muchas almas y mensajero de paz. Invocamos también su intercesión mientras rezamos por la paz en Ucrania, en Oriente Medio y en todo el mundo. ¡Un aplauso al nuevo beato!

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos, en particular a los estudiantes de Olivenza, en España, y a los miembros de la Familia de los Discípulos con los laicos que trabajan en las casas de la Obra de Padre Semeria y Padre Minozzi.

Y no dejemos de rezar por la paz. No olvidemos que la guerra es siempre una derrota. A todos os deseo un feliz domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!



Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana